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Hoy, 11 de setiembre, se realiza una marcha y concentración de quienes se movilizan frente al congreso de la Nación. El motivo es el tratamiento legislativo del veto impuesto por el ejecutivo a la ley que fija la movilidad del haber jubilatorio.
La situación es paradigmática, más allá de las incertidumbres que genera el riesgo de una nueva versión de la sociedad de ley – orden- prohibiciones y castigo con la que sueña como modelo existencial la ministro de seguridad, sus agencias represivas y de inteligencia estatal y el modelo de gestión que impone de conjunto el gobierno en tanto aparato de personal político que disciplinamiento mediante realiza los intereses específicos del poder burgués.
Lo significativo es que, esta situación parece ser la que le da tipología a la actividad política. Vale decir, una primera instancia de colocación del tema ideológicamente formateado, inserción, divulgación y expansión por los medios comunicacionales que resulten necesarios, la especificidad y particularidad del tema abordado, tratamiento legislativo parlamentario donde se evidencian las operaciones de consenso pertinentes cualquiera fuera la camiseta del interlocutor del momento y en su caso, el uso del veto presidencial desde el ejecutivo. Todo ese proceder, que se repite una y otra vez desde los DNU a la finalmente aprobada Ley Bases, se ilustra, como si fuera un reverdecer de los dibujos que las maestras nos obligaban colocar en los cuadernos y carpetas para ver si además de la comprensión del tema le dabamos forma imaginaria en un diseño, con los perjudicados y grupos que le son solidarios en la calle , donde puede o no sucederse incidentes y confrontaciones que le dan sentido al alto presupuesto bélico con el que cuenta la ministra del ramo y las agencias represivas, que no dejan de hacer alarde de su mentado poderío, como si se tratase de un imaginario fisiculturista en torneo exhibiendo su musculatura.
Los que asumen la calle y las plazas como su espacio de expresión, realizan una ingente tarea que es dejar en claro la oposición a lo que se gesta desde el poder burgués y sus operadores. Pero la insuficiencia de lo hecho se pone de manifiesto en una situación clara. Todo se reduce a negar lo propuesto. Nunca hay una vía que indique la superación del fenómeno por otros medios y que le de a la lucha de calles una tendencia de carácter positivo a sus logros, lo que no ocurre precisamente porque los manifestantes solo se limitan a un NO, que puede ser o no significativo.
Lo cierto es que ese NO , en definitiva, resulta funcional a la gestión del poder burgués que implica un SI, y en ultima instancia la propia afirmación dialéctica de esa proposición, en tanto expresión particular del dominio opresivo que la burguesía de conjunto ejerce sobre el resto de la población , y en particular sobre la clase trabajadora, que por lo demás no asiste a esas expresiones callejeras en forma orgánica y por sus organizaciones de masas, donde el funcionariado burocrático que la dirige, opta por la constante negociación con ese poder opresor buscando mostrar que son necesarios para que las cosas funcionen de esa manera y la explotación se reproduzca aún los signos objetivos de la crisis que exhibe la relación capital-trabajo.
El NO sistemático e infructífero para los intereses de explotados y oprimidos tiene una razón fundante que es la carencia de dirección política de la clase trabajadora, sin que su vanguardia pueda seriamente afrontar esa carencia, que se liga de modo necesario con la carencia de programa, que se proyecte en una política autónoma de clase y organismos de poder que construyan en su interior la estrategia socialista.
Esa carencia, se expresa en términos ideológicos por la gravitación significativa que tiene la deriva y agonía política del reformismo acorralado por su propio cretinismo parlamentario y el señalamiento de ilusiones democráticas desarrollado desde varias técnicas con los resultados a la vista, porque es claro que el poder burgués avanza sobre los trabajadores advertido de la militancia rutinaria y estéril que desarrolla el reformismo, a todas luces incapaz tan siquiera de ser al menos un obstáculo a vencer. Casi se podría decir que ese luchismo vacuo de lo callejero en gritería forma parte del paisaje que necesita la dominación capitalista en estos tiempos, para naturalizar la cultura que da consentimiento a la actuación y financiación de las agencias represivas de Estado.
Hay que advertir, que no obstante todo ello, se registra por las derivas de la crisis en la reproducción del capital, un significativo incremento de la violencia que no escatima en la condición del sujeto pasivo de esas prácticas.
La atmosfera en la que invariablemente transcurre la historia para los trabajadores da cuenta de la presencia de la violencia tanto en los espacios de la vida privad como en los públicos, que adoptan mutaciones o cambios que sin embargo no son sustantivos sino indicadores de transformaciones en su dinámica e intensidad, sin dejar de implicar un momento negativo de la existencia social para el poder burgués que siempre atienda a buscar consenso por vía de lo ideológico o por la prevalencia de las formas jurídicas “civilizatorias”.
La violencia es hoy ,el sentido y el mecanismos de operación constitutivo de la gestión actual del poder burgués advertido de su crisis estructural como modelo cultural de organización social , con sus particulares repartos normativos de cargas y privilegios en lo real que colisionan con los paradigmas de la revolución democrático burguesa , diseñados en la declaración de derechos, el principio de igualdad ante la ley y la categoría política del ciudadano, por sobre las reales y materialmente existentes clases sociales antagónicas.
Frente a todo esto, el reformismo social y político, gestor de la política del NO , hace suya esta carencia del orden capitalista y lejos de promover militancias de agitación y propaganda que denuncien la situación y llamen a superarla por una política obrera y la construcción de una dirección capaz de orientar toda esa fuerza social hacia la superación dialéctica de la situación , hace lo inverso y busca introducir en la clase en sí, el anhelo de un nuevo equilibrio social y político con la burguesía como clase dominante y sin conmover las bases estructurales emergentes de las relaciones sociales de producción capitalistas.
El reformismo y su NO sistemático solo reducido a esa negatividad que termina afirmando lo negado, solo termina constituyéndose como un movimiento de crítica de la injusticia y como tal, en un espacio ético y no político transformador. La oposición de izquierda es el guardián de lo moral, denunciando lo injusto en un orden social que se sostiene en criterios de justicia que son adversos al trabajador como todo lo que deviene del empredurismo individualista y del utilitarismo como medida de lo que debe entenderse “dar a cada uno lo suyo”. En definitiva, una base humanista que rescata las propias bases ideológicas de la agotada revolución democrática burguesa iniciada en nuestro país de modo formal con la fundación del Estado Nacional y la sanción de la ley superior que le da forma fundante y regula su reproducción por medio de los aparatos de poder institucional que instituye.
En definitiva, la creencia en el poder persuasivo de las ideas y su capacidad para agenciar cambios sociales favorables a los explotados en un proceso gradual y pacífico hace visible su agonía, de la manera más inequívoca que es, transformarse en el sujeto activo de una política del NO, que deja en claro que se han agotado sus ideas y programas, no por su falta de insistencia sino por su inviabilidad frente a la crisis de reproducción del sistema mismo .
Es necesario advertir a la vanguardia militante que este tipo de haceres solo conducen a la frustración y la prevalencia hegemónica del enemigo de clase. Los dirigentes, voceros visibles del reformismo, ciertamente que penetran en los antagonismos de clase y en la acción de las tendencias que germinan en el seno del orden social capitalista, pero no aciertan, ni se lo proponen a ver en el proletariado una acción histórica independiente, conformadora de un movimiento político propio y específico a su interés emancipador. Pretenden suplantar la organización de los trabajadores como clase por una organización de la sociedad gestada desde su inventiva de aparato político gestado por fuera de esa clase en sí.
Es por esto último que el reformismo galopante al interior del aparato de los partidos componentes de la izquierda del régimen político dominante, donde el pueblo no delibera ni gobierna sino por sus representantes , rechaza de base la acción revolucionaria y quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica , parándose en frente a un edificio parlamentario y contribuyendo a su fetichización , abriendo paso a un nuevo evangelio social , modificando al organismo social sin necesidad de apelar a la violencia y autoridad de clase.
En definitiva, esta nueva plaza del NO, que probablemente se verifique hoy frente al congreso nacional, es la idea sin idea, de que el cambio en nuestra sociedad provendrá de sus propias estructuras de una forma consensuada entre las clases y no por la destrucción exterior y global de la estructura capitalista en crisis que exhibe el presente de la existencia social, en carestía, pobreza e indigencia.
Esta pretensión discursiva puesta en el NO, o en un proyecto parlamentario en minoría que no tiene acogida ni para su tratamiento y si la hubiera alcanzado demostraría que de ningún modo la jubilación puede tratarse como un tema específico despojada de la situación de la clase trabajadora activa y el régimen político social que legaliza la opresión y la explotación.
Este ir y venir a la plaza a gritarle a las paredes, y por añadidura recibir represión, gases, golpes, encarcelamiento, más temprano que tarde desalienta, porque involucra a la militancia a la participación en un movimiento que renuncia a subvertir el mundo existente con sus especificidades opresivas, y a la inversa la convoca a tratar de lograr su emancipación dentro de esas limitadas condiciones existenciales, respetando la presencia de la clase dominante.
La violencia opresora como expresión de alienación económica contenida en la relación capital-trabajo, implica la separación por la fuerza de los trabajadores libres de los medios de producción, requiere de la violencia del aparato institucional jurídico-político concentrado en el Estado que tiene como función fundamental el control por vía coactiva de los posibles desbordes de la clase.
En sentido inverso la violencia revolucionaria opera como instrumento mediante el cual la clase trabajadora acaudillando al conjunto de los oprimidos busca revertir la situación de despojo económico y dominación ideológica desplazando el poder institucional burgués a través de nuevas relaciones de producción superadoras de la relación capital-trabajo, propiedad privada de los medios de producción y ley del valor.
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