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UNIVERSIDAD, DESOCUPACIÓN Y UTILITARISMO INDIVIDUALISTA. ROSTROS DE NUESTRO TIEMPO

Ubicar en el centro de la propaganda que gesta a diario  la vanguardia obrera y en el de sus reflexiones la situación del obrero desposeído obligado a conseguir en el mercado un comprador para la única mercancía con la que cuenta, –su fuerza de trabajo-, pone al desempleo con rol protagónico en la escena.

En el capitalismo, si hay algo peor que ser explotado es, precisamente, no serlo, ya que en tanto uno como otro estadio no prima la libre determinación del sujeto en concreto. Para todos aquellos que no poseen tierras, herramientas de producción ni medios propios de subsistencia, la vida sin salario resulta una verdadera calamidad

El problema está en que se naturaliza la representación del “desocupado” como trabajador que se encuentra transitoria e involuntariamente sin ocupación, esto viene en desarrollo incluso desde el momento en que las patronales de la construcción le impusieron en el marco de un gobierno peronista el absurdo de que sea el propio trabajador quien se pague su despido con depósitos en una libreta de fondo de desempleo que además implica un negocio financiero para los capitalistas que manejan la entidad bancaria donde se materializan esos depósitos. La importancia de esta forma de disfrazar el daño material y moral que el empleador le infiere al trabajador abusando de la situación asimétrica entablada haciendo cesar  un vínculo productivo por voluntad unilateral, está dada hoy por que se la pretende exhibir como el modelo que ha de suscitar seguimiento desde aquí para adelante, para toda la esfera laboral, con el adicional no menospreciable de que esto está admitiendo de suyo y con voluntad expresa de los dirigentes sindicales la generalización de la precarización laboral por vía de relaciones que no se extienden en el tiempo por más de tres meses a lo sumo.

Esto también denuncia con forma jurídica el hecho social objetivo de que las formas en que se aporta la fuerza de trabajo son cada vez más menos requirentes de especialización y educación. Finalmente, el proyecto de brutos y baratos que esta por la base del modelo educativo, viene a cerrar el círculo de todo este entramado de la refundación capitalista a partir de una nueva acumulación de valor, signada por la pobreza, la carestía y el saqueo de recursos naturales.

El problema del desempleo y el fenómeno específico de las políticas de Estado para liberarse de la carga de abonar salarios que impone un selectivo operativo ideológicos donde se materializan esos actos del poder burgués, no está exclusivamente ligado a la reducción de costos, sino a la eliminación o  que no responde al marco ideológico de esas políticas de Estado, que como parte de la ofensiva sobre la clase trabajadora viene a terminar con espacios de la vida en los que el Estado por otras motivaciones ideológicas diversas pero también nacidas y conservadoras del orden burgués hoy devienen antagónicas.

Todo lo que remite a la Universidad esta dado por la simple y sencilla razón de que la ideología burguesa que orienta a la administración de la Libertad Avanza no hace pie en los claustros universitarios, sensiblemente dominados como coto de caza por los aparatos políticos tradicionales y en alguna medida por las “representaciones de la izquierda del régimen”.

La burguesía protagoniza por su la expresión política de uno de sus grupos, una suerte de revolución sin revolución desarrollada desde su propio poder hacia la alteración de las formas jurídicas que lo contienen, con marcado tinte restaurador del régimen burgués que ya se perfilaba desde los últimos días del Gral. Perón en vida, Lopezregismo, Celestino Rodrigo, Dagnino Pastore, Mondelli y más tarde Martínez de Hoz.

Esa operación restauracionista de clase en el control hegemónico del  poder opresivo, que busca consenso y minimizar las acciones violentas circunscriptas a  represiva sobre enemigos sociales previamente estereotipados como pueden ser por ejemplo las organizaciones sociales que nuclean en su entorno a parte de la población económica sobrante , monta en referencia a la Universidad Pública Argentina, una acción que guarda semejanza en sus aspectos sustantivos con el plan Otalagano en el período peronista previo al golpe de Estado de 1976.

Las universidades nacionales en Argentina son autónomas: son los docentes, en algún caso los no docentes, los estudiantes y graduados los que eligen a sus autoridades. El 14 de marzo de 1974 se sancionó -con la aprobación casi unánime de diputados y senadores- la Ley 20654 de Universidades Nacionales, impulsada por el ministro de Educación Jorge Taiana. La llamada Ley Taiana suprimió la autonomía universitaria, redujo la participación estudiantil en el cogobierno, prohibió toda actividad política que atentara contra los “intereses nacionales” y abrió la posibilidad de la intervención del poder ejecutivo nacional, cosa que no tardó en suceder, ya que meses después, El gobierno tenía el terreno despejado para entrar por la fuerza a la universidad.

El hombre del gobierno al frente de la intervención se llamaba Alberto Otalagano Estuvo un poco más de tres meses que se recuerdan como los 100 días de Otalagano quién creía que las universidades eran caldo de cultivo para el comunismo y actuó en consecuencia.

Hoy la restauración desde arriba, recogiendo las lecciones de la historia y los paradigmas dogmático-religiosos a los que pretende retornar, no lo hace de la mano de acciones violentas sobre los cuerpos de los docentes, sino al estilo de la primera etapa de Bussi en el operativo militar en Tucumán, restándole todo apoyo logístico y asistencia que emane de los brazos de la sociedad. El fusil FAL de Milei y La libertad avanza, es el presupuesto. La operación de sometimiento por pobreza es sobre la base de la no actualización presupuestaria que desmotiva a los claustros docentes y deja a los alumnos en situaciones que buscan su paralelo con una escuela rural en plena capital federal. Se inscribe en eso. los recortes energéticos impuestos por carencias de recursos y a partir de allí todo aquello que pueda dificultar, liquidar o vaciar de sentido a cualquier gestión académica.

Sin embargo, esta arquitectura política y las similitudes que guarda con el pasado que se procura traer de nuevo a escena con forma reconstitutiva desde lo económico y jurídico debe ser analizado y proyectado al aspecto diferencial de ambas épocas que esta dado por el sujeto protagonista de los hechos. Hay en ese extremo una asimetría relevante.

El estudiantado que hoy en sus manifestaciones militantes se empeña en emparentarse con aquellos del setenta gritando “universidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode” no es más que un grupo concentrado que a comprado en su ser existencial las formas, pero no las sustancias.

Nuestros gritos de los hoy estudiantes, tienen un fundamento acotado y abstracto sin señales de objetiva realidad en tanto omiten ponderar que aquellos que lograron la recuperación de la universidad en 1973 con las banderas de la reforma de 1919 en manos, lo hacían instalando esa versión institucional dentro de un proyecto revolucionario que la insertaba como una herramienta más en el camino al socialismo por el poder obrero. Pese a eso, los que hipotéticamente se tenían que “joder” vinieron un par de años después y fueron por todo, porque también para ellos era necesario otro modelo de estudios superiores.

Hoy la universidad no es de los trabajadores, precisamente porque desde 1975 para acá ganaron ellos y hoy tienen la gestión del poder burgués de modo directo, y esa gestión es tal porque se acomoda a la crisis de reproducción que tiene el capital que requiere “achicar “el bote que se inunda, tirando por la borda todo lo que era un armado superestructural que exigía la política emergente del Estado Constitucional de Derechos, que objetivamente llegó a su fin.

Como el desmantelamiento de los niveles de conciencia no es de hoy sino permanente en un ciclo cultural que no termina , ni retrocede porque se recuerde el 24 de marzo todos los años en las plazas y las gentes se desgarre las vestiduras por las ilusiones democráticas que se le montaron , lo que se aproxima a la verdad es que la población estudiantil se compone mayoritariamente de jóvenes marcados por el individualismo que construyen sus relaciones en la sociedad civil bajo el principio valorativo del utilitarismo y el pragmatismo en algunos casos exacerbados.

Esa población estudiantil no compone a la clase trabajadora “para sí” consciente de su condición, sino que en sentido inverso encarna al emprendedor relleno de egoísmo que imponen las lógicas culturales funcionales al capitalismo. Es desde ese colectivo que nace incluso gran cantidad de los votantes de La Libertad Avanza, haciendo que incluso se propagandice el combo del gobierno que responde a la lógica de explicar el fenómeno crítico apelando a un enemigo que en este caso se busca en una impugnación al manejo universitario y su apego al aparato partidario del partido de gobierno, señalando además la presencia de estudiantes extranjeros y nichos de corrupción.

Difícil que con bancos en la calle y una marcha se pueda por sí mismo evitar que más temprano que tarde el desguace selectivo iniciado se detenga, ya que eso habría implicado encolumnarse tras la bandera del socialismo, y construir una nueva sociedad con cuerpos docentes universitarios e institucionalidad nacida de esa misma clase trabajadora que se hace del poder.

Resistir a esta forma de operación política es una obligación, marchar es una obligación, hacer público el problema a una sociedad que en mayoría vive a la Universidad a sus espaldas, es un imperativo. Sin embargo, si la vida universitaria persiste en mantenerse en las formas académicas del socialismo de cátedra, los estructuralismos y posmodernismos de moda, debatiendo a la eternidad las formas de una u otra parroquia ideológica como en Bizancio, la superación será un no lugar y la frustración se paseará por el escenario haciendo que, en realidad, el” que se jode” sea precisamente el otro, ese que estudia a su lado.

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