“Hasta la misma persona de un rey, llegaron dos charlatanes que se decían a si mismos sastres o tejedores. Afirmaban que eran capaces de elaborar las mejores telas, los mejores vestidos y las mejores capas que ojos humanos pudieran haber visto, sólo exigían que se les entregase el dinero necesario para comprar las telas, los bordados, los hilos de oro y todo lo necesario para su confección.
Ahora bien dejaban bien entendido que tales obras sólo era posible verlo por aquellas personas que realmente fueran hijos de quienes todos creían que era su padre, y solamente aquellas personas cuyos padres no eran tales no serían capaces de ver la prenda.
Admirase el rey de tan maravillosa cualidad y otorgó a los charlatanes todo aquello que estos solicitaban y encerrados en una habitación bajo llave, simulaban trabajar en confeccionar ricas telas con las que hacer un traje para el rey, y que este pudiera lucirlo en las fiestas que se acercaban.
Curioso el rey de saber como iba su vestimenta, envió a dos de sus criados a comprobar como iban los trabajos; pero cual fue la sorpresa de estos cuando a pesar de ver como los picaros hacían como que trabajaban y se afanaban en su quehacer, estos no podían ver el traje ni las telas. Obviamente supusieron ambos que no lo podían ver porque realmente aquellas personas que ellos creían sus padres no lo eran y avergonzados de ello, ni el uno ni el otro comentaron nada al respecto y cuando fueron a dar explicaciones al rey se deshicieron en loas y parabienes para con el trabajo de los picaros.
LLegado el momento en que el vestido estuvo terminado, el rey fue a probárselo pero al igual que sus criados no conseguía ver el traje, por lo que obviamente cayó en el mismo error en que ya habían caído sus criados y a pesar de no ver vestido alguno, hizo como si se probase el vestido alabando la delicadeza y belleza del vestido. Los cortesanos que acompañaban al rey presa de la misma alucinación también se deshicieron en alabanzas con el vestido a pesar de que ninguno de ellos era capaz de ver el vestido. Y es que conocedores todos de la cualidad del mismo, de que sólo aquellos que fueran hijos verdaderos de los que creían sus padres, solamente ellos serían capaces de contemplar el vestido, y no queriendo nadie reconocer tal afrenta todos callaron y todos afirmaron, desde el rey hasta el último de los criados.
Llegado el día de la fiesta, el rey se vistió con el supuesto vestido y montado en su caballo salió en procesión por las calles de la villa, la gente también conocedora de la rara cualidad que tenía el vestido callaba y veía pasar a su rey, hasta que un pobre niño de corta edad, inocente donde los haya, dijo en voz alta y clara «el rey va desnudo».
Tal grito pareció remover las conciencias de todos aquellos que presenciaban el desfile, primero con murmullos y luego a voz en grito todos empezaron a chismorrear «el rey va desnudo», … «el rey va desnudo»; los cortesanos del rey y el mismo rey se dieron pronto cuenta del engaño y es que realmente el rey iba desnudo” (Hans Christian Andersen 1837)
Las tareas de militancia en un período preparatorio, como el que se presenta en esta coyuntura de la lucha de clases, necesitan un sustento imperativo en fundamentos racionales desde los cuales , la vanguardia revolucionaria pueda penetrar en la masa de trabajadores, buscando que los mismos se determinen como clase social y como tal en fuerza social en la puja con la clase dominante.
En ese espacio específico de militancia, es significativo frente al disperso discurso de la libertad, explicar que la libertad existencial que se procura construir y en ese sentido deviene como necesidad, no es nunca una situación puramente individual y utilitarista sino una libertad social de toda opresión y explotación.
Todo esto también trae consigo e implica necesariamente , abordar la empresa ineludible, de indagar el proceso que cumple en el plano subjetivo de la dialéctica de lucha de clases, la comprensión en plano consciente de cuanto le ocurre al trabajador y que implica esa ubicación en la estructura de relaciones sociales dentro de un orden social en crisis.
No es difícil detectar en ese contexto que la conciencia de la masa de trabajadores luce escindida respecto de una existencia material en donde la superación dialéctica de ese orden social en crisis, no está planteada y si se quiere , para mayor simplicidad, “la agenda” la sigue configurando la clase explotadora con consenso de los trabajadores.
Sin embargo esa situación no es estática ya que lleva en sí misma la negación de lo dado, que se expresa en las oposiciones discursivas y de acciones que propone una vanguardia reducida de esos trabajadores que han asimilado en plano consciente su condición y la determinación necesaria de la superación del orden social burgués y sus formas jurídicas.
Es así que nos enfrenamos a un movimiento y desarrollo de la conciencia revolucionaria de los trabajadores , objetivo con el que vuelve a comprenetrarse de modo cada vez más íntimo e intenso , que se enfrenta con lo establecido en plano de realidad y cantidad, con lo inverso , que adquiere forma de institucionalidad en la figura del parlamento, como si este espacio fuera absolutamente necesario para impedir que lo primero se desenvuelva. Estamos frente al agudo cretinismo parlamentario disfrazando las emergentes críticas del orden capitalista colocando en su sitio a la decadencia del equipo de gobierno por determinaciones de representantes electos que pululan por ese cuerpo institucional del Estado.
En estos días se ha visto el rostro de la oposición de clases , con oscuras conformaciones según las cuales el parlamento se opone al ejecutivo, falsa contradicción que no deja ver a los explotadores unidos para acentuar la explotación como única manera de darle aire artificialmente a la crítica reproducción del capital. En otras palabras, lo representado, llo figurado tiene una forma de ser que difiere de lo real existente, y los conceptos que se emiten en el discurso político , no emergen para dar cuenta de lo real, sino para disimularla en forma tal que sus elementos permitan desviar la conciencia de los explotados hacia alguna esperanza en el parlamento y la forma de gobierno de la institucionalidad que impone el poder burgués.
La conciencia de clase se mantiene de manera necesariamente transitoria escindida de sí misma en las representaciones que se formulan los trabajadores . Se sabe dividida en la dualidad que se plasma en su propia objetividad marcada por la necesidad de su emancipación social y otro mundo distinto de ella, que opera desde el exterior bajo la incidencia ideológica de las representaciones propias del interés burgués , específicamente dirigida al logro de consenso para la conformación de una sociedad donde la relación de servidumbre lejos de superarse , se consolide por un período más o menos prolongado.
Por este cuadro de situación. Por las carencias en cantidad y calidad de la vanguardia trabajadora , en particular de su juventud y la ausencia de una dirección política que construya con su acción política independiente y autónoma de clase, la situación no es revolucionaria.
Lo que se detecta en las exterioridades es que prevalece un perfil político subordinado al orde burgués que se ocupa de lanzar grandes impugnaciones al ejecutivo, como si en ello estuviese la respuesta pertinente al “que hacer”. Bastaría entonces con desarrollar la elocuencia hueca con los núcleos más radicalizados de los sectores medios de la sociedad y esperar desde esa parada en el camino, hasta que la situación se vuelva revolucionaria por sí misma.
Para que esta situación madure, hace falta una movilización inmediata, fuerte e incansable de las masas trabajadoras que se perciban en su objetiva situación de explotados en nombre del socialismo. Es lo inverso al “luchismo” que se embandera con consignas parcializadas de grupos diversos afectados por la política del Estado , diluyendo el programa socialista en un programa de demandas mínimas que se juzgan realizables dentro del orden social capitalista y sus formas institucionalizadas de poder de clase. Los trabajadores se desarrollan en la lucha, pero si la lucha no remite al programa socialista su desarrollo de conciencia es mínimo e insuficiente para la magnitud de la tarea a emprender que es terminar con ese Estado en su totalidad y no con la gestión que pueda desarrollar un grupo de la burguesía y sus operadores políticos .
En caso contrario, como oportunamente lo sostuvo Trotsky analizando la realidad de Francia en otro momento histórico, “ si se continua marcando el paso en el mismo lugar, la situación prerrevolucionaria se volverá contrarrevolucionaria”
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