Los hechos políticos del año en curso vienen exhibiendo a los manifestantes de los días miércoles frente al Congreso Nacional como blanco de las fuerzas represivas al servicio de la autoridad estatal contra cuyas políticas protestan.
En teoría, estas manifestaciones buscan revelar la fuerza de la opinión o el sentimiento popular básicamente en relación a la situación de agobio en quienes se encuentran en condición de percibir haberes previsionales bajo el sistema de reparto. La ocupación de calle en este caso, teóricamente tiene un valor políticamente simbólico perfilando un llamado a la conciencia democrática del Estado, sin perjuicio de lo cual opera lo contrario en la medida en que de la institucionalidad solo se recibe la habilitación de la violencia a manos de las agencias represivas y es improbable que la gestión de gobierno , se deje influir por una demostración de fuerza vacía que no contenga una amenaza real para su situación de ejecutor de la dominación de clase que la burguesía impone a los sectores sociales oprimidos .
El FITU desplazado por los resultados obtenidos en la farsa electoral del mes de mayo, prepara sin embargo sus pertrechos para las elecciones de octubre y para eso nuevamente pone sus fichas en el luchismo para lo cual se anota en todas las instancias de ocupación de espacios públicos que se generen desde a conflictividad social, sin que ellos impliquen algún desarrollo en ascenso concreto de la lucha de clases y en tal sentido buscan persuadir a sus militancias que «unir las luchas» equivale a hacer una procesión y saludo a la bandera desde Congreso a Plaza de Mayo.
El método probado en la forma pero ineficiente en los hechos, en particular porque no es protagonizado por la clase trabajadora en forma tal que los trabajadores se constituyan en fuerza política de enfrentamiento al poder burgués institucionalizado en el Estado, se comienza con un comunicado de rutina y compromiso que es totalmente intrascendente hasta para quienes concurren en tanto en él no se deja trascender cómo y de que manera la presencia callejera concurre al objetivo estratégico emancipatorio de la clase trabajadora y cúal es el paso subsiguiente, en la medida que la acción no reconoce su inserción en un plan de lucha .
La idea en definitiva es mostrar a los propios de su aparato en el intento de mantener la imagen de que representan el acompañamiento y la lucha con los oprimidos y tras la representación volverse a casa con la satisfacción del deber cumplido y la infaltable demanda a las centrales sindicales para que convoquen a una huelga.
Lo que no alcanza a ponerse en evidencia , tras las declaraciones públicas de rigor , es ¿Cuál es el hilo conductor entre; Los Jubilados, la Línea 60, El Garrahan, la industria del ensamble en Tierra del Fuego y el movimiento liberal de Mujeres » Ni una menos» en aniversario?
Lo contradictorio del caso es que se marcha sin programa y sin plan de lucha , que indique el día siguiente a la marcha y democratice los balances pertinentes, pero sin embargo la exigencia de ese plan es salvada endosándosela a la dirigencia de las organizaciones sindicales de masa sin dejar de denunciar su carácter burocrático.
Es indecible, pero con raíces históricas el plan B del reformismo, ya montado al menos en forma de consigna en otros tiempos históricos que busque la superación política del planteo meramente sindical llamando a la CGT y demás centrales sindicales a constituirse en partido político de la crisis, capaz de asumir la conducción si se consiguiera transformar esa presencia de calles en rebelión socialmente generalizada como aquella que se produjo en 2001 y terminó con la gestión de gobierno de De La Rúa.
El FITU es incapaz de «unir» esos reclamos aislados, por falta de propuestas para solucionarlos ya que carece de un programa político consensuado por las organizaciones reformistas que lo integran , y es incapaz a la vez de llevar sus planteos economicistas a la victoria de forma aislada, por lo cual se mueve de manera oportunista para lograr algún acuerdo con algún sector del peronismo y de la dirigencia de las centrales sindicales.
Es claro que si por ventura esas elucubraciones tomaran cuerpo , lo esencial de la cuestión es advertir que los sindicatos son organización mínima de la clase trabajadora que tienen un techo programático en lo que se conoce como programa mínimo economicista y en ningún caso tienen un puente directo hacia la transformación revolucionaria de la sociedad por vía de lo que realmente implica el Poder Obrero, que no es otra que su dictadura de clase y el gobierno de democracia directa de explotados y oprimidos buscando terminar con las relaciones de producción capitalistas.
En definitiva una opción táctica de ese tenor, lo que hace con claridad es poner en acto que el reformismo concentrado en el FITU no traspasa el umbral del mero economicismo (Sindicalismo) y es incapaz de pensar una intervención política autónoma de clase, con formación y construcción de un partido de clase que ocupe el rol de dirección de los que luchan.
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