Nuevo Curso

Ultimátum

Si te vas, mejor que no vuelvas porque aquí no se te va a dejar entrar.
Así sentenciaba el viejo, acostumbrado a dar órdenes y que se cumplan . El joven hacia quién va dirigido ese ultimátum , parado delante de sus cuatro hermanos, toma el pequeño bolso. Ahora se apresta a tomar en sus manos la soga con la que se cerraban aquellos bolsos , que eran una suerte de tubo grande de lona como las que se usaban en los toldos y arriba, en uno de sus extremos unos ojales por donde se entrelazaba la soga y tirando hacia arriba cerraba ese cuerpo útil . Esos lazos remitían a una familia que se rompía y pasaban a colgarse de su hombro.

El muchacho, que ya hizo el servicio militar, que se siente hombre y convencido, camina unos pasos hacia la puerta de salida y se va. Ahí se retira de su entorno, él y parte de su madre que le mira atónita. Ya en la vereda ella entiende que algo se precipita y porque «olfatea peligro» le grita jugando su última carta : “tanto significa Perón que no respetas a tu familia”.
En ese instante, todos esperamos un giro de cabeza, dos pasos hacia atrás y un abrazo con “la chona” -que así le decíamos a mi madre-, pero también asombrosamente nada de eso ocurre. Levantando la vista, ya lo veo llegar a la esquina, buscando a como pueda la estación Rosario Norte, sin saber yo, que pasado el tiempo la escena se me reproduciría con la música de “Mirta de regreso” de fondo, famosa por el resurgir de la música rosarina con el hecho de Malvinas.
Desde la primeras horas de la mañana siguiente, la chona dispuso encender la radio y poner el dial en Radio Rivadavia, porque era la única emisora en quien confiaba. Las primeras escenas las relatan los móviles, creo que en “el rotativo del aire” y luego siguen las crónicas con Cacho Fontana. “Esta es la fiesta del pueblo” no deja de decir el aparato, frase que se martilla a repetición con distintas voces según van pasando las horas. Algún periodista más osado, sin dejar de tener presente que gobiernan los milicos, pero emborrachado por lo que tenía delante de sus ojos , recordó aquello de. “hoy es un día peronista” aclarando que lo decía porque el cielo era despejado y había amanecido soleado.
La radio siguió con detalle el arribo de los que no tenían duda en gritar a quién quisiera o pudiera oírlos “La vida por Perón” y al paso algunos se acordaban de los huesos de Aramburu y mencionaban eso de “Perón Evita, la Patria Socialista”. En eso me vino al recuerdo una parte de la novela Germinal que sin que mi vieja supiera, un abuelo ferroviario supo leerme de a tramos y cada tanto , según se me facilitara o no la visita a su “aguantadero”, a salvo de la vigilancia férrea de la indómita abuela , que siendo hija de ferroviario. sabía muy bien como le iba a los que desde los talleres de trenes recordaban a Malatesta o Severino.
Lo cierto que a diferencia del hoy, en aquel tiempo la mejor cámara era la imaginación y también era una gran fuente de encuentro con otros soñadores. Usándola pude hacerme una antojadiza composición de lugar siguiendo el relato del periodista y recordando al abuelo que leía y entonces pensé para mi, que se acercaban a la superficie, golpeando bombos cada vez más distantes, bajo los rayos inflamados del astro , en aquella mañana de juventud, en los parques de Ezeiza envuelta en aquel rumor de “…los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos”, pero en vez de oír ese rumor se me hacía nítida la voz de Hugo del Carril , ídolo de mi padre, pero que tenía un solo tema prohibido en casa, precisamente la marchita.
Sin duda, como dice Emile Zola, yo me convencí junto a la radio que ahí, en esa jornada, en esos bosques, crecían hombres, un ejército vengativo que germinaba lentamente para producir frutos para las luchas del siglo venidero y cuyo germen iba muy pronto a hacer estallar la tierra.
Mas tarde ,y en casa, mi mamá que hacía sus cosas como si nada pasara pero que no sacaba la oreja de la radio y que cuando se alejaba por sus haceres gritaba que pusiéramos más fuerte, le dijo a mi viejo que el acto era en el puente 12 , y le pregunto que él que era porteño, si sabía dónde quedaba y escuche que devolvió la pregunta con un lacónico: creo que a unos tres kilómetros del aeropuerto- Ahí la vieja agregó como si estuviera allí, porque cuando la chona hablaba era verdad revelada y todos nosotros , que íbamos a colegio de curas, sabíamos lo que eso significaba, para concluir que, entonces “el palco estaba en cercanía del avión, Perón va a estar ahí apenas baje». Pero no era por Perón que especulaba, solo para poder imaginar dónde estaría su crío ya devenido en hombre en esa insólita jornada bautismal.
De repente y como si hubiera sido convocado por el demonio, ya en ese entorno de religiosidad que pintaba para paraíso y terminó en infierno terrenal, ese palco empezó a vomitar ruidos de disparos de armas de fuego y ya se turbó la voz del periodista como paso previo a su silencio que se sustituyó por sirenas, que detrás del transmisor no sabíamos si eran canas o ambulancias.
Mas tarde hablaban de puestos sanitarios de campaña y en el aeropuerto y todo era confusión. Por la medianoche, madrugada, todos en torno de la radio y después de haber visto “telenoche” , escuchando con atención listas de caídos, heridos y un servicio de gente que buscaba a sus familiares.
Fue ese momento en el que el ultimátum aquí no vuelvas, se convirtió en boomerang. No teníamos como saber si mi hermano, uno de los hijos de «la chona y el vieo, estaba vivo o no. Nunca había visto llorar a mis padres y abrazarse tan profundamente. Ahí me di cuenta que ellos asimilaban el error y solo le quedó el recurso de encomendarse a Dios.
Así fue que se sucedieron las horas y el incremento de la angustia, la búsqueda por algún conocido que tuviera relación con alguien en la cana local para tener más datos, pero el enigma no tenía solución porque si mi hermano era fiel al compromiso de no volver, nunca podríamos saber la suerte que había corrido.
Dos días después , una llamada de alguien que no sabíamos quien era y solo diciendo que era amigo de Hugo, dijo que estaba a salvo y que no había que seguir preocupándose que pronto tendríamos noticias. Aquel día , una bala zumbo sobre el cuerpo de mi hermano y terminó con la vida de uno de sus compañeros. Pensamos que todo había terminado ahí, más tarde asumió el general y el pueblo como decía la radio, se había reencontrado con su general.
Solo pasaron dos y tres años para que nuevamente el drama, la angustia ya se instalaran directamente entre nosotros. Nos enteramos de la existencia de una banda triple A y luego un vehículo se puso junto al cordón de calle Maipú en el centro de Rosario en plena tarde y bajaron de él unos tipos que se llevaron a mi hermano casi en la puerta misma de la oficina donde trabajaba. Secuestro, desaparición forzada, llámelo como quiera, lo cierto es que la cosa siguió en campo de concentración, luego Coronda, tribunales con jueces cara de yo no fui, lucha del viejo como si fuera el mejor penalista , una abogada de oficio que lo menos que hacia era dignificar el oficio, pal final algo que le llaman libertad, pero que en realidad era solo la posibilidad de salir del horror y el infierno tantas veces temido, para pasar al de la pesadilla que nunca termina.
Ahora ya no es Zola, ni el abuelo, es Gieco que me retumba , aunque sigo pensando que esa multitud emergente aquel 20 de junio de 1973 , ha de volver a emerger y ya sin vivar a nadie como salvador recordarán con actos y realidad que “la emancipación de los trabajadores solo es tal , si es la de los trabajadores mismos” y desde el fondo se escucha:
…..Los viejos amores que no están
La ilusión de los que perdieron
Todas las promesas que se van
Y los que en cualquier guerra se cayeron
Todo está guardado en la memoria
Sueño de la vida y de la historia……

Nuevo Curso