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Nuevo Curso

Fiódor Dostoyevski y su perro. La locomotora, los niños y los jóvenes del Cordobazo. La clase obrera y el sentido último de la dignidad humana.

Durante las horas de descanso, un perro se sentaba en el suelo del cuartel, Dostoievski le rodeaba el cuello con el brazo, inclinándose sobre él le hablaba El perro callejero lo distinguía de entre todos los compañeros. Si se escondía, entonces corría por todas partes, ladrando, buscándole; y, siempre corría con un ladrido alegre, levantando sus patas delanteras sobre el pecho del que luego sería el gran autor ruso.

Swango, así finalmente le llamaron, llegó al cuartel al borde de la muerte -por falta de alimento- y Dostoievski lo alimentó con las escasas raciones que tenía.  Fue esa respuesta humanitaria la que llevó a Swango acercarse a Fyodor

 Sucedió luego que Dostoievski enfermó, el perro fue a visitar a su amigo y tuvo la contradictoria situación de poner de manifiesto una acción por la que  salvó la vida del soldado escritor, aunque por ello hubo de pagar con su vida.

 El escritor fue hospitalizado y su hermano para darle asistencia, le envió un sobre con dinero. Uno de los reos que estaba al lado de Dostoievski decidió envenenar al escritor y quitarle el dinero; para ello, añadió veneno a la leche que le era  destinada  y cuando el escritor tomó el vaso en sus manos, el perro saltó a la cama, le quitó el vaso de las manos y lamió la leche.

Dostoievski, sobrevivió, pero el perro murió. En Los hermanos Karamazov sin embargo, trajo a cuento el dramático asunto. Es ahí donde dijo:

“…Amar a los animales:  ellos tienen el principio de pensamiento y alegría serena. No los molestes, no los atormentes, no les quites la alegría. Hombre, no te eleves por encima de los animales: ellos no tienen motivos de maldad.”

Son estos episodios de los que da cuenta la historia y la literatura, a los que se le suman los relatos testimoniales de sus contemporáneos, los que destacan en lo cotidiano de cada hombre por fuera de su trascendencia y pesan a la hora de que hayan  tenido ocasión de dotar de su talento al resto social acumulando el capital humano de las clases que luchan por la construcción del hombre nuevo en una nueva sociedad.

Ayer casualmente pude dar con la fotografía que antecede e ilustra este texto de este domingo 12, que probablemente se nutra de reflexiones relativas a la huelga del día 9 de mayo de 2024 en todas las editoriales que vean la luz por vía publicitaria.

Esa fotografía muestra la pequeña locomotora que daba la vuelta por el interior del zoológico de la ciudad de Córdoba. Fue esa imagen la que me remontó a esa época también de mi niñez, durante la década del 60 , donde el trencito formaba parte de la demanda de paseo dominguero que presentábamos a padres y abuelos que hacían de ese día sin trabajo el de su encuentro en derredor de una mesa trabajadora, con la botella del vino “Luchessi” , el pan casero y los fideos amasados el sábado por la tarde por la abuela y dejados sobre una mesa con harina esparcida.

Es tan simbólico ese trencito que sin saberlo y sin que nosotros lo pudiéramos imaginar hacía vivible y deseable ir hacia adelante a toda una generación que más temprano que tarde forjó luego esos jóvenes de un 29 de mayo de 1969.

También es el símbolo de lo que ya no es. Ya no es pibitos en fila, con sus madres, sus abuelos, sus hermanos bregando por subir y dar la vuelta. Ya no es el encuentro de los pares de clase en sus comportamientos de clase.

Tal vez esté allí, en las ausencias de lo humano, o  en el simple recuerdo por una foto extraviada de algo que no está, o en el  perro que retribuye su amor por el hombre que le asistió en sus penurias  y que jamás lo podrá olvidar , la carencia primaria de nuestros tiempos existenciales. Es ese factor el que vino por la base y de manera mínima tanto en la ocupación de calles estudiantil, como por el paro general del 9 de mayo de 2024, a expresar una revitalización de la comunidad mínima de acuerdo de quienes nutren las masas de explotados y oprimidos en nuestro país.

 Ese elemento psíquico social de la protesta, el que está por la base y puja por emerger parte de un factor común movilizante que es el sentido básico de la dignidad humana.

Ese factor , es el que tiene que encontrar canales de vehiculización política por vía de un elemento motivacional que es el encuentro de los trabajadores, en instancias mínimas de su vida colectiva, que supere el aislamiento y se nutra de nuevos espacios donde, encarnar nuevas apuestas organizativas para desarrollar la política obrera y socialista.

El sentimiento humanitario hacia un animal , reflejado en el joven Fiódor Mijáilovich Dostoyevski que trajimos anecdóticamente a cuento, el factor asociativo y de colaboración de jornada obrera en un paseo por el Zoológico en ese tren de la fotografía, son solo simples ejemplos de las potencialidades humanas que hoy solo encarna la clase trabajadoras por ser ella, la llamada a terminar con esta banalidad de la fetichización  mercantil del capitalismo y sus escenarios de barbaries , que solo conducen sin remedio alguno a la nada misma.  

Daniel Papalardo