Horacio Verbitsky, tiene el mérito de saber decir muchas cosas y se ha munido de un recurso comunicacional apto para esa capacidad en tanto se le puede oir por emisión radial o leerlo en el sitio el Cohete a la Luna, de manera que sus producciones dejan siempre en todos los casos la posibilidad del impacto de lo que se le escucha y la reflexión propia de la lectura.
Este último domingo 19 de enero 2025, en una fecha que está próxima a un nuevo aniversario de las desapariciones forzadas de personas en el interior de un cuartel del ejercito, que se rindieron a los efectivos militares y fueron exhibidos vivos en imágenes que recorrieron el mundo, justo en el momento en que el entonces presidente Raúl Alfonsín se constituía en el lugar donde se consumó el hecho que aún hoy no tiene explicación suficiente.
No obstante, la revelación que hace Horacio Verbitsky dice mucho en torno del personaje venerado por todo el espectro político argentino, que supo congregar multitudes con solo recitar el preámbulo de la Constitución Nacional y la defensa de la república democrática. Lo relatado lo muestra en plano de realidad, con la ventaja que dan el paso de los años en todas estas cuestiones. Para esto último basta tener presente que aún hoy existe gente que se dice analista social, que reivindica lo hecho por José Stalin en su papel de constructor del poder político estatal de una burocracia, que abortó la revolución de mayor intensidad de cambio en la historia de la humanidad.
Horacio Verbitsky en su nota menciona que :
«se refiere al caso de la mujer despedida que insiste en el elogio del verdugo ( se trata de una trabajadora despedida de una fábrica de zapatillas cuyos dueños acusando a las medidas económicas adoptadas por el gobierno decidieron despedir a toda la planta, que justifica al gobierno y lo sostiene diciendo que la situación que le toca atravesar es propia de un daño colateral de lo implementado que era necesario para el país) me recordó un hecho elocuente sobre el efecto de la propaganda en la sociedad. En 2011, se reeditó el libro de Paco Urondo La Patria Fusilada. Participé en la presentación en el Archivo Nacional de la Memoria, con Raquel Camps. Su padre, Alberto Camps, fue uno de los tres sobrevivientes de la masacre en la base aeronaval de Trelew, junto con María Antonia Berger y René Haidar. Los tres fueron asesinados o desaparecidos por la dictadura siguiente. Alberto, en septiembre de 1977, al resistirse a su secuestro por una banda del Cuerpo I de Ejército.
Camps y su compañera, Rosa María Pargas, que en el mismo operativo fue secuestrada, estuvieron entre mis mejores amigos de aquellos años y esa relación se extendió a sus hijos. La madre de Alberto cuidaba lo mejor que podía de los dos chiquitos.
En 1978 se jugó en Buenos Aires el partido final del campeonato de fútbol del mundo. Raquel tendría un año y medio y su hermano Mariano cuatro. Como muchos otros, pasaron ese fin de semana en mi casa. Al atardecer, cuando salimos para devolverlos a los abuelos, nos topamos con la muchedumbre que festejaba. No corrían subtes, colectivos ni taxis. Sólo podíamos ir a pie. Mariano caminaba y Raquel venía montada a caballito en mis hombros. Estaban impresionados al ver las calles cubiertas de gente que cantaba y reía.
Raquel pidió una banderita como las que flameaban sobre el río de cabezas. Era una contradicción tremenda. Imposible no alegrarse ante esa fiesta popular, pero al mismo tiempo sentía la mano tibia de Mariano en mi mano y en mi cabeza las de Raquel que se agarraba de mi pelo, y sabía que podría capitalizarlo la dictadura siniestra que había destruido la alegría de esas criaturas que amaba. Al llegar a casa de los abuelos, el televisor estaba prendido con las celebraciones, junto al altar doméstico, con fotos, flores y velas. La abuela alzó a Raquel con su banderita, dio unos pasos de baile y dijo:
—Ahora voy a salir yo a festejar, para que vean en Europa que aquí no corren ríos de sangre como dicen ellos.
Estupefacto, sólo atiné a preguntarle:
—¿No corren?
Casada con un puntero radical mucho mayor que ella, hacía apenas siete meses le habían matado a su primogénito y desaparecido a la madre de los nietos. Sólo pudo recuperarlos por el contacto de Ricardo Balbín con el general Guillermo Suárez Mason. Se quedó en silencio, con la dolorosa comprensión de la enormidad que acababa de salir de su boca, sin pasar por su mente ni por su corazón.
Salvedades necesarias
No intento equiparar al actual gobierno con el de los generales, sino encuadrar lo que hoy sucede dentro de una serie histórica que lo torne inteligible:
Creo que si en ese momento la dictadura hubiera convocado a elecciones, las habría ganado.
La política económica de los Hermanos Milei tiene muchos puntos de contacto con la que aplicaron Martínez de Hoz y la Junta Militar.
El gobierno más violento del siglo XX cortó de un tajo las resistencias que la sociedad opuso a partir del golpe de 1955, que es su antecedente ineludible. Así terminó con el empate hegemónico de dos décadas tal como deseaba la oligarquía integrada y diversificada y cambió el país para siempre. Los militares lo hicieron y cuando les llegó la hora de pagar las consecuencias sus favorecidos los abandonaron.
Menem profundizó esa política y, pese a su enorme costo social, se impuso en las elecciones legislativas de 1991, ya olvidado de la revolución productiva y el salariazo de 1989.
Macrì cumplió su parte encadenando la Argentina al FMI, que nos pesará por generaciones. Pero no logró su propósito de ser reelecto.
Los doce años kirchneristas fueron un interregno, hasta el arribo de Milei, que retomó la línea interrumpida, luego de la patética gestión del Doctor Fernández, cuyas ambigüedades no complacieron ni a tirios ni a troyanos.
Raúl Alfonsín fue quien mejor intuyó qué podría haber sucedido si los golpistas de 1976 no hubieran tenido la cabeza de adorno (según la caracterización de Perón sobre Lanusse). El 24 de marzo de 1977 propuso desde el diario La Opinión lo que llamó una salida a la portuguesa: una reforma constitucional, con un presidente militar y un primer ministro civil.
Raúl Alfonsín, una salida a la portuguesa
Antes se lo planteó al dirigente de su partido Ricardo Yofre, quien era subsecretario general de la presidencia. En una entrevista en Página/12 del 16 de septiembre de 1990, Yofre cuenta que le pareció una idea genial, pero que si les proponía a los militares que convoquen a elecciones “me vuelan de una patada”.
—No, Yofre. Con la fuerza que tiene el gobierno militar puede imponer una lista única que incluya a comunistas, radicales, peronistas, conservadores e independientes. Se proclama sin convocar a elecciones —respondió.
Si no lo hicieron fue porque ninguna de las líneas internas que luchaban por el poder, podían mostrar debilidad ante la abominada política, origen de todos los males. Los eslóganes que unificaron a sus bases para el asalto al poder cuando faltaban pocos meses para el recambio electoral, no servían para gobernar. Testimonio de ello fueron los atentados que sufrió el propio Yofre, y el secuestro del embajador en Venezuela Héctor Hidalgo Solá, que también propiciaba la salida electoral. Luego del campeonato de fútbol creyeron que podrían eternizar el entusiasmo colectivo con otros conflictos, en los que dilapidaron miles de millones de dólares, armándose hasta los dientes. Llegaron a cruzar la Cordillera iniciando las hostilidades con Chile, hasta que los detuvo la mediación papal.
Lo cierto es que todo esto, que se vuelca para explicar por qué el gobierno proyecta su afianzamiento político por vía de las elecciones de medio término y propone leyes que van en esa dirección buscando dejar fuera del proceso político a propios y extraños, copando el desbande oportunista de otras expresiones y negociando con la dirigencia de las organizaciones sindicales de trabajadores , posicionamientos presupuestarios que les aseguran su existir así como ellos hacen lo propio con el régimen capitalista de conjunto , se reduce a decir en sustancia que en una planta de un pueblo del gran Buenos Aires donde en anterior elección había obtenido más del sesenta por ciento de los votos el actual presidente, pese al cierre de la única fuente significativa de trabajo, los trabajadores sostienen su preferencia electoral, y desde ahí proyecta el fenómeno a todo el país, desconociendo la existencia de ejemplos inversos en la propia provincia y en grandes centros urbanos.
Estamos lejos de pensar que opera una tendencia positiva a la gestión de gobierno, pero tampoco es recomendable negar por sí mismo el fenómeno narrado.
Sin embargo, la comparación abierta con “la fiesta de todos” del mundial 78 es pertinente no por la entidad de los hechos, sino por la comprensión consciente que los sectores medios y los trabajadores formalizados tienen de los hechos sociales en sí, y más aún de los fenómenos políticos. Obvia decir el prestigioso periodista que también se produjo un fenómeno de masas festivo en la gestión peronista de Alberto Fernández, con ocasión de un nuevo galardón mundial obtenido por el seleccionado de la AFA.
No obstante, en 1978 ocurrió el fenómeno que describe Verbitsky, en cuanto a la construcción que socialmente se hace desde cada sujeto sobre las operaciones y prácticas genocidas desarrolladas sobre un sector de la población ( la vanguardia obrera militante revolucionaria). El relato de los dichos de una madre se repitió en muchas familias.
El problema que nos deja el texto es dar razón de lo mucho que tiene que ver la acción política de agitación y propaganda en períodos como el que nos toca transitar. Pero lo acertado no es el agitacionismo hueco y de contenido ideológico, en el sentido estricto del término, como discurso formador de falsa conciencia. Hoy se pagan los costos del relato sesgado K , en consonancia con sus necesidades y no con la demanda de verdad que tenía y tiene toda la clase trabajadora respecto de lo sucedido en la década del setenta.
Bastó bajar cuadros y abrir locales de gestión de políticas de derechos humanos y reabrir juicios cuando los imputados estaban ya fuera de toda incidencia política y habían sido entregados a su merced por el poder burgués que en su momento los mandó como un perro famélico recibe ordenes de su dueño perverso.
Raúl Alfonsín y el aparato ideológico de la socialdemocracia lavó las culpas de los sectores medios de la sociedad, que sorpresivamente se asombraban de lo que había pasado , tras repetir por toda la gestión de Videla que los argentinos son Derechos y Humanos, entregándoles en bandeja, frente a la evidencia y el dolor de los familiares de las víctimas la teoría de los dos demonios con la que aún convivimos y más tarde “la casa está en orden y felices pascuas” , leyes de obediencia debida y punto final , para cerrar su gestión con la firma del pacto de olivos refundador de la dominación burguesa en el país, con formato jurídico en la que se asoció con Menem , autor de indultos por doquier.
Mas tarde , disfrazado de discurso crítico de este último paradigma, los K implantaron la noción de memoria, con lo que lo sucedido quedó expresamente contenido en la idea del pasado que hay que memorar y no como proceso abierto que no cierra, según lo demuestran las prácticas negacionistas de actuales miembros del poder formal.
Así las cosas, no es sorpresiva la presencia de Alfonsín en La Tablada, mirando como sus fuerzas armadas hicieron una carnicería dejando en claro cuál es su límite y como trabajan por vía de servicios de inteligencia y delaciones, que hoy están al orden del día hasta para saber si un político navega en un barco por el mediterráneo en compañía de una mujer.
Está claro en la narración periodística que transcribimos parcialmente, que el poder burgués es uno solo. Que sus métodos pueden ser de cualquier tenor. Que los contenidos morales son de clase, razón por la cual lo bueno y justo para un burgués, puede ser un delito si lo realiza un trabajador en lucha, sin análisis de circunstancia alguna y siempre considerado en abstracto.
También lo expuesto pone en grado de evidencia que la conformación de conciencia social y adecuada composición de lugar es siempre posterior al espontaneísmo de la situación, y que las capacidades de comprensión de los trabajadores son producto de su experiencia histórica e inmediata siempre y cuando esa fuente de conocimiento se dote del adecuado proceso colectivo de comprensión realizado por toda la clase de conjunto dentro de su organización política partidaria y a partir de su programa revolucionario.
Es tiempo de poner a Alfonsín en el lugar objetivo de su gestión política desde Renovación y Cambio, hasta el pacto de Olivos siempre ligado a la demanda del poder burgués aún cuando este se dispusiera a la liquidación de un sector social y a la Unión Cívida Radical, fuera de la civilidad desde el apoyo al bombardeo de Plaza de Mayo, la presidencia de Illia con proscripción del peronismo, la alusión a la guerrilla industria y la necesidad de su liquidación, hecha por Balbín , los eternos llamados a la concertación , el asesino De la Rúa , y los actuales Manes y De Loredo.
Alfonsín y la UCR, son y fueron el soporte del poder burgués. Sus mejores empleados y los siervos de todo ataque posible sobre la clase trabajadora. Los desaparecidos en la Tablada, los caídos en ese momento dan cuenta con sus cuerpos. Los caídos en Avda. de Mayo y el resto del país en 2001, esperan que la clase trabajadora de cuenta de ellos, tarea para la cual la construcción del partido revolucionario de la trabajadores resulta imperiosa.
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