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DIETAS PARLAMENTARIAS Y EL CRUDO MUNDO EXTERIOR

Un aporte más para el día a día distorsivo y distractivo de lo esencial, del que se vale comunicacionalmente el poder burgués, es la denuncia de los incrementos en las llamadas dietas de los senadores.

La noticia ocupa todos los dispositivos y se desarrolla en una ampliación que vuelve a tocar el perfil moralista kantiano de la izquierda del régimen republicano que sale con todos los amplificadores de voz con los que cuenta o se le prestan, a fustigar la acción desde ese espacio existencial del ser humano, llorando a nombre de los trabajadores entendidos como clase.

El eje de la intervención es denunciar el carácter fraudulento del discurso de la Libertad Avanza sobre el tema en sí, ya que el propio presidente abomina en los medios de estos aumentos, con lo que lejos de objetar ese hacer se suma al coro de los niños cantores de la justicia salarial.

En paralelo, muchas veces de estos mismos “difusores” se acude a León Trotsky y los marxistas revolucionarios para ubicarlos discursivamente en ningún lugar de la realidad y decretar su caducidad. Sin embargo, la realidad que no tiene miramientos sino intereses en conflicto, hace que repetidamente las enseñanzas de los caducos nos den herramientas para poder dar con el fenómeno social difundido aparatosamente e ideológicamente, llegar al menos a poder acercarnos a sus reales y materiales elementos constitutivos.

El marxismo, visto como un conjunto de ideas gestadas y hechas públicas por Karl Marx en su tiempo histórico y luego complementadas por Lenin y Trotsky, Ernesto Guevara, con más la experiencia histórica de la propia clase obrera, proporcionan una base teórica y un método de conocimiento de la realidad, para la lucha de esa clase enfrentando a la burguesía, buscando alcanzar una forma superior de sociedad humana, el socialismo.

Desde allí y en ese sentido tenemos presente para el particular un principio orientador que nos deja León Trotsky cuando insiste en una idea especifica al señalar que, en épocas de reacción triunfante, los señores demócratas, socialdemócratas, y otros representantes de la izquierda se ponen a desprender, en doble cantidad, emanaciones de moral, del mismo modo que transpiran doblemente las gentes cuando tienen miedo. Al repetir, a su manera, los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña, esos moralistas se dirigen, a la reacción ofensiva del capital que encarna el actual gobierno instalado en el Estado por el poder burgués, acudiendo a la denuncia de sus «excesos» y sus principios «amorales», buscando para ello una justificación moral.

De seguir al pie de la letra lo sucedido en el senado respecto de las dietas, y la protesta publicitada por los medios de comunicación y la izquierda del régimen republicado, la consecuencia necesaria sería seguir la crítica enunciada y postular un medio sencillo y seguro de evitarlo en el presente y en lo futuro que estaría dado por el esfuerzo interior de los individuos sentados en instancias del poder burgués estatal en orden a su regeneración moral. De paso, los que enuncian la crítica, en todas las redacciones interesadas distribuyen gratuitamente muestras de perfección ética.

“La base de clase de esta prédica falsa y ampulosa la constituye la pequeña burguesía intelectual. La base política son la impotencia y la desesperación ante la ofensiva reaccionaria. La base psicológica se halla en el deseo de superar el sentimiento de la propia inconsistencia, disfrazándose con una barba postiza de profeta”. (Trotsky. Su Moral y la Nuestra)

Buscando acercarnos al fenómeno divulgado por los medios de comunicación y operado en el Senado de la Nación, por fuera del reproche moral que es absolutamente insuficiente y distorsivo para el análisis pues implica llevar un dogma de clase, con imperativos categóricos que exceden lo legal vigente, es importante acudir de manera necesaria a los elementos componentes en la realidad de dicho acto de autoridad emergente de los miembros de un poder del Estado.

 En ese contexto y en primer lugar hay que decir que la dieta no tiene relación directa con el salario de un trabajador por lo que la comparación de ambos buscando unificar un criterio de igualdad distributiva es impertinente por cuanto percepción económica que reciben los diputados y senadores por el desempeño de sus actividades no es técnicamente salario, ni se paga en relación al valor que estos no pueden gestar directamente con su actividad. La Constitución Política hace alusión que la dieta es la retribución que reciben los legisladores por los servicios que prestan y para que lo puedan realizar superando obstáculos materiales en la labor parlamentaria atento a que la mayoría de ellos representantes de las provincias deben afincarse de modo permanente fijando residencia en la CABA. Lo primero que hay que saber es que las dietas tienen fundamento y objetivo es cubrir aquellos gastos en los que los senadore incurren de forma adicional para poder realizar su función.

Lo cierto sin embargo es que si se lo mira con detención en la objetividad que implica la labor parlamentaria el cuestionamiento del incremento de las dietas no debe partir de los montos sino de la explicación paciente de la procedencia de los recursos para afrontar esos montos.

La contradicción que atraviesa a la sociedad contemporánea no es entre el Estado y el mercado, sino entre el capital y el trabajo, siendo el Estado parte del polo capital. O sea, por encima de tensiones y hasta conflictos que pueda tener con los capitales privados, el Estado es capitalista, es la institucionalidad jurídica del poder burgués. Por eso, el cuerpo de diputados y senadores que conforma el poder legislativo, recibe el pago de sus dietas del presupuesto asignado para ese poder que se cubre a su vez con los impuestos, que son valor generado por el trabajo impago de los obreros productivos. La crítica entonces no puede evitar consignar que esta procedencia de los dineros para el pago de las dietas es entonces parte fundamental de la crítica al dominio del capital, factor del cual parecen haberse olvidado los moralistas de izquierda subidos al carro de una operación mediática de ese mismo poder burgués que busca encauzar los efectos de lo decidido exclusivamente por esa ruta que oculta u oscurece al menos la funcionalidad del orden social capitalista y sus contradicciones.

Volviendo a los necesarios y útiles aportes del marxismo y sus implicancias sobre el complejo fenómeno en examen , tenemos presente de la lectura de “La lucha de clases en Francia” que en ese país en el momento histórico en que escribe Marx , en forma semejante a lo que ocurre en el nuestro en el presente, que en Francia “la fortuna pública” caía en manos de la alta finanza, debido al creciente endeudamiento del Estado reconociendo como  causa, entre otras , el continuo exceso de los gastos por sobre los ingresos……” “Para escapar a este endeudamiento es preciso que el Estado limite sus gastos, es decir, simplifique y reduzca el organismo gubernamental, gobierne lo menos posible, que emplee el menor personal posible, que se ponga lo menos posible en relación con la sociedad burguesa”. Poco más abajo explica que, además de reducir los gastos y evitar las deudas, era necesario “pesar sobre los hombros de las clases más ricas contribuciones extraordinarias” ……” Por lo tanto,.” sin subversión completa del Estado francés, no es posible la subversión del presupuesto público francés

 Lo cierto es que siguiendo estos lineamientos la militancia propagandística por la transformación cualitativa de la sociedad por vía del poder obrero y socialista no puede apartarse en ningún caso de la crítica a la estructura burocrática y a la maraña gasto – deuda pública – negociados, y enlazarla con el llamado a la “subversión completa” del Estado. Es este un planteo bastante más radical que la típica reforma impositiva “progre” con que se suelen entretener los partidos que se colocan desde la izquierda del régimen republicano como permanente furgón de cola de los intereses pequeñoburgueses.

También en este contexto es necesario aclarar que lo señalado en estas citas precedentes  no se refiere a los trabajadores del Estado que se encuentran en situación diversa en tanto , a cambio de un salario (que muchas veces no alcanza siquiera para reproducir la fuerza de trabajo) contribuyen a la producción y reproducción de lo que puede llamarse capital constante “social” (por caso, obreros estatales dedicados a la obra pública); o a la preparación y conservación de la fuerza de trabajo (trabajadores de la educación o de la salud). Estos trabajadores, aunque no generen plusvalía, son explotados por el capital y su Estado.

Lo jurídico y político están imbricados y tienen como base a la real totalidad de las relaciones intersubjetivas que los seres humanos establecen en la producción social. Por esto, “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia”.

Por esta premisa teórica, se impone advertir la necesidad de distinguir entre “el trastocamiento de las condiciones económicas de producción”, como el que ocurre en una crisis y depresión económica tal como la que nos toca sobrevivir como trabajadores en la actualidad y “las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen”.

Cuestionar el acto político que implica el aumento de las dietas de los senadores, desde su exceso y refutarlo desde la base del valor justica proyectado al plano moral de los legisladores que alzaron sus brazos, es un camino errado desde la perspectiva de la tarea de la explicación propagandística paciente de la necesidad de transformación del orden social capitalista.

No está en el monto de la dieta la razón misma de su impugnación sino que esta anida en el cuestionamiento social esencial a un orden social , político institucional que se apoya en la asimetría de la relación capital-trabajo y que en período de crisis de reproducción produce manifestaciones de este tenor , que en sí mismas no implican mayor apropiación del valor creado por los trabajadores sino su destino a otra finalidad por la que constitucionalmente se crean los impuestos que es financiar los gastos del Estado que no necesariamente son aplicados a lo imperioso y urgente con sentido vital,  sino siempre y en todos los casos a los intereses de la clase dominante que necesita tener a su personal político que ha de favorecer el dictado de leyes que amparen esos intereses objetivos, con un estándar de vida suficientemente tentador y adecuado a una condición de privilegio en la que nunca puede ubicar a los trabajadores .

Todo lo dicho hasta aquí y por referencia a lo que nos ocupa puede sintetizarse en advertir que el “rudo mundo exterior” no desaparece por más que las dietas de los legisladores sean bajas. Por eso, en tanto permanezca el dominio del capital, ese tipo de medidas de reducción de dietas de modo simplemente negacionista a su incremente cualquiera fuera su monto, son “papel mojado” Y esto necesita formar parte de nuestra propaganda militante cualquiera fuese el medio que utilicemos para ello.

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