El infierno tan temido. No es la creación ficcional del Dante. Es la obra real del capital.

Amenaza de castigo, penalización y medicación. El poder burgués y la crisis del capital.

Lo que usualmente se utiliza con la denominación poder psiquiátrico, presentándolo en todos los casos comoccategoría conceptual apta como herramienta para describir, conocer y en algunas instancias conscientes , afrontar una actividad militante que implique la superación de esa realidad existencial , es  un fenómeno de la sociedad de clases que impera en el orden capitalista básicamente comprensivo de El poder psiquiátrico, poniendo énfasis en la relación entre este último con el poder disciplinario y el poder de soberanía de un «dispositivo» móvil  del poder burgués  que incluye: Discursos, Modos de tratamiento, Medidas administrativas hospitalarias y leyes, e incluso formas arquitectónicas específicas.

Desde nuestra perspectiva, los trabajadores deben acceder al conocimiento de este espacio específico del actuar que impone la dominación de clases sobre sus cuerpos, sus deseos y sus proyectos existenciales colectivos como clase en sí.

Esto es significativo porque esa tarea de superación de este espacio del poder nunca puede ser desligada programáticamente de la tarea total de acabar con la estructura institucional estatal del poder burgués, donde esa dominación toma cuerpo a través de la forma jurídica que las necesidades de reproducción del capital impongan en sentido histórico derivado de esa materialidad.

Los trabajadores no pueden contentarse con el afán de la sanción de una ley sobre el problema de la llamada “salud mental” que atempere o reduzca los efectos reales y concretos del uso del poder psiquiátrico por el aparato estatal y por la burguesía sobre los trabajadores y la población que ha quedado desplazada de la posibilidad de ofrecer y vender su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Toda cuestión relativa al poder , remite al Estado dentro del orden social capitalista , en tanto es el Estado el que le da concreción a sus intereses consensuándolos a través de la ley por vía de su sanción a través del poder legislativo o imponiéndolos por las propias sanciones que contiene esa misma ley o todo el orden jurídico que remite a valoraciones sociales que no son otra cosa que esquemas conceptuales favorecedores de la reproducción del capital y de liberación de los obstáculos que en su desenvolvimiento se le pudieran presentar.

La psiquiatra como ciencia es una estructura científica, pero la pretendida implementación de sus perfiles según los alcances de desarrollo a los que ha podido arribar dentro de un espacio de saber que es muy embrionario por la alta complejidad y mutabilidad del objeto de estudio, no se emparenta directamente con la actuación de la pretendida implementación por todos los que toman acción o función dentro de la institucionalidad que el poder burgués abastece siempre ccon el propósito final de superar la conflictividad y lograr la invisibilidad del fenómeno en sí que se expresa por el dominio del cuerpo y la psiquis de quienes con su hacer o sus dichos resultan considerados disfuncionales para la estandarización consensuada de la dominación de clases.

Es por eso que el efector concreto del dispositivo real del poder psiquiátrico  en todos los casos  actúa en nombre de una autoridad, basándose en sus cualidades físicas y morales, para imponer valores morales y fuerza al enfermo. Es en eso donde se emparenta necesariamente con el poder carcelario sobre el sujeto que ha recibido un castigo penal que justifica toda la actuación del carcelero. Aquí la situación de riesgo en la que en particular se coloca a una persona a través de un diagnóstico que tiene alcance concreto de una sentencia y que efectivamente habilita al médico o médicos a puntualizar ese riesgo en el sujeto tanto para sí como para terceros es lo que en particular permite la descarga del principio de autoridad sobre ese individuo o el empleo de la fuerza física, coactiva o medicamentosa compulsiva que termina reduciendo al mismo a un objeto y al resto social en una víctima potencial de ese abordaje.

Lo significativo y es este el motivo de este texto, es advertir la omisión de esta tarea en todos los que luchan. Se advierte por ejemplo en la naturalización del uso de medicación psiquiátrica de diverso trazo sobre amplios grupos poblacionales que padecen problemas en su salud que tienen expresión en la vida relacional en los vínculos intersubjetivos que traza en la sociedad civil desde los más primarios hacia los más complejos derivados de la actividad como asalariado o en mayor medida por la falta de esa actividad , abarcada genéricamente por la idea de desempleo.

Es importante advertir como el capital advirtiendo el fenómeno en sí, promueve facilita y desarrolla instrumentos de abordajes, todos ellos mercantilizados en el doy para que me des, con costos significativos para quién pretenda acceder, o la sustitución de alienaciones por aquellas que centralizan en el discurso religioso o exacerbaciones metafísicas. Todos estos “recursos”, no implican otra cosa que la tercerización del dominio del poder burgués sobre la sociedad hacia operadores que licúan y hasta invisibilizan su existencia en trastienda y concretan en lo singular dominaciones personales que son funcionales y retributivas de aquel poder general de opresión.

Todos estos fenómenos deben ser advertidos y combatidos por los trabajadores en el marco de un programa político que deje claro que en la medida en que las derivaciones subjetivas que se siguen de la relación capital – trabajo y las formas jurídicas de la institucionalidad dada por el Estado no sean superadas de modo dialéctico restándole toda existencia posible, todos estos fenómenos que operan sobre nuestros cuerpos y nuestra existencia continuarán avanzando hasta el punto de instalar de modo naturalizado la barbarie que implica el automatismo del individuo dominado por un afuera que no le es accesible sino por modo de la obediencia.

En términos generales nos han llevado de una u otra manera a comprender un dato de la trágica experiencia del siglo pasado y la presente: Solo en el abismo el trabajador en particular y el ser humano en general, consigue plantearse la superación de lo dado. Es así que las guerras, las pandemias, las catástrofes ambientales, se nos presentan hoy con cada vez más frecuencia como ese abismo, como ese punto de inflexión que impone como imperativo categórico la labor revolucionaria como contenido de la forma existencial humana.

 Las paredes, reales, ficcionales o virtuales, con las que se topa toda persona en la que toma realidad la amenaza del poder punitivo y la definición de delito y castigo, se trasladan o actúan de conjunto, al diagnóstico médico-psiquiátrico y las nunca bien ponderadas aportaciones de la psicología forense, con su cuota de medicación, laboratorio, negocio e inutilización del ser humano. Son ellos, los instrumentos formadores de esas paredes, esos muros, que contienen lo que no pueden contener en nuestras cabezas, de trabajadores previamente disciplinados por la forma de trabajo o marginados por su carencia.

Desde esta premisa dejamos de modo ilustrativo de aquello a lo que nos hemos referido anteriormente, la siguiente transcripción que extraemos del discurso de Ricardo Melogno, de quien hoy desconocemos su situación pero que entrevistado en su momento supo decir lo siguiente, que nos releva de intentar vanamente otra intervención:

“Cuando me consideraron inimputable, me hicieron firmar una notificación. Libre de culpa y cargo, sin manchar su buen nombre y honor, a cuidado del Servicio Penitenciario Federal, hasta que desaparezca su peligrosidad”. “Ahora: la peligrosidad, jurídicamente hablando, puede durar entre un día y cien años, a único criterio del cuerpo médico forense. Si al cuerpo médico no le conforman mis respuestas, la cosa sigue ahí. La cosa: yo….”

“Me ingresaron a la entonces Unidad 20, la parte penitenciaria del Hospital Borda. Ahí fuera cual fuera la causa por la que llegabas, el ingreso era quince días de tres inyecciones diarias, mañana, tarde y noche, Se le llamaba -cóctel 20-. Después de estos quince días , es decir 45 inyecciones seguidas, te daban diez días para dejarte aterrizar y después veían como reaccionaba . Todo ese tiempo estabas desnudo en un cuartito de metro y medio por dos metros con una cama que era una plancha de cemento. Como en un buzón pero con el culo lleno de abscesos por las agujas. …..A partir de ahí por 20 años me dieron medicaciones antipsicóticas de todo tipo y en cantidades industriales …la  peor de todas fue el Halopidol…te transformas en un ente, un zombi”

“En todos estos años, menos oligofrénico me han dicho de todo. Borderline, psicópata, psicótico, esquizofrénico, autista, parafrénico. He pasado por todos los estados de psiquiatría conocidos. Terminé en el peor. Me consideraron una personalidad psicopática, que es una psicopatía de base que no retrocede. Puedo estar bien sin medicación, pero eso no significa que  no sea una persona peligrosa  y para  el  informe médico un predador esperando el momento de atacar …..Sin embargo, por los hechos ocurridos en provincia de Buenos Aires distintos de los que fui declarado inimputable en CABA, me impusieron condena, porque me consideraron capaz de ser responsabilizado penalmente y cumplí esa condena en su totalidad en el sistema carcelario. Así…en capital soy inimputable , no comprendo mis actos. En provincia, comprendo y en consecuencia soy responsable de mis actos. Premio Nobel de Psiquiatría para la justicia de provincia, que tiene el remedio para la locura:  la avenida General Paz.”

“Había un juez , que era profesor de la universidad, estuvo viniendo durante años , venía cada año con los alumnos de su materia, veinte o treinta, los traía a hablar conmigo . Como y hablaba de mi historia y al tipo le parecía que estaba tranquilo, me hinchaba un poco y me decía …Ricardo cuénteles  como usted mataba, como veía caer el cuerpo , cuénteles de la sangre. …El juez me trataba muy bien, muy amigable. Después de la reunión llevaba a los alumnos a dar una vuelta por el penal para que conocieran como era un loquero. Un día sucedió que cuando termina la conversación me pongo detrás del tipo sin que lo advirtiera, me hice el boludo y camino por el mismo pasillo y escucho que el tipo dice; El día que se encuentren con un monstruo, lo van a reconocer porque un monstruo es esto que acaban de ver “.

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