
La recurrente apelación de propaganda que despliega el ala política izquierda de la república en torno al derecho en tanto instrumento de resolución de los conflictos sociales y forma admitida, a través de la cual el Estado impone repartos y obligaciones , tuvo nuevas manifestaciones, a modo de negación de las operaciones y acciones que se despliegan desde la jefatura del senado de la nación. Estas intervenciones de quienes se adjudican la condición de tribunos del pueblo , puramente construidas desde la negación a las afirmaciones de quien toma la iniciativa y actúa en función de sus intereses nos permiten tomar el fenómeno en sí, para perfilar uno de los componentes de la situación actual de crisis de dirección política de la vanguardia obrera que se ha determinado en la decisión de dar lucha.
En los manuscritos de 1844 aparece la idea de alienación, sin que Marx parezca deducir de ella una teoría del Estado. Dice Marx :
“El trabajador se vuelve más pobre en la medida en que es mayor la riqueza que produce y mayor es el incremento del poder y la calidad de su producción. El trabajador se convierte en una mercancía cada vez más vil, cuanto mayor es el número de mercancías que produce. Con el valor creciente del mundo de las cosas, aparece, en proporción directa, la devaluación del mundo del hom[1]bre. El trabajo no produce solamente mercancías; se produce a sí mismo y pro[1]duce al trabajador como una mercancía; y ello ocurre así en la misma proporción en que el trabajo produce generalmente mercancías. Este hecho significa simplemente que el objeto que el trabajo produce — el producto del trabajo— se enfrenta a éste como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo que ha sido cosificado en un objeto, que se ha vuelto material: ésta es la objetivación del trabajo. ”….. esta realización del trabajo aparece como una pérdida de realidad de los trabajadores; la objetivación aparece como pérdida y esclavitud del objeto; la apropiación aparece como enajenación, como alienación. La realización del trabajo aparece de tal manera como pérdida de realidad, que el trabajador pierde su realidad hasta el grado de morir de hambre. La obje[1]tivación aparece de tal manera como pérdida del objeto, que el trabajador es despojado de los objetos indispensables no solamente para su vida, sino también para su trabajo. El trabajo mismo se convierte realmente en un objeto del que el trabajador sólo puede apropiarse a costa del mayor esfuerzo y con las más irregulares interrupciones. La apropiación del objeto se presenta de tal modo como una enajenación, que entre mayor es el número de objetos que produce el trabajador, menos son los que posee y mayor es su caída bajo el dominio de su propio producto: el capital. Todas estas consecuencias están implícitas en la definición según la cual el trabajador se enfrenta al producto de su trabajo como a un objeto extraño. Par[1]tiendo de esta premisa, resulta claro que entre más se gasta a sí mismo el tra[1]bajador en el trabajo, más poderoso se convierte el mundo extraño objetivo que él ha creado contra sí mismo, más pobre se vuelve él mismo — en su mundo interior— , y menos se pertenece a sí mismo. Lo propio ocurre en la religión: entre más pone el- hombre en Dios, menos retiene en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto; pero ahora su vida ya no le pertenece a él, sino al objeto. Entre mayor es, pues, su actividad, tanto más se encuentra el trabajador privado de objetos. Cualquiera que sea el producto de su trabajo, él ya no es. Cuanto mayor es entonces este producto, menos es él mismo. La alienación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierta en un objeto, en existencia externa, sino que esto existe juera de él, independiente de él, como algo ajeno a él, constituyendo un poder que por sí mismo se le enfrenta; significa que la vida que ha dado al objeto se le opone como algo hostil y extraño.
En El Capital la alienación aparece transformada en el fetichismo de la mercancía, (tomo I sección tercera) y lo hace con alguna modificación en tanto incorpora en el análisis la relación de producción y el significado del trabajo abstracto y su cristalización en el valor de los objetos . Sin embargo, hay que aclarar que tampoco lo relacione con las ideas dispersas en esa obra sobre el estado y el derecho.
Mas allá de esta carencia, tal vez por el carácter inconcluso de esta obra, lo importante es destacar dentro de la noción de alienación y fetichismo de la mercancía, tal como lo resala Néstor Kohan en su libro “Nuestro Marx”, que:
“El fetichismo de la mercancía nos recuerda el enorme poder que tiene el capitalismo para hacernos olvidar que detrás del mundo fantástico de las mercancías, del dinero y las rentas no hay nada más nuestro propio y prosaico trabajo. Que nuestro trabajo queda borrado para la sociedad sin dejar rastro. Que nuestra actividad no nos pertenece. Que nuestro trabajo no es expresión de nuestras capacidades sino de nuestra alienación. Que el capital convierte nuestro tiempo de vida en tiempo de trabajo en su hambre canina de plusvalía. Que la potencia social de la que se pavonea el capital se mueve sólo por el nervio de nuestro trabajo y que los hilos invisibles del mercado asalariado son más fuertes que las cadenas de los esclavos.”
Lo significativo es que todo lo señalado, en menor o mayor medida rescata un concepto esencial, que puede encontrarse una afirmación con la cual penetrar hacia el problema del poder y su institucionalización en la sociedad capitalista a través de la forma jurídica Estado , que es que el poder proviene de las condiciones del trabajo y no de la ideología, es decir la relación mando-obediencia entre las personas en su existencia social, esta dado por la relación capital- trabajo y la cristalización del valor del trabajo humano abstracto, en ese objeto creado para el intercambio humano, necesario para la satisfacción de necesidades. Dicho en otros términos, son los elementos de este proceso económico específico e histórico propio del capitalismo son la causa de mecanismos “mentales”, ideológicos, que legitiman, por la vía del discurso del derecho , el poder de hecho.
El poder básicamente es el hecho de que alguien determine la conducta de otro. En el caso del poder del Estado esa capacidad de determinación la logra el aparato institucional, utilizando una norma constitucional que así lo faculta. Es decir, el Estado tiene la posibilidad empírica de lograr ese resultado, si lo hace conforme con una norma que se considera válida por cumplir con todas las formas especificadas por esa ley superior para su dictado.
En este sentido , que no rebasa los límites de las postulaciones filosóficas neo-kantianas cercanas al positivismo jurídico, de pronuncia la vocera del FITU, Myriam Bregman cuando al referirse al acto desarrollado por la presidenta del senado, llamando a revisar las sentencias ya dictadas en relación a hechos que de conjunto se integraron en las practicas genocidas de la dictadura cívico-militar que se constituyo como forma de gobierno en 1976, dice:
Art. 109 CN : en ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales arrogándose el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas. A lo que agrega “menos la vice”. Es la Constitución Nacional, no el programa del frente de izquierda.”
En primer orden y tomando el corolario de la reflexión de la ex candidata a presidenta , hay que decir que todos y cada uno de los partidos que integran el FITU, han ajustado para ser tales y tener a la vez capacidad para tener personería electoral , sus programas a los paradigmas de la Constitución Nacional, vale decir, en los hechos han aceptado su subordinación a la norma jurídica superior que dio origen y posibilita desenvolvimiento al poder de la burguesía como clase , por lo que la diferenciación entre el texto constitucional y el programa del frente de izquierda está vacía de sentido, en tanto ambos se identifican por un proceso de subordinación del segundo al primero.
Sin embargo, en segundo orden corresponde decir que esa apreciación tan profusamente difundida por las redes sociales y medios de comunicación de toda naturaleza tiene la “virtud” de dejar en claro y fuera de toda duda , que para los partidos del FITU
el discurso del derecho asume la calidad de causa del poder político del Estado y su institucionalidad y su capacidad de determinar la conducta de los componentes de la sociedad en la que se edifica esa estructura jurídica, lo cual por los desarrollos marxista relativos a la enajenación del trabajador y el fetiche de la mercancía no explica las raíces constitutivas reales del fenómeno y se concentra solo en la negatividad del discurso de la tenaz negacionista en el desempeño de la presidencia del senado. Si la definición del obstáculo a tales propósitos esta ligada a una declaración jurídica de la verificación de un impedimento fundado en una norma constitucional, habrá que recordarle a la “izquierda del régimen” que quien dice verificado el impedimento legal es otro órgano del Estado que es el poder judicial, el cual también tiene una normatividad que le otorga validez formal a sus actos y sus intervenciones quedan sustantivamente marcadas por su condición específica de intelectuales orgánicos del programa de la burguesía que en su reproducción como clase hegemónica puede llevar a la autorización del procedimiento que la Dra. Bregman impugna apelando a un artículo de la Constitución Nacional como si el mismo fuese la exposición de una ley física.
Lo decisivo, a diferencia de lo que sostiene la izquierda de la república burguesa , no es que el discurso jurídico legitime a los capitalistas, sino que éstos dispongan de la posibilidad de poner en funcionamiento el sistema capitalista, es decir, materialicen los procesos constantes de acumulación y reproducción del capital, reproduciendo la extrañación respecto de la cuestión de la propia clase trabajadora “en sí” . Pero esta “posibilidad” no es jurídica, sino de hecho y nace de la propia relación social capital-trabajo, constitutiva de una sociedad productora de mercancías. Es esa objetividad la que le da la capacidad de poner fuera de los intereses de la clase trabajadora esa cuestión en forma tal que ella no se exprese y haga por omisión lo que se busca en torno de la casta genocida , al ser despojada de su condición de sujeto social y con ella impedida de generar su propia política de clase necesariamente ligada a su tarea emancipatoria de esa situación de alienación en la que se encuentra .
“La extrañación del trabajador en su producto contenida en el fenómeno social generalizado del fetiche de la mercancía significa que su trabajo se convierte en un objeto que tiene una
existencia externa, ajena de los mandatos que un sector de la burguesía pretende desarrollar frente a la clase trabajadora en sí.
El poder político, que concentra el Estado y que en este caso busca consolidar por vía de los despliegues operacionales de la vicepresidenta en sentido sociológico nuevas situaciones que limiten o restrinja la responsabilidad de los directamente implicados en las practicas genocidas a las que hacemos referencia, con amparo en la teoría de los dos demonios ,
brota de las condiciones del trabajo “enajenado, que ubicando al trabajador en la condición de objeto y no de sujeto, le deja al otro extremo de la relación capital-trabajo al posibilidad de decir en consecuencia, el derecho. Dicho de otra forma, se tiene el poder, porque previamente se esta habilitado como clase dominante en la posibilidad de decir el derecho. Quien consigue que sea obedecido su discurso interpretativo o generador de lo normativo, detenta el poder real, y lo acrecienta tanto cuanto mayor sea la cantidad de normas que consigue hacer pasar como derecho. el poder, en sentido sociológico, no tiene como causa al derecho. Este poder tiene como causa las relaciones de producción; y una vez instaurado este poder, se autolegitima produciendo normas que,
si son reputadas como válidas por ajustarse a las pautas de forma que exige su creación – léase el trabajo parlamentario-, confirma y acrecienta el poder burgués institucionalizado en el Estado como unidad jurídica.
En definitiva, lo que interesa destacar y señalar a la vanguardia de los trabajadores en lucha es que trabajo alienado y el fetichismo de la mercancía se ligan necesariamente en la construcción del Estado como una ficción jurídica que declara la emergencia de una aptitud de imposición de mandatos y obediencia que asume la burguesía desde el momento mismo de la relación social capital trabajo y la consecuente enajenación del sujeto productor con lo producido
Esto significa que el estado no puede ser, ni ser visto no digamos ya una panacea, sino ni siquiera un fenómeno aceptable para el hombre pleno, desalienado, que es una consecuencia que impone su abolición revolucionaria. El estado, como producto del discurso ficcional propio de jurídico y de su norma fundante que es la Constitución, es el producto de quienes se someten a él.
El poder del estado es creación de los súbditos, tal como el poder del capitalista es producto del obrero que trabaja en condiciones de alienación.
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