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Marta Argerich y la internacional. Una realidad artística y un anhelo de clase.

A los tres, en el jardín de infantes, una maestra la escucha tocar en un piano de juguete y con un solo dedo varias melodías. La llama a la madre y le dice: “Creo que su nena tiene condiciones para el piano”. La madre le compra un piano de juguete. Ese piano, a la nena, le dura uno o dos días: lo destroza prolija y totalmente. El padre, lejos de enojarse, intuye la verdad: es posible que la nena tenga algo más que condiciones para el piano, puede que tenga talento. Le compra un piano en serio. Poco después, la nena, que aún no sabe leer música, ya toca el primer movimiento de un concierto de Mozart. Un niño o una niña “prodigio” puede ser un fenómeno de feria o un artista genial. Llevado por la ambición de su padre, Mozart fue ambas cosas. Nuestra nena no. Siempre supo que el don que le había llegado desde alguna parte se lo tenía que ganar, tenía que merecerlo. Y también: que el don no sirve para nada si no lo acompaña el trabajo, el rigor. Tenía, en suma, que estudiar….Cuando alguien se siente destinado a los prodigios corre el riesgo de abandonarse al facilismo. No hay arte sin tenacidad, sin fatiga….La nena se llama Martha Argerich y es la más grande gloria musical que surgió de este país. Dedicará su vida a la música, ese arte que, según George Steiner, es, junto con la filosofía, la más alta cumbre a la que puede acceder el espíritu humano. El más elusivo también, el más indefinible.  Girando sobre esta idea, en otro tiempo y espacio alguien le pregunta a Schumann, luego de escuchar una de sus piezas, qué significa eso que tocó, qué quiso decir. Schumann, por toda respuesta, retorna al teclado e interpreta otra vez la misma pieza….”( ¿Nos merecemos a Martha Argerich? José Pablo Feinmann Diario Página 12)

 Tal vez los trabajadores debamos hoy, tomar estas dos premisas contenidas en el texto. Uno, el esfuerzo. Fatiga, trabajo, empeño, pero no para sumarle fuerza del trabajo a la explotación, sino para sacar de donde no tenemos, el tiempo y la organización para  construirnos como sujetos conscientes del cambio social imperioso y necesario a partir de que la experiencia nos dice que todo esto que es, agoniza , pero no sin retorno, sino amenazando con retornar, permanecer como barbarie naturalizada y estructural, que leído en cordobés significa, adiós a lo humano, bienvenida la oquedad, el vacío de la rutina reproductiva y el ser transformado en un ente cosificado que solo atina a consumir cuanto sus ingresos le posibiliten , endeudado y sometido.

“No hay arte sin tenacidad, sin fatiga” dice Feimann. No hay desarrollo de las posibilidades emancipatorias que los trabajadores tienen , si no se busca la revolución , con afán, y organización .

Los dones, los atributos individuales solo tienen espacio en esta sociedad que engendra y reproduce el decadente orden capitalista,  en la medida en que de ser advertidos en una persona, pronto trasmutan en una mercancía en sí misma o no son. Existimos en un espacio individual y convivencial donde del valor  donde lo apreciable solo es tal si se determina en  una voluntad abstracta y, por ende, todo se reduce a la conciencia de esa voluntad.

Esto nos lleva a la segunda premisa, no hay forma que lo humano pueda desarrollarse si el esfuerzo cotidiano no responde a una concepción transformadora del mundo en búsqueda de la eliminación de las clases sociales y el imperio del principio comunitario de justicia .

Esta idea está claramente expresada en “la crítica al programa de Gotha”, por Marx en los siguientes términos :

““Cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!“. (K. Marx. Crítica del programa de Gotha,1875.)

Si aunamos ambos extremos contenidos en las premisas que se dejan ver en la admiración que Feimman profesaba por Marta Argerich, y las tomamos como paradigma que no solo niega lo presente sino que desde este presente convoca  a su superación, tal vez la síntesis quede bosquejada en este himno, que por su solo canto nos desafía en aquello del esfuerzo, y la seriedad organizativa de nuestra militancia socialista.

¡Arriba, parias de la Tierra!

¡En pie, famélica legión!

Atruena la razón en marcha:

es el fin de la opresión.

Del pasado hay que hacer añicos.

¡Legión esclava en pie a vencer!

El mundo va a cambiar de base.

Los nada de hoy todo han de ser.

Agrupémonos todos,

en la lucha final.

El género humano

es la internacional.

Ni en dioses, reyes ni tribunos,

está el supremo salvador.

Nosotros mismos realicemos

el esfuerzo redentor.

Para hacer que el tirano caiga

y el mundo esclavo liberar,

soplemos la potente fragua

que el hombre nuevo ha de forjar.

Agrupémonos todos,

en la lucha final.

El género humano

es la internacional. (Bis)

La ley nos burla y el Estado

oprime y sangra al productor;

nos da derechos irrisorios,

no hay deberes del señor.

Basta ya de tutela odiosa,

que la igualdad ley ha de ser:

«No más deberes sin derechos,

ningún derecho sin deber».

Agrupémonos todos,

en la lucha final.

El género humano

es la Internacional. (Bis).

Versión abreviada, usualmente cantada en Argentina

Arriba los pobres del mundo

de pie los esclavos sin pan

y gritemos todos unidos

¡Viva la Internacional!

Derrotemos todas las trabas

que oprimen al proletario

cambiemos al mundo de base

hundiendo al imperio burgués.

Agrupémonos todos

en la lucha final

y se alcen los pueblos

por la Internacional.

Agrupémonos todos

en la lucha final

y se alcen los pueblos con valor

por la Internacional.

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