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Nuevo Curso

Del Ingeniero “bombita” a la emancipación social por los trabajadores mismos.

“Relatos salvajes” probablemente haya sido una de las películas que le devolvió al cine de manera puramente excepcional y transitoria algún signo de masividad y fenómeno popular que el cine de producción nacional supo tener como tal, es decir, en su versión de sala de exhibición de un film, en su historia y que hoy ha terminado por ceder a manos de lo que pueda generar su verdugo final, las plataformas, 

Puede decirse con criterio acertado, que en defintiva la masividad se alcanza en igual o mayor proporción con la tecnología vigente y sobre todo por la cultura de la imagen que prevalece sobre los textos u otras formas de discursos. Pero en realidad no se trata de entrar en ese espacio del fenómeno sino de poner el acento en otra de sus aristas, esto es, la presencia específica de las personas en una sala de exhibición con las particulares específicas que el cine le da a ese acto, que ha sido ilustrada con holgura y maestría en “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore o en menor medida pero igual especificidad en Splendor con la magistral actuación de Marcello Mastroiani.

Sin embargo, lo  concreto es que la masividad de “Relatos Salvajes”, le dio al personaje construido por Ricardo Darín, es decir , al “ingeniero bombita” la masividad y arraigo popular que la profusa exhibición en salas fue capaz de generar al reactivar el famoso “boca a boca” que trae consigo la profusión de comentarios al respecto.

Tal vez el encuadre de la historia protagonizada por el ingeniero, el día de la fiesta de cumpleaños de su hijo, y el incidente de la grúa que le lleva su automóvil por un presunto mal estacionamiento, con todas las derivaciones ulteriores , pueda recibir un cuestionamiento en tanto la ubicación de su comportamiento como una expresión de salvajismo, pero en el plano secundario también se ubica al empleado que recibe el reclamo del ingeniero en ese mismo renglón del “salvajismo”, esta vez con rostro de indiferencia y mecanización protocolar de sus repuestas anodinas y vacías de satisfacción suficiente para el ingeniero que necesita recuperar su vehículo para llegar con la torta de cumpleaños a su casa en tiempo y forma, bajo los imperativos de su esposa que no ve en su retraso otra cosa que desprecio por su condición y la de su hijo, que reduce a los cargos de indolencia y “falta de amor”. Lo restante es la reacción individual de “bombita” en el marco de lo que mejor hace profesionalmente que es implosionar lugares en demolición y su ulterior encarcelamiento.

Si bien ha pasado mucho tiempo de este producto cultural y sus efectos proyectados en multiples interpretaciones, lo que no ha cesado son los comportamientos reales evocados por la película en la Argentina vista en plano de sociedad civil, al punto que su invariable repetición, toma fuerza incluso como formato que contiene actualmente la actividad política, desde el discurso y las practicas que producen quienes se ocupan hoy desde el Estado y su institucionalidad jurídica de la gestión de gobierno, cualquiera fuese el ámbito de competencia de esta, es decir, nacional, provincial o municipal.

 Lo cierto es que hoy se impone con equivalencia en mayorías el hacer del empleado del playón municipal donde se pagan las multas por mal estacionamiento no comprobado como requisito previo para hacer cesar la sanción ya impuesta de modo unilateral del secuestro del rodado. Dicho de otra forma, hoy y muy a pesar de la propia película cualquiera hubiese sido el mensaje buscado por su director, lo cierto es que se reproduce el hacer del cajero, vale decir, la maquinización de la respuesta, formateada con posibilidades prefiguradas de utilización y control por cámaras y audios de ese obrar por un supervisor. Vale decir, cada uno en su lugar y haciendo lo que de él se espera por un orden controlador superior que llega a constituirse en totalidad dominante y agobiante constatable por fuera de cualquier indicación ideológica al respecto.

El posicionamiento actual frente al fenómeno y como reflejo de la naturalización del mismo, es el de las personas que tienen que vérselas con los dispositivos y las ausencias de sujeto concreto en el pretendido díalogo que se inicia a partir de un conflicto controversial de intereses por vía de los dispositivos tecnológicos montados y su profusión exponencial por su utilización necesaria en el marco de la pandemia COVID.

Dado esto, y con menos pretensión que las que pudiera tener un material cinematográfico calificado como película, desde la publicidad comercial, hoy puede verse una mejor versión del fenómeno, que termina a la sazón resultando más significativa y fundamentalmente mas funcional a la reproducción del orden social impuesto por la clase dominante de conjunto.

Puede verse así hoy, una ingeniosa publicidad que buscando resaltar las “bondades” de una empresa que vende seguros con la forma jurídica de una mutual, que invoca a una “santo” para resaltar el misticismo de su pretendido “rol protector” de  la propiedad mercancías, o personas frente a los riesgos de una vida social que amenaza la existencia individual, ubica a un hijo , ya grande pero adolescente en su gestualidad, que se hace presente frente a sus padres para pedirles “un préstamo”, estos se mira y siempre con una sonrisa de formato, le responden como las máquinas : “todos los operadores se encuentran ocupados , aguarde un momento y será atendido”, tras lo cual se mueven hacia un piano y emprende la ejecución de “para Eliza “. Cierra la publicidad, resaltando que no es lo mismo que te “atiendan” a que “te comprendan” siendo esto último el valor agregado de la compañía en cuestión frente a toda posible competencia.

Está claro que aquí y ahora ya no hay “bombita”, pero si una idéntica insatisfacción  por la ausencia de la respuesta esperada desde formatos protectores de quien debe asumir ese lugar, y la impuesta como necesaria, intermediación de una empresa que subsana esas carencias personales, aún cuando estas partan de los propios padres frente a un hijo que no se resigna a dejar sus posicionamientos adolescentes.

Todo esto, sin embargo, sirve para ver lo narrado desde otra perspectiva que permita una interpretación crítica de lo real, porque no cabe duda que hay una realidad sobre la que se posa y trabaja el mensaje publicitario, ya que por fuera del objetivo inmediato el mismo deja ver una particular manera de  dar cuenta de las relaciones entre verdad, poder y sujeto que se trasuntan en la difusión masiva y reiterada de ese producto.

Lo significativo en tal sentido, es que a diferencia del ingeniero bombita, que paga hoy el precio del paso del tiempo, no se muestra ninguna contraconducta  capaz de desafiar el orden establecido por la situación ni el sujeto que la encarne, quien por el contrario queda en el lugar del que adolece y busca protección y nunca en el sitio del individuo que encara su respuesta defensiva frente a lo que se intuye una negativa, si bien los padres no se sienten habilitados para darla de modo directo sino que se amparan en recursos tecnológicos que vencen de modo figurado la concreta presencialidad.

Esta en cuestión de lo que se sigue de esta publicidad, es la profusión subyacente del mensaje que da cuenta que la pregunta fundacional por el sentido de la vida misma no cesa en su proceso de extenuación y liquidación por  vía de la cada vez más admitida condición de objeto en que se ubica al ser humano en sentido genérico.

Dadas así las cosas, lo que se exhibe de modo acrítico, no es otra cosa  que una situación objetiva, donde el principio de racionalidad en la actividad humana aún incluso en relaciones filiales, está marcado por la operatividad del cálculo del beneficio del retorno de lo que se hace y genera dentro de esa primaria relación intersubjetiva,  pero ese cálculo no es difuso  sino normado y mediado  por el Estado o por una persona jurídica y es a través del discurso contenido en el texto interpretado por los actores como se construye la ley en el sentido amplio de la misma.

Dicho en otros términos, el producto publicitario en cuestión, introduce y naturaliza una acción que por su objetivación en el p,roducto deviene no pasible de discusión tornando admisible la teatralización estratégica tanto de hijo como de padres, estos últimos en una omisión que parece ganar legitimidad y comprensión en quien visualiza esa publicidad, que a la vez es reproductiva del carácter acrítico y dominante de lo virtual sobre el sujeto, ya que muy probablemente la propia compañía que se ofrece como interesada mediadora termine remitiendo al adquirente de sus servicios a idénticos formatos de atención de reclamos que soliviantaron al histórico ingeniero “bombita”

Córrase el lector del ejemplo concreto por un segundo y memore si no le ha tocado sobrellevar situaciones donde requiere de un servicio médico habiendo pagado su obra social y la aplicación virtual que la propia organización comercial de salud le ofreció como “ventaja” le dice que su condición de afiliado se “encuentra inhabilitada” o que “no tiene acceso a esa cobertura” con la que termina esa información. No interesa si es su salud la que está de por medio, interesa que se ficcione con mediación de un aparato que usted fue atendido y si finalmente llega a un “operador humano”, que este responda como una máquina con respuestas pre-figuradas, cuya producción es visiblemente  controlada por un orden superior al que finalmente se le rinde adecuado tributo de sumisión.

La resultante de todo esto, si se lo proyecta sobre el todo que compone la sociedad civil con las relaciones intersubjetivas contenidas en su interior es la imposibilidad de gestión normalizada de la presencia del individuo como tal, pese a que toda la ideología dominante hace centro manifiesto en una supuesta defensa del individuo .

 Con todo esto , lo que en realidad se pone en evidencia es que la autonomía de criterio y la capacidad de toma de decisiones específicas y atinadas a esa problemática individual  por los seres humanos no existe como tal , cuando los fenómenos sociales operan en una sociedad de clases donde aquella que tiene la situación dominante no hace otra cosa que atender de mil formas posibles, a su interés y en ese caso defenderse de quienes tributan con su existencia a su beneficio buscando paradójicamente el propio en un reducido y estéril cálculo de utilidad inmediata.

Dicho de otra manera, las prestaciones de servicios , se montan por empresas que bajan un menú de pretendidos beneficios, pero luego de obtenido el consenso contractual para obtener esa  prestación, la organización se defiende del “beneficiario” que le da sentido, por vía de dispositivos virtuales o la maquinización-mecanización de las personas empleadas para la “atención del cliente”. Ese embrión del fenómeno se proyecta de modo totalizador a toda la sociedad, captando la política de la clase dominante y sus gestores esa misma mecánica operativa.

No otra cosa sucede cuando los reclamos sociales , aún puestos de manifiesto en las calles y de público y notorio , no reciben desde la institucionalidad otra respuesta que:” ..en este momento todos los operadores se encuentran ocupados, espere un momento y será atendido”

Es así como “avanza” la noción utilitarista de libertad que construye el poder, y retrocede la construcción de lo “humano” en tanto paradigma abstracto de dignidad.

Frente a esto, si la condición humana se define por la autonomía de criterio y la capacidad de toma de decisión propias adjudicadas a una pesona , habrá que añadir que esa posibilidad vital esta marcada contextualmente por la condición de clase del individuo que al existir de modo objetivo e independiente del sujeto mismo  y por fuera de todo registro de forma jurídica legal que así lo indique , impone finalmente las determinantes propias de la emancipación de un orden social que contiene fenómenos sociales como los descriptos.

Considerar al ser humano, por fuera de las relaciones sociales que lo contienen en sí mismo  y de una forma específica que le viene dada por la reproducción del capital en tanto relación social impide desde el inicio una práctica  política emancipatoria de la opresión y explotación en que nos toca existir.

Es esa comprensión que trae consigo la advertencia en plano real de una sociedad de clases con dominación histórica de la burguesía sobre los trabajadores , la que deja ver  la imposibilidad  de entender la sociedad y todo cuanto nos toca protagonizar  como la simple sumatoria de estilos personales de vida exhibidos ideológicamente como posibilidad de autotransformación de sí mismo y autorrealización, cuando los hechos dan cuenta de lo inverso, no como pura casualidad, sino como emergente final de las políticas desarrolladas por el poder de la clase dominante, bajo el amparo ficcional de la presencia abstracta de un sujeto de derecho.

    La salida  de la agobiante situación en la que nos encontramos por vía de un proceso colectivo de clase de signo transformador parte de la necesidad de hacer  ver que la tan alegda condición de sujeto de derecho  no es otra cosa en condiciones reales, que la forma jurídica bajo la cual se concentra la tutela general de la vigilancia y dominación de clase  a través del Estado  y su institucionalidad.

La emancipación social y la posibilidad real de la autonomía de criterio del ser humano y la posibilidad de este de tomar decisiones propias requiere necesariamente de la previa liberación del sujeto de las relaciones de explotación y opresión en donde se desenvuelve en contexto de una sociedad de vigilancia y normativización de sus procederes conforme a los intereses de  la clase dominante. La  autonomía del sujeto  no es un logro posible del sujeto individual en sí, sino del sujeto trabajador de conjunto como clase social objetivamente antagónica a la relación social del capital.

Salir  del estado de tutela y sujeción configurado por el régimen institucional del Estado , exige la condición personal de hacerse cargo de esa necesidad emancipatoria advertida por el propio trabajador , pero si solo se manifiesta como fenómeno individual de consciencia y no trasciende hacia el otro ubicado en igual situación social, necesariamente  esa comprensión  se  reabsorbe en el consenso colectivo específico de la clase social que padece con pobreza existencial ese sometimiento que implica la naturalización y materialización de la relación capital-trabajo. Por eso la labor militante de agitación, propaganda y organización partidaria autóma de la clase trabajadora resulta esencial , en tanto invierte esa comprensión colectiva resignada y marca un camino programatico socialista como vía de superación de lo dado. No hay otro camino posible que la construcción del poder obrero , sin esa herramienta de autoridad, no hay posibilidad alguna de dignificación de la condición humana.

Nuevo Curso.