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Nuevo Curso

Otras muertes del capital.

Con datos proporcionados por la agencia EFE, hace casi un año atrás , mas exactamente el 22 enero, 2024 se supo que en  Argentina  durante el año  2023  se  había desarrollado una víctima de violencia de género cada 26 horas,  conformando un total de 334 mujeres victimas, esto según un reporte difundido por el observatorio de femicidios ‘Adriana Marisel Zambrano’.

 Desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 2023, hubo 307 feminicidios, cuatro por cuestión de identidad de género y 23 hombres víctimas de violencia vicaria y, como consecuencia, 416 menores  quedaron sin madre.

En esta semana que se cierra, el diario Tiempo Argentino difundió con firma de Maby Sosa que “ de acuerdo a los datos proporcionados por el Observatorio Adriana Zambrano que dirige La Casa del Encuentro, hasta noviembre de 2024 es decir, en 11 meses se contaban 273 víctimas por violencia de género. Y desde 1 al 31 de diciembre del mismo año, se produjeron 30 femicidios.

Siguiendo la misma fuente institucional se dijo además que el 50 % de los agresores eran parejas o ex.parejas.  agregando  que el lugar más inseguro para una mujer en situación de violencia continúa siendo su vivienda o la vivienda compartida con el agresor (71% fueron asesinadas en su hogar).

 En ese mismo orden de ideas se agregó que: “En un año de gestión se eliminaron, destruyeron, desfinanciaron, y menospreciaron todo lo relacionado al género y sus políticas. Tanto en lo relativo a la prevención y protección de las violencias como en el reconocimiento de las desigualdades e inequidades que sufren mujeres y diversidades a lo largo de sus vidas”, expresa el comunicado emitido por la organización.

Tomando una y otra cifra , siguiendo el mismo curso de entendimiento en cuanto a su desglose, el gobierno y los grupos ligados a las acciones judiciales de prevención y defensa frente a los actos de violencia de género, polemizaron en forma abierta, unos para decir que habían bajado la cantidad de sucesos y otros para proclamar lo inverso.

Nuevamente el fenómeno al que se hace referencia se sale del análisis de sus elementos para nutrirse de un vigoroso sesgo ideológico derivado de una confrontación política entre quienes tienen la gestión de gobierno y quienes en su momento nacieron institucionalmente al amparo de otra gestión , siendo ambas notorias expresiones de un discurso generado desde las propias usinas de la cultura dominante que frente a su situación crítica en el plano estructural por obstáculos significativos en la reproducción de la relación capital-trabajo , advierte ahora, la necesidad de endurecer su posicionamiento frente a los hechos de violencia que no seden y aborda el cambio desde una elemental contabilidad de cálculos de ingresos y salidas de recursos.

Para esta operatoria desde ambos sectores, se apela también a números, como si el fenómeno del crimen y la violencia sobre los cuerpos y las mentas pudiera ser reducido a estadísticas que den cuenta de alzas y bajas de registros.

Si bien se mira, aunque no contamos con elementos exactos ,se podrá observar que siguiendo estas variantes centradas en las cantidades, el fenómeno no visualiza todos sus contornos, ni los elementos componentes, y en esto ambos grupos enfrentados por la gestión institucional del tema, acuden en forma unitaria al ocultamiento de todos esos factores que hace que fenómeno sea visto como un conflicto intersubjetivo más y que lo que corresponde es su captación por la norma penal, a sabiendas que el derecho penal no restaura daño alguno,sino que solamente lo reprime, contando desde su propia existencia en la modernidad con un sencillo y rotundo fracaso en lo atinente a la eliminación o prevención del mismo.

 Lo que ocurre es que el sector,  “adversario” de la actual gestión de gobierno , al igual que como ocurre con los llamados eufemísticamente “sitios de la memoria” cuando en realidad son espacios físicos concretos que dan testimonio urbano de campos de concentración erigidos como herramienta de concreción de  prácticas genocidas , se preocupa más por la pervivencia del dispositivo, que por penetrar en las raíces de la situación social que lleva efectivamente a la materialización con significación relevante en el tiempo de estos comportamiento violentos de los que se derivan muertes de seres humanos, o daños irreparables sobre su salud.

Está claro por la permanencia en el tiempo de hechos de este tenor, pese a su abordaje con formas jurídicas,  e instrumentos administrativos y procesales , que estas resultan una vía muerta para la superación del fenómeno en términos de dignidad de vida y posicionamientos humanitarios en cuanto al sentido justo de la existencia .

Lo cierto es que la violencia permanece, y es hora de salir de la confrontación por las apariencias y asumir el desafío de advertir que son las relaciones sociales capitalistas en concreto, en el hoy y ahora los nidos donde se gesta este extremo específico de la barbarie en el que se sale a matar al otro como una opción posible no limitada por la norma penal prohibitiva .

El capital, ya lo describió Engels cuando estudió la condición de la clase obrera en Inglaterra en los mediados del siglo XIX es el gestor del crimen social, en tanto si bien monta los muros de las cárceles, para quienes quedan fuera de ella le tiene reservado a los que viven del producido de su fuerza de trabajo , lo que objetivamente implica,  otro tipos de encierros que hacen de sus hogares la negación del término, transformándolos en el espacio social del delito, por sus carencias, sus limitaciones, las alienaciones proyectadas de formal tal que la existencia se transforma en una cárcel, pero esta vez sin rejas visibles.

Una sociedad con los índices de pobreza, desempleo y ocupación informal que exhibe la Argentina, no puede menos que generar hechos de violencia contenidos en esta específica modalidad denunciada y no son las instituciones del poder burgués que sostiene la estructura productiva basada en la relación capital-trabajo, acabar con este flagelo que ella misma genera.

El concepto de asesinato social debe resurgir en la agitación y propaganda de la vanguardia obrera , asociado a la lucha estratégica por la abolición del orden social capitalista, en este caso para puntualizar la responsabilidad del poder burgués institucionalizado en el Estado y sus agencias, en la producción de estas muertes cuyo registro y cantidad mueve a difusión pública y polémicas diversas de la esencialidad de su naturaleza criminal.

La violencia de género existe  como subespecie de la violencia generalizada que el orden social capitalista descarga sobre los trabajadores ocupados, desempleados o subocupados y se profundiza cada vez más en contextos de pobreza y vulnerabilidad llegando, en muchos casos, a su expresión más extrema: el femicidio.

Hay cuatro componentes clave en el concepto de asesinato social  que la propaganda política socialista y revolucionaria está obligada a puntualizar en cada una de sus acciones, por fuera del dolor que generan las muertes en concreto que de ordinario se traduce en impotencia por la esterilidad a la que lleva la política de de declaración de derechos subjetivos, que ha nutrido el abordaje de la cuestión desde que la burguesía produjo la reforma constitucional en 1994. El primero es que los individuos –generalmente trabajadores– mueren prematuramente como resultado de sus condiciones de vida y trabajo. El segundo es que estas condiciones de vida y trabajo  donde se concreta el espacio de estos hechos violentos, son resultado de la explotación de los trabajadores bajo el capitalismo, por las carencias ambientales y las restricciones educativas  y culturales que conllevan . El tercero es que hay una clase dentro de la sociedad –la burguesía– que se beneficia con la explotación del trabajador, existe por ella que luego se desentiende de las consecuencias mediatas e inmediatas de ese orden social que se enmarca en una tendencia creciente de la pauperización . El cuarto y fundamental para dar fundamento a la acción revolucionaria de abolir este orden de cosas marcado por la barbarie del hombre lobo del hombre  es que, la burguesía como clase de conjunto, la institucionalidad Estatal  y las autoridades que llevan adelante su gestión solo en interés de la reproducción del capital, son conscientes de estos procesos  de violencia y por ende responsables en última instancia de todos y cada uno de estos hechos de violencia por lo que deben ser desalojados de su sustento material por vía de la democracia obrera y su específico poder obrero y socialista.

Con datos proporcionados por la agencia EFE, hace casi un año atrás, más exactamente el 22 enero, 2024se supo que en Argentina durante el año 2023  se  había desarrollado una víctima de violencia de género cada 26 horas, conformando un total de 334 mujeres victimas, esto según un reporte difundido por el observatorio de femicidios ‘Adriana Marisel Zambrano’.

 Desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 2023, hubo 307 feminicidios, cuatro por cuestión de identidad de género y 23 hombres víctimas de violencia vicaria y, como consecuencia, 416 menores quedaron sin madre.

En esta semana que se cierra, el diario Tiempo Argentino difundió con firma de Maby Sosa que “ de acuerdo a los datos proporcionados por el Observatorio Adriana Zambrano que dirige La Casa del Encuentro, hasta noviembre de 2024 es decir, en 11 meses se contaban 273 víctimas por violencia de género. Y desde 1 al 31 de diciembre del mismo año, se produjeron 30 femicidios.

Siguiendo la misma fuente institucional se dijo además que el 50 % de los agresores eran parejas o ex.parejas.  agregando  que el lugar más inseguro para una mujer en situación de violencia continúa siendo su vivienda o la vivienda compartida con el agresor (71% fueron asesinadas en su hogar).

 En ese mismo orden de ideas se agregó que: “En un año de gestión se eliminaron, destruyeron, desfinanciaron, y menospreciaron todo lo relacionado al género y sus políticas. Tanto en lo relativo a la prevención y protección de las violencias como en el reconocimiento de las desigualdades e inequidades que sufren mujeres y diversidades a lo largo de sus vidas”, expresa el comunicado emitido por la organización.

Tomando una y otra cifra , siguiendo el mismo curso de entendimiento en cuanto a su desglose, el gobierno y los grupos ligados a las acciones judiciales de prevención y defensa frente a los actos de violencia de género, polemizaron en forma abierta, unos para decir que habían bajado la cantidad de sucesos y otros para proclamar lo inverso.

Nuevamente el fenómeno al que se hace referencia se sale del análisis de sus elementos para nutrirse de un vigoroso sesgo ideológico derivado de una confrontación política entre quienes tienen la gestión de gobierno y quienes en su momento nacieron institucionalmente al amparo de otra gestión , siendo ambas notorias expresiones de un discurso generado desde las propias usinas de la cultura dominante que frente a su situación crítica en el plano estructural por obstáculos significativos en la reproducción de la relación capital-trabajo , advierte ahora, la necesidad de endurecer su posicionamiento frente a los hechos de violencia que no seden y aborda el cambio desde una elemental contabilidad de cálculos de ingresos y salidas de recursos.

Para esta operatoria desde ambos sectores, se apela también a números, como si el fenómeno del crimen y la violencia sobre los cuerpos y las mentas pudiera ser reducido a estadísticas que den cuenta de alzas y bajas de registros.

Si bien se mira, aunque no contamos con elementos exactos ,se podrá observar que siguiendo estas variantes centradas en las cantidades, el fenómeno no visualiza todos sus contornos, ni los elementos componentes, y en esto ambos grupos enfrentados por la gestión institucional del tema, acuden en forma unitaria al ocultamiento de todos esos factores que hace que fenómeno sea visto como un conflicto intersubjetivo más y que lo que corresponde es su captación por la norma penal, a sabiendas que el derecho penal no restaura daño alguno,sino que solamente lo reprime, contando desde su propia existencia en la modernidad con un sencillo y rotundo fracaso en lo atinente a la eliminación o prevención del mismo.

 Lo que ocurre es que el sector,  “adversario” de la actual gestión de gobierno , al igual que como ocurre con los llamados eufemísticamente “sitios de la memoria” cuando en realidad son espacios físicos concretos que dan testimonio urbano de campos de concentración erigidos como herramienta de concreción de  prácticas genocidas , se preocupa más por la pervivencia del dispositivo, que por penetrar en las raíces de la situación social que lleva efectivamente a la materialización con significación relevante en el tiempo de estos comportamiento violentos de los que se derivan muertes de seres humanos, o daños irreparables sobre su salud.

Está claro por la permanencia en el tiempo de hechos de este tenor, pese a su abordaje con formas jurídicas,  e instrumentos administrativos y procesales , que estas resultan una vía muerta para la superación del fenómeno en términos de dignidad de vida y posicionamientos humanitarios en cuanto al sentido justo de la existencia .

Lo cierto es que la violencia permanece, y es hora de salir de la confrontación por las apariencias y asumir el desafío de advertir que son las relaciones sociales capitalistas en concreto, en el hoy y ahora los nidos donde se gesta este extremo específico de la barbarie en el que se sale a matar al otro como una opción posible no limitada por la norma penal prohibitiva .

El capital, ya lo describió Engels cuando estudió la condición de la clase obrera en Inglaterra en los mediados del siglo XIX es el gestor del crimen social, en tanto si bien monta los muros de las cárceles, para quienes quedan fuera de ella le tiene reservado a los que viven del producido de su fuerza de trabajo , lo que objetivamente implica,  otro tipos de encierros que hacen de sus hogares la negación del término, transformándolos en el espacio social del delito, por sus carencias, sus limitaciones, las alienaciones proyectadas de formal tal que la existencia se transforma en una cárcel, pero esta vez sin rejas visibles.

Una sociedad con los índices de pobreza, desempleo y ocupación informal que exhibe la Argentina, no puede menos que generar hechos de violencia contenidos en esta específica modalidad denunciada y no son las instituciones del poder burgués que sostiene la estructura productiva basada en la relación capital-trabajo, acabar con este flagelo que ella misma genera.

El concepto de asesinato social debe resurgir en la agitación y propaganda de la vanguardia obrera , asociado a la lucha estratégica por la abolición del orden social capitalista, en este caso para puntualizar la responsabilidad del poder burgués institucionalizado en el Estado y sus agencias, en la producción de estas muertes cuyo registro y cantidad mueve a difusión pública y polémicas diversas de la esencialidad de su naturaleza criminal.

La violencia de género existe como subespecie de la violencia generalizada que el orden social capitalista descarga sobre los trabajadores ocupados, desempleados o subocupados y se profundiza cada vez más en contextos de pobreza y vulnerabilidad llegando, en muchos casos, a su expresión más extrema: el femicidio.

Hay cuatro componentes clave en el concepto de asesinato social que la propaganda política socialista y revolucionaria está obligada a puntualizar en cada una de sus acciones, por fuera del dolor que generan las muertes en concreto que de ordinario se traduce en impotencia por la esterilidad a la que lleva la política de de declaración de derechos subjetivos, que ha nutrido el abordaje de la cuestión desde que la burguesía produjo la reforma constitucional en 1994. El primero es que los individuos –generalmente trabajadores– mueren prematuramente como resultado de sus condiciones de vida y trabajo. El segundo es que estas condiciones de vida y trabajo  donde se concreta el espacio de estos hechos violentos, son resultado de la explotación de los trabajadores bajo el capitalismo, por las carencias ambientales y las restricciones educativas  y culturales que conllevan . El tercero es que hay una clase dentro de la sociedad –la burguesía– que se beneficia con la explotación del trabajador, existe por ella que luego se desentiende de las consecuencias mediatas e inmediatas de ese orden social que se enmarca en una tendencia creciente de la pauperización. El cuarto y fundamental para dar fundamento a la acción revolucionaria de abolir este orden de cosas marcado por la barbarie del hombre lobo del hombre  es que, la burguesía como clase de conjunto, la institucionalidad Estatal  y las autoridades que llevan adelante su gestión solo en interés de la reproducción del capital, son conscientes de estos procesos  de violencia y por ende responsables en última instancia de todos y cada uno de estos hechos de violencia por lo que deben ser desalojados de su sustento material por vía de la democracia obrera y su específico poder obrero y socialista.