Nuevo Curso

LA UNIVERSIDAD NO ES UNA «VACA SAGRADA»

Nuevo Curso

La acción continua desde el comienzo del año por parte  de  las personas que cursan estudios en las universidades nacionales en relación asignación de recursos al presupuesto educativo de ese nivel superior por parte del Estado  trajo consigo en la primera mitad del año una activa participación que canalizada por vía parlamentaria derivó en la sanción de un ley que modificaba el presupuesto para esas casas de estudio, ulteriormente vetada por el poder ejecutivo, comportamiento de autoridad que redundó en su confirmación desde la cámara de diputados donde no se obtuvieron los votos suficientes como para insistir con el texto legal y su promulgación.

Un aspecto significativo del fenómeno es la constatación de un proceso ascendente en cantidad y calidad de intervención de los que estudian en esos espacios institucionales públicos.

La particularidad de la cuestión , que la hace no pasible de estereotipos construídos y traídos desde la historia es que la situación siendo presupuestaria, arrastra en sus efectos a que se confunda el posicionamiento del alumno con el del docente y no docente, pues estos están directamente afectados por las carencias que implican el manejo de volúmenes de dinero que no permite ajustar salarios pese a que Argentina supera en el año índices inflacionarios superiores al 80 por ciento.

De esta forma estamos frente a una situación social y un fenómeno que combina la lucha de clases de trabajadores asalariados, con las pretensiones de los alumnos ligadas a la demanda de un servicio educativo de calidad y eficiente, bajo amenaza de desaparición institucional por sus modos de prestación , es decir, pública y gratuita.

Esto es importante, en tanto la demanda estudiantil no es de naturaleza política en sí, sino por una estribación secundaria del planteo. Es importante puntualizarlo porque de esto se deriva el error de caracterizar lo real y manifiesto como “rebelión de los estudiantes” y mucho menos acudir a categorías como “rebelión académica”, “una rebelión social y una rebelión política. Una rebelión, en primer lugar, contra el gobierno de Milei, pero también mucho más que eso: una rebelión contra el conjunto del régimen social y político” como lo hacen algunas organizaciones estudiantiles y partidarias en su militancia en los lugares de desarrollo del conflicto.

Esta claro que ni los estudiantes ni los trabajadores docentes y no docentes no trascienden reclamos gremiales , centrados en los dos últimos colectivos, exclusivamente en demandas salariales economicistas de programa mínimo y nunca un planteo político de impugnación al orden social, en tanto esa misma institucionalidad universitaria es parte de ese orden social que con forma jurídica impone el dominio de clase de la burguesía y el capital.

En el espacio de las personas que asisten a esas facultades, no es posible advertir la construcción organizativa de un “poder estudiantil” que se proyecte a la impugnación rebelde del orden social establecido y su sistema institucional. De hecho el planteo de defensa de la ley nonata , deja en claro que se lucha por una ley del sistema , es decir, por un producto de la república burguesa y no contra ese Estado y sus instrumentos de  poder.

Lo significativo en todo este escenario montado en forma conjunta por las operaciones gubernamentales , los funcionarios a cargo del gobierno de las universidades, que no se corresponden ideológicamente con los trazados arquitectónicos de quienes tienen la gestión de gobierno de los intereses de la burguesía de conjunto  y que además están ligados históricamente con un entramado de micropoder económico desde donde se tejen y destejen los perfiles de los estudios superiores y los recursos que demandan haciendo también las veces de una escuela de cuadros de la burguesía cooptados por la política de partidos, hoy en franca decadencia que se exhibe incluso por la debilidad que denota la imposibilidad de lograr la aprobación de una ley que de manera alguna abordaba el problema de la educación superior de conjunto .

En este contexto lo importante por fuera de los discursos de barricada, en muchos casos ideológicamente presentados como lo que no son en ningún caso, es decir, exhibidos como una emergencia de estudiantes del 70 con perfiles absolutamente ajenos a los que se constituyen en nuestra actual sociedad.

Ver estudiantes en asambleas y transitando en innumerables marchas por las calles del país, no implica que este estudiantado, el real y constatable responda a los paradigmas de lucha que tiñeron los fines del 60 y el primer quinquenio del 70 en el siglo pasado. El fenómeno es diverso y diversa debe ser la aproximación a él que debe tener todo aquel que se preocupe por conocer y no por hacer religión por repetición de dogmas.

Insistimos en que ,  la relación que tienen los estudiantes con la sociedad en la que viven, es la herramienta que permite una mejor aproximación al fenómeno.

Una notoria diferencia histórica del presente con lo pasado desde el 70 a nuestros días es la apelación individualista , utilitarista y ajena a todo proyecto colectivo que se deja ver en la constante apelación a las historias individuales de personas que con esfuerzo han accedido a una capacitación profesional gracias a la universidad pública y gratuita, circunstancias que les han permitido un ascenso social.

Lo cierto es que esa perspectiva no se compadece con esquemas de lucha política y social, sino con demandas individuales nacidas de una falsa comprensión de la realidad, en tanto en la sociedad conformada por la estructura productiva capitalista en Argentina lo que se constata es lo inverso, esto es, la proletarización obligada de las profesiones tradicionales y en muchos casos escenario de fracaso individual de quienes reciben una titulación de esas casas de estudios superiores. Las historias de los ingenieros taxistas, o microemprendedores con comercios de distintos tipos sirven para contraponerlos a ese relato del esquema “estudia, recibite y vas a vivir mejor”.

Otro andarivel de lo mismo , es la fabricación en serie de personas habilitadas para ejercer profesiones que no han de poder ejercer sino de modo amateur o como changa, pero nunca como herramienta de sostén de una existencia material. Compútense, por ejemplo, que en la ciudad de Rosario existen cuatro facultades de derecho, cuando la matrícula de abogados según el propio colegio que los agrupa está saturada. Realmente se piensa que en ese contexto es posible el ascenso social o en el mejor de los cuales se hace una reinstalación de la fenecida visión llevada a la literatura de “mi hijo el doctor”.

La Universidad no asegura la “movilidad social ascendente” de los estratos económicamente postergados de la sociedad. Lo inverso es una afirmación con una fuerte carga ideológica a la que se pliegan para la consumación del fraude intelectual y existencial que generan , los sectores juveniles del remanente del discurso K y las organizaciones que se identifican con el FITU y satelitales .

Lo real existente, que subyace al discurso ideológico de entrampamiento de los jóvenes que estudian en falsas expectativas en las derivadas del orden social  es que bajo el capitalismo, la fuerza de trabajo en lucha y perfeccionamiento no puede  frenar la pauperización relativa de la sociedad que genera la relación capital-trabajo , o sea, la tendencia no es hacia el ascenso social individual sino hacia  el empobrecimiento material y moral  y la concentración del poder social del capital.

La tesis de que la Universidad contrarresta la tendencia a la desigualdad social, a la pauperización relativa creciente y a la alienación humana, pone en evidencia un desarrollo ideológico que sumado a la exaltación de estereotipos que no emergen de lo real construyen un cuadro de convicción y posicionamiento frente al fenómeno en análisis que deriva en caminos frustrantes e inconducentes a todo cambio social revolucionario.

Precisar la relación de quienes asisten al cursado de estudios superiores con la sociedad  remite a la necesidad de fijar su lugar de actuación en esa sociedad y su procedencia como sujetos que previamente han transitado por los estudios iniciales y medios de esa misma sociedad .

En ese sentido hay que decir que  las instituciones de la educación superior, en particular, las Universidades tienen un rol indispensable y prefigurado por la institucionalidad de los Estados en los países  capitalistas para la legitimación ideológica de su accionar y para el proceso productivo.

A las carreras cuyas funciones sirven a la acumulación de capital (típicamente Agronomía, Economía, Ingeniería, etc.) o las de legitimación ideológica (Derecho, o Economía) habría que agregar aquellas carreras orientadas a lograr que se realice la ganancia y que trabajan sobre el consumo, atento a la creciente  dificultad del capitalismo en crisis para vender todo lo que produce. De ahí que actualmente, los países capitalistas dispongan de una legión de los que con acierto son denominados «técnicos del consumo»

Siendo así las cosas, la conclusión inmediata es la que deriva estimando a la Universidad como un espacio institucional  clave para el desarrollo de las fuerzas productivas y para el mantenimiento de las relaciones de producción por lo que  las personas que asisten a esas casas de estudio, están llamados a cumplir un rol decisivo en la reproducción del sistema de obtener una titulación . Es así que, en términos generales , por su origen social mayoritario y por el destino que les reserva la sociedad, este colectivo de persona tiene un lugar funcional para la reproducción del capital y el orden social-político que por las formas jurídicas las  impone.

Sin embargo , la situación admite la posibilidad excepcional de otro posicionamiento subjetivo en particular por la influencia ideológica que la propaganda de la vanguardia de trabajadores pueda hacer penetrar en ese complejo entramado instucional por vía de los propios alumnos .

La Universidad no   escapa a la lucha de clases. La pequeño burguesía, y en particular el sector de ella que nos ocupa, es decir, quienes transitan las universidades, la intelectualidad en general,  no son sectores decisivos en la sociedad capitalista, pero paradójicamente ningún cambio social de relevancia puede ser realizado por la burguesía o el proletariado si no es con su ayuda. Es la intelectualidad como parte del aparato cultural la que elabora los argumentos más sofisticados para justificar la explotación, la que ayuda a crear el efecto ideológico de eternidad del sistema que hace aparecer como descabellado cualquier cambio. Pero es también la intelectualidad la que puede ayudar al proletariado a tomar conciencia crítica de su situación, la que puede elaborar una visión profunda de la sociedad en la que le toca vivir que permita poner al desnudo la mecánica de la explotación y el rol retrógrado de la burguesía.

La incapacidad de la pequeño burguesía para una acción política autónoma sin embargo no debe ser unilateralizada  ,dando a las demandas de quienes cursan estudios superiores como sujetos un rol puramente auxiliar en el enfrentamiento clasista que pueda estar planteados entre docentes-no docentes y las autoridades de esas instituciones. Esa subordinación encubierta pone a ojos vistas una dependencia funcional del fenómeno en curso con la suerte que corra una puja salarial en contexto del orden burgués imperante que en ningún caso resulta cuestionado. La unidad que se pregona, no va más allá del discurso en la medida en que la disputa salarial tropieza con una insuficiencia presupuestaria objetiva, que hace que se ponga en discusión todo el rol o misión de la universidad frente a la sociedad y no las posibilidades de vida social que el orden social dominante pueda presentar para algunos.

La propia fundamentación ideológica del régimen político imperante apunta al individualismo utilitarista y la exaltación de la libertad negativa. Esa premisa es la que está en juego en el conflicto por la vía de su imposición como ideología a la propia misión de la universidad. Por eso el gobierno se ocupa de aclarar que busca preservar el rol de la universidad, pero que los perfiles concretos y materiales de los estudios superiores deben ser ajustados a los requerimientos de la estructura productiva capitalista del país, y las nuevas modalidades de la prestación de la fuerza de trabajo que requiere una sociedad sometida por el atraso y la dependencia.

La vanguardia militante de la clase trabajadora, desde la construcción de su organización  y la generación de su política de clase , autónoma de toda alianza con otras clases sociales existentes en el orden social necesita despejar esta hojarasca ideológica derramada sobre las universidades desde todas las expresiones del régimen burgués, y orientar la intervención en ese espacio institucional desde las premisas ineludibles del cambio social, y la superación revolucionaria del capitalismo por via del poder obrero y el programa socialista.

La Universidad se levanta sobre la estructura productiva del país y su naturaleza está dada por el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. El esplendor de la cultura burguesa universitaria en nuestra historia  ha sido obra de una burguesía en ascenso en un país de capitalismo tardío, sin embargo, la economía argentina ya no puede desarrollarse sobre bases capitalistas y es ese el factor esencial y la premisa fundante sobre la cual debe ser examinado el fenómeno del conflicto que se presenta en su seno.

 El programa de la Reforma del 18 está recorrido por el supuesto de que es posible el desarrollo nacional sin alterar las relaciones de producción, por eso la nula referencia en su texto del papel de los trabajadores en la sociedad, el cual es concebido como objeto de educación y no como motor del cambio.

Las consignas de la Reforma están concebidas en esta creencia. la Universidad tal cual hoy la conocemos no puede ser defendida sin caer en el absoluto descrédito, la autonomía, que fue progresista en su momento, hoy tiene un contenido diferente. «Es tiempo de preguntarse hoy, esta autonomía ¿a quién sirve? La Universidad de hoy es un feudo dentro de un Estado tambaleante.

En los hechos la Universidad no está al servicio ni de los universitarios ni  de  los trabajadores docentes y no docentes que prestan su fuerza de trabajo en su seno sino de la voracidad insaciable de las camarillas oportunistas y reaccionarias que por turno la saquean».

Estas camarillas no solo saquean los escasos recursos sino que empobrecen la vida académica constituyéndose en obstáculos al desarrollo de cualquier tendencia que se les oponga. La Universidad hoy genera un saber inofensivo y netamente funcional al statu quo.

Aún con un gobierno tripartito igualitario el gobierno de la Universidad es profundamente excluyente porque los estudiantes no tienen una representación adecuada a su cantidad y su inserción en la sociedad y todo el edificio de la cultura universitaria se asienta en la explotación sin límite de los trabajadores no docentes a los que por añadidura se les niega participación en el gobierno universitario.

De persistir la defensa acrítica de la institución tal cual la conocemos se corre el riesgo de que pocos por fuera de los aparatos de esas camarillas, se sumen y que la Universidad tenga la misma suerte que las otras instituciones estatales. Lo significativo entonces es advertir como lo hiciera en su momento Guillermo Lora que, “No se trata, ciertamente, de que los universitarios dirijan el proceso revolucionario del pueblo, sino que cooperen en elevar el nivel te6rico de las experiencias vividas por la clase»

Las consignas de los reformistas cualquiera fuese su pelaje estan al servicio de una estrategia que considera al Estado como neutro o en el peor de los casos como depositario del bien común, la Universidad debe ser reinscrita en una estrategia de cambio social que por definición es antagónica a la organización estatal.

La transformación completa de la Universidad solo es posible en un nuevo tipo de sociedad. La autonomía universitaria es una conquista en referencia al control estatal de la educación pero hoy por hoy solo sirve al control completo de las camarillas que actúan en el seno de la Universidad. La autonomía debe ser defendida porque restringe la presencia del Estado favoreciendo la difusión de ideas que permitan ubicarla en una estrategia socialista de cambio. La plena vigencia de la autonomía exige la eliminación de las camarillas mediante la plena transformación de las estructuras universitaria

El hombre nuevo será producto de la sociedad

sin clases y sin Estado, sin explotados ni explotadores.

La escuela-universidad funcionarán como instrumentos que contribuyan a la formación de este hombre que se humanizará a través de la fusión de la práctica transformadora de la realidad (conocimiento) y su asimilación (teórica) en la

producción social. El trabajo manual e intelectual forma parte de la producción social.

El trabajo es imprescindible para el desarrollo

del hombre, se convertirá en un placer y dejará

de ser una maldición bíblica.

El hombre nuevo será el resultado del pleno

desarrollo de la individualidad.

La escuela-universidad nuevas serán los instrumentos que contribuirán a la formación del hombre nuevo, cualitativamente diferente al hombre

de hoy, producto de la decadencia e inmoralidad

del capitalismo. (revista Hombre Nuevo nro. 1 )