Nuevo Curso

LOS PARTIDOS POLITICOS EL PROGRAMA -EL CARACTER DE LA REVOLUCIÓN Y su manipulación oportunista  

NUEVO CURSO

La apelación oportunista que en los discursos del 1 de mayo se hizo de la “necesidad de un programa” como elemento delimitador de tareas y posibles alianzas de lucha, entendidas todas ellas en el plano más general y de forma exclusiva de la contienda electoral, requiere de puntualizaciones que fueron omitidas por los disertantes al mismo momento que evitaron referirse a elementos constitutivos como clase social y socialismo.

En sentido inverso entendemos que cuando se alude a “programa” nos referimos al planteamiento explícito de las tareas fundamentales requeridas para la realización de los intereses históricos de una clase social. Tratándose del partido revolucionario su programa traduce la política del proletariado. Sin embargo, nada de esto parece quedar claro cuando coyunturalmente y para una pretendida situación social, previamente descripta según los lentes de quién lo hace, más por intuición que por rigor. Tal vez deba buscarse en las matrices oportunistas de haber apelado a tomar un rumbo en la construcción de partido más centrado en su masividad que en su definición programática.

 Es por eso que conviene recordar cuando se habla de programa, que siempre se está aludiendo a un elemento componente de una organización desde su estructura de clase, Dicho de otra forma, siempre teniendo presente   un elemento central en la constitución de un partido de clase, de una sola clase social, los trabajadores y en ningún caso poli clasista. Esto último, sin embargo, no descarta que esa organización, siguiendo a la clase que lo constituye se convierta en cierto momento de la lucha en vanguardia de todos los oprimidos por el poder burgués.

Si los trabajadores son objetivamente el sujeto cuyo único programa es su emancipación de la explotación y la opresión capitalista este factor del fenómeno hace necesario que deba comenzar por emanciparse política y organizativamente de la influencia de la clase dominante y todos los sectores burgueses que se congregan en la misma y eso se logra a través de su definición programática donde esos objetivos deben ser explícitos y difundidos por vía de la agitación y propaganda.

Decimos que la emancipación es política en el sentido de que, por su propia estrategia revolucionaria, los trabajadores no pueden confundirse con los objetivos de la burguesía de conjunto, y en particular con la pequeño-burguesía.  En ese sentido, los elementos que lo componen son:

  • la caracterización de la estructura económica y social del país,
  •  el carácter de la revolución,
  •  el sujeto revolucionario y
  • las eventuales alianzas con fracciones de otras clases.

Estos cuatro elementos determinan desde el programa la naturaleza de la revolución, habilitando dos tipos de revoluciones posibles, a partir de la definición de la estructura productiva de la sociedad en concreto. Lenin consideraba que había tres tipos fundamentales de países atrasados: los dependientes, las colonias y las semicolonial. Los primeros, según Lenin, eran políticamente independientes, pero dependientes económicamente de los estados capitalista más desarrollados y del capital financiero en particular.

Los países coloniales, en cambio, remite como categoría aplicable a aquellos que estaban sojuzgados por vías político-militares, y esta coerción de tipo no económico determinaba la extracción del excedente. Esto es, la explotación se realizaba mediante la imposición, por vía de la fuerza y la violencia directa, de un gobierno directamente vasallo de la metrópoli colonizadora. Este sistema colonial permitía la transferencia de recursos, como materias primas, desde las periferias al centro, así como la apertura de mercados, L o distintivo es que la extracción del excedente no ocurre principalmente vía una relación económica “libre” entre el capital y el trabajo, sino por coerción político-militar, o extraeconómica. Por eso, en los escritos de Lenin referidos a las colonias abundan términos como “robo”, “pillaje”, “saqueo”. Esto es, la violencia, la opresión manu militari directa, era esencial para la existencia de la relación de explotación colonial. En síntesis, la sociedad nativa es dominada por un aparato militar, político y administrativo, y mantenido con una violencia

Finalmente, semicolonial es una forma transicional hacia la colonia, ya que, a pesar de ser formalmente independientes, las potencias ejercen sobre esos países una injerencia directa, de tipo colonial.

El significado de la demanda de liberación nacional contenido en la condición de país semicolonial deriva de la naturaleza de la relación, ya que se trata de obtener el derecho a la autodeterminación política y “a la existencia de un Estado separado” de aquel cuya burguesía utiliza para someter al avasallado.

 Por eso, es una demanda democrático-burguesa La autodeterminación constituye un derecho formal, pero de consecuencias económicas, ya que la constitución de un Estado independiente termina con el pillaje y el robo del país sometido por medios extraeconómicos. Un país que deja de ser colonia, o semicolonial, y se constituye como Estado autónomo pasa así al estatus de “dependiente”.

Después de la independencia se continúa acumulando capital para la economía dominante (o las economías dominantes), pero también “debe iniciarse un proceso de acumulación interna y de reproducción ampliada de capital que tenga como objetivo el sustentamiento y la expansión interna de las formaciones sociales creadas.

La autodeterminación nacional significa el derecho a la existencia de un Estado soberano. Pero ello no anula la dependencia económica que el país tiene con el mercado mundial y el capital extranjero. Sin embargo, también corresponde aclarar que la liberación nacional dejaba de tener implicancias económicas, ya que permitía la formación de Estados independientes y terminaba con el pillaje y el robo vía coerción extraeconómica.

  • Revolución democrático-burguesa (nacional)

Se desprende de plantear la contradicción fundamental de la sociedad entre Nación e Imperio.

Desde esta óptica, el objetivo revolucionario consiste en la resolución de un desarrollo capitalista insuficiente –o deformado- producto del sometimiento económico –y en ocasiones, también, político- a las potencias imperialistas. Implica,

  1. una etapa de expropiación del capital extranjero y de las oligarquías locales, y
  2. una realización plena de la democracia burguesa.

     Para tal fin, muchas organizaciones políticas, en particular y con insistencia el Partido Comunista Argentino y sus derivados históricos, como así también las que responden a la matriz maoísta, (PCR y derivados) estiman que la burguesía nacional cumple un papel progresista en el enfrentamiento con el imperialismo, constituyéndose en un aliado de la clase obrera.

    En general, las organizaciones que se dicen adscriptas programáticamente a la IV Internacional, señalando la necesidad de su reconstrucción, a pesar de su diáspora, tienen el factor común de la caracterización de la estructura económico-social de Argentina como “semicolonial

  Sin embargo, su planteo difiere sustancialmente del anterior enfoque, sea por la definición del sujeto revolucionario, sea por las tareas que han de corresponderle. En ese sentido, también en términos generales, todas estas organizaciones indican que se impone la necesidad de desarrollar una revolución democrática y antimperialista, precisamente porque parten de la caracterización de Argentina como semicolonial, pero esta sólo podrá ser llevada hasta sus últimas consecuencias por la clase obrera, resolviendo al mismo tiempo su interés histórico de expropiar a la burguesía y poner fin a la sociedad de clases.

      Siguiendo ese orden de premisas, desde este posicionamiento queda en evidencia una referencia específica: El capitalismo se ha desarrollado en nuestro país y en nuestro continente como parte del desarrollo histórico de la humanidad argentina es una semicolonial por referencia a las potencias imperialistas. Es un país atrasado, de economía combinada, por la forma en que se procesó la incorporación del capitalismo internacional, en que desarrolló la economía, las clases sociales, la conformación de partidos políticos.

    Además, y con particularidad los rasgos específicos de la economía nacional, forman parte de una realidad superior que es la economía mundial, en la cual tiene su fundamento, en última instancia, el internacionalismo socialista, y la necesidad de una organización política de ese tenor. Es que los Estados Nacionales constitutivos por la forma jurídica del poder burgués local, se presentan objetivamente como un freno significativo y concreto para el desarrollo de la productividad del trabajo, por lo que el capital cuyo sujeto de interés es la burguesía del país, se inhabilita para todo proceso de transformación social y se integra sin más a la economía mundial, en subordinación al capital financiero y el poder imperial.

     Por tal razón se concluye en que la revolución es internacional, pero inevitablemente comenzará dentro de las fronteras nacionales, se extenderá a otros pueblos para sobrevivir, para generalizarse   y abarcar a todo el conjunto de la economía planetaria.

  • Revolución socialista

 Por fuera de esta caracterización y sin desmerecer el carácter internacional de la revolución , si bien con intermitencias y marginalidad en el sentido histórico de los intentos por construir una organización revolucionaria bajo su amparo a la hora de dar respuesta al mismo elemento del programa, es decir, a la determinación de la caracterización de la estructura social y productiva del Estado nacional Argentina, se sostiene  por otros grupos que, el capitalismo argentino ha alcanzado un desarrollo pleno y todas las tareas democrático-burguesas han sido realizadas.

El Estado argentino según esta interpretación, es un Estado burgués, políticamente independiente no estamos ante un poder de tipo feudal ni semipedal, tampoco estamos ante un poder político impuesto militarmente por una nación extranjera, es decir, anexado No se trata de una colonia, obviamente, donde existe una simple delegación del poder político central

En igual orden de ideas Argentina no es una semicolonial, es decir una dependencia comercial de una metrópoli, un país atrasado, semipedal, sin industria, donde existe una burguesía comercial, intermediaria, y donde el Estado no se ha constituido como Estado moderno burgués  

De esta manera, siguiendo este lineamiento, según el cual, La formulación de que la burguesía argentina cumplió con sus tareas históricas, la única contradicción que atraviesa a la sociedad argentina es la que engloba capital-trabajo (burguesía y proletariado) quedando por delante, como único horizonte posible, la revolución socialista.

La economía nacional es predominantemente industrial, incluso si se tiene en cuenta el sector agroexportador, además tiene un índice de concentración sumamente alto con gran desarrollo de empresas monopolistas”, muchas de las cuales incluso fueron señaladas en el último discurso de la vicepresidente y se dan a conocer frecuentemente cuando se analiza el proceso de formación de precios de las mercancías que integran la canasta familiar.

  Esto último implica el predominio de las relaciones asalariadas, se desprende que proletariado y burguesía son las dos clases sociales fundamentales. Incluso en el agro. La estructura del campo argentino es predominantemente capitalista, y una reforma agraria no pueden si no llevar al desarrollo de toda una capa de pequeños burgueses campesinos, que se aferrarán a la parcela de a tierra, significando un obstáculo para las tareas de socialización del campo

El imperialismo, en nuestro país, genera sólo una dependencia de tipo financiera, es decir, que no se traduce en -ni derivaba de- una sujeción política. Dicho de otra manera, no somos una semicolonial, sino que dependemos del imperialismo desde el punto de vista financiero (entendiendo por esto todas las formas de dominación económica del capital financiero internacional), En esa perspectiva es que deben leerse las excursiones de Massa a EEUU y al FMI y a la inversa, la visita de sus funcionarios al país. En igual medida explica, que el fenómeno del endeudamiento, aún resuelto no obstaculizaría el empobrecimiento generalizado como forma de facilitar la reproducción local del capital a base de mayor explotación de los trabajadores.

 La Argentina goza del derecho de autodeterminación nacional, lo cual no quiere decir que no exista dependencia respecto del imperialismo, sino que significa fundamentalmente que hay un estado nacional, burgués, constituido, lo que explica las pujas de sectores dentro de esa clase dominante.

Esto es muy importante, porque a diferencia de otros discursos enmarcados en la caracterización de semicolonial,  la constitución de una nación independiente tanto por su forma jurídica como por sus relaciones sociales prevalentes hacen que la principal tarea revolucionaria de la burguesía, ya este cumplida, por lo que no hay ningún sector burgués embarcado en la acción política de revolucionar nada , y solo se actúa en la búsqueda de mejores beneficios para el sector que fuera, dentro de esa estructura. No existe en nuestro país ninguna clase o sector de clase que no sea producto del sistema capitalista. No existe ninguna revolución nacional que realizar. La única revolución necesaria y posible es la revolución socialista.

La conclusión política que deriva de esta caracterización, diversas de los dos esquemas anteriores es que las alianzas políticas de la clase obrera no giran, ni pueden implicar tareas relativas a una revolución democrático-burguesa, porque ellas no tienen por objeto a la burguesía nacional o progresista, sino al conjunto de los oprimidos que combaten dentro al capital en razón precisamente de su opresión.

Esto significa, además, que el objetivo de facilitar la capitalización interna, o sea, desarrollar la productividad del trabajo constituyen medidas reformistas, dentro del sistema burgués ya implantado, y expresan a los sectores medianos y menores de la burguesía argentina, que tratan de instaurar un gobierno que, los proteja y favorezca frente a los sectores más poderosos de su misma clase.

La actual crisis revela que hay sectores de la burguesía que ven limitadas sus posibilidades de expansión económica por la competencia ruinosa de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, y tienen iniciativas políticas tendientes a romper este cerco que devienen inviables y de serlo, en ningún caso favorecerían los intereses objetivos del proletariado impulsando la permanencia de la revolución. La dependencia económica de Argentina tiene su origen en un desarrollo capitalista tardío, que ningún proyecto puede resolver dentro de los propios marcos del sistema.

La centralidad debe ser atribuida a la necesidad de resolver la contradicción fundamental entre los intereses sociales de la burguesía y del proletariado, expresados en la relación capital-trabajo.

En definitiva, queda claro que no existen los “programas de ocasión” La propia determinación de la intervención o no en un proceso electoral debe ser definida desde el programa y no que el programa con esquema de receta para el orden burgués se elabore porque previamente se ha decidido entrar en esa contienda propuesta por la burguesía. Mucho menos feliz es apelar a la idea de programa para denunciar el oportunismo de otras organizaciones cuando esa acción es en sí misma puro oportunismo.

 Peor aún es proponerle medidas de “salida a la crisis” a la propia burguesía, bajo el planteo de que por elecciones esa clase social permita su desplazamiento y se adapte a las mismas en una transición con la promesa de que en el año 50 eso nos llevará al socialismo. Esto es algo así como tener el respaldo de las masas para ganar una elección y desde el poder ofrecerle a la burguesía como clase un plan de salvataje de signo diverso a los que ofrecen los operadores políticos y tecnócratas de esa clase. Se apela al “Alienismo” siendo el mismo una experiencia sangrientamente frustrada y en realidad se concreta una alternativa próxima a Boric.

  Por último, tampoco hay espacio para la pretensión de los parlamentarios del FITU y sus organizaciones, para propagandizar en la clase trabajadora la idea según la cual cuanto corresponde es peticionar ante el estado de la burguesía para que fije límites a la dominación del capital. Las ilusiones de una alianza entre el Estado y clase obrera a expensas del capital ocultan el carácter de clase de esa organización normativa, sus funciones y objetivos, posicionándolo arbitrariamente por sobre las clases en pugna, todo lo cual implica un artificio ideológico que permite naturalizando el rol del poder burgués institucional en la sociedad de clases.

  Así las cosas  y  en ese contexto el proceso político pone cada vez más a la orden del día la necesidad de generar propaganda política que unifique a los revolucionarios socialistas bajo una organización que defina su programa bajo la caracterización de la necesidad de la revolución socialista , para actuar con fuerza y coherencia en un proceso que exige por su naturaleza una línea política de clase para enfrentar al poder burgués, y terminar con él, bajo los paradigmas específicos del programa socialista.