
Reproducimos aquí un texto de la Revista La Comuna, que lleva la firma de su directora Carmen Parejo Rendón. Lo hacemos por coincidencia intelectual con el mismo y su propósito y como servicio para la reflexión de los militantes agrupados en FITU-y organizaciones satelitales que juntan hormigas para que terminen votando por algún candidato de los primeros.
Wagenknecht recogió en este último tiempo la emergencia de una nueva izquierda en Alemania. Esa idea es similar a la que recurrentemente apela el Morenismo versión MST -PTS – NMAS. La realidad muestra que aflora contradicciones y ángulos muertos en el resto de la izquierda europea y la vernácula llámese Marabunta o cualquiera de los grupos políticos dispersos. En todos los casos , evidencia la incapacidad de dar respuestas prácticas a problemas reales y delata la sumisión al neoliberalismo de la izquierda que Wagenknecht llama “izquierda-estilo-de-vida” y en nuestro país a los restos de los sectores progresistas de Todos por la Patria . En eso radica nuestra intención al realizar esta reproducción. Estamos convencidos que en gran medida la autora y la publicación está hablando de nosotros sin saberlo.
“El fracaso del partido de Sarah Wagenknecht
En los últimos meses, muchos en la izquierda europea vieron en la política alemana Sarah Wagenknecht una esperanza e incluso una posible referencia para el escenario político general del continente. Sin embargo, los resultados de los comicios del pasado domingo han confirmado una tendencia a la baja en el apoyo popular a su estrategia.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué ha sucedido?
Una respuesta fácil sería recurrir a los argumentos de la llamada «nueva izquierda europea», que en su momento justificaba la pérdida de apoyo culpando a la población de «no entenderles». Sin embargo, la política no debería consistir en esperar que el pueblo esté a tu altura, sino en demostrar que tú estás a la altura del pueblo. En otras palabras, las propuestas deben interpelar a las masas y hacerles sentir que realmente están representadas.
Muchos sectores de la izquierda—incluyendo tanto a quienes se oponían a la «nueva izquierda» como a quienes se desencantaron con ella—consideraron que el problema radicaba en no haber comprendido la guerra cultural. Según esta visión, el abandono de principios tradicionalistas y conservadores habría provocado el alejamiento de las masas.
Sin embargo, la experiencia del partido de Wagenknecht demuestra que adoptar una postura más conservadora, con discursos críticos hacia la inmigración y otras ideas tradicionalmente asociadas a la derecha, no ha servido para atraer a ese pueblo que supuestamente no comprendía a la nueva izquierda. Al contrario, lo único que ha logrado es normalizar discursos propios de la extrema derecha, beneficiando finalmente a esta última. Después de todo, ¿para qué elegir una copia oportunista cuando se puede votar por el original?
Pero este no es el único problema. El error fundamental, tanto de la «nueva izquierda» como del partido de Wagenknecht, ha sido apostar por discursos que fragmentan a la clase trabajadora: enfrentando a hombres y mujeres, blancos y negros, nativos e inmigrantes etc.*
*(Con esto no pretendo igualar luchas que van contra la opresión con luchas que potencian la opresión de distintos colectivos, me limito a criticar el enfoque de confrontación qué se ha planteado estos años).
Y lo que es peor, mientras que unos y otros alimentaban estas divisiones, las verdaderas luchas capaces de unir y movilizar a las masas—como los salarios dignos, el acceso universal a la sanidad, la educación y la vivienda, o un enfoque social ante la crisis climática—quedaban relegados a un segundo plano o directamente eran ignorados.
El caso de Sarah Wagenknecht debería servirnos como una lección clara: lo que fracasa una y otra vez no es la falta de posicionamiento en la disputa entre «progres» y fascistas, sino el haber perdido el enfoque social e internacionalista.
Nuevo Curso