En reiteradas ocasiones, según las circunstancias lo hacen pertinente, uno de los medios de comunicación de mayor incidencia en la formación de criterios por las masas , se ha ocupado en resaltar que en Argentina, se registra un alto número de movilizaciones y protestas, lo que ha llevado a que se considere uno de los países con mayor frecuencia de este tipo de eventos en el mundo.
Como esa especie, nunca ha motivado la desmentida de nadie, y en apariencia el incremento sucesivo de marchas callejeras en las agendas sociales , les estaría dando la razón, lo relevante es advertir como a pesar de la cantidad, la experiencia militante no se traduce en cambio de calidad significativo para los movilizados y en muchos casos opera lo inverso, es decir , la consolidación de lo que se somete a esta particular manera de dejar ver la crítica de lo dado.
Sobre el particular fenómeno al que aludimos, no resulta ocioso traer a cuento un aporte de Carlos Marx quien indicó que: «En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia». Carlos Marx “ Contribución a la crítica de la economía política “ publicado en (1859)
Del texto transcripto se siguen premisas conceptuales que juegan un papel determinante para entender las relaciones sociales en su conformación estructural específica.
En particular, es significativo acudir a esta premisa analítica contenida en el texto de Marx, cuando advertimos que desde esas relaciones se genera en lo concreto y real, la determinación de un fenómeno social que como tal y por su complejidad exige conocer sus elementos componentes.
En nuestro caso, la tarea es afrontar un dato existencial que es el vaciamiento de un discurso programático totalizador en la acción política militante que le dote a ese hacer humano de un sentido estratégico para la conflictividad que opera en lo cotidiano, y que muchas veces se exhibe fetichistamente como una sucesión de marchas partidarias o de sectores perjudicados en forma sucesiva sin transformación de los motivos o demandas que las implicaron .
En esa tarea , es necesario decantar las apariencias que emergen puramente de las formas sensibles , y en ese objetivo es que podemos ubicar como herramienta eficiente, la utilización de la categoría conflicto social , con la cual se hace referencia a situaciones relacionales que llevan consigo por su materialidad misma, a un lucha de contrarios con contendientes situados de manera antagónica .
El conflicto y el antagonismo son consustanciales al análisis de la realidad en tanto permiten advertir en la diversidad y complejidad de los fenómenos emergentes de las relaciones sociales existentes, pese a su complejidad en las apariencias formales la dominación en última instancia, de patrones de unidad que los atraviesan y en el mismo orden temporal , las diferencias propias de la multiplicidad de manifestaciones que exhiben en un mismo tiempo y espacio.
Esa implicancia de la temporalidad y espacialidad del conflicto entendido como tal y subyacente de modo estructural al fenómeno en sí, es la que destaca Marx en el Manifiesto Comunista cuando advierte que:
• “La historia de toda la sociedad, hasta hoy, es la historia de la lucha de clases. Hombre libre y esclavo, patricio y plebeyo, señor y siervo, jefe y subordinado, en una palabra, opresores y oprimidos, enfrascados los unos contra los otros en una oposición constante, han llevado una lucha ininterrumpida, unas veces disimulada, otras veces franca ; una lucha que ha terminado siempre con un estallido revolucionario de toda la sociedad o con la ruina común de las clases beligerantes. En épocas anteriores de la historia, encontramos casi por todas partes una organización compleja de la sociedad en «Estados» diversos, una jerarquía múltiple de condiciones sociales. En la antigua Roma, tenemos los patricios, los caballeros, los plebeyos, los esclavos ; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los jefes, los subordinados, los siervos, y en cada una de estas clases una jerarquía particular. La sociedad burguesa moderna, nacida del derrumbamiento de la sociedad feudal, no ha suprimido los antagonismos de clase. Ha sustituido simplemente por nuevas clases, por nuevas condiciones de opresión, por nuevas formas de lucha, las del pasado.“
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Es esta premisa en su particular implicancia con relación al espacio temporal y el sentido histórico de los conceptos y categorías analíticas , la que nos permite entrever la posibilidad de la reconstrucción militante del sendero o camino revolucionario, advertidos desde la experiencia que no hay práctica transformadora sin teoría revolucionaria, y que “Ningún partido político puede conducir un gran movimiento revolucionario a la victoria si no posee una teoría revolucionaria, un conocimiento de la historia y una comprensión profunda del movimiento práctico.”
En definitiva, son las categorías analíticas tienen en consecuencia, carácter histórico y sus variaciones las impone el desarrollo de la lucha de clases, ley que regula la actividad social y no la relación mecanicista de causa efecto, que se alega a partir de la constatación de modificaciones en las formas en que se hace concreta en la producción la materialización activa de la fuerza de trabajo.
En síntesis, nuestro primer planteo es que , de lo que se trata es de reconocer la existencia de tensiones a través de las cuales se desarrolla tanto el accionar humano como las relaciones sociales en un entramado que va desde lo fenoménico hasta la totalidad
Desde esa oposición de contrarios la continuidad del conflicto en sus dimensiones, conforma “clases sociales”, e instalan en su evolución consecuente por generalización, la “lucha de clases”. Precisamente, refiriéndose a ella, dice Marx
Todo orden social que contiene en su estructura esa confrontación , marca en los contendientes el imperativo emancipatorio de la superación cualitativa de las determinantes objetivas del conflicto en sí.
Ese imperativo transformador no pertenece al orden de la moral, sino que en forma esencial la acción transformadora implica necesariamente la acción política, centrada por su naturaleza en la construcción de poder y fuerza para la imposición del programa superador que nace de la propia dialéctica del conflicto.
La mirada clasista y por ende revolucionaria, entiende que la sociedad capitalista es una sociedad de clases antagónicas que se enfrentan en la lucha de clases, y que por consiguiente la centralidad de la clase obrera – en tanto clase explotada – en el proceso de emancipación es determinante.
Desde esa perspectiva podemos hacer una primer afirmación respecto del conflicto social en nuestro tiempo existencial. La clave distintiva está en la centralidad que asume la contradicción capital-trabajo, no solo como contradicción principal sino como definición estructurante del conflicto social en sí y a la vez como espacio de definición de quienes son los sujetos sociales protagonistas de esa conflictividad.
Cuando el lugar asignado a lo político no tiene en consideración la composición de clases constituida en el conflicto y el estadio que este denota en el desarrollo de la lucha de esas clases, la ausencia de toda acción realmente superadora y transformadora de lo real con sentido estratégicamente revolucionario es su consecuencia necesaria.
En ese sentido, en esa búsqueda, si lo que se percibe es la ausencia de una acción política desde la clase trabajadora, perfilada con autonomía e independencia a partir del programa político que guía esas acciones en tanto tácticas marcadas en una estrategia revolucionaria, marca en sentido inverso, la prevalencia de la política de la clase dominante en ese terreno.
Dicho de otra manera, sin la consideración de éstas dos variables, ( relación capital-trabajo, clases sociales en lucha )sucede cuanto hoy tiene expresión generalizada en nuestra sociedad, que no es otra cosa que el elemento que se constituye en causa eficiente de la frustración generalizada que embarga a los que luchan ante la inoperancia de sus esfuerzos.
La ausencia de una política autónoma de clase realizada por los trabajadores deja abierto el espacio para la prevalencia del reformismo con asiento subjetivo en los sectores medios de la sociedad que terminan imponiéndole sus intereses a los trabajadores que se limitan a un simple seguidismo o bien se perfilan variantes de frentes populares donde se conforma una alianza de clases abarcadas por la categoría pueblo empleada en términos abstractos
Otra determinante, nacida o gestada, desde esta misma situación de ausencia de una política independiente y autónoma de clases , resulta dada con más rigor., por la dominación culturalmente simbólica en los contenidos inscriptos en conceptos que maneja la propia clase dominante, por el ingreso a la institucionalidad propia de la modernidad capitalista, de los vacíos exponenciales que implican las influencias del posmodernismo en esas instancias.
Esto significa , cuando nos ubicamos ante lo real existente , que los promocionados cambios sociales que sancionan con caducidad una diversidad de categorías conceptuales y modos de existir, en homenaje a su obsolescencia por mutación de los fenómenos objetivos, no son otra cosa que un isomorfismo con sobrecarga ideológica, es decir, una variación que implica mantener la forma pero con un cambio de contenido, para presentarlo en tanto representación falsa de lo verdadero como una real metamorfosis que no es tal, es decir como una mutación de forma que sin embargo desarrolla el mismo contenido.
En definitiva, las categorías analíticas que se emplean para la comprensión de fenómenos sociales, necesariamente deben emerger y estar referenciaos por el período de lucha de clases que aborda y extraer desde las características del mismo, el contenido conceptual que nutra esas categorías.
La concepción que adjudica al trabajador el rol de sujeto revolucionario , no lo hace en tanto individuo sino por su pertenencia objetiva de clase. Esa asignación de lugar se hace desde la ubicación relativa de este colectivo de seres humanos en la estructura de relaciones de producción y no de una condición esencial del sujeto que debe lograrse por la aceptación del sujeto de esa ubicación en el todo social conflictivo y de la comprensión de las tareas emancipatorias que le corresponden necesariamente como tal a riesgo de permanecer en la siempre constante posibilidad del desempleo estructural al que lo someten esas mismas implicancias contenidas en la relación capital -trabajo.
La gran tarea desenvuelta por la dominación ideológica de la burguesía entendida de conjunto como clase, independientemente de los grupos o sectores sociales que se integran en su interior, ha sido, la que tiene como resultado la fragmentación social
Esa dispersión y el enfoque centralizado en las diversidades, que incluso se expresa por lo que se da entender como nuevo, que es lo que se presenta como, la caducidad de la forma organizativa de los partidos tradicionales que se dice no puede contenerlas es propio del desenvolvimiento mismo de la lucha de clases, que se materializa en la determinación política que implican la abstención o la dispersión del voto en los actos eleccionarios que la clase dominante monta como espectáculo.
Lo cierto que esta apuesta ideológica por la centralidad de las diversidades trae por resultado ideológicamente dominante que se impidan y se analicen por sus categorías respectivas las identificaciones que emergen objetivamente de la relación capital-trabajo. No estando presente esta situación en la gestión política militante, lo resultante es que no se conmuevan los cimientos estructurales del orden social capitalista y este obtenga su reproducción pese a las críticas condiciones objetivas que materialmente exhiben sus contradicciones a cielo abierto, con escenarios de barbarie, miseria estructural y cultural.
Volviendo al punto de inicio, y en orden a tratar de advertir que, en cuanto acontece en nuestras realidades como miembros de la clase trabajadora , el problema no es solo de orden político en sentido estricto , cuando apreciamos la marginalidad a la que ha sido recluido el programa socialista de transformación del orden social capitalista, incluso por las propias organizaciones que en los últimos cincuenta años dijeron ser llamadas a ocupar ese espacio, sino que se traslada necesariamente al abandono de la teoría revolucionaria.
Lo que nos interesa destacar es que esa resultante tiene como principal factor de generación el abandono de la comprensión en sí, del fenómeno social e histórico contenido en la propia lucha cotidiana y de masas donde las clases sociales devenidas de esa confrontación , y en definitiva la lucha de clase y su necesaria combinación en tiempo y espacio con las formas de materialización de la relación social productiva: capital-trabajo, son los elementos fundantes a los que es necesario retroceder para avanzar .
Lo significativo es, desde la propia construcción partidaria, en lucha por una definición real y concreta del programa revolucionario en constante relación dialéctica con los haceres y pensamientos de los trabajadores y su clase por medio de la vanguardia organizada , que se advierta que vivimos y somos la resultante de un repliegue ideológico que se liga con el fracaso consuetudinario del reformismo y el oportunismo, que en su apartamiento programático del objetivo estratégico del cambio revolucionario del orden social capitalista han sumergido sus prácticas y los sujetos que las generan en una adaptación que naturaliza lo existente y conduce necesariamente a la marginalidad cultural en la que sobrevive su militancia .
La herramienta intelectual gestada desde la propia dominación opresiva es transformar algo percibido por la mayoría de la sociedad como factor negativo, la desigualdad social, en una cuestión de diferencia y diversidad cultural, en lugar de una resultante del orden social de clases que impone el capitalismo. La diversidad hace en los hechos que la prevalencia de lo individual ubique al sujeto mentalmente fuera del conflicto general de la dominación de clase y lo ubique concentrado en lo específico y lo llame a la militancia por esa especificidad que se dispone naturalizada como derecho , sin perspectiva crítica sobre la totalidad de modo tal que esta se pueda reproducir por consenso.
La ideología dominante, ha terminado por dejar solo al trabajador frente a la estructura económica que lo ubica objetivamente en condición de explotado, apartándolo de toda referencia en un colectivo que humanice la homogeneidad de su existir común, acentuando en lo diverso, por sobre lo colectivo unificador.
La noción de diversidad es la que ha convertido por vía de una aparente lucha política, activismo social y movilización parcializada permanente e indefinida en el tiempo , al trabajador en individuo y por ende a éste en el artífice de su propia existencia individual donde la diferenciación con el otro priva por sobre cualquier posición objetiva que implique su básica homogeneidad de miembro de una clase social, con intereses antagónicos a los de quienes revisten en el interior de la burguesía explotadora y opresiva.
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