Nuevo Curso
La revolución no necesita abogados, ni tampoco la existencia de los que luchan por un nuevo orden social, requiere de representantes que invoquen derechos como solución al conflicto social.
Estar en el convencimiento de la certeza que está contenida en esa premisa es lo que nos advierte un dato relevante: Nunca se supo exactamente, por los ribetes que tuvo la batalla en el batallón Viejo Bueno en Monte Chingolo, la cifra exacta de muertos contabilizados en ambos bandos y sobre todo los que se contaron entre la población civil al extenderse la represión del ejercito argentino al intento de copamiento materializado por los combatientes en lucha directa, por toda el área de barrios y villas miserias que se posicionaban en derredor de las instalaciones militares, donde se buscaba abastecerse de armas para dar batalla al golpe militar genocida que ya tenía fecha de realización prevista. Nunca se supo de los caídos, aún cuando gobernaba el peronismo y las bandas armadas , montadas desde el propio gobierno siguieran haciendo real las desapariciones físicas de los que combatían sus prácticas genocidas.
Luego de aquel 23 de diciembre de 1975 hasta hoy, los años han mostrado un solo formato de ideologizar la situación; el silencio. En particular se ocurre a callar por parte del poder burgués cuando las circunstancias son extremas y su hegemonía entra en crisis , como también sucedió luego en Malvinas y en La Tablada.
Sin embargo, si hay evidencias que no se pueden ocultar. Son las consecuencias de aquellas situaciones antagónicas que ponen a la población e la determinación de defensa y de empeño por terminar con un orden de cosas que da signos de caducidad.
Son las evocaciones a la libertad que hacen quienes precisamente atentan contra ella, en la medida en que sostienen , desarrollan , desenvuelven, un sistema de engaños que termina con el castigo y la represión violenta, mas allá de todas las otras variantes de la opresión, las que dan cuenta paradójica de aquello que se busca preservar .
Es tanta la entidad de las consecuencias concretas de la sangre y los cuerpos de nuestros compañeros combatientes dejados y silenciados en las calles, que hoy la política no la hacen los trabajadores sino los abogados o los políticos profesionales de toda calaña.
Todos acuden al derecho, porque de que otra cosas se piensa que puede hablar un abogado y como piensa uno que dice puede “solucionar “ conflictos e invita a transitar sus mellados caminos infructuosos . Demandas, denuncias, petitorios , habeas corpus, todos ellos estériles frente a una ofensiva del capital que traza las leyes para argumentar un consenso social para ellas de la mano de la democracia por representación proporcional que estatuye la república burguesa por vía de la Constitución Nacional.
De las armas en la mano para evitar un golpe y conseguir otras armas para poder seguir luchando, hemos llegado a hoy sumando muertos , todos de las filas de la clase trabajadora y los sectores socialmente oprimidos y explotados.
Hemos arribado al “viva la libertad carajo”, que no es otra cosa que manos libres para todas las tropelías que el capital pueda intentar perpetrar. NO ES ESA NUESTRA LIBERTAD.
La nuestra requiere de organización, un programa estratégico, nuevas relaciones de producción y en ellas la primacía del principio de justicia que en la «fase superior de la sociedad comunista» implica la regla «¡De cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!».
Por eso hoy, hay dos libertades en confrontación. Cada una implica una forma de existir del hombre en sociedad y en el mundo en la diaria presencia de las mediaciones con lo natural y lo producido por el propio hombre.
Su libertad, esa de la que hablan y desarrollan desde la institucionalidad del poder ellos, esa que cierra con carajo, es la de las posibilidades para el capital y el desenvolvimiento de la mercancía.
La nuestra se extrae desde las dependencias primarias de todo ser vivo con esa posibilidad de desarrollo en armonía con su medio ambiento social, para la creatividad y el aporte solidario y comunitario con el otro que no es otra cosa que lo que soy yo. Por la nuestra, los trabajadores dan hasta la vida, por la de ellos, es que nos quitan a nosotros todo signo de vida y nos depositan en la condición de cosa,
Por eso , una y mil veces volvemos hoy , que de alguna forma todo se detiene un instante y con quien estemos próximos o físicamente lejanos, esta poesía de Paul Eluard dicha en tiempos de guerra como los que comenzamos a transitar en la reiteración de la barbarie capitalista , que se excede hasta transformarse hoy , en nuestro tiempo anodino y alienado, en un himno de lucha:
En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre.
En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre.
En las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona de los reyes
escribo tu nombre.
En la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el eco de mi infancia
escribo tu nombre.
En las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las estaciones enamoradas
escribo tu nombre.
En mis trapos
en el estanque de sol enmohecido
en el lago de viviente lunas
escribo tu nombre.
En los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en el molino de las sombras
escribo tu nombre.
En cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la montaña desafiante
escribo tu nombre.
En la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.
En las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en la verdad física.
escribo tu nombre.
En los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las plazas desbordantes
escribo tu nombre.
En la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.
En el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.
En mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su patita coja
escribo tu nombre.
En el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.
En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.
En la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más allá del silencio
escribo tu nombre.
En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.
En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.
En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.
Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad