Nuevo Curso

SE AGUDIZA LA TENDENCIA DE UBICAR EL CONFLICTO SOCIAL EN EL MARCO DEL DERECHO PENAL Y LAS AGENCIAS ESTATALES REPRESIVAS.

La comprensión de las causas y los factores que motivan el crimen, exige ir más allá del individuo catalogado como delincuente en su conformación biológica y psicológica. Esta visión del problema la impuso el juego combinado de instrumentos políticos y mediáticos como elemento de la cultura dominante.

Los discursos relativos al delito, con enfoque clínico basadas en disciplinas como la medicina, biología, antropología y psicología, tuvieron el papel cultural de servir de justificación ‘científica para el origen y razón de ser de la criminalidad. Se convirtieron desde el derecho penal y la Criminología positivista, en simples herramientas funcionales para la reproducción ideológica, es decir para que la burguesía entendida como clase social culturalmente hegemónica, continuara con sus privilegios mediante la explotación de la clase trabajadora y aquellos que han sido desplazados dentro del conjunto de lo que se conoce como población económicamente sobrante.

En estas, como en tantas otras cosas , el objetivo de un orden social justo , con base antropológica, sustentado en relaciones sociales libres, impone superar esa ideología puramente reproductiva del modelo económico capitalista.

Así visto, el problema relativo a la construcción y captación de una realidad social, dentro de la categoría conceptual ,bajo la forma jurídica delito, y su traducción mediática por la noción de inseguridad, también de carácter abstracto , admite un desarrollo dialéctico, en tanto el discurso positivista antes enunciado, es observado por otras concepciones de igual forma ideológicas que lo niegan en su esencia, pero que no alcanzan a superarlo, con lo que la pervivencia de las tesis primigenias perduran bajo distintos paraguas, que aún le otorgan sobrevida. Por eso es fácil escuchar elogios de una cadena perpetua, expresiones tales como “que se pudran en la cárcel”, lo que corresponde es “dar leña”, al “conurbano hay que entrar con la metra”, “a estos negros villeros hay que matarlos a todos”, etc.

Vista la cuestión en otro sentido y desde los intereses objetivos de la clase trabajadora, si abandonamos esa visión reduccionista antes enunciada (contenida dogmáticamente en la criminología clásica positivista y la actual criminología mediática), se advertirá que el fenómeno puede ser cuestionado, rompiendo así con las premisas que emergen con fundamental relevancia desde los medios de comunicación y redes sociales, todas tributarias de la consigna ley y orden.

El punto de partida de una práctica, militante modificadora del orden social dado, con base en el abordaje del fenómeno social del delito y el castigo, es deslegitimar el discurso criminológico mediático denunciando su función de aparato ideológico, justificativo de las necesidades represivas y disciplinarias de la sociedad capitalista; ligándolo con el planteo de conjunto de crítica política a la sociedad burguesa en tanto la criminalización es tan sólo una manifestación más de la dominación

Es cierto que en principio es preciso instalar un “no”, a la estrategia dominante de pensar y abordar el crimen como algo que se dice del hombre o se atribuye a algunos hombres , en tanto individuos desviados, inferiores, con deficiencias psicológicas y fisiológicas que los predisponen al delito, pero también lo es que, -en instancia ideológicamente superadora-, se hace necesario confrontar lo negado con un abordaje de las causas del crimen en tanto fenómeno social, con base en la sociedad de clases

Dicho en otros términos, apuntamos a lo imperioso de mostrar el crimen o la criminalidad como emergentes de una construcción social basada en una histórica y determinada estructura social productora de mercancía, resultante de relaciones de dominación y no como un comportamiento aislado de un individuo .

 En el mismo sentido hay que advertir la incidencia del propio Estado en el fenómeno en tanto esa organización jurídica superestructural y ese aparato de poder, es el producto natural de una sociedad dividida en clases sociales que existe como instrumento de la burguesía para mantener al resto de la población a una sumisión económica y política.

   En igual orden de ideas destaco que, todo sistema político que gestiona relaciones de explotación y opresión sobre el conjunto social, existe con un mínimo consenso, en tanto impone y naturaliza mecanismos de control social, con múltiples y variadas formas de manifestación, por lo que, en ese contexto lo que se conoce como “delito” es en gran parte, la resultante de las contradicciones y de la violencia estructural que el mismo sistema propicia y gestiona por vía estatal a través de la idea de castigo punitivo.

Si ubicamos al crimen en la estructura y naturaleza misma del mercado capitalista, en la estructura inequitativa de clases advertiremos que es ahí, donde sistemáticamente se frustran los ideales meritocráticos que sirven para legitimar al sistema con sus valores centrados en el individualismo competitivo en tanto estos son los que moldean y guían las frustraciones de las personas.

Desde esta caracterización es posible examinar el fenómeno social “delito”, como una de las tantas manifestaciones de un sistema de producción y de las relación de poder que a partir de este se generan.

Dentro del capitalismo el objetivo primordial es el consumo por lo tanto la producción de mercancías. El capital organiza la sociedad con base en producir más y en consumir más, con un regulador formal del intercambio que es el dinero, que por su trascendencia debe ser obtenido sin importar los medios, siendo significativo el proceso de dominación que impone a ese factor objetivo la selectividad del derecho penal a la hora de definir y establecer por sentencias judiciales el sujeto de esa prohibición.

En este contexto es perfectamente comprensible la posibilidad de la empresa delictiva, en tanto la misma no se diferencia del resto sino en la entidad del producto que elabora, y aún más, que un emprendimiento asuma objetivos legítimos desde los cuales, consumar conductas lesivas.

Basta apreciar en este sentido, la reciente detención de un alto miembro de la empresa Vicentín bajo el amparo jurídico de la imputación al mismo de comportamientos subsumibles en figuras delictivas en particular las estafas, para advertir el análisis de la pobreza y no así de la riqueza como factor predisponente de la criminalidad es resultado del discurso ideológico (en el sentido de falsa apreciación de la realidad) capitalista con base en la necesidad de la dominación de la clase hegemónica que la burguesía ejerce sobre la clase trabajadora.

Desde ese plano se gesta socialmente y se naturaliza por reiteración mediática y penetración ideológica, una asociación entre la falta de desarrollo psicosocial (inferioridad), la pobreza y la consecuente inadaptación a las normas sociales y por otro lado de forma paralela, se crea una disociación entre la empresa capitalista y sus delitos con sustento en la acción legitimadora del Estado

Toda acción militante con objetivo transformador de la sociedad en una nueva sociedad y con ella otra construcción subjetiva generadora de un hombre nuevo , debe denunciar de modo explícito que, las leyes, del sistema de justicia, las agencias represivas del control social, la concepción del delincuente e incluso el Estado mismo, son medios empleados por las clases burguesas para mantener su condición hegemónica de explotadores .

Esto último implica también puntualizar que no hay una noción abstracta de seguridad tal como lo plantean los poderosos acudiendo a su versión carente, es decir, la inseguridad.

La dialéctica idealista, seguridad-inseguridad, en ningún caso puede ser ubicados por encima de las clases sociales ubicando al primer extremo, como valor que debe ser defendido por todos por igual, ya que lo que existe, en el plano de lo real y concreto es la “seguridad” de los dominadores que se traduce en la continuidad pacífica y reproductiva de esa dominación de clase.

Debe propagandizarse que el Estado gestiona y gerencia los intereses de la burguesía en su conjunto y para ello se hace del monopolio de la violencia, legitimando por las leyes su proceder. Su protección no se basa en la legitimidad de los intereses defendidos sino en la coerción, o en la difusión de una «falsa conciencia”. «

Estas premisas, deben formar parte del programa político de la clase trabajadora y el conjunto de los oprimidos . No admiten una reiteración puramente académica que las condene al fracaso porque ello implicaría la prevalencia de lo contrario, es decir, la supervivencia de la sociedad de clases, el control estatal, la vigencia de lo represivo sobre el consenso y la libertad. 

Daniel Papalardo