Nuevo Curso

Los espacios subjetivos de la realidad

El término «marxismo» se refiere, primariamente a una teoría, la formulada por Karl Marx. Sin embargo, se hace de él un uso predominantemente emocional que lleva a buscar impugnarlo desde planteamientos morales, situación a la que coadyuva las acciones de la propaganda política de la “izquierda del régimen” que busca impugnar las acciones de gobierno con discursos de base moralista , casi centrados en los postulados categóricos de Kant y no en una práctica social transformadora como la que se sigue de las tesis dadas a conocer por Marx y sus continuadores , que hicieron que las mismas tomaran cuerpo en la revolución de los Soviet.

El término «marxismo», usado en sentido emocional negativo, suele funcionar como un eufemismo de la escalofriante palabra «comunismo “y acto seguido anatematizarlo, anexando las muertes profusas y genocidas del régimen estalinista. Detrás de este uso discursivo, formador de falsa conciencia se oculta un problema específico que es aquel que remite al particular ámbito del conocimiento y la práctica que es el campo particularmente definido por la moral

 Con esa táctica que hemos visto utilizar de manera reiterada al actual presidente y todo su entorno, desde el propio debate electoral con la diputada reformista Myriam Bregman, y enfilados tras esa impronta a todo su entorno y los restantes elementos integrantes del elenco político burgués. La síntesis que conforma de modo ideológico el contenido del discurso de sentido común, es ver en el marxismo la esencia misma de lo inmoral.

En este contexto corresponde por razones de método, despejar toda relación de aquello a lo que se llama marxismo con las resultantes del Stalinismo.

Sobre esto y refiriéndose específicamente a lo que define como Termidor, Trotsky manifiesta lo siguiente: “

Se sabe suficientemente que hasta ahora todas las revoluciones han suscitado reacciones y aun contrarrevoluciones posteriores que, por lo demás, nunca han logrado que la nación vuelva a su primitivo punto de partida, aunque siempre se han adueñado de la parte del león en el reparto de las conquistas. Por regla general, los pioneros, los iniciadores, los conductores, que se encontraban a la cabeza de las masas durante el primer periodo, son las víctimas de la primera corriente de reacción, mientras que surgen al primer plano hombres del segundo, unidos a los antiguos enemigos de la revolución. Bajo este dramático duelo de corifeos sobre la escena política abierta, se ocultan los cambios habidos en las relaciones entre las clases y, no menos importante, profundos cambios en la psicología de las masas hasta hace poco revolucionarias…. La burocracia no sólo ha vencido a la Oposición de Izquierda, ha vencido también al partido bolchevique. Ha vencido al programa de Lenin, que veía el principal peligro en la transformación de los órganos del Estado «de servidores de la sociedad en amos de ella». Ha vencido a todos sus adversarios -la Oposición, el partido de Lenin-, no por medio de argumentos y de ideas, sino aplastándolo bajo su propio peso social. El último vagón fue más pesado que la cabeza de la Revolución. Tal es la explicación del termidor soviético.

El nombre del diablo asusta, cuando asusta, a los ricos, a la hora de la muerte; en cambio, el de Marx constituye para ellos, y gracias a la propaganda anticomunista, para muchos que no son ricos también, una continua obsesión

Los Estados  del siglo XXI tan aparentemente sustentados en el fin de las ideologías y la naturalización del capitalismo como el único modo de existencia social posible, carente de toda tendencia a su superación dialéctica , organizan  sin embargo  mecanismos de defensa que vendrían a dar fundamento a la asignación de presupuesto millonario que el gobierno acaba de decretar con tropiezo transitorio en el parlamento a favor de las agencias de inteligencia que se desenvuelven al amparo de su institucionalidad y el monopolio de la violencia que concentran gracias a la forma jurídica contenida en la Constitución Nacional que así lo consagra.

Esos métodos se emplean en gran parte en la “inteligencia, buchoneo e infiltraciones” en las llamadas organizaciones sociales, agencias de noticias y medios de información comunitarios. Todos esos sitios objeto de vigilancia e infiltración permanente de la que el caso testigo Balbuena, es solo una simple referencia, se fundamentan en última instancia en la lucha del Poder Burgués frente al marxismo. Se actúa ,  mediante un sistema de fortificaciones concéntricas: en el centro, la estructura misma de poder; rodeándola, de presunta  respuesta teórica, y un formato de realizaciones mesiánicas y teatralizadas  a cargo de quienes asumen la gestión del ejecutivo, que van del presidente que dice ser el sujeto que terminó con el patriarcado, luego acusado de violencia de género o  su sucesor con motosierra para la foto y asado con los héroes que ganan en heroicidad negando como en el tango acquaforte – aquel que Ubaldini supo recomendarle al adalid democrático luego servil de los carapintadas Raúl Alfonsín-, el aumento a un pobre jubilado.

Finalmente, ministra de seguridad mediante, opera el círculo protector de la fuerza pública, que inspira un temor realista, generando como consecuencia necesaria en las masas, el coeficiente de terror puramente emocional,

   Este coeficiente de angustia se trabaja arquitectónicamente mediante la presentación propagandística que pone en lo que luchan el fantasma del comunismo.

     Todo esto es un intento de disimular o de retardar en el discurso, con apariencias de sereno al marxismo en tanto cuerpo teórico para lo que  se termina pronunciando el atroz vocablo «comunismo» o, lo que aún es peor, denunciando al interlocutor como «comunista» denunciando no otra cosa que esa asociación de Marx y sus continuadores teóricos como inmorales responde a evitar que se geste en la conciencia de los trabajadores la pregunta por la superación del régimen capitalista y la respuesta basada en su imperiosa necesidad frente al escenario objetivo de la barbarie social.

El aparato de poder, siguiendo las «libertades» abstractas que parece estar dispuesto a exaltar, en su apego por todo lo angloamericano busca el propósito ideológico de vaciar la conciencia de la clase trabajadora en sí agitando fantasmas estatistas, caracterizando de vieja política a la única política que puede generar el plantel de operadores del poder burgués y finalmente desmereciendo al marxismo. Sabe a conciencia que lo primero no requiere de mayor esfuerzo pues basta acudir a los hechos, aunque el esfuerzo se pone en no involucrar en ese fracaso de la política burguesa a los operadores necesarios para el funcionamiento del parlamento como una escribanía de los designios montados por el gobierno, buscando ubicarse tempranamente en el rol de una gestión reducida a decretos de necesidad y urgencia que resiente la ideologización de la democracia formal.

Lo preocupante en todo esto, es que quienes son caracterizados como agentes del fallido régimen estalinista de la URSS y colaterales, acusan el golpe y como boxeador veterano tambaleante se aferran al rival para evitar una caída, y terminan haciendo los movimientos funcionales a los de su agresor, factor que solo concurre a la actual confusión reinante dentro de la clase trabajadora.

Este escenario exige a la vanguardia de la clase trabajadora redoblar esfuerzos, para asumir el reto ideológico, con la propaganda política del programa socialista y en particular de la crítica marxista al capital.

Contrariamente a lo que se sostiene desde la arquitectura ideológica del poder burgués y sin que ello signifique la necesidad de moralizar toda lucha social que sea emprendida por la clase trabajadora, el ámbito ético aparece como espacio de mediación entre el conocimiento y la realidad, revelándose como factor fundamental para  dotar de legitimidad subjetiva a la praxis marxista encarnada por una organización política de los trabajadores con objetivos revolucionarios superadores del orden social capitalista.

La stalinización del marxismo, logró internalizarse en gran parte del mundo intelectual marxista, logrando hacer carne varias imágenes que contrarían a lo esencial que está en su corpus que es la emancipación del hombre por obra de la acción política de los trabajadores mismos.

Sobre todo lo expuesto hay que recordar que el Manifiesto Comunista, dice que la revolución comunista «abolirá toda moralidad en vez de fundarla de nuevo», afirmación que deja bien en claro el carácter de clase que tienen los preceptos de moral o no moral postmodernistas con los que se nos bombardea a diario y fundamentalmente , que la acción militante no es la apología de una moral obrera, sino la resignificación de la acción política obrera como camino a la superación de todo discurso de ese tenor con las significaciones éticas de servidumbre que llevan implícitas para el trabajador en su existencia cotidiana bajo este régimen explotador y opresor.

El marxismo anti-humanista, anti historicista, cientificista y, en fin, estructuralista  como el desarrollado por Althusser y sus discípulos que supo tener continuidad extrema por estas latitudes , por el peso del desarrollo histórico y las mutaciones del propio orden social capitalista, llama a su fin y exige de la  presencia constante de la incidencia constante del factor subjetivo en la militancia concreta, para lo cual el  programa socialista y la imprescindible presencia de la noción de nueva sociedad y nuevo hombre toma centralidad.

En tanto exista una sociedad de clases como la que emergen del orden social capitalista el engaño ideológico fundamental es hacer pasar intereses particulares de clase dominante como intereses universales, dotándolos de significación moral.

La crisis de dirección de la clase trabajadora, no agota el déficit del factor subjetivo en las contingencias sociales que emergen de la convivencia. La apelación a la construcción de la militancia como embrión de hombre-mujer nuevo es un imperativo del momento.

Nuevo Curso