“Tapia, no somos campeones del mundo en Qatar ni bicampeones de América, gracias a la gestión del fútbol argentino”.
Ese fue uno de los extremos que Andrés Fassi expuso en ocasión en que luego de alterar las reglas de la geometría un árbitro convalido una acción que culminó en el gol que posibilitó junto a otras circunstancias la eliminación de Talleres de Córdoba.
Hoy, después de haber visto anoche la paliza que le propino un equipo brasileño a “los millonarios” gallardistas de nuestro país, no puede dejar de resonar esa tesis del dirigente cordobés, tan largamente omitida y repudiada por la generalidad de la dirigencia futbolera del país, que ha corrido presurosa en estos días a rendirle pleitesía y adherir de hecho a la tesis inversa, es decir, el “chiqui” está haciendo las cosas bien.
Lo cierto es que los equipos argentinos, aún los más encumbrados, los que hacen “inversiones” en jugadores que mayormente están de regreso de sus dilatadas trayectorias, por el simple y sencillo expediente de que la estructura económica de nuestro país que tiene a más de la mitad de su población y en especial a la clase trabajadora en la pobreza, que se suma a la indigencia de la eufemísticamente llamada “población económica sobrante”, no da para facilitar que asociaciones civiles sin fin de lucro puedan actuar en espacios capitalistas donde la captación del valor creado por los propios futbolistas profesionales como trabajadores que exponen su capacidad de trabajo en los campos de juego, puedan lograr una gestión eficiente de recursos y competir con grupos económicos instalados en los clubes brasileños.
Las empresas multinacionales que controlan el negocio de la imagen, la exaltación o ruina de jugadores, equipos, técnicos y otras yerbas son las captadoras mayoritarias del valor creado por el futbol profesional y espectáculo. Los premios que abona la Conmebol por el certamen que organiza da la pauta de cuanta relevancia tiene el plusvalor creado y la realización del mismo en cada escenario de ese evento, donde los “millonarios” terminan siendo el pariente pobre de esa particular “familia futbolística”
El futbol se caracteriza por ser como lo dijo Dante Panzeri , la dinámica de lo impensado. Puede por eso que el martes próximo el resultado tome el perfil del realismo mágico de García Márquez y una vez más “la mano de Dios” le de una mano a los “millonarios” de la pobreza, pero el espectáculo que ayer pudo verse no ha dejado dudas de que el error no está en la tesis de Fassi, sino en la imaginaria de los que hacen dinero a costa del esfuerzo de la pobreza y no tienen mejor idea que exhibir a la carencia como camino a seguir.
El paralelo con la realidad argentina y su gestión de gobierno, no puede eludirse. Tanto los Tapia que actúan en el parlamento nacional en cada votación que impone la agenda del poder burgués, como los operadores de ese poder en la gestión gubernamental, apuestan a ocultar la pobreza, y la miseria del capital como orden social. Ninguna sociedad que tropieza con dificultades manifiestas en la reproducción social del capital puede emerger y dar superación a la pobreza, porque ella es la resultante de las estructuras productivas mismas de esa sociedad.
El cambio social superador de la explotación y la opresión es el camino necesario. Para eso es imprescindible una acción política autónoma de los trabajadores y la construcción del poder obrero con programa socialista.
En ese nuevo orden, el hombre será nuevo, el deporte no se envilecerá por la producción mercantil y el dinero, y las mejores expresiones del futbol bien jugado aparecerán en nuestros estadios y nuestras canchas sin que la imagen supere lo real, y las asociaciones de clubes ejerzan su dominio mafioso.
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