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FRENTE AL 9 DE MAYO

Los rasgos fundamentales del movimiento obrero en Argentina, es decir, los elementos que definen hoy en su desenvolvimiento a la clase obrera “en sí” dejan ver que está ausente en ella demandas específicas y primordiales relativas a tareas democráticas más o menos importantes de carácter nacional que pudieran encontrarse pendientes. Hay además una completa subordinación del trabajador “de a pie”, a la política cuando no, absoluta indiferencia.

Conviven con ambos factores el aislamiento sectario de los grupitos y puñados de socialistas enmarañados en disputas y expresiones virtuales o sueltas de banderas y carteles por las calles cualquiera fuese el tema del día que genere el poder burgués. desde su gobierno. Esto se anuda además con ningún éxito de los oportunistas inclinados al reformismo, entre las masas obreras en las elecciones, etc.

De esta forma, sería una ligereza olvidar estas circunstancias fundamentales, cuando lo que se pretende es imponer un criterio a modo de conclusiones general de un aspecto coyuntural y paralelo como el que implica la huelga dispuesta para el 9 de mayo.

Debe tenerse presente en este recorrido que los datos emergentes de la historia nos dan registro de períodos de independencia política de los obreros, que incluso debieron ser embestidos por el poder burgués estatal con prácticas genocidas, torciendo el curso de la lucha de clases para imponer a éstos, en política, un seguidismo en toda la línea de los criterios rectores de dominación cultural que impone la clase explotadora y dominante.

Argentina se trata de un país, con estructura económica capitalista, con un régimen democrático establecido tras el 10 de diciembre de 1983, que plantean a los trabajadores como política autónoma de clase, tareas de carácter puramente socialista, orientadas a la construcción de poder con formato de democracia obrera. En el orden del día inmediato no se plantean, tareas democrático burguesas que orienten las energías materiales e intelectuales de la clase trabajadora, sino tareas socialistas.

 Si la apreciación de una jornada de paro general, discernida desde la cúpula de las organizaciones sindicales y por su dirigencia, que declara la huelga, pero no hace nada por ella, no es leída desde posicionamiento material que impone el tipo de tareas políticas y sus objetivos de clase que necesita plantearse la clase trabajadora “en sí”, se pierde de vista el sentido que debe darse a este dato de la realidad que implica esta convocatoria y sus matices específicos.

La huelga de referencia viene precedida por la votación en diputados de lo que se llama en general “Ley Bases”El peronismo no solamente tuvo diputados que votaron algunos puntos a favor del proyecto de ley sino que mediante el silencio de la CGT y la CTA, los sindicatos no convocaron ni a una sola asamblea de fábrica, ni a la mas mínima medida de fuerza para repudiar la ley; lo hicieron guardando a los movimientos sociales y organizaciones barriales, en fin, garantizaron una paz social para que la ley pase sin problemas.

En este contexto no parece ya adecuado exigirle ni a la CGT, ni a la CTA que se pongan al frente de sus propias decisiones. El silencio y la inacción de las burocracias sindicales, es un punto de no retorno.

Sin embargo, y en paralelo, la burguesía ha terminado de superar de modo transitorio las diferencias económicas que influyeron para la caída hace un tiempo atrás del anterior proyecto de ley Bases . Ahora luce con evidencia, que el poder burgués de conjunto, se unificó como clase para golpear a la clase obrera.

En particular, la coparticipación con las provincias se superó en parte por el impuesto a las ganancias, sumado a la transferencia de capital por la liquidación de fideicomisos, extremo que  acabó resolviendo la disputa económica nacida de tales temas.

Más allá de ello,  el punto central específico que necesitamos observar y aprender es que la unidad política de clase por parte de la burguesía es, la que se impuso

Esta unidad leída en forma global sobre el tiempo que llevamos transcurrido en este año, es la respuesta política del poder burgués al 24 de enero (paro general), 24 de marzo y 23 de abril a pesar de que las tres movilizaciones tuvieron un carácter nacional, replicadas en cada provincia, , con una masividad significativa. Ocurre que  la burguesía no necesitando el voto de las masas para legitimar con forma jurídica su poder constitucional y su ficción de representación política, que como tal se da por materializada con la acción parlamentaria, donde tiene pleno dominio de la situación.

Siendo el consenso de las masas ficticio pero legitimante a  través de la validez y eficacia de la ley , lo que queda ahora a la vista es que el acuerdo , es la identidad de clase, es decir,  empresarios, sindicatos y parlamentarios que responden unificados

Sin embargo, esta unidad política conseguida es sumamente frágil en un contexto de guerra económica globalmente descarnada, encendido y proyectado por la crisis de reproducción del capital en forma global , con intensificación de prácticas imperialistas por parte de los grupos concentrados de poder radicados en las economías más desarrolladas y los Estados que le sirven por su aparato bélico.

Sin embargo debe decirse en forma conjunta que , la unidad conquistada por la burguesía puesta de manifiesto en el recinto parlamentario y las acciones del ejecutivos pertinentes a ese movimiento , es frágil en tanto también los indicadores sociológicos están dando cuenta que la gestión del ejecutivo, está perdiendo credibilidad e “imagen política” en los sectores del pueblo trabajador, que lo votaron para terminar con el régimen político anterior y todos sus efectos colaterales.

Agregando a lo expuesto debe decirse además que, hasta hoy, los dirigentes de  la CGT o a la CTA han exhibido una capacidad de control de las estructuras sindicales en todos los grados y  niveles . Por tal razón, resulta poco probable  que se pongan al frente de ningún proceso de lucha, en tanto no tienen un compromiso estructural , funcional y estratégico con la rebelión obrera y si con los acuerdos que han alcanzado con la burguesía de conjunto en términos políticos concretos centrados fundamentalmente en la continuidad institucional del gobierno .

Afirmar y constatar este fenómeno muestra que el único camino real para derrotar el plan del gobierno es la independencia de clases dentro de la militancia al interior de las organizaciones de masas que conforman los trabajadores históricamente y la definición clara por la vanguardia hacia el conjunto de la clase de una política obrera.

Esto implica generar propaganda paciente y agitación hacia las bases trabajadoras del programa socialista. En la actitud que adopte cada trabajador en su sector de laburo; y en la actitud que ese sector de laburo adopte frente al resto de una empresa está la llave para construir el camino de la lucha por el poder obrero y socialista

Debe quedar siempre en claro que los sindicatos son de los trabajadores que lo conforman pero que estos no aciertan a tener una política que los posicione en los cargos dirigenciales por las dificultades y obstáculos que esas mismas dirigencias les imponen desde las estructuras de poder que montan al interior de la organización de manera burocrática y la complicidad delatora de ese aparato con las patronales para la persecución interna dentro de cada lugar de trabajo

Las fábricas, los sitios de empleo donde nos desenvolvemos, son estructura montadas para la productividad y la captación de valor que genera la fuerza de trabajo por sus propietarios, los burgueses. En igual sentido en el mismo tiempo social y relacional se desarrollan las relaciones de trabajo que nos constituyen como sujetos.

 En circunstancias políticas y económicas de crisis del capitalismo, como las actuales se sobrepone en ese espacio social, el criterio general de sociedad de control y vigilancia, con provecho y abuso de los sistemas tecnológicos que facilita la labor de control sobre nuestras determinaciones y haceres.

Por eso no es mecánica y a veces temeraria la agitación que llama a la formación de asambleas en lugares de trabajo  y la propaganda a cielo abierto sobre los trabajadores en sus sitios , que deben ser defendidos frente a la oleada de despido y el crecimiento insesante de la desocupación como flagelo.

Son los trabajadores mismos quienes deben dar cuerpo a la militancia en su sector , porque así como  el trabajador es quien conoce lo que produce también es quien conoce donde pasa y de que manera, la mayor parte de su vida.

No es tiempo de aparatos exhibicionistas, y rostros ante las cámaras, cualquiera fueran estas. Tanto las organizaciones que se puedan gestar en plano del espacio de la relaciones de producción, en los lugares de trabajo, como la organización política de la militancia, no puede desdeñar estos aspectos reales del poder represivo, que no solo impone golpes, vejámenes, torturas en manifestaciones, sino que también reprime despojando al trabajador derivándolo a la condición de desempleado en tránsito a población económicamente sobrante.

El escenario rutinario, gris, de la militancia sin esténtores ni aplausos, que exige paciencia, disciplina y dedicación colectiva es el que marca el tiempo real en una situación prerevolucionaria , que permite avanzar en la necesaria superación del problema de dirección que padece la clase trabajadora.

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