En estos días
No hay absolución posible
Para el hombre
Para el feroz, la fiera
Que ruge y canta ciega
Ese animal remoto
Que devora y devora primaveras (Silvio Rodriguez)
«Me encontré en un momento de mi vida en Ámsterdam donde tenía TODO: jugaba en un equipo de Europa, estaba en la selección, tenía el auto que siempre quise tener, jugaba todos los fines de semana. Me sentía VACÍO, como que no estaba feliz….» (Lisandro Martínez. Reportaje difundido por T Y C)
Por estos días, casi como si fuera una expresión de réplica cultural a la operación política de búsqueda de instalación en el sentido común de dos expresiones: “nadie se salva solo” y “lo viejo funciona Juan” , ambas puestas en acto por “El Tano Favalli” y textualizadas en citas de la historieta «El Eternauta después de que la serie de Netflix basada en esa narración reviviera la popularidad de la obra, por la misma herramienta se trajo del recuerdo de los trabajadores argentinos espacio con formato ficcional de la vida de Carlos Menem.
Ambas series, fueron realizadas en tiempos distintos, pero coinciden en sus sucesivas emisiones y en los hechos, en un resultado común; las operaciones políticas tejidas en relación a las mismas determinan una suerte de suma cero, es decir, de neutralización de ambas tendencias entre sí, en el pantano de la realidad social y política argentina.
El Eternauta y Menem vistas en general, son una suerte de referencia que termina uniendo a las dos producciones en una sola mercancía, una como la referencia romántica de la “vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser de una Argentina, inscripta en el primer relato peronista en referencia a una estructura productiva con disciplinamiento social propia de los requerimientos del industrialismo y otra, la Argentina el derrumbe del Muro de Berlín, el fracaso socialdemócrata de la transición a la española desde Raúl Alfonsín .
Lo cierto es que ambas vienen a dar cuenta, sin proponérselo por sus realizadores de dos versiones de lo que ha caído en cono de sombra y son resultantes de un discurso de caducidad en tanto Juan Salvo y Menem se muestran en definitiva como lo que ya no es, es decir, lo que ha perdido toda entidad aún cuando una suerte de “hilo rojo” se teja entre ambos bajo la idea de variantes históricamente existentes de la noción movimientista del peronismo en sí.
Sin embargo, lo que hace las veces de fusilador virtual de ambas versiones carece de un personaje indicador o señalizador del nuevo momento de la lucha de clases y de los perfiles culturales que le dan prevalencia los actuales modos relacionales entre los sujetos y el poder
Dicho de otra manera, no existe hoy la concentración en un solo sujeto carismáticos de un líder político sino precisamente lo inverso, esto es , un personaje de farsa dotado de un equipo no menos farsesco que él, pero con funcionalidad como cuadro técnico gestor de la nada, porque es precisamente “la nada y el vacío existencial” lo que viene a poner bajo tierra, a Juan Salvo y la pizza con champagne.
La carencia de un conductor de este proceso responde a que este, en sí mismo y por sus componentes , hace que la gestión gubernamental sea en los hechos, similar a lo que implican las labores de un síndico , en un vaciamiento empresarial .
Visto desde el plano del sujeto y en particular desde el trabajador en sí, que entre otras cosas ha advertido en el tiempo que pandemia mediante se le ha impuesto y desvalorado condiciones de venta de su fuerza de trabajo absolutamente desfavorables que le llevan en plano existencia a políticas de sobrevivencia absolutamente distorsivas de su condición derivándolo con tendencia fuertemente gravitante a la condición de objeto desde donde se ubica en situación de servidumbre ante todo el aparato tecnológico que se le impone como forma de poder y la producción generalizada de mercancía, que hace que en los hechos lo que liga a los individuos en la sociedad civil en las estructuras relacionales no es otra cosa que la búsqueda afanosa y confrontativa del máximo de ganancia en el intercambio a expensas de que en ese desenvolvimiento dialéctico, necesariamente ese funcionamiento implica el “éxito “ transitorio de unos y el fracaso estructural de la mayoría.
Lo que en su tiempo histórico fue escrito por Ernesto Guevara como herramienta de propaganda de ideas en la lucha realmente existente en aquellos momentos , a través de su texto “el socialismo y el hombre en Cuba”, se ha consolidado en el tiempo como una suerte de profecía del espacio existencial en donde sobrevivimos. En ese sentido, sostiene Guevara que:
…el rigor de la sociedad capitalista hace que en esta, el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de la comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de la vida, va modelando su camino y su destino….Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate. Solo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller —verídico o no—, una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro…”
La emergencia del siglo en que nos encontramos, tuvo en nuestra sociedad el escenario fundacional de una revuelta que luego pese al paradigma “que se vayan todos”, se institucionalizó como un aparato conceptual, cultural y funcional a la restauración de la república burguesa que se posiciono sobre los objetivos estratégicos de fortalecimiento del Estado, crítica de la religión, duda, escepticismo, aumento de la tolerancia, desarrollo del mercado con presencia neutral del Estado como agente impulsor de la relación capital-trabajo, confianza en los empresarios y sobre todo la prevalencia fetichesca de la noción de derechos humanos, es decir, de la libertad individual bajo la forma jurídica institucional que baja de las declaraciones abstractas que en ese sentido estatuye el Estado bajo la forma de leyes y tratados.
En síntesis, el marco conceptual ideologizado era el reclamo de libertad como formula propositiva, como programa a desarrollar desde el individuo-fuerza de trabajo, en armonía con el Estado ubicado por fuera de la sociedad civil en función favorecedora de relaciones intersubjetivas todas ellas dominadas por el imperativo de vencer el prejuicio y el dogma para lograr inclusión que someta la marginalidad.
Todo este escenario posible en el plano del discurso no tuvo ni por asomo realidad, como no lo tuvo en todo el mundo capitalista donde se hubieron de ensayar recetas similares, demostrando en definitiva que se trataba de una construcción falsa de lo verdadero, que pugnaba por salir a la superficie, resultado que exhiben nuestros días.
El trabajador, en el camino del diseño político arquitectónicamente trasado desde la propia modificación de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, ha entrado por esa gran inestabilidad en transición hacia la pretendida objetivación que reclama el poder burgués, en una suerte de minoría de edad, que se distingue por la incapacidad en términos reales de conducir el propio entendimiento sin la guía de otro a quién en definitiva y en todos los casos se obedece.
Como lo supo decir Albert Camus también con cierta anticipación profética, y desde la ficción literario en su novela La Caida, los seres humanos viven …”sin otra continuidad que la del día a día del yo-yo-yo… Avanzan por la superficie de la vida, de alguna manera en las palabras, jamás en la realidad..”” …El verdadero horror de la existencia no es el miedo a la muerte, sino el miedo a la vida. Es el miedo a despertar cada día para enfrentar las mismas luchas, las mismas decepciones, el mismo dolor. Es el miedo a que nada cambie jamás, que estés atrapado en un ciclo de sufrimiento del que no puedes escapar. Y en ese miedo, hay una gran desesperación, un anhelo de algo, cualquier cosa, para romper la monotonía, para darle sentido a la repetición infinita de días».
La caída es la marca distintiva de nuestra actualidad existencia como trabajadores , transitando una experiencia demoledora. Somos individuos sacados de todo contexto colectivo que no pueda resultar fructífero a los intereses del poder burgues, en un orden social de clases donde la propia explotación y opresión cultural nos llevan a estar , ensimismados en nosotros mismos para mejor vendernos como fuerza de trabajo, atentos y reproductores funcionales del código de vida y conducta que impone la dominación opresiva de clase que además hace que , en lo público debamos cumplir con éxito las pautas sociales al tiempo que en su nuestra cada vez más reducida privacidad, nos distanciamos emocionalmente de todos los que nos rodea.
El socialismo y su modelo programático de transición a una sociedad sin clases , no es otra cosa que el freno a la caída y la salida de la minoridad que el capital y la burguesía dominante le impone al trabajador.La libertad se mueve en un entorno concreto, no es sino la acción desplegada en un contexto de específicas relaciones sociales de producción existente. Pero así como se afirma en lo real esta apreciación también corresponde decir que ella misma contiene en sí, la posibilidad del cambio social , pero ello requiere que en ese proceso de tranformación el trabajador tenga programáticamente claro que su objetivo estratégico existencial es salir de la dominación opresiva de clase que el impone el capital logrando su emancipación por vía de la construcción de su poder colectivo de clase .
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