Lo que sucede en el curso de estos casi diez meses , deja ver muchas aristas del fenómeno político, pero por lo general, los señalamientos que de él se hacen desde la prensa y los aparatos políticos no tienen presente una premisa metodológica que ha sido indicada desde las emergencias de la modernidad capitalista por Marx, según la cual ,las formas políticas e ideológicas están determinadas en última instancia , por la cuestión material que se concreta en la reproducción de las relaciones sociales que contiene el orden capitalista dominante.
La ausencia de significación de esa premisa, en la comprensión y acción sobre los hechos , se torna a la larga, en un obstáculo para el desarrollo de la acción política revolucionaria de la clase obrera que también puede advertirse de lo cotidiano.
El desarrollo de la historia humana ubica la prevalencia de la ley social de lucha de clases como factor dinamizador dialéctico de ese proceso. Para ello, según lo supo decir Engels fue necesario establecer que, bajo la maleza ideológica, el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc. y que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo
En paralelo, también debe contabilizarse que Marx enunció , la llamada “ley del valor” y la génesis de la producción de valor en el empleo de la fuerza de trabajo humano.
Estos posicionamientos, en particular los dos anteriormente señalados, tal como señala Lenin, son producto de una crítica a la economía política inglesa, a la filosofía alemana y la política francesa, dando cuenta de la unidad de esas tres fuentes.
Es en el reformismo asumido por los obreros europeos, sobre finales de siglo XIX, donde se puede encontrar una inversión del lugar que le cabe a la producción material objetiva de mercancías en forma generalizada, en el análisis de los fenómenos sociales y la consiguiente prevalencia del desarrollo ideológico abstracto extrañado de lo real existente.
En los hechos, y reconociendo esa inversión, lo que ocurre y puede apreciarse en el actual estadio de lucha de clases en Argentina, es que se desvincula el desarrollo de la conciencia de la materialidad del proceso de trabajo y así se asume como dogma , que las condiciones para la revolución no están presentes y, por lo tanto, que se impone una estrategia economicista para la clase obrera .
El problema en definitiva, es que una cosa es producir ideología sobre la base del conocimiento objetivo de lo real existente y otra muy diferente es la ideología divorciada del conocimiento objetivo que se explica por , la necesidad de articular un relato simple y ordenador sobre el mundo, sus problemas y el programa propio para solucionar tales problemas desde una matriz reformista que desplaza a futuro lejano la prevalencia del capitalismo.
En este contexto, es importante señalar que Trotsky advirtió el fenómeno sentenciando que “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de dirección del proletariado”, es decir, la clave, la llave del futuro, se reduce a una cuestión política, a un problema subjetivo, en tanto las condiciones objetivas de traba significativa de la reproducción capitalista por consenso democrático muestran signos evidente de crisis .
Esto es, si la Revolución Rusa, vía Lenin y Trotsky, insiste de esta forma en evitar separar política y economía, estructura y superestructura, pero sin perjuicio de ello, marca que la clave de la lucha por la emancipación humana se encuentra en la subjetividad de las masas y que las mismas intensifiquen el proceso de hacer consciente sus tareas emancipatorias, al ser llamadas en ese sentido por la intensificación de la tendencia a la pauperización de su existencia.
La conciencia es espontáneamente “burguesa”, la lucha sindical no tiene potencia revolucionaria, por eso la conciencia es el programa revolucionario de la organización que se plantea como objetivo la emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos.
La conciencia es producto de una realidad material dada por el desenvolvimiento del orden social capitalista y la comprensión intelectual de las contradicciones que la propia relación capital-trabajo contiene en sí misma y la racionalización de la condición de explotado que surge para el trabajador a partir de la misma y la extrañación que sufre respecto del producto de su labor convertida en mercancía
Esto explica porque a pesar de la situación objetiva de explotación una ideología “ajena” que le viene en forma externa, con definición propia de la dominación burguesa es reproducida por los propios trabajadores y lo que habilita a la vez la posibilidad de la penetración del programa socialista en esa clase trabajadora “en sí”. Media en definitiva una instancia de determinación subjetiva que deviene absolutamente necesaria para la concreción material de un proceso de transformación social generador de una nueva sociedad y un nuevo ser social despojado de todo condicionamiento de clase.
En el “Qué hacer”, Lenin dice lo siguiente sobre la conciencia de la clase obrera:
“Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista (…). En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras. Por su posición social, Marx y Engels, pertenecían la intelectualidad burguesa. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independiente por completo del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado ineludible del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas”
Según Lenin, la conciencia revolucionaria es exterior, ajena a la clase obrera quien, cuanto mucho, solo puede parir una conciencia “sindical”. Dicha conciencia revolucionaria proviene de los intelectuales, por lo que se desprende que el partido, en tanto núcleo que reúne intelectuales socialistas y “revolucionarios profesionales”, tiene por función, desde fuera, llevar la conciencia revolucionaria a los obreros.
En el mismo texto, insiste que no existe una conciencia, una ideología, de “término medio” o sentido común generado desde los sectores medios de la sociedad, el asunto se reduce a una ideología burgués y otra gestada desde la experiencia obrera e introducida como programa por su vanguardia en alianza con los intelectuales orgánicos a los intereses de esa clase social explotada y oprimida.
También destaca que incluso, aun cuando el movimiento obrero luche por demandas económicas, su marcha “espontánea” conduce a la “subordinación suya a la ideología burguesa”, en tanto el sindicalismo “no es otra cosa que el sojuzgamiento ideológico de los obreros por la burguesía” y la tarea del partido es combatir esa “espontaneidad” y conducir a la clase “bajo el ala revolucionaria”.
En ese sentido expresa:
“La lucha de los obreros se convierte en lucha de clases, sólo cuando los representantes de vanguardia de toda la clase obrera de un país tienen conciencia de la unidad de la clase obrera y emprenden la lucha, no contra un patrono aislado, sino contra toda la clase capitalista y contra el gobierno que apoya a esa clase (…) La tarea consiste, precisamente, en trasformar, por medio de la propaganda, la agitación y la organización de los obreros, esa lucha espontánea contra sus opresores, en una lucha de toda la clase, en la lucha de un Partido político determinado, por ideales políticos y socialistas definidos” .
La lucha de clases es entonces, una relación política entre capitalistas y obreros como forma de procesar sus intereses antagónicos, que están marcados objetivamente por la compra-venta de la fuerza de trabajo, pero en el caso del proletariado por la necesidad de comprensión intelectual de ese vínculo de sometimiento y explotación. La conciencia es espontáneamente “burguesa”, la lucha sindical no tiene potencia revolucionaria, por eso la conciencia es el programa revolucionario de la organización que se plantea como objetivo la emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos.
La conciencia es producto de una realidad material dada por el desenvolvimiento del orden social capitalista y la comprensión intelectual de las contradicciones que la propia relación capital-trabajo contiene en sí misma y la racionalización de la condición de explotado que surge para el trabajador a partir de la misma y la extrañación que sufre respecto del producto de su labor convertida en mercancía
Esto explica porque a pesar de la situación objetiva de explotación una ideología “ajena” que le viene en forma externa, con definición propia de la dominación burguesa es reproducida por los propios trabajadores y lo que habilita a la vez la posibilidad de la penetración del programa socialista en esa clase trabajadora “en sí”.
Media en definitiva una instancia de determinación subjetiva que deviene absolutamente necesaria para la concreción material de un proceso de transformación social generador de una nueva sociedad y un nuevo ser social despojado de todo condicionamiento de clase.
Esta situación , impone el imperativo de la emancipación de esa relación que se traduce en lo cotidiano por una referencia del mando y la obediencia, con contenido ajustado al interés de la burguesía.
Como señala Lenin, solo una lucha se vuelve lucha de clases si la clase enfrenta a toda la clase capitalista con vistas a superar el capitalismo. Es para esa tarea que la vanguardia de la clase en sí que ha interiorizado ese objetivo que se requiere de la construcción del partido revolucionario.
Descripto de otra manera, es importante destacar que no son las fuerzas productivas el “motor” de la historia, como se insiste desde los más diversos planteos de los reformistas siglo XXI para poder explicar sus recurrentes frustraciones .
Marx en el Manifiesto Comunista, dice lo siguiente:
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases …. opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otra franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.” … “Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo”
El concebir a la lucha de clases como “motor” de la historia, no niega la relevancia del desarrollo de las fuerzas productivas, su estancamiento fundado en la traba que se produce en función que las relaciones de producción encuentran obstáculos insalvables en su reproducción, toda vez que es esa circunstancia la que oprime sobre la subjetividad buscando su superación , pero precisamente esa determinación es política y nunca mecánicamente deducible de esa traba en las relaciones capitalistas.
El capitalismo que de ordinario y desde su consolidación mundial, aparece como una sociedad donde la burguesía domina a la clase obrera, es el cimiento social que hace que, la revolución social se base en “liberar” a la clase obrera a partir de la destrucción del poder burgués y su institucionalidad Estatal.
Esta acción política, no es, por lo tanto, la realización del socialismo, sino la herramienta de poder necesaria para la transición en construcción de los basamentos de una nueva sociedad y desde ella un nuevo hombre.
El socialismo, esa nueva sociedad, es la superación de las relaciones de producción capitalistas desde el poder obrero y sus órganos específicos de democracia directa que impone su dictadura de clase en un contexto mundial por ser esa la forma de poder que se supera por vía revolucionaria, lo que no impide que el fenómeno se localice transitoriamente en los marcos territoriales del viejo Estado
De ahí que la “exportación de la revolución” haya sido la tarea táctica-estratégica de la revolución de los soviets en los fines de 1917 y los primeros años de la década del 20 del siglo pasado.
De esta manera, el hecho nacional, la instauración del poder obrero en los límites territoriales del Estado Nacional que construyera el poder burgués desplazado, no borra la lucha de clases por un conflicto entre naciones, ni reemplaza la contradicción capital-fuerza de trabajo, que se proyecta por otras formas contexto general del capital globalizado.
Sin el programa socialista emergente de las particularidades del desarrollo capitalista nacional asumido por la clase trabajadora organizada desde su vanguardia constituida en partido político revolucionario no es posible hacer un balance de cada acción que concretice la lucha de clases.
Sin perjuicio de ello, la vanguardia de la clase trabajadora organizada como partido político no deja de pertenecer por ello esa clase en sí y por tal se ve obligada a verificar sus premisas por la aceptación , indiferencia o rechazo en la clase de conjunto. En ese sentido la política revolucionaria si bien introduce los esquemas conceptuales y las categorías que dan matriz al programa que enarbola, no deja de nutrirse de los datos de la experiencia misma de esa clase y los niveles de comprensión histórica de sus tareas a los que haya arribado.
La clase trabajadora “en sí”, no es un sujeto pasivo inerte sobre el que se actúa como en un laboratorio por la militancia , sino un generador de la dialéctica que implica el desenvolvimiento material de la lucha de clases al que la organización política debe ajustarse a la hora de determinar sus tareas políticas concretas.
Dicho de otra forma, cuando se habla de “conciencia desde fuera” se alude a la generación de caracterizaciones y tareas nacidas desde lo real existente y ese concreto es solo matriz de la clase trabajadora y sus acciones cotidianas . Es esa la materia prima con la que el programa socialista es constante y permanentemente puesto en realidad, por lo que en ningún caso asume la naturaleza de un dogma.
Esto es de la esencia de la lucha proletaria y el basamento intelectual pertinente a la exigencia ineludible de la organización política de los trabajadores, en tanto usina de desarrollo de la política autónoma de esa clase social.
Por la falta de esa organización en alineamiento con la tesis relativa a la crisis de dirección del proletariado sucede lo que vemos es decir, un nivel muy bajo de conflictividad social unificada y colectivizada, con la insistencia en realizar acciones callejeras cada vez menos concurridas, y la búsqueda de un sucedáneo subjetivo, en jubilados o estudiantes universitarios .
Esta cuestión es fundamental para comprender los porqués del avance incesante del poder burgués sobre la clase trabajadora y la razón por la cual se impone procesar lo hecho y reconfigurar los métodos de lucha en el marco estratégico que da la tarea ineludible de conformación del partido revolucionario de los trabajadores.
Los trabajadores informales tienen muy pocas posibilidades de protestar, eso explica que sus conflictos no adquieran visibilidad si no logran ocupar espacios públicos, razón por la cual el gobierno refuerza los protocolos represivos. Asimismo, esa limitación es un dato que da matriz a la tentativa nunca abandonado de la burguesía de desregular las formas jurídicas que se posan sobre la relación capital-fuerza de trabajo
organizaciones sociales y el porcentaje restante era un universo que también reunía a estatales y privados registrados.
las fracciones ocupadas de la clase trabajadora exhiben un nivel bajo de conflictividad ante el ajuste, sobre todo las sindicalizadas, no por la presión de sus dirigencias burocratizadas sino fundamentalmente por la prioridad que el sector le da al mantenimiento del vínculo buscando no caer en desempleo frente a la situación de recesión-depresión generalizada de la economía industrial, siendo ese quietismo una suerte de aval por omisión de acción , al ajuste, combinado con un rechazo a la táctica de golpear para negociar que históricamente montaba la dirigencia burocrática , hoy empeñada en trazar puentes sobre el poder burgués para conformar algún tipo de conciliación de intereses que las contemple como factor necesario de la funcionalidad del régimen de gobierno y mantenimiento de la hegemonía burguesa.
Esta comprensión de los datos de la realidad, deja vacío y puramente abstracto al planteo de uso generalizado en la lucha de la consigna que reclama a la dirigencia sindical la declaración de una huelga general, para destronar el plan de gobierno.
El escenario de muy baja conflictividad, no parece revertir en base a reacciones espontaneas sobre determinaciones del poder burgués, que resultan expansivas de la desocupación y las suspensiones, en tanto estas no generan reacciones solidarias de quienes desde otros sectores industriales permanecen en el empleo o aún dentro del mismo área de producción. El fuerte apego de las conducciones gremiales al abordaje del conflicto laboral por medio de paritarias, excluye el cuestionamiento de la decisión unilateral de la patronal de haces cesar o suspender a los trabajadores.
Solo la clase obrera puede brindar una salida a la aguda descomposición capitalista en crisis de reproducción que exige un nuevo proceso de acumulación originaria , que nos coloca en la barbarie .
Las masas que expresan a la clase trabajadora en sí, no cuentan con una dirección revolucionaria internacional. Sus raíces se encuentran en la disolución de la III Internacional por el estalinismo en la década
del ´40 y la incapacidad de la IV Internacional de ocupar su lugar, especialmente por el revisionismo de sus centros dirigentes.
La tarea central de los revolucionarios en todo el mundo es poner en pie ese centro internacional, el partido mundial de la revolución socialista y construir partidos revolucionarios en cada país, sus secciones, con la estrategia de la revolución social y dictadura del proletariado, educando a la vanguardia que lucha, a las nuevas generaciones, en las banderas del socialismo, del comunismo como respuesta a las condiciones objetivas creadas por el capital, que nos colocan en la pobreza y la indigencia y nos empujan a la catástrofe.
Nuevo Curso
.