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CARLOS BUSQUED, ENTRE MONSTRUOS Y CATÁLOGOS BASTARDOS


Algunas primeras novelas concentran la contundencia de un mito fundacional, el mito o la anécdota dura y a quemarropa del surgimiento de la figura de un autor. Este es el caso de Bajo este sol tremendo, la primera novela de Carlos Busqued, publicada en 2009.

Una novela escrita o parida, según cuenta el autor, en una casa vacía donde solo había un colchón en el piso, una mesa, una silla, tiempo libre y, sobre todo, una necesidad hambrienta de escribir. Una novela que fue escrita y reescrita infinidades de veces, una novela que fue rechazada una y otra vez, una novela que fue amputada, descuartizada y pulida hasta el cansancio y la obsesión de su autor, que sufrió las exigencias ridículas de los concursos literarios, y que fue ninguneada por editoriales que le brindaron una indiferencia absoluta.
Pese a tantas adversidades, la novela fue finalista del Premio Herralde 2008, se publicó al año siguiente y recibió buenas críticas de todos lados. Uno recuerda esas vidas inertes, desechadas, recuerda sus diálogos que expresan una banalidad del mal que se manifiesta en la cotidianeidad chata de un pueblo perdido, recuerda algunas imágenes representativas de la crueldad que surgen de esas charlas de tono liviano, como cuando conversan sobre una elefanta con estrés postraumático que no puede dejar de mover las patas, porque fue torturada con descargas eléctricas para simular un baile.

En la novela también abundan catálogos de cosas diversas. Uno piensa que un catálogo reúne y conserva cosas prestigiosas, cosas cuidadas que deben resguardarse de la intemperie, del tiempo, o de las dos cosas. Pero en esta novela aparecen cosas bastardas, de poco valor, cosas abandonadas que se confunden con basura, o que lo son: restos olvidados de basura olvidada. Parece como si los restos de cosas desechadas o cosas-residuos fueran las señales o las marcas fosilizadas que dejaron de testimonio las antiguas vidas residuales de sus ex dueños. También abundan animales monstruosos que rozan lo fantástico como el Kraken o la Lampalagua. Animales que se presentan como bestiales, rarezas absolutas que están por fuera de todo catálogo, pero que en realidad podrían mostrar la visión desencantada de su autor: el común de una ley de hierro inherente a todos los seres vivos, que se expresa tanto en el mundo de los animales como en el mundo de los humanos, en donde todo se reduce a interacciones entre predadores y presas.

Carlos Busqued murió en el 2021, y su muerte, al igual que sus libros, no pasó desapercibida. Fue diferente a la mayoría de los escritores argentinos. Tenía un cableado mental diferente al resto, más identificado con la literatura norteamericana que con la literatura local. Amante de los aviones de guerra y de los asesinos en serie, sus inquietudes lo ubicaban en un lugar extremo y relegado de otros escritores que podríamos definir como bienpensantes. Sus libros irradian un esplendor oscuro y enigmático que emerge de las profundidades, y que impacta y genera desconcierto cuando se muestra a plena luz de la superficie, como el Kraken.

Guillermo Sevlever