Se instala una fuerte tendencia ideológica, en la que colaboran con denuedo los hacedores constantes de la nada, cultores sin fin, de ilusiones en la forma de gobierno democráticas y su sistema de representación indirecta en la maleable arcilla intelectual de los sectores populares y la pequeño burguesía academicista.
Decir que hay una tendencia, implica señalar que se da en la realidad social, una propensión o inclinación en las personas individualmente consideradas, en su relación intersubjetiva y en las cosas, que busca ganar espacio señalando que los trabajadores han sufrido y padecen una derrota del sistema de ideas que engloba en sí, la búsqueda del socialismo como estructura constructiva de un nuevo orden social superador del capitalismo.
La construcción de esa premisa relativa al fracaso y derrota del socialismo, que advertimos en tendencia de expansión con propósito de constituirse en un presupuesto indubitable , esta enmarcada en una particular característica de su naturaleza intrínseca de situación aún no consolidada, en la medida en que es una construcción abstracta que no corresponde o directamente entra en contradicción, con sus condiciones materiales de existencia. Decir que el socialismo constituye un episodio histórico derrotado, implica afirmar el agotamiento de una ley histórica como la lucha de clases y afirmar a la vez que en alguna ocasión el socialismo existió para luego dejar de ser.
Se advierte entonces que, en la medida en que remite a una situación de comprensión de la realidad estática y desconoce en consecuencia el sentido del movimiento y el cambio, en particular en el espacio específico de las ideas, estamos simplemente frente a un discurso conjetural y en ningún caso frente a lo real .
Esto es así, más aún cuando ese planteo derrotista, elude considerar que la fuerza propulsora de la historia , no es la crítica sino la revolución y que los trabajadores son el sujeto de la revolución y su emancipación solo se puede lograr como obrar consciente finalmente determinado de esa clase social. Es decir, que la emancipación social de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos.
Los mecanismos ideológicos como el que nos ocupa, y las operaciones discursivas para su instalación en el sentido común de la clase explotada y oprimida, son parte del funcionamiento de una sociedad de clases, ya que contribuyen a ocultar a los trabajadores, cuáles serían los espacios de realidad y los intereses desde donde se gestan y difunden esos discursos que empiezan a ser cada vez más machaconamente persistentes, a poco que se advierte que el escenario de lo político determinado por un particular estadio de clases como el actual no hace que el viento sople a favor de los intereses de la clase trabajadora y coloca a la burguesía de conjunto en una suerte de ofensiva defensiva de su condición de clase dominante , ante la posibilidad cierta de que su hegemonía cultural se pueda ver cuestionada.
Sobre la situación así planteada desde el discurso y su propagación, es necesario tener presente dos cuestiones. En primer lugar destacar en sentido inverso de la ideología de la derrota del socialismo y su fracaso, que siguiendo la Tesis VI sobre Feuerbach, la esencia humana es determinada a partir de su realidad, es decir del conjunto de las relaciones sociales. Por ello si afirmamos un resultado para un fenómeno social en abstracto, no nos estamos ocupando de la crítica de esta esencia real sino de los alcances de una opinión que nace y gira en abstracto surgida de un interés de clase
En segundo orden hay que marcar que, como lo deja apuntado Flabián Nievas , cuando se avanza en el intenso de comprensión de un fenómeno social dentro de una sociedad de clases, viene implícita la necesidad de demostrar y desentrañar una gradación que tiene el conflicto social que de modo necesario concurre hacia el enfrentamiento directo y sin mediación de clase contra clase siempre ligado a una configuración particular de correlación de esas fuerzas entre sí. Esta gradación determinada a un fin, históricamente reconoce avances y retrocesos , momentos de aceleración y de lentificación , pero siempre concurren a la noción básica de proceso y nunca dan referencia a una situación estática
La sociedad que se estructura y ordena bajo el estado nacional Argentina, en la que se desenvuelve cada una de nuestras existencias y nuestros vínculos relacionales, atraviesa en concordancia con el orden capitalista mundial una situación crítica que proyecta sobre nuestra existencia como trabajadores, situaciones novedosas que perfilan las formas jurídicas hacia nuevas expresiones que echan por tierra ,los tradicionales parámetros de la relación capital-trabajo que fueron construidos desde la situación que dio irrupción al Peronismo a mediados del siglo pasado.
En el mismo momento, esos mismos novedosos perfiles de la vida cotidiana dejan ver nuevas expresiones del desarrollo desigual que emerge desde la estructura productiva entre los estados, profundizando de modo reflejo vínculos imperiales en donde la dominación se asienta en el capitalismo tardío de algunos estados como lo es aquel donde sobrevivimos, y la prevalencia de aquellos que han alcanzado el estadio superior de su desarrollo , haciendo que el valor creado por la fuerza de trabajo humano resulte más productivo que aquel que se gesta en el nuestro, que requiere por esa objetividad, mayor intensidad de la explotación y la opresión
Esta situación objetiva, es la que define y proyecta culturalmente en el discurso de la clase dominante, la manera en la que se trata de ocultar la declinación del proyecto de reestructuración y expansión capitalista neoliberal encabezado por las instancias del imperialismo, con más de lo mismo.
Esa reiteración camuflada de la misma receta estéril, implica en los hechos y para la sobrevivencia del modo de producción capitalista y el orden social que le corresponde , incremento de la tasa de explotación del trabajo, la depredación ambiental y la financiarización de la economía, además de la intensificación de las practicas genocidas al interior de los estados y las guerras imperialista expandidas por el globo, con más la prevalencia en toda la línea de las guerras comerciales por mercados .
En nuestro país las prácticas se concentran en una ofensiva sobre la fuerza de trabajo y sobre el sistema jubilatorio de reparto buscando hacerse de la posibilidad del uso indiscriminado y arbitrario de esos fondos, sumando a ese sector de la población a las miserables condiciones de lo que en realidad apunta al pago con efecto jurídico cancelatorio de un subsidio a la vejez y a la incapacidad de venta de fuerza de trabajo o captación de ella, que el sistema capitalista trae consigo.
Son formatos únicos de poder abstracto e impersonal que se colocan en el existir cotidiano para lograr el sometimiento de la vida social al imperativo del beneficio necesario del capital y su sujeto social, la burguesía.
Dicho, en otros términos, a los que a diario intentamos sobrevivir es, a la lógica naturalizadora del discurso del capital, que en una sociedad de clases busca reforzar su dominio sobre la vida de la sociedad civil de conjunto, remodelando constantemente las condiciones materiales de la reproducción social en forma en que esta no sea percibida de modo consciente por el trabajador “en sí”.
Ese escenario concreto, se traduce más temprano que tarde en el conflicto social específico que marca la lucha de clases , que se encuentra en un estadío que deja ver el problema de dirección política consciente de la clase trabajadora que se constituye en obstáculo para la gestación consciente de la estructura política organizativa y la producción de una política de clase autónoma de toda relación funcional con cualquier sector de la clase dominante que resulta necesario vencer por vía de la gestación de órganos de poder obrero.
En ese plano que da cuenta de las dificultades de reproducción social del capital con consenso de la clase explotada y oprimida , también se impone considerar dentro del espacio subjetivo un factor histórico relevante que es el dato verificable de que la clase obrera y el programa socialista han alcanzado momentos de alza significativos como la ocasión de confrontación abierta y directa de lucha producida en Villa Constitución en 1975, donde pese a no haberse logrado los propósitos manifiestos del combate , quedó en claro el posicionamiento político autónomo de los trabajadores frente a la burguesía.
En este sentido hay que recordar citando a Lenin, que la lucha de los obreros se convierte en lucha de clase solo cuando los representantes de la vanguardia de toda la clase obrera adquieren conciencia de que son una clase unida y empiezan a actuar, no contra patrones aislados sino contra toda la clase de los capitalistas y sus gobiernos.
El largo período posterior consolidado en prácticas genocidas del Estado para eliminar a esa vanguardia dio espacio para forjar desde la clase dominante otra tendencia ideológica del discurso, que llega revestido en 1983 en un régimen de gobierno y aquiescencia popular, fundado en la creación de expectativas e ilusiones democráticas que sumergieron a los trabajadores en una determinación de lucha en el marco del programa mínimo economicista y, solo limitado a la intervención propia del sindicalismo que terminó poniendo a sus dirigentes en el lugar de la dirección , circunstancia que afecto en la clase trabajadora “en sí”, su capacidad de resistencia y lucha contra el capital, en gran medida por la política de seguidismo sobre los aparatos sindicales controlados por burócratas que alcanzaron a desenvolver las organizaciones políticas que se reclamaban como representativos de los intereses específicos de la clase trabajadora .
Este punto de repliegue ideológico posicional en el economicismo y la recurrencia a la participación acrítica en los parlamentos en lo esencial llevó a grandes espacios de las masas trabajadoras a interpretar la vida social bajo el paradigma de la naturalización del capitalismo como lo único posible en tanto el resultado que la historia estaría marcando en torno a la imposibilidad del socialismo, medida a través de la prueba de su fracaso en la ex Unión Soviética y otros países satelitales.
En ese sentido, debe tenerse presente que la ausencia de propaganda militante orientada a diferenciar un régimen Estalinista de un nuevo orden social con base en nuevas relaciones de producción, como lo es el socialismo.
Esta ausencia de propaganda militante dando cuenta de ese extremo fundamental que es advertir de la ajenidad de los programas políticos de la pequeña burguesía y la inviabilidad de las alianzas políticas con esos sectores y del error que significa afirmar que por los reveses en la lucha de clases el programa socialista se manifieste como una expresión intelectual exterior a la masa de trabajadores explotados.
En función de lo señalado, está claro que el problema de construcción de la dirección organizada de la clase trabajadora no puede ser resuelto a partir de que los explotados asuman un posicionamiento derrotista como el que ahora se le sirve en bandeja o a la inversa, que se posicionen de modo exitista negando las adversidades corridas y esta carencia de dirección revolucionaria durante las últimas décadas.
En sentido inverso, lo pertinente se asienta en la necesidad de dar prevalencia al abordaje consciente del factor subjetivo, reconociendo a la clase trabajadora como la única estructuralmente habilitada para la tarea de lograr su emancipación social de la servidumbre asalariada que le impone la explotación capitalista a partir de reconocer como objetivo primario organizarse para un avance concreto y consciente de la clase obrera y del socialismo.
Lo cierto es que no hay en ningún caso una derrota de magnitud -histórica- del socialismo y la clase obrera y ella no se expresa en las actuales condiciones de crisis por la que transita el capitalismo, en particular desde 2008 en adelante. Acepar y pregonar lo inverso es no otra cosa que la adquisición sin beneficio de inventario de las tesis contenidas en la ideología burguesa de la naturalización del capitalismo, como tantas veces de manera discursiva lo sostiene la expresidenta Cristina Kirchner.
El estalinismo no ha desempeño un papel socialista revolucionario. Es un error asociar ese régimen con el programa socialista y los fundamentos marxistas del análisis del capital. Es la contrarrevolución quien tomó el poder con el formato de estado que conformo el estalinismo con la premisa de la posibilidad del socialismo en un solo estado, estrangulando a las masas trabajadoras, sus luchas revolucionarias y sus aspiraciones revolucionarias.
Al propagar esta monstruosa mentira del fracaso del socialismo equiparando a éste con el Estalinismo como lo hace el poder burgués y sumarle a ello el silencio de toda propaganda política en sentido inverso se está negando las razones que exigieron la tarea de buscar fundar una IV Internacional para asumir la defensa del marxismo y en proyección es esa en la actualidad, la tarea prioritaria, por el requerimiento imperioso de su existencia como partido mundial de la revolución socialista.
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