En el contexto de todo el alboroto fomentado, dirigido y desenvuelto por un sector afín al elenco profesional que gestiona el interés de la burguesía desde el Estado, se resaltó casi podría decirse de manera funcional la expresión de uno de los oradores aludiendo a la condición del grupo como brazo armado . Pronto se aclaró, que la expresión daba referencia a que en el extremo, en la mano del orador, se exhibía un celular para simbolizar que la “guerra” está en las redes sociales y las aplicaciones. Por fuera del repudio al vacio gestado por todo el espectro político, es conveniente detenerse en todo lo que implica la afirmación del orador público , en torno su afirmación final de que el celular y las aplicaciones son un arma política en una confrontación de modelos de existencia y desenvolvimiento de un orden social que da elementos suficientes como para verificar su crisis.
Hoy asistimos en espacio abierto por la pasividad de las masas trabajadoras luego de que los bochincheros se creyeron llamados a buscar las calles que habían abandonado el año anterior por intervenir en la fiesta burguesa electoral.
Lo difícil es la espera del necesario balance de toda la actividad proyectada y materializada durante el tiempo que lleva la gestión del actual elenco de personal burgués a cargo de la gestión de sus intereses.
Lo profuso es la negatividad. El paquete formal es la denuncia y el modelo agorero de que esto “no va a funcionar”. En esa premisa es que llaman a quien quiera oírlos, a que adviertan el acierto de pronósticos cuando manejando las cifras que son públicas, exhiben como “los números no dan” y más temprano que tarde la caída estrepitosa de lo dado , sin advertir que es esa presunta caída la gestionada y propiciada por el propio poder burgués para hacer realidad la reproducción del capital por vía de montar una nueva acumulación originaria con el despojo que ella lleva ínsita .
Lo equiparable a la escena de este teatro de la ideología , es desde el registro literario , el fragmento de Ensayo sobre la ceguera “ del portugués Saramago donde describe a un grupo de la población ciega por una pandemia convencida de que sus haceres pueden tomar la habitualidad perdida y observados por la narradora que es la única que ha quedado con los favores del sentido de la vista, se posicionan en un lugar pensando que están en un baño y orinan sobre lo que creen son mingitorios cuando en realidad es el espacio de acceso en un edificio público. Efectivamente son ciegos que guían a otros ciegos con la aclaración que el convencimiento en sus haceres les hace estimar que son reales.
El culto de este modelo de existencia política, dejó ver en el tiempo histórico gran cantidad de agoreros, todos con el respaldo de una organización en la que los agrupados, dan consenso para otorgarle al personaje esa función de profeta que anuncia la venida del mesías , con lo cual como se ve, el actual titular del ejecutivo nacional no ha emergido de la nada ni produce nada original en sus vaticinios, las relaciones místicas con su hermana y la promesa de tierra prometida a los pobres y miserables que ellos mismos expanden de manera profusa con sus políticas.
Gran parte de la ceguera implacable derivada de los espejos de colores que venden las usinas de generación de agenda burguesa es posible por toda la tecnología que adquirió expansión inusitada por el desarrollo del aislamiento sanitario en la pandemia y el imperativo de poder continuar el cotidiano por herramientas virtuales cosa que el régimen de producción generalizada de mercancías no se viera sensiblemente afectado, habilitando su operatividad por otros medios que sedujeron a las masas a su continuidad a pesar del cese del contagio masivo.
Por eso, algo que en algún momento podría haber llevado a cuestionamientos profesionales , como lo son los psicólogos que atienden por zoom a quienes requieren sus servicios profesionales, o las tarotistas que evaden cualquier registro de sus haceres lícitos o no, También se anota en esta fila, pero con saldos más preocupantes, el aceleramiento de medios para que los ludópatas proliferen como flores en primavera y sujetos con cara de “seriedad” advierten sobre sus consecuencias, como si eso pudiera ser advertido por quienes dejan su vida y destruyen toda su subjetividad en la búsqueda del pretendido placer del juego. Ya no se necesita el tipo que levanta juego con libretitas y se come los papeles si llega la yuta, ahora se te habilitan todas las posibilidades apelando eso sí , a tu condición de persona “mayor”, como si mayorías y minorías en esto del sometimiento subjetivo al juego pudieran establecer diferenciaciones.
En el mismo plano , también en esa idea de que lo que ayer era amor y ahora se va tornando en otro sentimiento, los propios trabajadores que en otro momento podían marcar sus específicos haceres, mostrar sus modos , desarrollar sus improntas frente a los fenómenos sociales , hoy se generalizan en los usos planificados, programados por el poder burgues y sus agencias que le dicen cómo tiene que divertirse, como tiene que vestir, como tiene que manejarse en los vínculos cotidianos con el otro, normatizando todas esas costumbres generalizadas , advertido en todos los casos de que , otro hacer , es siempre “violento” y la violencia no se admite en ningún caso, salvo una, la del propio Estado donde el poder institucionaliza su monopolio de la fuerza y castiga. Para eso cuenta con la inusitada emergencia de los grupos de “denuncia” que le acercan el plato al león para que no se moleste en cazar.
Todo este escenario, de incluidos arbitrariamente incluidos, propicios a dejar de serlo en cualquier momento a poco que se advierta que han perdido su capacidad de consumir por no acceder a sumas de dinero que lo posibiliten por vía de su fuerza de trabajo, naturaliza al excluido, al que puede ubicárselo socialmente con facilidad a partir de la carencia.
Es tiempo de advertir que una clase social se configura en gran medida por los hábitos que los sujetos reproducen de modo cotidianos y los equipara con otros que lo hacen de igual manera no por determinación exclusivamente voluntaria, sino por el posicionamiento que las personas adquieren en las relaciones de producción existentes en la sociedad al tiempo de su constitución como sujeto, fenómeno que generalmente se emparenta en plenitud con el desarrollo de la capacidad de trabajo que pueda o no adquirir un ser humano.
Este aspecto de la condición de clases es el que, sin ser visto en plenitud, permite no advertir su incidencia en la pretendida pasividad de su existir, frente a tamaña ofensiva del capital sobre nuestros cuerpos. Ocurre que si los trabajadores en sí, es decir, todos los que a diario tenemos que salir a mantener o generar la posibilidad de venta de nuestra fuerza de trabajo , establecemos relaciones sociales cotidianas con nuestros pares que tienen un formato preconfigurado por la clase dominante desde su poder real por vía significativa de la profusión de aparatos e instrumentos de conectividad , difícil es que podamos entendernos y visibilizarnos como colectivo de trabajadores y fácilmente terminemos viendo en el otro un competidor o un consumidor más en el mercado. Nuestros hijos se “interconectan” con otros por aparatitos, nosotros vivimos tropezando con esos dispositivos en nuestras actividades, y finalmente, más temprano que tarde escucharemos la admonición “bíblica” “Eh viejo, como vas a andar por la vida sin celular”.
Se ven las caras, pero nunca el corazón, decía Rubén Blades y Willie Colón hace mucho tiempo y efectivamente es así, y en ese así es como vamos asistiendo al deceso de nuestro ser y nos transformamos decididamente en un objeto que una inteligencia artificial puede predecir, porque predecible es su hacer diseñado también artificialmente que parece real .
Parece real que hay un gobierno donde están los representantes de los ciudadanos que viven libres y en democracia. Parece real que hay una institucionalidad donde esos representantes votan leyes para todos, cuando gran parte de los todos está frente a su edificio público pidiendo que no la voten y desde muchos concentrados celulares se maneja el hacer de esos muñecos que a cambio de una vida beneficiada por la posibilidad ampliada de consumo ponen el culo en una banca, meten una sonrisa y levantan la mano.
En definitiva, se ha ido dando forma a lo que conocemos hoy como sociedades capitalistas avanzadas que no son otra cosa que sociedades de la decadencia de lo humano que se desliza hacia la objetivación generalizada del trabajador en un orden social signado por la disciplina autoimpuesta de manera inconsciente, la vigilancia y el castigo a manos del poder formal institucionalizado en un aparato jurídico , donde los trabajadores carecen de intereses específicos propios y recelan de toda posibilidad de liberación social , inmersos dentro del
terreno soberano del mundo económico, y sujetos además a los designios de la burguesía dominante y las consecuencias de los designios todopoderosos de su principal instrumento: el capital financiero.
Tiempo de volver a lo propio y a la gestión de lo humano desde la propia humanidad que no es otra que la propia cotidianeidad pero advertida, es decir, comprendida en su potencialidad alienante y opresiva para el desarrollo permanente del capital . Esa humanidad dominada toca fondo , necesita un salto superador que se emparente con la tesis conforme a la cual el fin de la prehistoria se hace posible cuando el ser humano crea las condiciones para superar la escasez y la alienación. Esto se apoya en un pasaje de los Grundrisse que explica el límite objetivo del capitalismo. Abundancia y superación del capitalismo: prerrequisitos del inicio de la historia del ser humano plenamente creativo. La palabra clave, es una construcción histórica necesaria: Revolución.
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