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CAFÉ “La Buena Medida”, el fetiche de la Mercancía y la ley del Valor

El capital tiene eso. Es como una gran arma contra los sentimientos, contra los lugares específico de lo humano. Todo es mercancía sujeta a la ley de oferta y demanda. En eso se nos va la vida. Nuestra adolescencia, la primer chupina, los empleados del correo por la mañana, los pibes por la tarde y la noche con familiar de milanesa con aceite patito, donde entró el primer libro en tu vida que no te relataba lo que se escuchaba en las clases, en los canales, en las radios, aún en plena dictadura. También te pasaron como se pudo un Cosette copiado con un cubano que hablaba de playa Girón y los compañeros cubanos. Enfrente en la recova dormía Cachilo, quien supo escribir en las paredes de esta ciudad de pobres corazones, como el mejor de los filósofos, eso sí sin marketing ni monografías con citas al pie. De ahí como Troilo, todos algún día nos fuimos sin irnos y por mil razones. Ya no estaba más el gallego, su mujer, Manolo el mozo, ni el de los bigotes estilo malo de películas de vaqueros, que terminó siendo vecino en el barrio donde vio nacer a mi hija atendiendo un almacén. La vida rumbeo para otros lados, con su carga alienante de trabajo y obligaciones que quema sueños y endurece la existencia al punto de mutar vida por sobrevivencia, Pero ahora, de “la Buena “, no queda ni la versión edulcorada. También a ella le llegó la ahora a pesar de cumplir con las pautas del fondo o sea las del mercado, de nada le sirvió hacerse el estiramiento de piel, las arrugas prevalecían y aún con un poco de esmero se sentía el olor al aceite varias veces freído y el café quemado. No sirvió sacar las cajas de pizza. Nada sirve cuando el dios dinero y su mercado prevalecen, pateando bajo el grito viva la libertad. «carajo»

Daniel Papalardo