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LA IMPRENTA CORDOBESA QUE DESNUDA AL REFORMISMO Y SUS EUFEMISMOS IDEOLÓGICOS.

Un buen día, sin que se pueda decir con precisión cual, ni tampoco de qué manera, se tornó frecuente el uso de un concepto. Se empezó a hablar de batalla cultural, aunque, así como tomó frecuencia de hecho, la palabra se hizo polisémica a la par que oportunistas de toda laya se empeñaron en su uso a modo de comodín. Algo similar sucedió en un tiempo con todo quien se ponía delante de un micrófono y no perdía oportunidad para mencionar a la democracia, “que tanto esfuerzo nos costó conseguir” aun cuando el declarante tal vez ni hubiera agregado un grano de arena para desalojar del poder formal a la dictadura militar que empleó el genocidio como práctica represiva , descargándolo sobre la joven vanguardia obrera combatiente.

Lo cierto y volviendo al punto de la batalla cultural, ocurrió también en paralelo y no de modo casual que a gran parte de los opinólogos , intuitivos vociferantes o tripulantes de colectivos sectarios, que caminan por nuestras calles ,corrieron a tomar contacto con la obra de  Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, militar prusiano,, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna, a través de la lectura no sabemos si apresurada o profunda de su conocido tratado “De la guerra”, obra en la que  aborda  un análisis sobre los conflictos armados, desde su planteamiento y motivaciones hasta su ejecución, abarcando comentarios sobre táctica, estrategia e incluso filosofía. Y desde ahí trazaron un puente con los trabajos de Gramsci en lo relativo al paso de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posición también en el campo político, todo eso sazonado con el uso reiterado, frecuente y rutinario de los términos conexos , táctica y estrategia.

Así las cosas, con la penetración del termino batalla cultural, se fijó un escenario difuso, donde paradójicamente el todo social estaría envuelto en una batalla, sin que se sepa bien por qué y para qué. Lo primero en tanto en el mismo momento se sustituye  por este concepto abierto, batalla cultural, el carácter de ley social que reviste lo sustituido, es decir , la lucha de clases , Por eso lejos de una batalla parece haber varias, en simultaneo o continuado como se daban las películas en los cines del siglo pasado, y los contrincantes pueden serlo de diversas clases sociales, juntos o por separado en ocasionales bandos que se arman y desarman según la puja de intereses en juego, que de esta forma no se vinculan con una intervención estricta de clase. Esto refleja, si bien no mecánicamente, en el abandono de la idea tradicional de partido y más aún en la supresión del lenguaje de la noción de partido de clase y en última instancia de revolución social y labor emancipatoria del proletariado.

El barro intencionalmente gestado desde el poder burgués permite hoy que nos encontremos con un ejército de ocasión, más parecido a Victoria Gazman y la armada Brancaleone , que dice estar dando la batalla cultural, acusando al estatismo y a una visión sesgada y nunca determinada de algo a lo cual llama comunismo, virus que sería portado por los “zurdos, zurditos de mierda” a los que hay que liquidar.

No resulta curioso así, que emerjan con las claras distancias del caso trabajos preparatorios de este presunto equipo de avanzada , que busca no tener enfrentamientos directos de corte represivo, sino sitiar al presunto enemigo por su asfixia , conociendo por el uso de las tareas de inteligencia que provee el Estado con sus incalificables aportes, los chismes necesarios que dan cuenta de cómo y de qué manera se financian las organizaciones a las que coloca en el bando contrincante, situación esta última bastante caprichosa porque hay grupos, colectivos, sectores, reales o autodeterminados que entran y salen de las filas “enemigas”  según las coyunturas puntuales.

Por eso, como si se tratara de tácticas de contrainsurgencia, el personal político a cargo de la gestión de gobierno busca denodadamente restarle todo tipo de posible financiamiento que esos “enemigos” reciben por imperio de las propias leyes del orden burgués institucional al que  se han sometido mediante su adaptación al régimen  de los partidos políticos o en el caso de las organizaciones sociales, que supieron llenar páginas y páginas de tesinas para sesudos estudios, por vía del viejo y consabido diezmo propio de cualquier organización sectaria sea esta religiosa o política.

En esa tarea y según esos objetivos a los detentadores del poder formal no les está yendo mal, pues lo hacen a caballo de los cambios de paradigmas que las modificaciones tecnológicas en la comunicación y la virtualidad de las redes le han restado base subjetiva a quienes se venían moviendo hasta no hace mucho tiempo como si se trataran de los dueños de la rebeldía y andaban ofreciendo por doquier ponerle rock a la vida.

 Parece ser que le pusieron tanto rock, que aburrieron con el agravante de que al tener que andar mirando todo lo que se gestaba por el cambio generacional y vivir en una suerte de minuto a minuto con sus propias encuestas y el encanto apologético que le susurra la sociología , se han debido correr de “trinchera”  con frecuencia, dejar posiciones como fábricas, trabajo sindical profesionalizado, inserción real en la clase trabajadora en sí  y en sus propios espacios culturales, para correr detrás del sentido del voto leído desde el estado de ánimo del votante y no de un programa político de clase, lo cual les empantanó en una situación de la que no pueden salir.  Lo cierto sin embargo es, que existe amenaza de desfinanciamiento, captura de rehenes prisioneros por vía del viejo pero efectivo aparato jurídico-penal-represivo con militantes demonizados con condenas y asimilados en la corrupción a los masivos contingentes de personajes de ese tipo que provee la política de la burguesía y sus elencos siempre mutables de serviles.

En definitiva, a todos les encantó esto de la batalla cultural sobre todo pensando que no dejaba heridas corporales y si beneficios carnavalescos pues no deja ni dejaba de gestar oportunidades para disfrazarse de algo.  Pero bueno, hasta en las maniobras militares de ejercicio con balas de fogueo a veces ocurren accidentes y no faltan gran cantidad de contingentes militantes que son maltratados como los soldados en la colimba, por un nutrido contingente de rentados que hacen las veces de cabos y sargentos lugar al que han arribado por tributo a su sumisión carrerista dentro del kiosco partidario. Ahora parece, sin embargo, que comienzan las tareas de cerco, y la asfixia programada por el poder burgués parece empezar a tomar cuerpo, aunque por ahora luce como novedosa posibilidad.

Todo esto nos muestra cual es la magnitud del problema subjetivo, en la conformación del sujeto consciente de los objetivos de transformación del orden capitalista por su superación dialéctica en una nueva sociedad y la magnitud que tiene la tarea militante conscientemente orientada a esos fines, todo lo cual proyecta hacia el problema de la dirección de todo ese movimiento y esa construcción política.

Dentro de esa perspectiva y para dar cuenta del contraste , damos publicidad por su presencia históricamente potenciada ,de la tarea de quienes sí combatían y lo hacían en contexto no de una eufemística batalla cultural, sino para la materialización consciente por el pueblo trabajador de una guerra popular prolongada contra el enemigo de clase perfectamente identificado en el capital financiero y el Estado con su institucionalidad, y para ello exhibimos simplemente una leyenda que ha quedado en las paredes hábilmente construidas con creatividad proletaria del sitio donde se instaló la imprenta que generaba los periódicos del PRT, la cual  sobrevivió a todas las batidas destinadas a localizarla , para que no se pierda su mensaje a pesar de cuanto han hecho en sentido negativo los   de las batallas que no dañan, pero justifican.

En Córdoba capital, bajo una casa chorizo” se construyó durante todo el ’73 y principios del ’74 un subsuelo “a diez metros de profundidad” donde se instaló «una imprenta que tenía hasta maquinaria alemana mejor que la de La Voz del Interior de ese momento». «Imprimíamos hasta 120 mil ejemplares de El Combatiente y La Estrella Roja.

Nuestro presente existencial remite a la desocupación que no es la resultante de balas lingüísticas en el contexto de discursos en batalla, sino el peor flagelo que vive la clase obrera. Es la mayor amenaza de destrucción física. Cientos de miles de puestos de trabajo ya se perdieron por la paralización de las obras públicas en todo el país decidida por el Gobierno, por los despidos de trabajadores del Estado y de empresas estatales, por el cierre de comercios. La fuerte caída de la producción y el consumo provocada desde el Gobierno, sumado a la apertura indiscriminada de importaciones, agrava la crisis. Las patronales a su vez aprovechan el temor a la desocupación para avanzar aún más sobre las condiciones de trabajo y los salarios.

La pared, cuya fotografía agregamos, su mensaje, por quien allí lo haya establecido, es un documento que nos dejan la señal para seguir. Quien quiera oír que oiga, porque la historia la escriben los que ganan, pero las paredes elevadas con sudor, y lucha de esta imprenta clandestina, están ahí para decir que hay otra historia, que implica decir, hay un hoy, un presente diverso y la tarea de la emancipación social permanentemente requiriendo revolución.

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