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Nuevo Curso

NOSOTROS LOS DE ENTONCES . ¿Dónde estabas tú cuando esto sucedía?

NUEVO CURSO

NOSOTROS LOS DE ENTONCES. ¿Dónde estabas tú cuando esto sucedía?

 ARGENTINA 1985, ya puede ser vista en las redes antisociales. Eso implica un circuito de difusión y acceso a esta mercancía de carácter específico diverso de la exhibición de la película en salas cinematográficas convencionales. Antes la película pasó por algún festival internacional, tomado como laboratorio social, dando resultados positivos en cuanto al aplauso y efusividad de los asistentes europeos. Se contaba con la inestimable ayuda del régimen español, que no habiendo juzgado los sucesos de la guerra civil y sus ulterioridades, plagados de masacre y exterminio, permite la inmediata conclusión apresurada , respecto de” lo bueno” que se hizo en Argentina, sin mayor información sobre obediencias debidas, punto final e indulto, ni mucho menos de la masacre social que implicó la victoria en el sistema económico de los sectores de poder, por vía de las recetas neoliberales que nacieron en ese régimen y se continuaron hasta el presente. Tal vez, los europeos aplaudan porque sus telefónicos, sus compañías aéreas, sus bancos y demás hicieron grandes negocios gracias al genocidio de nuestra clase trabajadora.

 Lo cierto y más allá de esto, es que el fenómeno se nutre de múltiples elementos, pero no deja dudas en cuanto a la determinación política, en el sentido amplio de la palabra, de lograr la penetración por todos los medios del producto con formato cine, en la conciencia masiva de la población, haciendo de su contenido la construcción ideológica de esta mercancía fetichiza sobre un momento de un pasaje de la lucha de clases en Argentina que aún no cierra, pese al tiempo transcurrido.

La propia necesidad de introducir en el mercado este producto da cuenta de que el fenómeno represivo, el genocidio argentino, continúa aún abierto y exige de sectores de la clase dominante ingentes esfuerzos para contenerlo en los parámetros hipócritas que le habilitan a contar con la complicidad de los sectores medios, que por entonces , apostaron a la definición de su existir por vía del texto del preámbulo de la Constitución Nacional y luego debieron vergonzosamente escapar de esa construcción , por vía del apoyo a las políticas neoliberales de reproducción del capital financiero y el individualismo, sin percatarse que ese fracaso de modelo ideológico, cuya inviabilidad estaba latente a poco que se mirara la realidad argentina al mismo momento en que se lo pronunciaba, se lo acompañaba en marchas y se lo votaba ,  es el que lleva consigo en las generaciones futuras que hoy toman los designios de nuestra sociedad a posicionamientos negacionistas, amparados tras el mensaje de que los “derechos humanos son un curro”, “a mi que me importa lo que pasó en esa época si yo no la viví”, “los 30000 desaparecidos no son tales”.

     Es por eso que espantados por la presencia significativa de ese discurso, los mentores de falsa conciencia, regados por la hipocresía de entonces, acuden a generar un fetiche que nuevamente derrame un relato y no un compromiso. Básicamente se busca eludir con el símbolo de un proceso penal, -alimentando la ficción relativa a que los conflictos sociales se dirimen en los tribunales de los dominadores- las responsabilidades emergentes de los hechos ocurridos en espacios temporales también distantes de la fecha del enjuiciamiento, y sostener la justificación intelectual de la pretendida salida a la cuestión, más si se tiene en cuenta que radicales y peronistas, y partidos provinciales,  a lo largo del país, aportaron políticos para ocupar cargos de mediana jerarquía , intendencias y hasta gobernaciones dentro del esquema del aparato institucional genocida y en igual medido ello ocurrió con el poder judicial, que estableció una continuidad de su existencia, con los mismos intelectuales orgánicos, a pesar de la caída del régimen constitucional y el ataque a las libertades individuales democráticas que se abatía sobre el país, acompañando la violencia física y simbólica que se descargaba sobre la vanguardia obrera y la clase trabajadora en sí. Basta para dar cuenta de este último fenómeno la cantidad significativa de recursos de habeas corpus que por entonces fueron rechazados por esos mismos personeros a los que luego se ubicó en el rol de jueces de un sistema violatorio de toda dignidad humana y amenazante de esa condición, circunscripto a los miembros de la junta de gobierno, eludiendo al resto de esa misma institucionalidad aberrante que por años dejó ver cual es el verdadero rostro del Leviatán argentino.

      Estamos frente a la reacción esperada. La imagen puede más que el texto, es uno de los lemas de esta época de crisis capitalista. La imagen es el texto. La imagen es transitoria, pero penetrante en la subjetividad. En este medio empleado que implica el arte y la educación, el instrumento más importante, el que supera de lejos a todos los demás es, sin duda el cine. Forma parte de la vida corriente, se basa en el deseo de distraerse, de ver algo nuevo, inédito, de reír y hasta llorar, no sobre la propia suerte sino sobre la de otro, y si a ese otro se lo presenta allá en el tiempo, mejor. El cine ofrece una satisfacción óptica totalmente viva e inmediata a todas esas necesidades, sin exigir nada del espectador. De ahí la afición y la gratitud del espectador hacia el cine, fuente inagotable de impresiones y de sensaciones, que se buscan y se fabrican desde quienes generan el producto en la faz direccional de su formato y contenido.

Al cine tradicional, al de exhibición en sala, en profunda decadencia porque se contrapone a la sociedad virtual, de la emergencia individualista al punto tal que se privilegia la relación con la película en el ámbito del hogar, o con soportes tecnológicos personales para evadir el mínimo contacto colectivo con el producto, inmediatamente que éste atravesó la crisis cinematográfica en pocas semanas que hubieran reducido el impacto de la exhibición con ese formato.

Lo que se busca es el comentario estereotipado, en una red social, de modo tal de dar el presente en el consumo de esa mercancía y luego laudar la aprobación de diversas maneras o bien encausar la discusión virtual, nunca presencial de los pretendidos contenidos, con las modalidades ilusorias de pretender que eso implique un díalogo sobre la acción ideológica contenida en el objeto fetichezco. Así por esta vía llegamos a una suerte de votación virtual, con voto cantado sobre el problema relativo al conflicto social al que remite el relato, con final cantado de aprobación pedantesca y exhibicionista de los sectores medios que habían quedado sin discurso por el fracaso político de su reformismo frente al neoliberalismo desvergonzado.

Un comentario como el que sigue:

 “De «1985» solo digo dos cosas:

No tiene sentido la crítica, es un hecho emocional, estéticamente incuestionable

Hablar de ella con condescendencia o desdén es muy cool y adecuado a los tiempos”

 permite una muestra fidedigna de esta actitud, y es frente a ella , con señalamiento específico del sector social de donde proviene que corresponde un repudio, por la complicidad que ella denota con el discurso de los dos demonios y el ocultamiento de las responsabilidades sociales frente a un modelo de dominación que solo muto en sus formas más evidentes y mantuvo continuidad institucional,  a través del período Alfonsín – Menem y tuvo consagración con la reforma constitucional de 1994 que hoy permite justificar, allanamientos masivos en barrios, desalojos compulsivos de viviendas donde habitan familias en situación de vulnerabilidad, violencia física y simbólica desde el estado y sobre todo los muertos en democracia por acción del propio Estado .

       La cuestión esencial, no está en el discurso de un fiscal que era tal por su funcionalidad dentro del Estado genocida y de su joven ayudante, luego ligado a multinacionales que penetraron en nuestro país por vía de la privatización menemista, Está por el contrario, en la falta de respuesta a un planteo vital inscripto en la consigna de los luchadores de entonces: “con vida los llevaron, con vida los queremos. Aparición con vida y castigo a los culpables”. Aún hoy, los espectadores que se levantan de sus butacas, o los que dejan el sillón para buscar un café, no se hacen cargo de ese planteo y prefieren unas lágrimas de cocodrilo o el grito a la sala “30000” desaparecidos presentes. Lo otro, lo real es que no sabemos aún hoy, donde están los desaparecidos, que fueron llevados con vida. Que pasó con ellos. Qué de los archivos del aparato represivo estatal dando cuenta de esos hechos, nunca exhibidos.

Tal vez resulte más sencillo avanzar una vez más sobre la banalidad del mal, conformar a los sectores medios con una explicación que no es tal, y permitirles a esos mismos grupos social evitar responder a la pregunta ¿dónde estabas tú cuando esto sucedía?

Más complejo aún resulta sacar a la luz, tras el humo escénico, por debajo de la pretendida vitalidad de la imagen diseñada con cuidado, el propósito que llevó a quienes desaparecieron a desaparecer en manos de carniceros. Ese objetivo al cual nunca es posible decirle “Nunca Más” sino “siempre presente”, cambiar el mundo, por una nueva sociedad sin explotadores ni explotados,

       Como muestra de lo diverso, de cuanto se puede hacer desde educación-arte, en orden a la verdad y justicia que merecen los caídos en la lucha de clases durante el genocidio argentino, y la necesaria respuesta sobre la suerte que les tocó correr, luego de ser privados de libertad  por las fuerzas represivas , para lo cual resulta necesaria la exhibición irrestricta de los archivos con los que cuentan los servicios de inteligencia del Estado, dejo una simple  poesía escrita por una docente de alma, que fue leída en algunas escuelas en algún 24 de marzo de la primer década de este siglo, que debe ser rescatada del olvido que luego se le impuso.

                             CAMBIAR EL MUNDO

No era lo que ellos querían.

El brillo de una placa con sus nombres.

El recuerdo emocionado hasta

las lágrimas,

la reivindicación individual,

el pasado olvidando el presente.

No es lo que ellos querían;

Su nombre en las calles,

La foto de sus sombras.

Ellos buscaban cambiar la vida.

Ahora, apenas nos conformamos

Con sus nombres puestos en labios oficiales.

Ellos querían más, y el viento

Y la sombra digna

Y la vida cambiando,

La riqueza en otras manos

Y los sueños sin freno

 Y la belleza de un hacer generoso.

Ellos querían la revolución, ese eterno sueño

Que no puede cambiarse por dos palmadas en la espalda.

Ni por dos discursos.

Ni por un cuadro retirado de una pared.

No querían museos.

Ni banderas con sus nombres.

Apenas deseaban cambiar el mundo entero.

Cambiar el mundo.

Ese es el único homenaje

que les debemos