La evocación nostálgica intencional y las caducidades decretadas , son obstáculo significativo para el cambio social revolucionario. El presente solo puede ser la resultante de un proceso y de una continuidad históricamente revelada. En ningún caso hay discontinuidad y caducidades.
El 29 de mayo de 1968 es Una fecha que convoca a una generación y es desconocida por otra, que con su silencio la niega. Por eso si bien tiene naturaleza de fenómeno histórico, no es equiparable a una fecha patria o una celebración que el Estado nacional designe como merecedora de reivindicación hacia el futuro fe las nuevas generaciones que se integran a la población .
Se trata sin embargo, de no tener un juicio moral o admonitorio sobre esto que pasa. No esta en juego reprochar cierto olvido o silencio, sino de advertir de un peligro que resulta de mayor significación si se le mira desde los intereses emancipatorios enunciados para la clase trabajadora por el manifiesto comunista ya en el siglo XIX y que por la reproducción actual de las relaciones sociales de producción que le dieron fundamento aún mantiene su actualidad en sus trazos generales , uno de los cuales es el señalamiento de burgueses y proletarios y en relación a estos últimos , el trazo de su objetivo emancipatorio como sujeto necesario para la transformación social y la conformación de un nuevo orden , despojado de la relación capital-fuerza de trabajo, la ley del valor y la producción generalizada de mercancía.
Es la actitud de quienes organizativamente y en plano de propaganda ritualizan el hecho histórico y sus consecuencias inmediatas ligadas a la caída del régimen dictatorial de Onganía , apelando de modo abstracto y con generalización “fundamentada”, a sus enseñanzas para el presente , con indicación de un camino que sin embargo no es el que en lo cotidiano recorren desde sus movimientos tácticos , ni mucho menos de sus objetivos estratégicos , si es que los tienen.
El peligro del que hay que advertirse en estas acciones, es su corte o perfil de relato mitológico que parecen acudir a una epopeya fundadora de la que hay que tomar referencia, en las acciones actuales, como también ocurre con los otros “azos” y en particular con lo sucedido años después como presagio del golpe genocida y testimonio de una confrontación abierta , clase contra clase entre burgueses y proletarios , en Villa Constitución. Lo más parecido a esta maniobra , lo vemos en el plano de nuestra sobrevivencia , con la remisión futbolera del hincha a un equipo mitológico fundacional que explica en todo momento por qué es hincha y las falencias del equipo actual, con añoranza persistente por aquél otro.
Es así que la política de aparato se monta sobre las fechas y los hechos diciendo que los reivindica, pero a poco que se avance sobre lo poco que se dice desde el plano programático se advertirá que hay una distancia significativa por los hechos obreros de entonces y las presencias callejeras del hoy.
Se agrava la cuestión cuando también con regularidad, se dice de aquella experiencia de lucha que no pudo pese a todo, contener la llegada de Perón como factor de unidad nacional y rescate del programa político de la burguesía con apoyo del pueblo trabajador, aún por entonces ligado a la experiencia del primer gobierno de ese militar . Allí en ese señalamiento es donde se introduce el uso oportunista de la fecha, en tanto se señala que no pudo avanzar más allá por la ausencia de un partido revolucionario , papel que estaría jugando en la actualidad ya con otra significación , bajo el disfraz ideológico de “la izquierda” el FITU y sus colectoras.
En todos los casos es advertible que el emprendimiento propagandístico es ideológico por donde se lo mire y en tal caso implica una falsa construcción abstracta de lo real, verdadero y concreto que acontece en nuestro cotidiano y en el más bajo estadio de lucha de clases por el que transitamos . Como especulación de grupos de propaganda no sería algo que pudiera asumir perfiles perjudiciales, pero construídos como aparato político partidario, con intervenciones generalizadas y formateadas en farsas electorales y labor parlamentaria el fenómeno toma otras dimensiones.
Toda tarea política para no correr la suerte de todo oportunismo, requiere una relación dialéctica de la militancia, su experiencia existencial como colectivo, su entrelazamiento con las masas de trabajadores en sí, y el programa revolucionario de la organización que no es otra cosa que su teoría viva. Ese desarrollo de la teoría en la práxis, es el único reaseguro contra la repetición mecánica de actos, en particular cuando ella es sabido no puede repetirse en los hechos, como ocurre con los “azos”, en tanto el poder burgués , conforme lo realizó con el genocidio de la vanguardia obrera y estudiantil en los setenta, tomó nota inmediata de estos sucesos y proyecto de manera científica los impedimentos represivos e ideológicos para evitarlos a futuro. La insistencia en la evocación de los “azos”, solo encubre la impotencia de un desarrollo teórico emergente de una apreciación falsa de la realidad, que pone apuesta única y absoluta en la insurgencias de las masas, como si estas pudieran ser hoy tratadas como un objeto de manipulación y dictaran acto de presencia como los efectos de la leche puesta al fuego.
Esa visión de las cosas sobredimensiona la visión aparatista de la política y se concentra en la mayor o menor habilidad que puede tener el aparato político predispuesto para lograr que se produzca esa emergencia de masas y ser ellos los únicos capaces de conducirla , para lo cual se autorreferencia como dirección necesaria o al menos anhelan convertirse en eso.
Es cierto en algún sentido, que luego de años de retroceso en el conflicto social con diversas derrotas en las luchas de la clase obrera, el Cordobazo abrió una nueva etapa de ascenso en la lucha de clases a nivel local y territorial concentrado en grandes urbes donde había emplazamientos industriales significativos y una expansión de la clase trabajadora en las industrias. Lo que no puede ser cierto, ni en perspectiva , que hoy se requiera de un alzamiento de ese tenor , para romper con la ofensiva que la burguesía de conjunto descarga de manera disímil pero contundente sobre los diversos sectores que integran la clase trabajadora y en ese contexto es donde no cabe la añoranza sobredimensionada a primer momento mitológico.
El resurgir con el Cordobazo y otras serie de levantamientos masivos de la población signados por la reaparición de la clase obrera, como actor social protagónico, y la participación de una juventud estudiantil radicalizada que pugnaba por el cambio social no tiene analogía alguna con el presente, ni su posibilidad depende de la voluntad y determinación de la militancia, en tanto las razones objetivas de ese resurgir no se presentan en lo real y además en muchos casos han encontrado caducidad histórica a partir de las mutaciones operadas en la reproducción del capital que implica nuevas formas de venta de la fuerza de trabajo y el predominio sobre las relaciones de producción del capital financiero . Lo propio ocurre con la población estudiantil que solo mira a los estudiantes de los sesenta -setenta, como un artículo de museo y pone énfasis en su interés individual concentrado en garantizar la estructura institucional de la universidad como única forma de acceder a alguna posibilidad mejorada en el mercado de compra y venta de fuerza de trabajo.
La intervención militante de la vanguardia trabajadora, con comprensión y determinación socialista, exige hoy un nuevo tipo de acción que termine con la “regularidad” ,es decir, la previsible respuesta a todo hecho de agenda del poder burgués con su negación-denuncia de corte propagandística y el llamado a marchas de convocatoria generalizada por aspectos específicos que no se inscriben de modo real y orgánico en las demandas de la clase trabajadora en sí. Esto termina como sucede hoy con una sucesión de jornadas donde el poder hace gala de la efectividad de sus agencias represivas y los movilizados se concentran en el aparato militante de esas organizaciones , algunos jubilados, mayormente de trayectoria en esas organizaciones y fotógrafos. Volviendo al futbol, es la misma relación que media entre la barra y los hinchas, espectadores en un estadio mientras se desarrolla el espectáculo deportivo. Sin duda los barras hacen ruido y profesionalizan el canto, pero sin el resto del estadio , es difícil que su incidencia en el resultado del partido pueda tener alguna relevancia.
Pero lo central de todo esto, es que todas esas rutinas que imponen una regularidad absolutamente manejable por el poder burgués que hasta incluso la fomenta a sabiendas que un sector mayoritario de la población , como lo dejan ver las últimas votaciones las conceptualiza de modo negativo, explicando por ejemplo una lesión provocada por un empleado de la agencia represiva a un particular que se manifiesta , por el simple expediente que alega que no habría lesión si el sujeto no estuviera en el lugar.
Esta regularidad de la ocupación de calles para la protesta sin precisiones ni rumbo que permita un balance tras su gestión, solo busca interpelar al poder formal y su proceder se agota en la interpelación y nunca en la superación de ese poder que de lograrse explicaría por sí misma el comienzo de solución de las aflicciones de los oprimidos por vía de un nuevo orden social. La educación, la dignidad de los haberes previsionales y todas las demás demandas colaterales a la vigencia de libertades democráticas tienen su respuesta por vía del poder obrero y socialista, pero curiosamente , de eso no se habla y no da contenido alguno a la propaganda militante, más preocupada por consolidar una lógica del aguante que en construir una revolución.
La dificultad que marcamos en torno al fenómeno que emerge desde la evocación de un nuevo aniversario del Cordobazo, no es en ningún caso un problema de corte puramente teórico, sino que trasciende ese aspecto, fisonomizándose en sentido inverso como problema de naturaleza estrategia a adoptar para la inserción de una organización política revolucionaria en la lucha de clases de manera real y efectiva, alejada de toda declamación que oculta el sentido aparatista de la misma y su apuesta real por el régimen parlamentario con programa reformista.
Otra vertiente no explorada de la cuestión, es aquella que reproduce visiones estructuralistas posmodenistas sobre la presencia de discontinuidades en los procesos sociales y su comprensión. En ese sentido, se ubica la presencia del discurso antagónico pero de simple negación del primero, que se ocupa de marcar una ruptura o discontinuidad entre aquel Cordobazo y el hoy. De esta forma la emergente necesaria de la comprensión histórica de ese fenómeno y el hoy , es descartada para tener como resultante, que aquello “ya ocurrió” , “ya fue” y esto que es hoy no tiene relación alguna con aquello.
Lo cierto es lo inverso, es decir, hay un proceso histórico y una continuidad entre mayo del 68 y las personas golpeadas frente al congreso. Esa continuidad no está dada porque en ambos hay lucha de calles, sino porque uno es resultante del otro , en la medida que el hoy da cuenta de la intervención del poder burgués sobre el fenómeno de masas operado en Córdoba , que lejos de toda regularidad creó e implementó la respuesta necesaria a su interés frente al mismo, con un capital intelectual puesto al efecto desde lo cultural y político y la especialización militar de sus agencias represivas contra la insurgencia de masas. Hoy le pegan a manifestantes porque el poder burgués tomo nota de la emergencia de los “azos” y a posteriori de los hechos del 2001 . Ese indicador marca un señalamiento, la política en lucha de clases se debe hacer como interpelación de lo real en relación a las circunstancias políticas generales concretas y realmente existentes y los parámetros culturales que tienen emergencias cotidianas en la sociedad civil.
La defensa de estructuras partidarias marxistas leninistas tradicionales, y a la construcción política dentro de la clase obrera y el movimiento estudiantil en razón de una base programática en constante adecuación con las coyunturas de la lucha de clases en sí y las alteraciones en la materialidad de la relación capital- fuerza de trabajo , es hoy el hilo conductor desde donde establecer la continuidad del proceso de lucha y la estrategia emancipadora de los trabajadores.
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