Lo que el desarrollo de la actividad política está dejando a las claras por los últimos acontecimientos sucedidos en nuestro país, en particular la presentación de las listas de candidatos para las elecciones de medio tiempo en provincia de Buenos Aires , es que lo que se percibe como oposición a la actual gestión de gobierno encuentra unidad en un planteo que se exhibe como superador de lo dado , cuando en realidad los discursos que se producen en ese sentido ocultan que se trata de un intento por volver a recetas anteriores que implican absorber la parálisis que esta generando el capital privado, por falta de rentabilidad suficiente para “fomentar el empleo” y la “modernización de la economía”. No es de extrañar entonces, que el personal político en danza desde ese esquema no sea otro que aquel que durante décadas viene siendo funcional a los intereses de grupos burgueses específicos ligados a los subsidios estatales para su sobrevivencia, dado que , de no existir estos la imposibilidad de sobrevida de empresas y esquemas financieros de esos grupos resulta irremediable.
Hay un episodio histórico, que recordar y es aquella decisión de Roosevelt por la cual empleó para financiar la inversión pública en obras de infraestructura, ayuda a los bancos y subsidio a los parados que acabó en 1934 generando la quiebra presupuestaria y el impago de la deuda interna del país. Una situación insostenible, que ni siquiera pudo ser superada mediante la política de convertir la industria civil en industria de guerra entre 1937 y 1941, exportando material bélico a los países beligerantes que preparaban la Segunda Guerra Mundial. Éste es el legado político que dejó Lord Keynes con su teoría de la “demanda agregada”.
Hay quienes en nuestro país sostienen, sin más apoyo en la realidad que la silla desde donde se sientan para escribir, que la crisis de reproducción del capital a la que frecuentemente se alude, es una falacia de perfil ideológico que denuncia, puro catastrofismo. Pero lo cierto es que la recesión trae consigo una crisis presupuestaria que amenaza el único pilar de la política económica de la actual gestión de gobierno y avanza en la perspectiva de generar déficit fiscal creciente, con la promesa peligrosa a futuro de un daño económico capaz de paralizar su funcionamiento por carencia de fondos líquidos, afectando a los servicios de salud, educación, dependencia y el propio régimen jubilatorio con la virtual congelación de los ingresos de los que perciben haberes previsionales.
En el mismo orden y en paralelo con lo dicho, por igualdad de propósito, se abaratan y facilitan los despidos por vía de la reforma de la legislación laboral con sistemas indemnizatorios donde a la larga es el propio trabajador quien cubre ese riesgo tan probable en el modo de producción capitalista. Se añade a ello , la precarización de las formas de empleo de la fuerza de trabajo y la caída del salario real que como efecto colateral mengua el importes de las indemnizaciones cuando ellas no fueran factibles de ser eludidas por los otros mecanismos descriptos.
El gobierno frente a este movimiento de pinzas para volver al pasado que liga protesta callejera con negociación parlamentaria que pasa por el diálogo o el aprete mafioso cuando fuere posible , solo se remite a una premisa que entiende finalmente ganadora en tanto lo posiciona en partido a la hora de desencadenar la farsa electoral: “Hay que calmar a los mercados” reconociendo en esa abstración un espacio de aglutinación de fuerzas a las que se le asigna dotes de dioses mitológico a los que rinde culto incluso, ofreciéndoles en sacrificio vidas humanas desde la miseria, la inseguridad social y la muerte prematura, por enfermedades curables a quienes se les negó la atención medica; conflictos familiares y laborales, infinidad de crímenes, suicidios y muertes masivas por accidentes de diversa índole creyendo que así se pueden sosegar sus furiosas embestidas.
Hoy, siempre en el afán de calmar los mercados se destinan miles de millones para rescatar a los bancos, y satisfacer el interés específico de los grupos del capital financiero dejando a las mayorías sociales en manos de Dios y las resultantes de los mercados, es decir, un viaje a la nada sin retorno.
Así están las cosas en el orden social capitalista, mientras algunos esperan obtener desde su estructura, “el mejor de los mundos posibles” con solo modificaciones de superestructura materializadas en el plano de las formas jurídicas.
Quienes gestionan el gobierno son plenamente conscientes de los intereses a los que verdaderamente representan y defienden desde el ejercicio del poder formal y que su misión es facilitar la reproducción de “ la sociedad del engaño y el pillaje mutuo”. Pero de aquí en modo alguno cabe deducir, que esa sea la causa de la ganancia del capital global, incluyendo naturalmente a los pillos. Sencillamente porque de desaparecer hipotéticamente o como lo plantea la lógica del luchismo por la lucha misma lo que ellos hacían otros de la misma clase explotadora han de hacerlo con formas diversas pero igual contenido centrado en la apropiación de valor. Así lo que ellos dejarían de ganar otros pasarían a ganarlo como lo muestra el ejemplo de Cristina condenada y otros incursos en criptomonedas o estafas de diverso tenor.
. En este negocio de explotar trabajo ajeno, bajo condiciones normales unos capitalistas ganan más que otros, pero ninguno pierde. Por tanto, si se trata de calcular el monto de la ganancia total resultante que se traen entre manos unos capitalistas y otros, los únicos perdedores en su relación con todos ellos son los asalariados.
En épocas de crisis de reproducción del capital esta constatación es más evidente dejando en claro en los hechos a quienes se sacrifica en el mercado. Los pagadores por excelencia de las crisis son los asalariados. Si los trabajadores no efectivizan una política autónoma de clase, ni construyen su propia organización política resulta difícil pensar que el seguidismo a cualquier sector medio y algún grupo de la pequeña y mediana burguesía pueda cumplir con cualquier tarea emancipatoria de este desorden que implanta en realidad la barbarie capitalista tantas veces enunciada.
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