AQUELLOS TAN VALIOSOS Y ESTOS DE HOY, TAN DECADENTES

Hijo de un bibliotecario y una maestra, este intelectual Milcíades Peña vivió poco: la noche del 29 de diciembre de 1965, a los 32 años, se suicidó , como si su decisión fuera presagio de lo que hoy vivimos y del genocidio que se descargó sobre la juventud trabajadora de la década del 70 renovándose por otras vías en la república democrática a través de represión , hambre y miseria.

Solo apunto una anécdota para distinguirlo de todos aquellos que usurparon a Trotsky y malversan en lo cotidiano sus lecciones con el mal gusto de acudir a sus lecciones solo por la forma y nunca por la sustancia. Dejo con ella, una puntualización de vida para entender su esfuerzo. Luis Francos un gran poeta, compañero de grupo militante de Milcíades, teniendo presente que te tenía 13 años , y para que pudiera reunirse con sus compañeros, lo iba a buscar a la casa y se hacía responsable por él ante sus padres.

Una mente brillante, un compromiso inconmensurable con la verdad, una relación directa de lo que se dice con lo que se hace. Traerlo a consideración exige hacerlo por su obra y no por su deceso, porque en realidad nunc ocurrió . Reivindiquémoslo volviendo a su método y saquemos hoy enseñanzas conclusiones acordes a esa forma de afrontar la conflictividad de clases.

Ahora que los nietos dispersos de Milcíades afrontan una deriva intelectual que les desmerece, aproximándose más a Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo que al bolchevismo y al grupo fundador de la IV Internacional, destaquemos en la militancia cual es el rol del intelectual en la revolución y cual el compromiso de vida con esa determinación existencial. Para eso no hay otra cosa que espejar la existencia de Milcíades Peña.

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