Nuevo Curso

La lucha de clases y la prevalencia de la materialidad sobre la construcción de imaginarios .

En Argentina, lo que los propios implicados llaman aparatosamente «mundo de la cultura», como si entre todas las producciones humanas hubiera la posibilidad de establecer diferenciaciones, exhibe un recorte arbitrario donde se intenta justificar un espacio particular de existencia que no cuestiona las formas de producción o a los patrones que le rigen sino un existir presidido por el enfrentamiento de contenidos discursivo, dejando entrever que estos existen por si mismo y exigen su propio formato diferenciador, desprendidos de toda referencia a la materialidad de la existencia.
En este sentido , es claro Santiago Delmasse Lalli, desde las tribunas del PTS, cuando en el semanario Ideas de Izquierda del 18 de mayo de este año, sostiene que : «desde esa organización política,…”nos proponemos emprender y esbozar una crítica a la noción de Estado (burgués) y al concepto foucaultiano fundamental de poder que permea el sentido común y que es uno de los elementos necesarios a desandar para la recomposición de un imaginario de izquierda y comunista”.
Es claro entonces que, para ese expositor , lo central es un imaginario de izquierda y comunista, que se consigue por el juego de oposición de ideas con aquellas a las que se juzga dominantes y que por tales construyen la esencia del discurso de sentido común. Dicho de otra forma, la lucha es por lo que se imagina y contra otros discursos que también forman parte del imaginario colectivo. No es ocioso recordar para comprender este posicionamiento, que la acción de “imaginar” que se propugna, es representar en la mente la imagen de algo o de alguien, vale decir una construcción intelectual sobre las apariencias sensibles , despojada de toda comprensión de lo real existente, sino contenida en lo que se elabora en el sujeto sobre lo que parece suceder, reduciendo a la noción de socialismo al resultante de esa acción del entendimiento.
Nada de esto tiene que ver con los textos clásicos de Marx sean estos de su juventud o madurez , ni tampoco de las elaboraciones nacidas de la práctica revolucionaria concreta de los continuadores y defensores de Marx en el siglo XX a partir de la materialización histórica de revoluciones sociales bajo ese paradigma programático centrado en el objetivo de la emancipación de todo ser humano de la explotación , opresión y alienación a la que le somete la sociedad de clases que posibilita la reproducción del capital .
De esta forma desde este ejemplo de lo que implica un concreto hacer ideológico que se busca reproducir como línea directriz para la practica generalizada de organizaciones políticas, lo que se advierte con claridad es el error de pensar que se trata de luchar contra posicionamientos teóricos y no de una lucha de clases, lo cual explica que en lo concreto la cuestión en acciones se limite a la defensa economista de un programa mínimo y al desarrollo de una táctica-estrategia reformista centrada en el parlamentarismo y la declaración de derechos subjetivos que hacen a la vez de soporte de la venta generalizada y permanente de ilusiones democráticas. En el espacio programático leído como teoría que engendra la organización para fijar sus haceres, la cuestión se reduce a negar el discurso de sentido común e imaginar otro mundo posible, polemizando con el discurso y no cuestionando la realidad que dejan ver los efectos de las relaciones sociales de producción capitalistas.
Otro efecto real , pero disimulado en las apariencias de esa acción política es la posibilidad que da ese formato de gestar acuerdos y producir acciones con sectores desesperados por su creciente marginalidad del poder burgués , de sectores de la pequeño burguesía con los que se plantea la “esperanza” de una acción propagandista conjunta y “el imaginario” de un frente de clases que exprese la posibilidad de reforma de lo dado , dentro de lo dado, por el orden social capitalista, con lo qué en el mejor de los casos se colocan a la zaga de un sector de la clase explotadora y opresora.
Para el poder burgués, persuadido del carácter inofensivo de este posicionamiento culturalista centrado en el discurso y la divergencia por negación al discurso de sentido común , la situación así planteada le habilita a generar lo que en los hechos se vivifica en lo cotidiano que no es otra cosa que su ofensiva de clase, buscando modelar una nueva versión de su sociedad de clases en estas tierras despojada de lo que en su momento con la primacía política peronista se exhibio como conquistas del pueblo trabajador, y se enunció con la forma jurídica de leyes que hoy ven amenazada sus restos de signos de vida, que primeramente vienen cayendo en los hechos por sus violaciones o desuso por parte de la burguesía dominante.
Buscando la superación de esta situación contradictoria en tanto se emerge a la vida política con apariencia de rebeldía y lucha , con reminiscencia de las trayectorias históricas de una militancia revolucionaria como presunto paradigma , para terminar en los hechos asumiendo una confrontación discursiva más parecida a una confrontación discursiva con un rival que lo que se presenta como una batalla buscando nuevos imaginarios , es necesario recuperar un planteo específico gestado incluso por esos mismos referentes a los que se cita con insistencia pero se tiene poco presentes en los hechos. La lucha real, es por establecer la influencia de la militancia política de la vanguardia de trabajadores , en las masas de los trabajadores , en la clase obrera tal como es, sin hacer de ella ningún fetiche idealista .
Esa lucha que necesariamente deben emprender los trabajadores por influencia sentida su vanguardia organizada políticamente tiene un arsenal ideológico que es el programa socialista gestado desde y para la realidad de nuestra específica estructura social productiva y nuestros vínculos intersubjetivos plasmados en lo cotidiano de la sociedad civil .
Los trabajadores y el programa que enarbolen son el entramado necesario para la acción revolucionaria de construcción real del poder obrero y su dictadura de clase. Los trabajadores, por el papel que juegan en el proceso productivo del capitalismo son la corporizacion de la fuerza e trabajo. Son, la clase social que disponde de la capacidad material para hacer posible el derrocamiento del propio sistema capitalita. Ningún otro sector de la sociedad puede paralizar la producción y atacar con posibilidades reales de éxito, el corazón de la economía de mercado.
Para que la clase trabajadora transforme esta fuerza potencial en real, necesita de la organización que le proporciona cohesión política , una táctica y una estrategia y evidentemente esa orfandad que cabalga sobre nuestra realidad y el actual estadio de la lucha de clases es la que debe ser salvada con sentido estratégico revolucionario .
El primer paso no es la instalación discursiva de una aparente oposición con el discurso que la clase dominante inscribe con grado de sentido común en las masas , máxime cuando ese presunto opuesto, solo construye la negación de lo dado y en ningún caso prescribe el cómo y cuando de su superación.
En sentido inverso, lo que corresponde es dotar prioritariamente a los trabajadores de conciencia en la asimilación de su propia condición de trabajadores, y de su propia posición en el proceso social de producción generalizada de mercancía.
Sin embargo, también hay que tener presente que la emancipación de los trabajadores como clase explotada desde las relaciones de producción dominantes no puede tomar cuerpo ni realizarse en una fábrica, como si esta representara ganar una trinchera en una aparente guerra de posiciones. Por el contrario, es necesario propagandizar y agitar la idea constructora del proceso de emancipación, que marca como categórico la comprensión de que ese camino se constituye con la expropiación económica y social de la burguesía y a ella se le adiciona de manera compleja la necesidad de advertir que ello solo es posible haciéndose del poder político para organizar lo así existente , sobre bases materiales, presididas por otro contenido de justicia diverso de la simple distribución equitativa de la riqueza que impone el principio de comunidad colectiva en la propiedad de los medios de producción.
En la lucha por el socialismo el partido-programa de clase , con objetivos estratégicos revolucionarios constituye para la vanguardia una tarea inaplazable, para vencer la tendencia ideológicamente reaccionaria de concurrir hacia el pacto social, la colaboración de clases que solo llevan a la desmoralización militante.
Ese mismo espacio donde se dice librar una batalla cultura, sin siquiera conocerse con precisión quienes son los contendientes en ese hipotético enfrentamiento, oculta a la vez que en nuestro contexto social existe gran cantidad de trabajadores, y personas excluidas de la producción formal que a lo largo de la instalación de la república burguesa con formas democráticas representativas, hasta hoy, han emprendido experiencias militantes diversas por su contenido y forma, que a la postre resultaron frustrantes, tanto en el plano de los objetivos del colectivo al que sumaron su esfuerzos, como en el individual, en la advertencia necesaria respecto a que el capitalismo no puede dar respuesta a sus demandas .
Sin embargo esas mismas experiencias han dejado abierta la tarea estratégica de dar respuesta a esas demandas, desde la construcción del propio poder de clase, con un programa socialista desde un nuevo orden social diverso y superador del capitalismo.
Lo cierto es que el orden social que emerge desde la relación social capital, se ve en serias dificultades para dignificar la vida humana bajo sus paradigmas políticos que le dieron origen, esto es, no pude dotar a la sociedad de igualdad , libertad y vínculos sociales fraternos que fueron enunciados en su momento como sus paradigmas.
El capital, solo proporciona los efectos nocivos para la condición humana que nacen de la competencia, la mercantilización de los vínculos y su fetichización y el empleo de violencia legitimada desde la institucionalidad y las formas jurídicas .
Contra todo aparato político burgués, ningún argumento crítico del funcionamiento del sistema capitalista, por más agudo, razonable y robusto que se presente, puede tener eficacia alguna. Las ideas solas no hacen nada. A menos que sean encarnadas por un poderoso movimiento de masas que lleve la lucha de clases a las calles y se construya con el objetivo estratégico de lograr la emancipación social y política de los trabajadores.
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