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SOMBRAS DEL AYER

La Revolución  producida en octubre de 1917, en Rusia,  es un hecho histórico y no una especulación académica. La realidad de su ser no seduce a los reformistas que se encuentran más tranquilos en sus cátedras del orden burgués donde solo se conmueven por la falta de presupuestos o la posibilidad de cierre de esos espacios académicos.

En lo  cotidiano de la militancia consciente,  por años  y en distintas coyunturas políticas , quienes han decidido en forma razonada y emocional, determinarse en la voluntad transformadora del orden social capitalista se han visto en forma reitera frente a la irreflexiva objeción de sus haceres por vía de una pregunta más o menos formulada de la siguiente forma ‘¿ eso que vos decís cuando hablas de Socialismo, dónde se da?

 La respuesta es que  el proyecto puesto en acto de esa construcción de nueva sociedad,  sucedió en octubre de 1917. Allí y hasta entrado el año 1924 donde comienza a tomar cuerpo lo que se dio a conocer como El termidor stalinista , se conformó un nuevo tipo de poder político apoyado en las masas de trabajadores de la ciudad y el campo. Los “soviets”, sus organismos de representación directa, fueron la columna vertebral de ese nuevo poder novedoso  tanto en su forma como en su contenido social, desde donde se llevó adelante un profundo programa de transformaciones sociales y económicas, poniendo los cimientos de una sociedad de nuevo tipo, que en definitiva y por diversas razones no alcanzó a conformarse degenerando en un Estado dominado por su propia burocracia que impuso desde su seno , condiciones de nueva opresión sobre los trabajadores.

En esta experiencia revolucionaria que tuvo por protagonistas directos a millones de

personas, jugó un rol completamente determinante el Partido Bolchevique, quien dirigió política y organizativamente la insurrección de octubre y encabezó el gobierno surgido de ella.

Mucha gente que interviene en nuestros tiempos , a más de un  siglo de aquellos acontecimientos, afirmando que la cuestión de la organización y necesidad de un partido revolucionario de los trabajadores , no se vió confirmada ni siquiera en aquel momento histórica  alega argumentos como el siguiente “según Lenin, la conciencia revolucionaria es exterior, ajena a la clase obrera quien, cuanto mucho, solo puede parir una conciencia “sindical”. Que dicha conciencia revolucionaria proviene de los intelectuales, por lo que se desprende que el partido, en tanto núcleo que reúne intelectuales socialistas y “revolucionarios profesionales”, tiene por función, desde fuera, llevar la conciencia revolucionaria a los obreros. Menuda sorpresa se debe haber llevado Lenin cuando este disparate fue negado por la realidad, allá en abril de 1917, cuando sus “revolucionarios profesionales”, los bolcheviques, mostraban “confianza en el gobierno”, mientras la clase obrera seguía organizando el doble poder en los soviets. (Ezequiel Gil Lezama “Adiós al marxismo”)

Suele suceder con los Estalinistas extraviados por la caída del invento burocrático del socialismo en un solo país, que aciertan a poner pies en la realidad desde una pretendida crítica de la crítica, mas paralizante que estimulante , aprovechando los despropósitos del reformismo, el economicismo y el cretinismo parlamentario se ocupen de recordarnos aquellos métodos de tergiversación de la realidad que llegaron a sacar a Trotsky de una foto de aquellos momentos de Soviet para poner la de Stalin.

En este caso para un pretendido argumento descalificante en un solo movimiento de los actuales esfuerzos de la vanguardia militante de los trabajadores , ponen la actitud de Stalin y Kamenev y otros dirigentes, como la personificación del partido bolchevique , que a la inversa de lo que se sostiene en la cita anterior, estuvo a la cabeza de la conducción política de la insurrección revolucionaria. Basta recordar las Tesis de Abril de Lenin y la presidencia de Trostsky del Soviet para advertir desde esos iconos que no borran la intervención de toda la militancia bolchevique que es precisamente la existencia del partido revolucionario, sus tesis, su programa y sus consignas que se lleva a buen término el aprovechamiento de la conjunción en un tiempo de circunstancias objetivas y subjetivas.

La maniobra no tiene mayores diferencias e incluso facilita la táctica de la actual gestión de gobierno que asimila estalinismo vergonzante y sus efectos, con la definición de la necesidad real de creación finalmente direccionada por la clase trabajadora de una nueva sociedad y un nuevo tiempo para la humanidad sobre la base de nuevas relaciones sociales excluyentes de la formación de clases sociales antagónicas.

 Los datos que son apropiables desde la  historia, son coincidentes en términos mayoritarios que la revolución de octubre de  1917 fue posible  en gran medida por un engranaje político diverso en sus métodos que se presentó en acciones y  la lucha política durante más de una década por los bolcheviques y en particular por dicho partido durante  los meses que corren entre febrero y octubre de aquel año, tiempo en el cual , los bolcheviques ganaron a la mayoría de los soviets para su

política de ruptura con el Gobierno Provisional liberal‐burgués. Lejos de Gil Lezama y sus epitafios al marxismo, lo que está claro es lo inverso de cuanto afirma sobre el particular, es decir, durante todo el período que siguió a la Revolución de Febrero, la acción del partido bolchevique permitió ganar la conciencia, la confianza y la adhesión de la mayoría de la clase trabajadora.

Lo significativo de los autodeterminados como sepultureros de Lenin, es que omiten lo relevante con lo cual la pregunta es a que se están refiriendo a lo real con trazo histórico o a lo que transcurre por sus mentes afiebradas por la impotencia Stalinista que sudan por todos sus poros en cuanto la ocasión lo permite y así se lo ordenan sus fracasados amigos españoles .

Lo cierto y omitido, es que para el triunfo de octubre, los bolcheviques debieron librar una batalla sistemática contra la influencia de las tendencias que en ese momento eran mayoritarias entre los trabajadores (como el partido menchevique y los “socialistas revolucionarios”), y que sostenían una política de colaboración de clases que frenaba el desarrollo de la revolución.

Por ese rol claramente protagónico en la historia de la Revolución Rusa, el Partido Bolchevique de Lenin y al que tardíamente adhirió Trotsky, es que resulta objeto de impugnaciones que apuntan a quitarle su carácter de herramienta revolucionaria. El peor de los métodos es mostrar en esa inteligencia a quienes no son bolcheviques como tales y de sus acciones reformistas deducir artificiosamente la inutilidad del partido revolucionario de los trabajadores, denunciando los manejos de aparato que montan estas otras organizaciones que solo piensan en una dimensión , que son la bancas en el parlamento.

 Tanto quienes rivalizaron ideológicamente y en los hechos , en su mismo periodo histórico contra Lenin y los bolcheviques, como quienes lo hacen desde la actualidad, no lo hacen por un puro ejercicio historiográfico, sino para restarle entidad como herramientas emancipatorias de los explotados y oprimidos.

Tras estas impugnaciones discursivas subyace la veterana discusión acerca de si es necesario o no un partido revolucionario, para el cambio social con sentido socialista.

A comienzos del siglo XX, el modelo de partido propuesto por Lenin  que termina configurado en el tiempo histórico, como el partido de la revolución , debió asumir una tarea significativa en defensa del marxismo y la pertinencia de la revolución  en un país capitalista tardío y de desarrollo desigual y combinado, enfrentando sobre la base de una lucha política a una serie de tendencias conocidas como “economicistas” o “tradeunionistas”. Esta lucha política abarcó también a la tendencia menchevique que entre otras grandes diferencias, impugnó el modelo de partido defendido por Lenin, que más tarde y sobre este sector se impuso como dirección de la revolución de los soviet, ocupando por elección de trabajadores y campesinos ese rol decisivo en la insurrección triunfante y posteriormente en los primeros años de la dictadura del proletariado.

También debe decirse que en nuestro país como rebote de la caída de los regímenes burocráticos de formato estalinista de Europa del Este , y al amparo de los sucesos del 2001 que terminaron con el gobierno de De la Rúa  existe una amplia corriente de opinión política y académica de tipo “horizontalista” con diversas manifestaciones muchas de las cuales ya exhibieron en breve tiempo su fracaso y disolución , como la paradigmática experiencia de Autodeterminación y Libertad de Luis Zamora y el Frente Darío Santillan, sin detenernos en el hoy fallecido Toni Negri,   que tienen como punto la hostilidad al modelo de partido leninista, considerándolo como intrínsecamente “burocrático” o “autoritario” partiendo del  intento establecer, a partir de citas fragmentarias, descontextualizadas y mal comprendidas, una línea de continuidad que permita deducir al monolitismo y verticalismo estalinista de las concepciones partidarias de Lenin.

Nuestra realidad nos muestra la convivencia en los tiempos que corren desde la primer década del siglo a la fecha por fuera de la cooperativa electoral parlamentarista , de naturaleza oportunista y reformista, armada  por razones de utilidad aparatista por los renegados de Trotsky, de grupos que se dicen  socialistas  dispersos a lo largo de todo el país, con publicaciones propias (folletos o periódicos, sitios web, militancia en las redes ) con  orientaciones diversas políticas e ideológicamente entre sí, aunque todos se referenciaran en un sentido amplio con el marxismo.

Ese escenario es el que trae a cuento el problema del partido revolucionario de los trabajadores, y a la vez explica el encono nuevamente desatado contra Lenin y su tesis, probada en los hechos con la propia revolución de octubre,  según la cual  la conciencia socialista debe ser introducida dentro del movimiento obrero -que es espontáneo- desde fuera , con lo cual diseña un prerrequisito necesario para que los actores político militantes comprendan y actúen sobre su situación dentro de la complejidad de la lucha de clases y puedan, a partir de allí, aprender de las luchas de la clase obrera para el diseño de su agitación y propaganda.

En ningún caso esa tesis –“la conciencia desde fuera”- entra en contradicción con la tesis marxista básica de la autoemancipación del proletariado por el propio proletariado, por el contrario, es  la herramienta necesaria para aprehender las realidades del proceso de la formación de la conciencia de la clase obrera,  y un compromiso teórico con la autonomía política de la clase obrera, usualmente contaminada por la penetración de las herramientas políticas y jurídicas del poder burgués.

Lo necesario es que la vanguardia militante  de los trabajadores conscientes de su tarea emancipatoria , desmienta y supere con su intervención de agitación y propaganda esos cuestionamientos ideológicos a los que hemos aludido, haciéndolo a partir de la admisión de la tesis contenida en el programa de transición elaborado para la fundación de la IV Internacional en vida de Trotsky , según el cual:

La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado……La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar balo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra.”

En el ambiente mencionado es necesario volver a  Lenin priorizando  la construcción de un auténtico partido revolucionario de los trabajadores , que tenga  una existencia real como organización nacional, unificada y centralizada, basado en los más firmes principios del marxismo revolucionario emergentes de la  propia realidad de la crisis de reproducción social del capitalismo como ordenamiento que hoy es incapaz de satisfacer para amplios sectores de la población mundial los recaudos elementales de sobrevivencia , con riesgo planetario de guerras y alteración degradadora del medio ambiente.

Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “ maduras ” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria. (León Trostky)

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