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EL DERECHO Y LA MORAL NO SUPERAN LA EXPLOTACIÓN Y LA OPRESIÓN

«Yo no presento la ganancia del capitalista solamente como una sustracción o un ‘robo’ cometidos contra el obrero. Por el contrario, considero al capitalista como un funcionario indispensable de la producción capitalista y demuestro bastante minuciosamente que no se limita a ‘sustraer’ o ‘robar’, sino que lo que hace es extorsionar la producción de plusvalor; es decir, que ayuda a crear ante todo aquello que ha de ‘sustraer’ y demuestro también por extenso que incluso en el cambio de mercancías se cambian solamente equivalentes y que el capitalista – siempre y cuando pague al obrero el valor de su fuerza de trabajo – tiene pleno derecho – dentro, naturalmente, del derecho que corresponde a este modo de producción – a apropiarse el plusvalor. Pero no convierte la ‘ganancia del capital’ en elemento constitutivo del valor, sino que demuestra simplemente que en el valor, no ‘constituido’ por el trabajo del capitalista, hay una parte que este puede apropiarse ‘legalmente’, es decir, sin infringir el derecho que corresponde al cambio de mercancías.»
Karl Marx, Notas marginales al ‘Tratado de economía política’ de Adolph Wagner, 1879-1880.

Tal vez porque eran notas marginales, la mayoría de los luchistas, desconoce este texto en los hechos. Apelan al robo y al salario justo. Es decir a una figura jurídica, un tipo penal y a una noción moral “la justicia”. Ahora bien vivimos en un orden social que se configura con formas jurídicas que se dan por admitidas por todos. Los que tienen su fuerza de trabajo para vender , concurren al mercando y si consiguen adquirentes, tienen un salario en pago , que se fija como el precio de cualquier otra mercancía.
Luego, si la fijación del salario en la economía formal, con registración del empleo y contrato conforme a convenio , lo que no corresponde es apelar a una noción moral, en tanto si el trabajador concurre a poner en acto su fuerza de trabajo, hay una admisión de las condiciones en que la rinde iy los pagos por ella referidos.

El sindicalismo tropieza hoy con un ataque sistemático del poder burgués sobre la fuerza de trabajo , orientado a que la forma de la relación laboral regularizada naturalice su contenido en similitud a las condiciones de prestación del trabajo similares a las de quien lo hace en plano informal, lo que también conlleva a una depreciación del salario real con el objetivo de estandarizarlo en el mínimo necesario para poder volver a trabajar al día siguiente.
En este contexto, quien no cuestiona la relación capital-fuerza de trabajo y se plantea como objetivo político su superación por nuevos vínculos sociales de producción , actúa según los determinantes obetivos del modo de producción capitalista y por ende se desenvuelve dentro de ese orden sin cuestionarlo. No es posible este lugar táctico-estratégico en una sociedad donde el rendimiento en valor de la fuerza de trabajo no genera más riqueza que la ya generada, presa de una reestructuración productiva que privilegia al agro y los emprendimientos extractivistas de recursos naturales.

El camino es la revolución social. Resulta imperativo este posicionamiento previo a cualquier determinación política de la vanguardia. Es tiempo de organización, construcción de un partido de clase con programa socialista, desarrollable por el poder obrero y su dictadura de clase
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