Nuevo Curso

Plazas movilizadas y burguesía en ofensiva. El factor subjetivo y la crisis de dirección revolucionaria

Siempre es necesario hacerse y portar el limpio color de la pasión y su hermana del alma, la esperanza. De ambos cargados en nuestro ser y buscando darle racionalidad se abre el futuro y lo hace, al mismo tiempo como si fuera una suerte de precipicio ineludible en nuestro camino y a la vez, como la más bella de las vidas pasibles de ser vividas hasta el segundo final del existir.

Ningún dato de la realidad sea medido en cantidad o por la calidad inhumana de su existir pergeñado desde el poder burgués muestra la posibilidad de hacer reparaciones sobre nuestras diezmadas relaciones humanas. No es esto o aquello lo que está mal tanto en sentido económico como desde el más profundo reproche moral que sepamos capaz de producir. Todo indica entonces, que enfrentamos de modo directo al sistema capitalista como tipo de sociedad.

La magnitud del enfrentamiento remite a la necesaria voluntad colectiva de querer abordar esa acción de vida que implica la vida misma. Esa remisión buscando referencias históricas no pone frente a nuestros caídos en combate de clase en los mojones que dejaron el Cordobazo, los rosariazos y otros tantos “azos” que la clase trabajadora pudo plantar en el camino de su emancipación.

     Esta necesidad emergente del fenómeno concreto de ver al capital involucrado por vía de medidas de política económica lanzadas desde el poder burgués institucionalizado en el Estado republicano, con democracia indirecta formal, impone terminar con los mitos que todos los días se gestan desde las usinas informáticas y formadoras de opinión de ese poder de clase que descarga la burguesía sobre toda la sociedad.

     Ocurre que, por detrás de las leyes, de la estructura jurídica esta lo real, material y concreto, que implica el poder burgués en todos sus rostros monstruosos a cara lavada, exento de maquillaje ideológico y disimulación de lo existente y sus efectos deshumanizadores de la sociedad con el escenario excluyente de la pobreza y la miseria cultural.

    La extensión y el daño producido por las medidas que llueven desde aquel Villazo hasta hoy hace que nuestras vidas no sean lo que parece, ni los rostros del personal político de la burguesía sean los únicos que existen. La máxima libertad permitid por esta época la disfrutan los que la dominan desde las mismas estructuras de las relaciones sociales primarias de producción de mercancías y apropiación del valor creado por la fuerza de trabajo. El desconocimiento en sí de la totalidad delo real, es la clave de todo el asunto. Por eso al capital no hay otra cosa que lo ponga en inquietud motivante de su aspecto represivo más cruel, que la organización de los trabajadores y en particular cuando la organización es inevitable solo soporta aquella que puede controlar , ya sea directamente o mediante los servicios del reformismo en todas y cada una de sus variantes.

El paradigma de la revolución del capital, sus formas políticas, sus mensajes ideológicos Gian en torno a los lemas de la revolución francesa, es decir libertad, igualdad y fraternidad. Sus objetivos declarados, esa luz al final del túnel de la que tanto se habla y a la que habitualmente se apela en la crisis, supone un sitio social abstracto en la que todos somos libres e iguales y nos relacionamos como hermanos, sin embargo, la realidad remite a lo inverso y en nuestros tiempos existenciales huele a muerte, hambre, carestía y pobreza en todas sus magnitudes.

Toda ciencia, sería superflua si la forma de manifestación y la esencia de las cosas coincidiesen directamente.

Por eso el poder burgués se empeña en dejar en claro los objetivos de su aparato ideológico: construir un espejo falso que proyecta imágenes que no muestran lo que hay detrás de forma que todo lo existente carezca de testigo de su producción. De esta operación dan cuenta las marchas del 8 y 24 de marzo, absolutamente neutralizadas en su significación real dada por la cantidad de manifestantes reunidos, por un juego de imágenes proyectadas desde medios de comunicaciones, redes antisociales, videos y otras yerbas, imbatibles desde las artesanales respuestas de los manifestantes.

    Muchos piensan hoy, desde islas sobre las que la marea libertaria aún no ha conseguido cubrir con sus aguas pestilentes que, si hay algo que les salva en este mundo es la incapacidad de  sus mentes para correlacionar todos los datos que nacen del fenómeno. Están en la isla de la ignorancia en medio de los mares negros del infinito y no se preparan para viajar lejos, con el simple expediente de la negación sistemática.

En sentido diametralmente inverso a todo lo descripto existe la fuerza de las masas puestas en las calles y dispuestas a su asistencia dónde se les convoque. Sin embargo, como una suerte de hallazgo se repite con letanía una parte del fenómeno que ya expuso el documento fundacional de la IV internacional, en cuanto a la crisis de la dirección de los trabajadores en este proceso de agonía del capitalismo.

El despertar de las masas y su debilidad en la falta de conciencia socialista y de iniciativa de quienes se postulan en ese sentido como dirigentes agota el análisis de lo dado parece ser el eje de la cuestión pero desde éste se  produce la deriva hacia una distinta apreciación de la importancia relativa del elemento espontáneo  de los trabajadores en lucha y del elemento consciente y metódico, que pone nuevamente sobre la mesa la relación dialéctica entre la conciencia y la espontaneidad.

Los perfiles de esta relación llevan incluso a despropósitos, que en favor del raquitismo de su expresión política aún no han causado el daño en la militancia que contienen implícitos. Así es que existen grupos de propaganda que festejan la adhesión de otros grupos como ellos en la inteligencia de que muchos de estos grupos acumulados generan una organización consciente de su rol de dirección y construcción de la vanguardia. Esto hace que en medio de la tormenta, algunos festejan que han conseguido un paraguas, pero ignoran que viven el aguacero a la más absoluta intemperie. Esto puede servir para la autocomplacencia de quienes suman paraguas, pero el resto social absolutamente mayoritario padece sin reparos la tormenta capitalista descargada sobre la clase trabajadora de conjunto.

Esta búsqueda y expansión de grupos autoproyectados, con acciones proselitistas y posicionamientos ideológicos sobre fenómenos sobre los que no tienen posibilidad alguna de incidencia concreta ,sea con agitación o propaganda que postule un hacer y no una abstracción sobre la base de la exaltación de lo espontáneo,  conspira contra  la premisa de los revolucionarios triunfantes en octubre de 1917 que por esa razón tienen mucho por decir, según la cual el elemento espontáneo no es sino la forma embrionaria de lo consciente.

Las exaltadas acciones espontaneas no expresan otra cosa que las muy valiosas construcciones de voluntad y determinación centradas en la desesperación y el odio natural frente al daño que la burguesía de conjunto nos produce en la construcción cotidiana de nuestras relaciones sociales en el plano mismo de la sociedad civil. Esto explica que todos “los vendedores de paraguas” se congreguen en las plazas, pero terminen escuchando documentos que elaboran los “no espontáneos” , desde sus políticas derrotadas y sistémicas acompañados en el escenario montado por quienes incluso reman conscientemente en contra de los luchadores callejeros .

En estas condiciones objetivas, las plazas y las calles aunque multitudinariamente colmadas no dejan de ser en el plano político concreto, embriones del posible paso revolucionario a un ascenso hacia otro estadio de la lucha de clases por otros medios.

En otras palabras, hasta aquí las plazas y los días rememorativos o las acciones aisladas en los conflictos gremiales por los despidos selectivos impetrados desde los datos aportados por los servicios de inteligencia del Estado, señalan el despertar de un nuevo ciclo de enfrentamiento directo  marcado por el antagonismo entre trabajadores y patrones, pero sin conciencia adecuada del antagonismo irreconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, sin programa socialista aprehendido de modo consciente.

En este punto, enseña Lenin que los obreros no pueden en este estadio tener conciencia socialista. Esta sólo puede ser introducida desde fuera. “La historia de todos los países muestra que la clae obrar, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo puede elaborar una conciencia sindical, es decir, la convicción de que es necesario agruparse, luchar contra los patrones, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.”

En definitiva, los cursos de la penetración constante de la ideología burguesa en todos los sectores sociales, ha llevado incluso a que los que se aprestan en las luchas sociales, miren de reojo a Lenin, apelen a su actualización sin explicar como y por qué hay que actualizar la aplicación del método marxista a la realidad, siendo que se dicen marxistas.

Todo esto se hace bajo la bandera del abandono necesario del elemento consciente dentro del factor subjetivo del cambio, cuando precisamente es la apelación y construcción organizada de ese elemento lo que requiere la realidad y el actual estado del desarrollo de la lucha de clases en nuestro país. Quienes así lo hacen imaginan que los trabajadores “en sí” solos o agrupados pueden elaborar una ideología que de trazos programáticos a la tarea emancipatoria de su clase y comprender cual es el contenido concreto de esa emancipación.

“No puede hablarse de una ideología independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso de su movimiento. El problema se plantea entre ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio, pues la humanidad no ha elaborado ninguna tercera ideología: además en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase jamás puede existir una ideología al margen de las clases   ni por encima ni por encima de estas.

Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha hacia la subordinación a la ideología burguesa, pues  el movimiento obrero espontáneo es sindicalismo, y el sindicalismo implica el sometimiento ideológico de los obreros por la burguesía.

Nuestra tarea consiste en combatir la espontaneidad, en apartar al movimiento obrero de esa tendencia espontánea del sindicalismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el socialismo y las tareas organizativas de la vanguardia para la construcción del poder obrero demoliendo el orden social capitalista.

Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes.

Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “ maduras ” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria. ( La agonía del capitalismo y las tareas de la cuarta internacional)

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