Daniel Papalardo
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Es un barrio. Una esquina por la noche mal iluminada, como la de cualquier barrio. Como cualquier esquina. Pero esta se distingue por la impericia de un arquitecto, un constructor o no se quien, que haciendo los desagües, la pifiaron y ahora en una noche con noche, emiten sin reparos con permanencia sus “sudores” hediondos.
Sin embargo, en ese pantano virtual emerge como una rosa, lo que en abstracto pensé tantas veces como lo bello. Esta misteriosamente ahí, tomando verdad, por fuera de los conceptos y las dialécticas. Esta ahí, adquiriendo verdad por fuera de la mera apariencia, en un sólido cuerpo.
Ella seguramente no comparte mi admiración. Ella no es una chica de la tele y las fotos. Es nada más y nada menos que la presencia de mujer que como tal tiene la capacidad de hacer claro lo oscuro.
Casi sin proponérselo, esa entrega de lo concreto superando los límites del espacio y el tiempo ocurre por y desde una ventana. Que algún crudo realismo hizo que se la insulte llamándola Kiosco.
Ella, si ella, la que rompe la madrugada con sus ojos mostrando cansancio, por estar en altura calculada, se exhibe con la omnipotencia que sale de solo ver las cosas por encima de quien la reclama de un timbrazo.
Eso diría Platón es la pura apariencia, porque si bien se la mira, se podrá ver con asombro, la suma de la ternura contenida, la sensibilidad y la dulzura concentrada.
Llegué ahí , a esa sórdida y a la vez esquina de un milagro , por pura vagancia de tipo solo que se notifica en madrugada que el tarrito del café llora la ausencia de todo contenido y que tomar una taza de algo es una mera quimera. Ese ausente con aviso que notificó el café daba su ausente sin aviso.
Luego con ese naufragio que implica caminar en la noche , pensé que como dicen en el mismo barrio, “nada sucede porque sí”, y que esa luz en la oscuridad, emergente de esa pequeña ventana, estaba puesta para dar por cierto eso que los políticos manosean con frecuencia aludiendo a la claridad al final del túnel de la oscuridad que implican la miseria y la pobreza prolongada.
Recibí el paquete pequeño de sus manos pequeñas, de inmediato se ensució la ilusión escuchando cuanto tenía que pagar de esos labios a los que había adjudicado fantasías y sin mediación alguna, sin haberlo pensado un instante , mientras entregaba los billetes , le pedí disculpas previas y con su anuencia, salió a borbotones tartamudos, una frase primaria y rustica :”es usted muy linda”, pedí nuevamente disculpas y como retornando a la adolescencia , salí presuroso de esa esquina, que había vuelto a la oscuridad y con ello dejó de distinguirse de todas las demás.
Ha pasado mucho tiempo hasta llegar a este ahora, donde estoy escribiendo en un cuaderno de esos que llevo para anotar lo que me sobreviene o se me ocurre en mi menguado pensamiento de viejo jubilado. Me refugio así, en un relato y entre aquella irrupción de lo bello y esta diversa realidad, no puedo otra cosa que lanzar una maldición por lo frágiles que son esos momentos de la vida, tan llena de sinsabores y agobios sociales.
Me pregunto hoy por ella. Atino a pensar que estará en su cotidianeidad, trajinando con sus hijos pequeños, tal vez y lo deseo , con un compañero en esa lucha cotidiana por vencer la rutina de esa ventana iluminada en la noche , en la que se suceden los tipos que tocan timbre para pedir lo que sea.
Esa es su realidad. Lo mío y olvidado, simplemente una ilusión de un transeúnte de la noche, que se fue de lo existente como lo hace una luz . Un sueño como esos que se relatan en los cuentos que se leen a los hijos , buscando que por fin puedan llegar a dormirse.