El efecto social que producen. guerra y revolución y su capacidad de influirse mutuamente facilitan tanto el paso como la obturación de una a otra.
Esta última situación , a fuerza de buscar una mejor ilustración puede advertirse con claridad en la ocasión que determinó en Argentina la salida de la forma de gobierno dictadura militar y el aplacamiento transitorio de prácticas genocidas , el lugar esencial de lo por venir, ampliamente consensuado con las masas trabajadoras necesitadas de salir de ese régimen de gobierno por vía de la mediación política de los partidos representativos por entonces de los sectores medios, a los que se unieron como furgón de cola, los restos de las llamadas organizaciones de “izquierda”.
En ese espacio es notoria la derrota infligida por la burguesía al clasismo , y en particular a la difusión y propaganda del programa socialista revolucionario en las masas de trabajadores , en tanto implicó la generación del discurso de sentido común , que habilitó la continuidad de las modificaciones sustanciales que se operaban en la estructura económica de nuestra sociedad, en particular en cuanto remite a la propiedad de las empresas y las formas en que se contrató la fuerza de trabajo de ahí en adelante por la burguesía industrial , a lo que se le sumó más tarde el agronegocio, la revitalización de la renta de la tierra y la explotación de los recursos naturales.
Todo esto insistimos, tuvo como particularidad la construcción de un anatema o implicación negativa hacia toda posible referencia a la lucha armada. El poder burgués con su teoría de los dos demonios institucionalizada en el “ Nunca Mas” , se terminó traduciendo en el hoy, como “nunca más socialismo y siempre capitalismo” –
Ese orden político institucional , hizo lo esencial, pero también las izquierdas del economicismo o el reformismo , con su caracterización de los que ingresaron en la confrontación directa clase contra clase como “foquismo” , a sabiendas que claramente lo sucedido en la década del setenta en nuestro país , nada tuvo que ver con la teoría del foco guerrillero que expresó Regis Debray., en su obra “revolución en la revolución ” argumentando que el foco guerrillero podía ser la chispa que encendiera la llama de la revolución, proponiendo para ese resultado que la lucha armada revolucionaria pueda ser iniciada por un pequeño grupo guerrillero, un «foco», que actúa como catalizador de la revolución. incluso en contextos donde las condiciones objetivas para una revolución popular no parecían maduras.
En paralelo pero combinado dentro del fenómeno en sí, de la anatemización de la lucha armada y la guerra popular prolongada , todo el conjunto de versiones malversadas de los textos de Trotsky nacidas al amparo de su muerte violenta y las nuevas condiciones generadas en el orden social capitalista, luego de la segunda guerra mundial, también hicieron lo suyo montando lo que se conoce como Trotskismo de Yalta, cuyas expresiones más relevantes pululan con extensión en el tiempo en Argentina-
En este contexto hay que tener presente que Marx afirma que “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases , y sobre esta premisa , deteniéndonos en este punto, corresponde decir como bien lo puntualiza Flabian Nievas, que el valor específico de la ley de la lucha de clases , radica en su variabilidad operaciones, es decir , en la posibilidad que su empleo como categoría analítica, permita la periodización de los sucesos , que se suceden en una realidad que emerge compleja y hasta a veces caótica, todo lo cual permite establecer distintas fases de las acciones humana en la faz política , y su eficacia según se la mire desde los intereses de una u otra clase en oposición .
El empleo de la ley social de lucha de clases remite entonces de modo necesario al antagonismo del proceso de producción social que nace de las condiciones de existencia individual y se expresa en la propia lucha de clases y sus distintas manifestaciones de grado en forma objetiva.
El problema de la captación del significado que en los hechos tiene esa oposición de contrarios sociales, es el problema de la política y la subjetividad, y en ese espacio es donde aparece el enfrentamiento bélico.
La guerra en ese sentido no es otra cosa que un medio para alcanzar objetivos políticos, y su finalidad es siempre una finalidad política. Clausewitz, el filósofo de la guerra, plantea que «la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios».
La fuerza, como medio, impone nuestra voluntad al enemigo, y el propósito político es el objetivo, mientras que las concretas acciones armadas, constituyen el medio .
Así vista la situación , la periodización cuyo establecimiento facilita la lucha de clases, se transforma en una herramienta intelectual para desentrañar la gradación que , tendencialmente concurre , en dirección al enfrentamiento entre las clases antagónicas , que en el orden social burgués no son otras que las que agrupan a burgueses y proletarios conscientes de sus objetivos estratégicos específicos. Es este el fundamento último, por el que la acción política requiere de revolucionarios en su dirección y no simplemente de trabajadores, entendidos simplemente como tales.
Esta gradación a la que hacemos referencia, históricamente reconoce avances y retrocesos , momentos de aceleración y de lentitud o retrocesos , todos medidos en orden al acceso del enfrentamiento armado, como estadio necesario para la apertura del momento revolucionario emancipador.
Dadas así las cosas son la calidad de los enfrentamientos que implican la lucha de clase los que definen de modo objetivo sus momentos, y reflejan en sí mismos , sus avances o retrocesos. Cada estadio desarrolla y contiene los elementos que le son propios en referencia con una determinada subjetividad específica y una velocidad de desarrollo concreta.
Cada estadio superior tomando en cuenta el objetivo emancipatorio de los trabajadores en tanto clase social, implica necesariamente al precedente que ha agotado todas sus instancias materiales de producción y lleva al salto necesario de calidad en la intervención.
Cuanto sucede en nuestros días para los trabajadores es la constatación histórica de que la organización corporativa de masas que venía asumiendo la representación y gestión política, determinando los haceres y las omisiones , se presenta difusa en cuanto a sus objetivos y se emparenta más con una organización de corte democrático por sus objetivos solo concentrados en la defensa de derechos que supieron ser declarado en su presunto favor , todo dentro del orden burgués institucional.
Esta objetividad tropieza hoy con el establecimiento de una relación de fuerza adversa al sindicato como institución en cuanto se refiere a su capacidad en lucha , para gestar o generar negociaciones con los explotadores.
En este último extremo es donde finca la advertencia del discurso político peronista en la sociedad, toda vez que el peronismo, cualquiera fuese su expresión , es la manera como la sociedad argentina comprende el espacio relacional de las clases , que se enfrentan , pero necesariamente “negocian”.
Sin embargo, la propia realidad también exhibe cierta inestabilidad o dificultad del aparato político que tiene a su cargo desde el Estado, la gestión del interés de la burguesía como clase, y la reproducción de su rol de dominación . Esto último, pone al descubierto que si la situación se prolonga en estos perfiles , es pensable una escalada en la gestión de la violencia legal por las agencias represivas que tienda a la regimentación y militarización de la sociedad, que solo contrasta con una posible tendencia inversa que estaría a disposición y abierta según que los resultados electorales resulten favorables o no al sector burgués que políticamente resulta dominante hasta hoy.
Este desarrollo no puede ser eludido por los que combaten de modo consciente contra el orden capitalista en rol de vanguardia. Sin embargo, no hay en las acciones en las que se exterioriza y toma cuerpo esa militancia , ningún elemento que ponga de manifiesto la advertencia de una organización acorde con ese desafío.
Por todo esto, es prioritario canalizar los espacios de agitación y propaganda hacia la construcción de los trabajadores en fuerza social y política. Si la militancia solo se concentra en la denuncia de situaciones específicas , el retraso dirigencial se constituye de modo manifiestamente inoportuno y carente de toda eficiencia en lo referente al objetivo emancipador del poder obrero.
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