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INFLACIÓN, CAIDA DEL SALARIO REAL Y DESEMPLEO

El orden social capitalista y su institucionalidad jurídica concentrada como forma del poder burgués en el Estado contiene en su interior relaciones sociales de producción que se desarrollan y reproducen circunstancias en las que dejan ver, las contradicciones en las que este sistema está basado desde su origen. La propiedad privada de los medios de producción se concentra cada vez más en menos manos, mientras la masa de desposeídos aumenta progresivamente. La competencia entre los capitalistas produce la ruina de muchos de ellos, y sobre ella se construye el poderío de unos pocos. Este poder concentrado extiende su influencia fuera de los países donde se originó, y el sistema capitalista se transforma así en un sistema económico mundial.

 La existencia de esas contradicciones se manifiesta con síntomas que dan cuenta de una crisis que difiere de las cíclicas y que tiene expresión entre otras tantas en el fenómeno inflacionario y la desocupación crecientes.

La cesantía es, por consiguiente, un efecto del sistema capitalista y se acentúa en razón de la crisis de ese modelo de producción social.

Pero la cesantía no es sólo un efecto del sistema, sino que es una necesidad del sistema, porque necesita valerse de la población económicamente sobrante para presionar sobre los salarios de los trabajadores activos como está ocurriendo en estos momentos de la lucha de clases

La inflación cualquiera fuesen los números que se exhiban por el gobierno o medios privados es en Argentina un proceso continuo que no cede, pese a la caída brusca del consumo.

Dado este dato objetivo que emerge de la propia estructura de relaciones de producción que se realizan en el país, la inflación viene a determinar y exhibir solo un síntoma de la crisis que opera en la reproducción de esas relaciones.

En esto habría que recordar que, desde el plano filosófico es posible acceder a un concepto que nos permite acercarnos de mejor manera y más próximos al fenómeno de lo que recibe el nombre de crisis. Es así que resulta válido acudir a la premisa según la cual la conciencia social, invariablemente, constituye un reflejo de las condiciones reales de vida de los hombres, es decir del ser social.

Con esa herramienta conceptual, que indica que el ser social determina la conciencia social, pero la conciencia social tiene un carácter activo e influye sobre las relaciones materiales que conforman el ser social, es posible tomar nota y advertir que es propio de todo ser humano impetrar o generar un cambio en su conducta cuando toma noticia y percibe que se dan alteraciones en su entorno.  Dicho en otros términos si cualquier persona paga un kg de papas a un precio  hoy y al día siguiente cuando repite la operación se encuentra con otro precio sustantivamente mayor, la consecuencia será que esa persona deberá reflexionar y actuar según esa modificación que no nació del ejercicio de su propia voluntad.

Avanzando un poco más, puede acudirse a la Antropología que también nos da una herramienta que aporta un dato indubitable conforme al cual, está acreditado que, los seres humanos No sobrevivieron en la tierra por su mayor fuerza física sino por las capacidades intelectuales y prácticas que le proporcionó su cerebro al interactuar con el medio. Es así que, si bien en los primeros momentos debió superar adversidades naturales, más tarde, enfrentando una organización social y los encuentros con el otro, advirtió que esas adversidades se combinaron cotidianamente con agresiones creadas por esos otros, sus semejantes. Una de esas agresiones es la suba de los precios, que se verifican del intercambio de bienes en el mercado. Es decir, el cambio en la demanda de un bien cuando su precio varía.

Cuando cualquiera de nosotros siente la necesidad de un bien y acude a dotarse del bien que concurre a satisfacerla, produce esa acción social que se concentra en el concepto “demanda”, pero ocurre que las relaciones sociales dan cuenta de padecer una crisis si se normaliza el alza de los precios que se pagan por ese bien, vale decir, la suba del importe no es nunca un fenómeno del individuo sino un proceso social.

Ocurre que esto es así porque, si por ejemplo disponemos de 100 pesos y compramos un artículo que vale 10, nos sobran 90 para otras compras. Si el artículo sube a 15 pesos y el resto de los bienes que adquiere no cambia de precio, seguir comprando igual cantidad significa que nos sobran 85 para otras compras. Por este fenómeno mi nivel de vida necesariamente baja.

El mecanismo de defensa primario y que tiene divulgación propagandística por los pregoneros de la burguesía, es el sesudo consejo de no comprar el bien anterior, 15, y cambiar por otro similar que valga 10, mientras sirva para satisfacer la necesidad que motiva la demanda, aunque probablemente ese segundo bien será de calidad menor con los efectos propios de esa baja en la calidad.

Un poco más avezados algunos de nuestros semejantes posicionándose sobre el fenómeno de la suba de precios en sí han podido advertir a partir de esta reacción aconsejada desde el pensamiento primario que la demanda también es un comportamiento social, de lo que deriva la conclusión lógica de señalar que la búsqueda para adquirir cualquier bien depende de los precios de todos los bienes que cada persona demanda. Es decir: Cualquier suba de un precio reduce el ingreso del consumidor, lleva a reducir la cantidad demandada de ese bien y de sus bienes complementarios, y a sustituir esa demanda por la de otros bienes que al incrementarse por esa traslación su demanda  social , incrementan sus precios, con lo que el fenómeno vuelve al punto de origen, en particular si el mercado no funciona como lo dicen los libros  sino con formadores de precios que son los grupos económicos que concentra en ellos el lugar de la oferta, factor que el propio gobierno reconoce en términos de realidad cuando hace llamados a esos formadores que en definitiva y en última instancia son sus patrones , a que limiten sus ganancias y adecúen los precios a los ingresos de los consumidores.

Este circuito crítico que pone al capitalismo en crisis, en una suerte de perro que se muerde la cola, porque se ve obligado a renovar permanentemente con empleos de paliativos y mucha ideología, ese ciclo de relaciones económicas que opera en la transacción de bienes y servicios desde el escenario de la suba nominal de los precios que se pagan por esos bienes y servicios.

La reducción hasta el límite mínimo de la demanda produce una retracción en todo el circuito económico y también reduce la cantidad de dinero circulante pues mucho de ese dinero se emplea ahora para una sola operación de compra-venta, es decir si el volumen de dinero que manejo permitía que comprara leche y huevos y luego solo alcanza para abastecer el precio de la leche , no hay dinero disponible para huevos, por lo que el productor de huevos tiene una contracción en la demanda de ese alimento y ya no necesita producir la misma cantidad que la que hacía cuando se contrajo la demanda. Más temprano que tarde el mercado de ese producto entrará en crisis y se llevará puesto a los trabajadores del sector, primero porque su salario no se incrementa en relación al precio de venta de la mercancía que produce y luego porque esa mercancía ya no será reclamada por los consumidores.

Cuando el fenómeno toma mayor velocidad en su materialización y por ende se generaliza, las relaciones de producción capitalistas entran en recesión, es decir, expresan una caída significativa de la actividad económica que acontece en el conjunto de la economía con manifestaciones visibles en términos de producción, empleo, renta real, y otros indicadores. La recesión comienza cuando la economía alcanza su máximo y termina cuando alcanza su mínimo, pero entre uno y otros grandes contingentes de trabajadores salen de esa condición para ir a incrementar la cantidad de personas en situación de población económicamente sobrante.

La recesión provocada ya generó la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo y también la caída en la recaudación de impuestos en particular los impuestos directos que se perciben sin mediación alguna desde el fenómeno del consumo , por lo tanto, queda claro que todo esto  resalta el nivel de explotación  y opresión que padece la clase trabajador y además pone la realidad en lejanía de  la posibilidad del equilibrio fiscal que el gobierno manejó como fetiche anunciando un nuevo ciclo de devaluación monetaria  y  nuevos ajustes para alcanzar el déficit cero que el Estado necesita exhibir al capital financiero para tener acceso al crédito .

Con todo esto queremos destacar que no estamos frente a un problema social transitorio sino estructural del modo de producción que se muestra impotente para superar con alcance generalizado la crisis de reproducción de las relaciones capitalistas que le dan sustento. Esto se expresa en la superficie por la ausencia de un programa económico que la propia burguesía le demanda al gobierno.

La burguesía de conjunto opera según los intereses específicos de cada grupo interno sobre los gobernadores y sobre los legisladores para que aprueben sus leyes y apoyen sus medidas. Necesitan que el Congreso apruebe las políticas para que tengan cierta legitimidad y a la vez se dote a esos intereses traducidos en esa forma jurídica del poder de imperio que tiene el Estado para hacerlas cumplir y sancionar a quienes las infringen.

El gobierno y toda la estructura de manipulación política conformada por partidos, y operadores mediáticos están atados por su defensa de la gran propiedad privada y en garantizar la dominación de clases por vía de no cuestionar la gobernabilidad bajo forma democrática. La presunta oposición actúa ese papel cuestionando las formas de la acción política burguesa pero no su contenido específico de hacer descargar la crisis sobre la clase trabajadora.

Otra variante del problema, es el empeño de los aparatos políticos reformistas constituídos en la izquierda del régimen, que buscan tener apoyo social en la pequeñoburguesía empobrecida   con la idea de unificar a los sectores sociales en lucha como una variante de la oposición en un frente anti-Milei, contraponiendo a su política un programa mínimo tendiente a amortiguar las contradicciones, sin cuestionar los lineamientos estructurales general de la burguesía.

Esa política que subyace en la tendencia reformista de conformar un frente social y político antiMilei   gira en torno a la demanda de atenuar los tarifazos, mejorar las jubilaciones, alguna recomposición salarial, defender algunas empresas públicas, rechazar los métodos dictatoriales de Milei y restablecer algunas políticas estatales.

Esto hace que las acciones callejeras que se vienen protagonizando den muestra de una determinación   voluntaria de lucha y demanda de organización tropiece con esta tendencia a construirse en ese tipo de frente y de objetivo estratégico de permanecer dentro de las relaciones de producción capitalista y sus formas jurídicas de poder burgués.

La expresión inmediata de este objetivo estratégico requiere que su construcción parta del rechazo del DNU y la nueva Ley que manda Milei al Congreso, y la exigencia de   reincorporación de todos los despedidos, la anulación de los tarifazos en curso, ajuste inmediato del 100% en salarios y jubilaciones

Corresponde en este plano, explicar con propaganda y agitación sobre todos los sectores que hoy luchan y a la clase obrera en general que su presencia como sujeto social exige desplazar por inviable y contraria a sus intereses toda política reformista como la que se expresa en torno a un frente anti-Milei. El referente que hace falta es la clase obrera, como clase, con su organización, con sus métodos de lucha y sobre todo con su perspectiva política de construcción de poder obrero y programa socialista.

No hay que buscar la superación de todas las contingencias miserables a las que nos expone el orden social capitalista, en los partidos patronales.

La vanguardia obrera militante desde su propia inserción como trabajadores en sí, necesita darse la tarea  acaudillar  la lucha defensiva para transformarla en ofensiva desde la perspectiva de construcción del poder obrero y socialista  todo lo cual impone el desarrollo de un política independiente y la ruptura con  toda ilusión reformista de lo dado , partiendo de la premisa básica de que ellas se gestan en la  defensa del  orden capitalista, asumiendo que son los trabajadores en sí mismos, como clase social los únicos  que puede resolver la crisis por vía de su emancipación política y social en un nuevo orden socialista.

Esta opción superadora de la agonía del régimen capitalista no tiene canal de materialización en la vía electoral, ya que no es en el Congreso, ni haciendo una Constituyente donde la burguesía ha de ser vencida. El capitalismo no se puede reformar. La burguesía y su Estado republicano deben ser derrotados como tales.

Lo único que puede detener este cuadro de degradación es derribar a la burguesía de su condición de clase dominante, por vía de la destrucción de su Estado y su institucionalidad, construyendo el poder obrero y socialista que ponga en desarrollo el programa socialista.

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