Se designa con el término conceptual polisémica a una situación que se presenta en el uso del lenguaje cotidiano , que es aquella que da referencia a palabras que tienen múltiples significados o acepciones. De esta forma, si se utiliza la palabra “padre” sobre todo en estos días «D» la emergencia de una polisemia parece ineludible.
El uso de la palabra padre trae la emergencia del día D que como otros tantos de ese tenor, son impuestos por la mercantilización de las relaciones intersubjetivas en la sociedad civil desde hace ya mucho tiempo al punto en que su celebración parece un hecho no pasible de impugnación, es advertible que muchos , casi todos, los que se colocan en el otro extremo de sus implicancias: los hijos dado que ambas palabras son una dialéctica en sí porque no hay padre sin hijos ni estos sin padres , solo se reducen a la idea del parentesco y su desarrollo en la historia hasta llegar a la acepción que el propio código civil le determina según la cual, la figura del «padre» se enmarca más allá del vínculo de parentesco por el hecho biológico del nacimiento , en una noción más abierta o amplia , dentro de una la responsabilidad parental, que incluye tanto los derechos como los deberes de los progenitores hacia sus hijos. Esta responsabilidad se extiende desde la concepción hasta que el hijo alcanza la mayoría de edad o se emancipa.
Se podrá advertir , que el rigor de la fórmula jurídica por más abierta que fuese la consideración ínsita en el criterio de la paternidad responsable , solo termina dejando de manifiesto que esas formas jurídicas son solo la emergencia y constitución en un mismo momento de una materialidad que con su objetividad se compone básicamente desde la obligación de sustento para la preservación y desarrollo de los hijos de donde devienen los retaceos y negociaciones propias de los vínculos marcados por el intercambio mercantil de la provisión de alimentos o su cobertura con la entrega de dinero a esos fines .
De esta forma , desde las formas jurídicas si se las sanea de expresiones ideológicas que se vuelcan en su interpretación por jueces y juristas “especialitas”, un padre es lisa y llanamente un proveedor de alimentos.
Está claro si se avanza desde esta perspectiva, como en este espacio concreto, la cultura dominante donde se traducen las explotación y la opresión del orden social capitalista, se ve obligada a forzar imágenes sobre este rol del hombre nacido de una relación o encuentro con el otro del que se gesta un nuevo ser humano , que van desde estereotipos que se han ido modificando con el cambio en las formas de trabajo y producción , hasta llegar a aquel en que se le ubica sencillamente como un incumplidor de sus obligaciones parentales y se le denosta con los más variados adjetivos .
De esta forma, y una vez más las formas jurídicas cosifican el fenómeno y lo reducen para la funcionalidad de las relaciones sociales capitalistas.
Sin embargo, como ocurre necesariamente por las objetividades que están integrando cada vínculo intersubjetivo , las formas jurídicas hacen las veces de lecho Procusto , una figura de la mitología griega que daba alojamiento a los viajeros y los obligaba a acostarse en una cama especial de manera que si la cama era estrecha , amputaba las partes de las piernas que sobresalían de ella . Dicho de otra manera, acudir a la figura individual del padre y al más extenso al rol de la paternidad resulta en todos los casos un dispositivo ideológico montado para por vía de su parcialidad generar una comprensión falsa de lo verdero con exaltación de lo aparente sobre lo real, mas si a esa palabra se le adita la responsabilidad concentrada en el incumplimiento de deberes que le son fijados por la misma ley.
En ese sentido, este reduccionismo jurídico y su desarrollo de naturaleza ideológica oculta en particular que los elementos del vínculo relacional donde se gesta la paternidad están dados en un plano subjetivo que excede a esos deberes impuestos por la norma. La paternidad supone en todos los casos una mediación que se incorpora objetivamente desde las limitaciones biológicas y psíquicas del niño, que ubican en escena al mismo tiempo el rol de la madre y sus particulares definiciones teleológicas sobre el como y el cuando se desarrolla el lugar del padre.
Dada esa particular circunstancia, y por la representación que del niño puede ser asumida por la madre la situación hace que la paternidad, carezca de todo aquello que nace hasta biológicamente de l vínculo directo madre -hijo propio de la gestación y requiere necesariamente y hasta que el niño alcanza su mayoría de edad de la presencia necesaria de la mujer.
Lo cierto en definitiva, es que todo padre por serlo entra en una específica relación con la vida, tanto en su propia existencia como en la de su hijo. La literatura universal desde las novelas rusas, pasando por Kafka, Arlt y hasta nuestro icono nacional, el Martín Fierro , se ocupan de esa relación que en verdad es padre de diversa manera, no siempre coincidente. El padre sutil y perverso castigador del Juguete Rabioso, se emparenta en nuestra cultura con el abandónico gaucho que un día en un punto perdido de la pamba, toma por camino discordante con que hasta allí había llevado con sus hijos y cada uno por su lado.
En todo este complejo entramado, es que buscamos insertar este texto, para resaltar la presencia de un particular modelo de padre , que asumió un vínculo con sus hijos, vale decir, construyo esa relación de un modo muy particular. Pensó en el hijo universitario, puso el lomo “para que no fuera como él “, que solo lo veía cuando niño , ya dormido , al llegar del trabajo y más grande, por los informes precisos pero intencionales que se le rendían al retornar siempre del trabajo por su esposa .
A esos padres les toco ponerse frente a un cambio social e ideológico que no alcanzaron a comprender y toparse con la otra parte del vínculo, sus hijos , que le objetaban su existir y se encaramaban en el proyecto de hacer otra sociedad, no para ser como el padre sino para superarlo, sin dejar de retener el sentimiento y el deseo incluso de que nunca más suceda que su viejo se fuera a diario disolviendo en un conglomerado corporal de la explotación y la opresión , puesta en gran parte, en la idea de que “el pibe o la piba” vivan mejor.
Esos padres que trataron de imponerse. De pegar el grito. De tratar de imponer un mandato secretamente inscripto por el industrialismo, tuvieron que ver el partido desde fuera, y advertir que sus hijos se la jugaban de cuerpo entero, con lo cual en el fondo se sentían orgullosos por su entereza , pero con lo que se veían impedidos de acompañar , porque la cosa era como él la había entendido y no como la pensaba y buscaba “el pibe o la piba”.
Y es ahí donde se da lo que pensamos necesita ser resaltado, sin confrontar con ningún pañuelo blanco sino sumándolo al fenómeno para quitarle la parcialidad al relato predispuesto por la cultura dominante. Esos padres, se jugaron entero por sus hijos, aunque no coincidían en nada con ellos y sus sueños. Estuvieron a la vez enseñando a sus otros hijos cual era la razón última del significado de un padre, y salieron a luchar sin fusiles pero por los fusiles que tomaron sus hijos , por su aparición con vida y la responsabilidad declarada sobre los culpables .
En esto hay que tratar de ser lo más claro que podamos. Luchar no es solamente ir a la plaza. Es recorrer juzgados, es ser víctima de la desidia de abogados o recibirse en los hechos y a la fuerza de abogado penalista, es seguir trabajando con el riesgo de ser despedido por ser “el padre de un subversivo”, etc.
Muchos de ellos ya no están en cuerpo , pero si en el recuerdo recurrente de quienes tuvieron la suerte de verlos en ese hacer, y que por mucho le genera eterna admiración en los suyos. Usar de excusa un dia D mercantil y formateado, vale la pena si de lo que se trata es salir del relato nostálgico y comprender porque no se puede caer decadentemente en una sociedad de clases explotadora como vivimos.
De esto se sigue la importancia de ser serios , responsables con las determinaciones políticas que se adopten hoy y en futuro inmediato. Serios en la caracterización de la época y las herramientas programáticas que deben ser empleadas. Aquellas, madres, esos padres y esos hijos presos, desaparecidos y sometidos culturalmente , no hicieron lo que hicieron , para que hoy un relativismo exasperante nos hagan confundir un fusilado por fuerzas represivas, con una señora en un balcón de la recoleta y un presidente abrazado a un genocida.
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