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Aquello que históricamente designamos como Argentina , es hoy un residuo de algo que fue al amparo de la ideología de la sociedad organizada pensada por el peronismo y la presencia relevante del discurso nacido de la usina unificante de la iglesia católica.
Es un residuo porque sencillamente todo aquello ha perdido el ser, no existe por mucho que haya empeño por acudir a ella bajo el amparo de las estrategias discursivas montadas en las declaraciones de derechos subjetivos.
El signo de ese deceso histórico-social está dado de manera reiterada por los hechos políticos relevantes.
Convocando a defender “tus derechos” el neo-peronismo Massista aunque pretendio someterse a cirugía restaurativa, no pudo evitar los surcos que deja el dominio por décadas del partido del Estado y su capacidad para ser el aparato político que motorizaba la eficiencia del control social y cayó rendido a un nuevo formato político en desarrollo pero ajustado a las necesidades del capital en este momento específico de su desenvolvimiento crítico a nivel mundial .
Lo que llamamos Argentina, mas allá de la camiseta de Messi, el himno nacional y la bandera ,no tiene ningún factor aglutinante nacional que permita una gestión de gobierno con paradigma en la idea de nación , superadora de las clases sociales que quedarían dentro de ese concepto abstracto , materializado propagandísticamente en la idea de “patria”.
Lo que se da en llamar Argentina, es hoy una sociedad de clases que da muestras sustantivas de haber contenido en su sociedad civil , una generación que fue atravesada por una dictadura genocida , donde aplicaron el terror, el miedo y la exclusión social, reprodujeron modelos de inequidad y diferenciación entre las clases sociales que originaron conflictos de la que en la década del 80 se vio emerger otra versión y otra generación de trabajadores, que fue víctima de otro formato de dominación política y cultural cobijado en las ilusiones democráticas y “la casa está en orden” que cierra institucionamente con el pacto de Olivos ( Alfonsín- Menem) y la reforma constitucional
Los desequilibrios económicos y la frustración frente a las promesas trazaron un escenario de confrontación de clases renovado pero vacío de contenido ideológico estratégico , absolutamente marcado por la inmediación de las carencias, y cuando ellas mutaron hacia la rebeldía las jornadas del 2001 pusieron un techo y marcaron la emergencia política de los excluidos de la economía formal desplazados a la condición de población económicamente sobrante.
Sin embargo, ese horizontalismo de gestión , desnudo nuevamente el problema de dirección y la carencia de programa cuando hubo de definir el qué hacer y como resolver el problema del Poder, fenómeno que se expresó en el “que se vayan todos” sin pergeñar el qué necesitamos a futuro.
Eso permitió la cooptación de los sectores en lucha y la emergencia de un nuevo relato peronista para un nuevo disciplinamiento social y la restauración de esa estructura política en la gestión del poder burgués.
El resto político se reconvirtió al tenor que marcaba ese nuevo relato populista marcado de progresismo reformismo y en gran parte encalló en el luchismo , es decir, un método basado en ocupación de calles-rutas , quema de gomas, confrontaciones desorganizadas que en el fondo, no obedecía a un plan estratégico ni táctico de luz larga que tenga un fin en sí mismo, sino, algo para responder de forma inmediata.
A partir de allí, ese luchismo, por décadas marcó a más de una generación que siguió y creyó en ese tipo de respuestas ante las demandas sociales acumuladas.
La lectura política de las organizaciones que se congregaron en el FIT inicialmente y luego en el FITU, frente al desgaste , fue apostar estratégicamente y no como una táctica revolucionaria, al parlamentarismo indicándolo como la vía de acumulación para un salto subjetivo en la lucha de clases. Eso implicó por necesaria consecuencia electoralismo vacío de contenido con apología de los derechos y divergencias-identidades , en sustitución de una política de clase autónoma y programa transicional al poder obrero y el socialismo.
La primer derrota en su propio método y caracterización del FITU y organizaciones satelitales a esa cooperativa electoral, fue la resultante de haber “invertido “ todo 2023 a la “lucha electoral” y el magro resultado en votos . La segunda pero dramática derrota es la que ha sufrido el pasado 12 de junio en la plaza del congreso.
Ambos fenómenos, por fuera de los efectos específicos del despliegue represivo, dan cuenta de un dato significativo ;La nueva generación de jóvenes trabajadores, no comprende ese luchismo, no logra asimilarlo y menos digerirlo en tanto lo tiene por agotado por la corrupción de sus emergentes dirigenciales y la conformación burocratizada de las organización de masas de los trabajadores y los excluidos .
Sin embargo, el luchismo como método de resolución de conflicto y de propuestas políticas, fue fogoneado desde el 10 de diciembre de 2023 como el método de conformación de un frente político con una cabeza diseñada en lo viejo y las organizaciones de la izquierda del régimen como los furgones de cola de ese tren que nunca ha terminado de salir de la terminal donde se encuentra, porque no comprende a donde le llevan las vías que ha trazado.
La otra cara combinada al luchismo es el clientelismo, el paternalismo o el asistencialismo que habita en las organizaciones sociales absolutamente mediada por los aparatos políticos , como método de estimular el acatamiento social, el conservadurismo, el inmediatismo y el conformismo de los grupos vulnerables contenidos en la llamada población sobrante, que como consecuencia de semejante entramado hoy se muestran absolutamente impotentes para colocar la confrontación social en favor de objetivos políticos emancipadores.
Los jóvenes de las redes sociales; los nuevos empoderados que han decidido participar, demandar, confrontar y organizar a la sociedad civil para conquistar los propósitos, sin luchismo, más bien presionan de forma diferente haciendo escuchar esencialmente su repudio por todo lo que significaron cuatro décadas de defraudación democrática , personalizando en la corporación política que monta esa teatralización decadente
En definitiva , el luchismo y no la lucha organizada de la clase en la construcción de su organización política es lo que se agotó y vio en la propia cara de Villaroel y sus sonrisas irónicas, casi uniformadas , el sabor amargo de la derrota que ubica a los trabajadores en la desorientación y les impone poner miras directamente a la confrontación con todo ese pretendido nuevo orden de cosas diseñados bajo el interés del poder burgués.
La inequidad y la exclusión son forma de vida insostenibles e insuficientes para la vida Son los ingredientes cotidianos de escenarios de barbarie y miseria cultural democrática.
El diseño paciente de una organización política de la clase trabajadora desde la propia vanguardia obrera , construida como cuadros revolucionarios y actores del programa socialista en post del poder obrero , es lo que no tiene registro de derrota en la existencia social de una sociedad de clases que no cesas con una ley , sino que en el caso se profundizan.
Es una lucha diversa del luchismo , gesticulado, programado, plagado de símbolos gritos a la luna e imágenes . Como cualquier apariencia se derrite frente a la luz que emana lo real.
El conflicto de clases no se detiene ante las formas jurídicas que intentan tabicarlo y limitarlo.
Un juego parlamentario pre-diseñado para mostrar personajes como en cualquiera de las famosas novelas brasileras, con perversos, traidores, jóvenes víctimas de inocencia y demás que da como resultado una herramienta jurídica para el entramado de la mayor explotación y dominación en la que se busca colocar a la clase trabajadora , es incapaz para constituirse como realidad. La materialidad de lo existente deja abierta la puerta para exhibir y concretar los escenarios objetivos de la barbarie capitalista.
La respuesta no es economicismo puro , ni luchismo declamatorio. Esto significa que recae sobre la militancia obrera organizada y consciente de los objetivos que se traza como clase para sí, exhibiendo el problema, abordando en paralelo, la ardua y difícil tarea de construir una nueva herramienta política que, por fin, pueda desplegar una acción política revolucionaria
Organización consciente bajo el amparo del programa socialista, con el objetivo estratégico del derrumbe del Estado de la burguesía es el camino a seguir.
Solo un partido revolucionario por su programa y objetivos, de los trabajadores, es capaz de politizar a la clase trabajadora en sí hacia esa estrategia socialista, por ser la expresión consciente de las tendencias inconscientes de esa misma masa de trabajadores de conjunto. Esto impone la tarea militante organizada de elevr la consciencia de los explotados y oprimidos , dando a conocer de manera propagandística y agitativa que el problema es lograr que los trabajadores constituidos en clase para sí definan un nuevo poder superador del poder burgués por su eliminación lisa y llana.
NUEVO CURSO