Novedades
{"ticker_effect":"slide-v","autoplay":"true","speed":3000,"font_style":"normal"}

Nuevo Curso

LA PREVALENCIA DEL INDIVIDUALISMO-PRAGMÁTICO-UTILITARISTA. DECADENCIA DEL CIUDADANO. SÍNTOMAS DE LA CRISIS QUE UBICA AL CAPITALISMO EN SITUACIÓN DE AGONÍA

NUEVO CURSO

La cultura dominante en nuestra sociedad estructurada en base a las relaciones de producción que impone el capital financiero en su reproducción, ha producido y producen transformaciones regresivas en cuanto se refiere a la vida cotidiana y el curso que toman los vínculos sociales. De ellas se sigue la prevalencia en su definición, de un común denominador: El pragmatismo individualista.

Ese factor presente en los vínculos humanos, es propiciatorio en los hechos de los paradigmas del modelo económico predominante en la estructura capitalista de nuestro país, con diferencias puramente accidentales desde el intento de su implementación desde el plan de Celestino Rodrigo, en el gobierno de Isabel Perón-López Rega, con contexto represivo inclusivo, de bandas armadas parapoliciales.

 Pese a su transitoria frustración por intervención de las masas en lucha de calles, que logró paralizarlo, el plan Rodrigo pergeñaba una sociedad de marcado corte individualista y encumbrado pragmatismo buscando descabezar lazos solidarios que fueron precisamente los que los derrotaron con sustento en una conciencia clasista en los trabajadores que por entonces aparecía prevalente, cualquiera fueran las diferencias programáticas que nutrían esa conciencia.

  Si bien Rodrigo renunció,  la presencia ulterior de la dictadura genocida y su propaganda, -que acompañó en todo momento las acciones genocidas – dio continuidad a esa sensación de incertidumbre que se buscaba instalar en la comunidad, viendo en el otro un sospechoso y un enemigo en la competencia de mercado a la que se alentaba haciendo más visible el pragmatismo por vía del cálculo utilitarista en las determinaciones de los hombre que requiere como el aire la teoría económica clásica y la monetarista para dar base de fundamentación ideológica a la dominación del mercado y la mercantilización de la vida por consenso.

Ese mismo discurso no fue superado sino que aparentemente negado con paradigma en el preámbulo constitucional, con la democracia se educa, se alimenta y se da vivienda, lo que se hizo fue darle continuidad por vía del fracaso arto evidente de esos paradigmas republicanos inviables en una sociedad de capitalismo tardío, atrasado y dependiente.

Luego Carlos Menem, precedido y protagonista de dos catástrofes económicas de hiperinflación, con convulsión social relevante impuso vía Cavallo y dolarización los ingredientes necesarios para imprimir ideológicamente ya como dominantes eso paradigmas (individualismo-pragmatismo- utilitarismo) ocultando que el plan y esa visión cultural en los vínculos sociales, forman parte del mismo fenómeno, en tanto el uno no existe sin el otro.

Nada de esto, pese a la caída política del Menemismo, se ha modificado en el plano cultural, también por el viento de cola que en el terreno de las ideas dominantes en plano internacional le dio el postmodernismo, de manera que esa visión de la existencia se profundizó al punto de implicar una naturalización de sus basamentos en nuestros días.

De este fenómeno se destaca dentro de esa fragmentación regresiva, la irrupción generalizada del posibilismo en los discursos de intervención política, que en ultima instancia resultan negadores de toda alternativa de superación transformadora de lo dado. Se comprende mejor la significación del fenómeno si nos apartamos del plano abstracto y nos posicionamos por ejemplo en la pobreza que hoy es considerado solo desde el punto de vista de las cifras y las estadísticas y nunca en sus implicancias materiales concretas para las personas que lo padecen, ubicadas realmente en contexto de vulnerabilidad que las posiciona en los márgenes mínimos de la condición humana.

Otro indicador de este fenómeno de profundas implicancias en la definición de la cultura dominante se da a partir de la señalada naturalización de lo precario, se genera desde ella y por ella, una intensa incertidumbre respecto de la eficacia que pueden tener los instrumentos de la forma de gobierno democrático en la república burguesa, siendo la respuesta prevalente la negativa. Dicho en otra formal, es significativa la cantidad de personas activas que están persuadidas de lo estéril que resulta acudir a los presupuestos democráticos de los que hizo apología el alfonsinismo sin base alguna en la realidad, de manera tal que se muestra seducida por las propuestas emergentes de ciegos que guían a otros ciegos, concentradas en los paradigmas del autoritarismo cultural propiciatorio de regímenes fascistas.

La crisis del capital hace entonces, que la democracia formal que impone el orden constitucional del Estado burgués, de muestras de agotamiento en su rol específico de gestión cultural de la dominación que impone ese modelo productivo basado en la explotación del hombre. Se evidencia lo dicho en la decadencia de la categoría “ciudadano”, en la que ya muy poca gente se ve reflejada, lo hace crítica su funcionalidad con el sistema, en el plano de la aparente equiparación de los desiguales por vía de su presencia en el plano de la gestión de la cosa pública, y su paradigma el voto universal.

La caída creciente de la “ciudadanía” obedece en primer término a la imposibilidad objetiva de serlo por parte del amplio contingente humano que la reproducción del capital financiero coloca en situación de vulnerabilidad existencial. La precariedad económica contra al individuo en la cosa propia, en su lucha por la sobrevivencia cotidiana y lo aleja de cualquier preocupación por la cosa pública, que no tenga relación directa con la suya.

 En segundo lugar, la ciudanía agoniza por que la propia diferenciación que el aparto político de los partidos de la burguesía, hace que estos cultiven sus intereses específicos utilizando al conjunto de oprimidos explotados dentro de esa lógica superestructural. Advertido el fenómeno los pueblos tienen la relación mecánica de no darse por reflejados en los que alegan su representación. De esta forma en los hechos concretos y materiales, el pueblo no delibera ni gobierna a través de sus representantes y ambos, (pueblo- políticos (, así lo saben obrando en consecuencia en relaciones de mutuo uso y oportunismo, obstativo de toda acción colectiva transformadora de lo dado.

De esta forma, no puede haber ciudadano implicado como tal en nuestras sociedades, en tanto la gestión de la cosa pública excede al individualismo, pragmatista y posibilista que nuestre las relaciones sociales constituidas y desarrolladas en la sociedad civil. Dada esa agonía decadente de esa fuerte y objetiva tendencia, el mercado y sus determinantes aportadas desde el interés del capital financiero cubre esa situación con diversas operaciones mediáticas que gestan artificialmente un determinado y necesariamente contingente contenido de “opinión pública”.

En este contexto el Estado, en tanto superestructura política de la explotación y opresión capitalista, se concentra en su rol de gendarme de lo dado, incrementando sus funciones represivas sin que el aparente escollo de la legalidad le sirva de obstáculo. En particular lo que se logra dentro de ese consenso “colectivo” construido desde la naturalización del individualismo-pragmatismo-utilitarismo , es avalar el despliegue de violencia física y simbólica sobre el otro, siempre en la falsa creencia de no ser abarcado por ese Leviatán , y por el entendimiento de que todo cuanto se haga para dejar funcionar el individualismo es mejor que cualquier apreciación colectiva y mucho menos si esa colectivización se construye a través del programa específico de la clase trabajadora.

En este contexto, es necesario un nuevo curso en la orientación de las acciones militantes desde la perspectiva del interés objetivo de la clase obrera, que impone el abandono de la búsqueda de dotar de ciudadanía al trabajador y al resto de los sectores sociales oprimidos, en la medida en que la propia categoría ciudadano exhibe su crisis general por la metamorfosis que experimenta la república burguesa dando cuenta de su inviabilidad en el terreno de los hechos. Su superación exige la lucha por la estricta vigencia de las libertades democráticas en un marco de acciones que busquen dar cuenta del orden capitalista aboliendo sus instituciones materializando desde la clase trabajadora la conformación del poder obrero y su propia versión democrática.

        El diverso sentido que debe asumir la militancia socialista exhibe la impugnación del Estado y sus formas jurídicas con denuncia directa de las causales objetivas que determinan la ausencia de toda posible satisfacción de las demanda democrática con base en pretendidos derechos subjetivos , dentro del modo de producción capitalista. Esto implica no otra cosa el señalamiento constante y necesario de la situación objetiva  de  agonía del capitalismo, que actualmente falta constantemente a la cita de quienes se pretenden con carácter autorreferencial  constituirse en vanguardia  y que en los hechos no llegan a ser otra cosa, que reiterados y consecuentes expositores del más impotente oportunismo al mantener esperanzas reformistas en el ordenamiento social agotado. 

La comprensión en plano de entendimiento de todo este fenómeno, exige su encarnadura en la lucha militante por otra sociedad con programa socialista. Exige visualizar al problema del Estado burgués y su necesaria abolición como tarea central en el hacer cotidiano. Sin duda, esa compleja labor, exige de organización y conducción directriz de esa organización. Nada permite pensar en su generación espontanea por fuera de manifestaciones aisladas que como tales resultan absorbidas por la estrategia de la clase explotadora.