“Sólo en el delirio de la procreación supera el ser vivo el vértigo
del aniquilamiento” (Walter Benjamin)
En la literatura política que sobrevino a la caída del muro, se puede ver cual era la dependencia que un grueso entramado de los llamados intelectuales , tenía aún con las nutrientes dinerarias o de figuración del aparato cultural montado por el Stalinismo y sus derivadas burocráticas aún bien entrada la década
del ochenta en el siglo pasado.
Decimos que esa parafernalia de textos dubitativos en cuanto a su dirección final, asimilable a un conjunto de náufragos sobrevivientes de un hundimiento en plena mar abordando direcciones diversas en la desorientación, dio reflejo de esa suerte de dependencia que tenía su intelecto con esas usinas culturales exparcidas por el mundo solo ocupadas en pregonar las bondades del régimen burocrático y su pretendido ascenso etapista al socialismo porque la desaparición de todo esto, los hizo entrar en una suerte de “periodo de emergencia” tal como le sucedió en términos reales a Cuba.
En esa deriva, y siendo Trotsky el único revolucionario que en su intento de dar sobrevida a Lenin y defender a Marx, hizo trazos difusos, pero correctos en torno al régimen stalinista y sus proyecciones , aún en contexto adverso y de aislamiento político impuesto por la cacería finalmente exitosa que le impuso la burocracia del régimen stalinista, fue quien paradójicamente recibió mayores ataques desde apresurados adherentes al posmodernismo y sin ir a fondo en cuanto a su objetivo final de eliminar al sujeto de cuanto concierne al conocimiento y con ello la posibilidad de una totalización intelectual según un criterio de verdad, que podía de permanecer tornar factible un necesario retorno al revolucionario bolchevique y su obra , advirtiendo que ello implicaría dar realidad a la historia como lucha de clases y como proceso continuo en las determinaciones del saber , avanzaron por vía del sentido común sobre uno de sus documentos, el llamado o conocido como Programa de Transición, alegando su obsolesencia y sentenciando su caducidad, dado que sus tesis se basaban en la premisa afirmativa que indicaba que “las fuerzas productivas han dejado de crecer “.
Por esa afirmación de subyacente posmodernismo centrada en las discontinuidades , en la ausencia de sujeto , y en la imposibilidad totalizadora de la una verdad, lo que se hizo y aún hoy se hace, es demostrar cuanto han crecido y crecen las fuerzas productivas, y a la par, huyendo de todo posible humanismo sobre el que se decretó también la caducidad del factor subjetivo y la incidencia relevante de la intervención humana de clases en los acontecimientos propios del devenir político -social , por lo que, como su consecuencia, se redujo al ser humano en la categoría fuerza de trabajo, alegando que esa la venta despojada de todo sentido valorativo, de fuerza de trabajo lo que constituye en ultima instancia con sus modalidades del concreto , la existencia misma de los individuos.
De allí en adelante, se inventó el “ trotskismo” como forma de agrupar al enemigo en un solo ataque al marxismo sobreviviente al Stalinismo y en esa inteligencia , desarrollar un discurso descalificante hacia quienes se decían y dicen continuadores de Trotsky , aprovechando incluso sus propias acciones políticas con alto volumen de errores, paradójicamente centrados en el seguidismo a los aparatos culturales del Stalinismo o los partidos y grupos liderados por la pequeña burguesía en los procesos de liberación nacional encarnados en Latinoamérica y otros sitios del mundo que habían ingresado como capitalismo tardío al orden mundial dominado por las burguesías y sus prácticas imperialistas.
Hay que recordar que este montaje en torno al desarrollo del término “trostkismo o trotskistas o los trotskos” como se utiliza en Argentina no era una idea emergente sino una continuidad de los ataques que el propio Trotsky sufriera en vida.
Refiriéndose a ellos, tuvo oportunidad de señalar, el 23 de octubre de 1927, al ser expulsado del Comité Central del PC ruso a y asumir su defensa los elementos liminares de su crítica a la política stalinista de la dirección denunciando la campaña en su contra . En esa ocasión dijo:
“Todos los oportunistas tratan de encubrir sus vergüenzas con esa palabra -trostkysmo-. La fábrica de falsificaciones trabaja noche y día en la producción del “trotskysmo”.
Mas tarde, en su carta a la Comisión de historia del PCUS, en la que trata de la falsificación de la historia de la insurrección de octubre por parte de la dirección burocratizada, insiste:” …la falsificación no se limita a estos diez años (1917-27), sino que se extiende a toda la historia anterior del Partido, convirtiéndola en una lucha ininterrumpida del bolchevismo contra el trotskysmo. En este terreno, los falsificadores se mueven con más libertad, puesto que los acontecimientos pertenecen a un pasado ya remoto y pueden entregarse a una selección arbitraria de documentos. Así se falsifica el pensamiento de Lenin por medio de una selección parcial de fragmentos suyos”
A comienzos de 1933 se produce en Alemania la subida de Hítler al poder. Por la traición de la IC y de la socialdemocracia, el movimiento obrero alemán, considerado uno de los más poderosos y maduros de Europa, es derrotado sin presentar batalla. Es esta circunstancia la que permitirá decir a Trotsky que la III Internacional, el stalinismo, ha pasado definitivamente al campo burgués y que todo trabajo en su seno por enderezar su orientación es inútil. Desde este momento cambia el objetivo de la Oposición y no será otro que el poner en pie a la Cuarta Internacional.
En noviembre de 1933, se reunió el Pleno de la Oposición Internacional y aprobó (a nueva orientación dada al movimiento en sentido de trabajar por la formación de la nueva Internacional.
En septiembre de 1938 se realizó en París, en la casa de Alfredo Rosmer, la conferencia de fundación de la Cuarta Internacional y fue aprobado el Programa de Transición. La reunión, a la que asistieron pocos delegados, fundó el partido Mundial de la Revolución Socialista. Trotsky tuvo que vencer los reparos de muchos oposicionistas, que desde 1936 cuestionaban la oportunidad de la creación de la nueva Internacional.
Estalla la segunda guerra mundial el 3 de septiembre de 1939 y poco antes el Secretariado Internacional de la Cuarta fue trasladado a América del Norte. La guerra constituyó una dura prueba para la naciente organización e importó la pérdida de muchos y valiosos cuadros. Trotsky redactó el manifiesto aprobado por la conferencia de mayo de 1940 y poco después, el 20 de agosto, cayó asesinado por un agente de Stalin.
Hacemos este necesario pero sintético racconto , para poner en evidencia cuanto tiene de central el documento de Trotsky y la premisa relativa a que las fuerzas productivas han dejado de crecer. Es advertible hoy que esa afirmación descontextualizada traduce un error que discrecionalmente se enfatiza para avanzar sobre la producción revolucionaria de Trotsky en el plano organizativo.
En esa coyuntura y en particular con la coyuntura de una guerra mundializada , lo dicho no merecía objeción, máxime si se lo relacionaba con la tesis de la crisis en la dirección revolucionaria y la trascendencia coyuntural del factor subjetivo en ese momento histórico de la lucha de clases .
Todo esto ha sido borrado y lo único que se puede leer aún hoy , y particularmente observar en cuanto acción política, es un ataque que resulta funcional a la ofensiva que la burguesía descarga sobre los trabajadores buscando nuevamente que el programa socialista no encarne en las masas trabajadoras , evitando que desde su vanguardia se construya una organización política que centralice y conduzca la política autónoma de los trabajadores con estrategia de su emancipación social y política de toda otra clase que resulta opresora y explotadora en el orden social capitalista.
Durante decenios a partir de la finalización de la segunda guerra mundial , las premisas sentadas por Trotsky en defensa del marxismo, nadaron y nadan contra la corriente, en un período de reacción mundial, que frustro el anhelo del revolucionario y su círculo más cercano dentro de su aislamiento territorial y político al que se lo sometió , de construir una poderosa organización revolucionaria. Incluso en esta etapa no cesó la campaña stalinista, matizada de falsificaciones y calumnías.
Los que se dicen sus seguidores aunque negando sus premisas fundantes, han dado ya prueba de su incapacidad para pasar del grupo de propaganda a la lucha por convertirse en partido de masas y frente a esa impotencia han derivado en agrupaciones centristas o bien como en Argentina en partidos legalizados según las indicaciones de la institucionalidad de las normas del Estado burgués constituidos en un frente que hace de la táctica parlamentaria su estratégia y apela a la idea del desarrollo previo de una revolución democrática, con lo que incluso niegan la vigencia de las tesis de la revolución permanente triunfantes en su materialización concreta a través de la revolución de los soviet y el partido bolchevique en octubre de 1917.
No tiene, pues, por qué extrañar que la campaña tras la caída del muro de Berlín se haya centrado en Trotsky tomando todas las formas posibles pero siempre avanzando sobre la inviabilidad de sus desarrollos dando prevalencia en forma conjunta a las formas y haceres de la posmodernidad no instalada como tal sino como etapa superior del actual desarrollo capitalista en crisis mundial.
Por fuera de esta aclaración con sentido histórico, hay que decir que ,el capitalismo siempre crece y se reproduce, casi sin solución de continuidad, pero también es cierto – y ese fue el período donde emerge el documento conocido como programa de transición y sus premisas- que periódicamente debe destruir parte de la riqueza creada por su producción anarquica lo que genera la posibilidad de un ascenso en los estadios de lucha de clase y la emergencia de una lucha abierta clase contra clase con perfiles de conflicto armado donde la burguesía puede ocurrir a su herramienta extrema de dar desarrollo al fascismo.
Walter Benjamin supo decir también en la primer mitad del siglo XX “ que la técnica traicionó a la humanidad y convirtió el lecho nupcial en un mar de sangre”. Hoy siguiendo esta inteligencia, hay que aclarar que los desarrollos técnicos volcados sobre las relaciones de producción y en particular sobre la comunicación , no ha asumido ese rol por movimiento propio y mecánico , ni logrado su naturalización por efecto propio de ese desarrollo, sino que llegar a ser “enemiga y destructora: porque está en manos de las clases dominantes del sistema mundo capitalista e imperial, y ausentes para los trabajadores .
La prevalencia de la posmodernidad naturalizada como estadío superior de la modernidad capitalista en su fase economíca de crisis de reproducción da la pauta de hasta donde pueden llegar por vía de la operatoria ideológica de los formatos políticos como los que padece el trabajador en Argentina.
Por esta característica del fenómeno social en donde estamos insertos , el imperativo es revitalizar el enfoque en la cuestión subjetiva, insistiendo en la tarea táctica y estratégica de construcción del partido revolucionario de los trabajadores desde la vanguardia de clase y para la política de la clase trabajadora en su propósito de lograr su emancipación .
Si no tienen freno el diseño de la política burguesa el proceso de confiscamiento de la riqueza acumulada por generaciones de trabajadores y trabajadoras en pocas manos , los escenarios de barbarie se sucederán bajo el amparo intelectual del “no se puede hacer nada”.
Las políticas desenvueltas por los partidos políticos que reconocen una trayectoria histórica de varias décadas siempre alegando su referencia en los intereses de la clase trabajadora pero concentradas actualmente en el reformismo economicista de programa mínimo y la prevalencia del parlamentarismo resultan a todas luces insuficientes para la entidad del problema estructural que presenta nuestro país y las políticas desarrolladas por el poder burgués a través de su personal de turno en el Estado. La clase trabajadora en lo que lleva del año ha tenido oportunidad de ser “encuestada” en distintos procesos eleccionarios de distintas provincias y su difusa y dispersa opinión no deja dudas en cuanto a que no tiene a esas organizaciones partidarias como sus representantes y fundamentalmente que no confía en el parlamentarismo, al que pretende llevarlo de manera reiterada esta “izquierda”, que solo pretende tapar el sol con la mano.
Estamos próximos a cumplir sesenta años de la fundación del Partido Revolucionario de los trabajadores, nada admite que algunos se hagan de ese nombre de manera formal o que otros se limiten a la simple evocación . Lo significativo es que en esa búsqueda y por esa herramienta, una generación de la vanguardia obrera sentó las bases del camino a seguir , sus mejores cuadros entregaron a su construcción dieron su vida cayendo en las garras de la represión terrorista y fueron vencidos . Sin embargo esa experiencia no puede admitir una discontinuidad con el presente y su renovación en las actuales circunstancias de la lucha de clase, exige el desarrollo de su re-fundación , más allá de que algunos unilateralmente se hayan apropiado sin razón ni justificación de esa denominación. Lo relevante es que la experiencia fundacional de aquella vanguardia, adquiera continuidad programática y estratégica en una nueva construcción , venciendo toda la tendencia a la dispersión y atomización que culturalmente el poder burgués ha diseñado y pretende consolidad con el incremento autoritario y violento de sus formas de dominación.
Nuevo Curso