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Estamos existiendo y básicamente sobreviviendo, en una relación asimétrica con el aparato de operadores rentados del poder burgués, alguno de ellos, valiéndose de la propia institucionalidad que impone la forma jurídica que ha determinado precisamente que ocupen ese sitio y otros montados sobre ese sitio ganado en táctica de guerra de posiciones por el enemigo de clases en la faz cultural que presenta la lucha de clases y como parte específica de esa totalidad.
En el intento de buscar dar con un concepto que se haga cargo de los componentes materiales del fenómeno que toma cuerpo con mayor énfasis en esta año calendario, desde el arribo de la actual gestión de gobierno de los intereses de la burguesía de conjunto, hay que afirmar que se observa en plano puramente objetivo, verificable por la mera exhibición de sus matices , dos sujetos sociales bien diferenciados entre sí a los que el orden jurídico nos presenta como iguales, pero que en realidad existen en una dialéctica de opresores y oprimidos, que se origina en una desigual distribución y uso del poder y las posibilidades de instalar un discurso y dar con el contenido concreto al sentido común generalizado de la mayor parte de la población, factor este último que como resultante deseado ,brinda beneficios al opresor a expensas de los intereses o la voluntad de los oprimidos.
Dicho en otros términos, en este año de gestión política se conjugan las relaciones de poder, y sus estrategias para disciplinar, ordenar y dar nueva presencia a las mayorías nacionales, sobre todo en lo que respecta a la normalización de prejuicios ideológicos, aceptando sus implicancias como propias del orden natural.
En esa acción “bélica” en busca de esa trinchera vital en la existencia cultural y la adyacencia a la construcción de un monodiscurso dominante impuesto por reiteración pertinaz en juego de táctica-estrategia burguesa, lo novedoso es el uso del término “comunismo” que de categoría política ha pasado a ser el anatema con el que esta nueva inquisición procura vencer en la alquimia de pensar que la lucha de clases en una sociedad que por sus modo de producción y las relaciones de producción que le dan concreción genera precisamente , clases sociales nacidas de conflictos irreductibles.
Lo cierto es que el programa táctico-estratégico es usar a la versión defenestrada e indefendible del Stalinismo y todo lo que se generó en la Unión Soviética desde el deceso de Lenin hasta su implosión como comunismo y a todo aquel al que se quiere ligar a crímenes, matanzas, y sobre todo actos autoritarios , endilgarle el comunismo como un elemento más constitutivo de su ser.
La búsqueda del enemigo es de matriz racista , es decir, de sembradío del odio por el otro diverso del común determinado por el discurso del poder burgués gestionado por la administración de turno y su institucionalidad . Ahí están para eso, el uso reiterado y en todo momento del “ zurdo de mierda”. “zurdito te vamos a borrar de la existencia”, “comunista perdedor” “comunista arruinador” y otras yerbas por el estilo.
Lo cierto es que se avanza en la asimilación: determinación del enemigo de clase, asignación del apelativo comunista, afiliación dogmática de comunismo con “lo malo”, finalmente el objetivo de la extirpación de todo aquel a quien se le trate de zurdo comunista , cerca muy cerca de la “liquidación “ del subversivo apátrida a la que apeló en otro tiempo histórico con continuidad en el presente, el Estado genocida.
En esa lógica, en el desarrollo material de esa estrategia se cuenta impensadamente con el concurso de propios y extraños al gobierno, unos por acción-repetición del esquema y otros por sus graves silencios u omisiones.
Lo cierto es que el opresor ha encontrado la manera de dar con el esclavo y retenerlo en esa condición adicionándole el mote de comunista y asociando ese concepto, por el a,buso de sus significantes de manera que siempre y en todos los casos sea lo peor a evitar. No importa que la pobreza supere el cincuenta por ciento, lo relevante es vencer “al comunismo que ha hecho tantos desastres en la historia y nos ha llevado a donde estamos.
Todo esto viene a cuento , frente a la lógica de recordar fechas , calendarios, con simbologías varias, pero sin abordar los contenidos específicos de lo que se llama a recordar o se pretende reivindicar. Esto sucede esta semana con la puesta en presencia sin solución de continuidad de todo cuanto ocurrió después del 20 de diciembre de 2001.
Desde todo esto, al ahuecar el contenido y lograr el vacío de las formas , se permite que el anatema racista de “comunista” sea empleado por el propio poder para explicar una vez más que se llegó a lo que en aquel entonces fue visto por ellos como un caos, hipótesis que ahora reafirman , por obra” del comunismo que solo trae muertes y dolor”.
Lo cierto es que esta posibilidad, este error no forzado, se le deja en bandeja al aparato ideológico gubernamental, al apelarse por diversos frentes a vaciar de contenido la fecha y sobre todo distorsionar su presencia e incidencia en el hoy, buscando no dejar rastros de que del aclamado espontaneísmo de aquellas jornadas se pasó a la omnipotencia de la presencia “salvadora y ordenadora del todo como patria “en base a la autoridad de caudillos.
Tanto ese hacer de caudillos como la acción de la burocracia luego conformada en torno a los grupos en lucha se redujo a una declamatoria de una “toma de instituciones” por la vía electoral, desdeñando la construcción de partidos enraizados en las clase obrera y organizados por su vanguardia en razón de la puesta en acto de una política de clase y una política socialista y la formación de alianzas democráticas.
Luego de todo esto lo que se ha logrado es que se naturaliza la política existente como la única posible, con lo que se ignora que la fortaleza del poder burgués excede con creces el delicado estado de salud de las institucionalidades, y que la “toma del Estado”, sin una transformación de las relaciones de fuerza existentes, significa otra forma de derrota.
Es curioso que en nuestros días las alertas sobre las expresiones y acciones culturales ligadas a la posibilidad de una suerte de machismo cultural, tengan suficiente y pleno desarrollo, pero que a la vez, toda diatriba racista sobre el comunismo y la condición de comunista que tenga el sujeto a quien se le dirige, no merezcan igual reprobación
Da la impresión que la burguesía ocupa esa trinchera, no permitamos que pose en ella un cañón de largo alcance y capacidad extendida de destrucción sobre las filas de la clase trabajadora y construyamos organizativa e ideológicamente pertinente para desalojarlo de ese sitio que consolida los ribetes deshumanizantes de una sociedad opresiva como la que perfila y reproduce el orden capitalista y sus formas jurídicas.
Nuevo Curso.