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IGUALDAD

 ANTE LA DECADENCIA CAPITALISTA.UNA NUEVA SOCIEDAD COMO ESPACIO PARA LA CONCRECIÓN DEL PRINCIPIO DE IGUALDAD

Es un dato constatable a poco que se lo quiera observar , que las formas jurídicas con las que se construyen y perfilan el conjunto de relaciones sociales existentes en la sociedad civil tienen subyacente el paradigma de la igualdad de los individuos que se ven entrelazados en esos vínculos en tanto el derecho en la sociedad capitalista es el formato que instrumenta ese elemento constitutivo de la república burguesa.

      Dicho en otros términos, la aspiración de la igualdad es uno de los ideales constitutivos de la modernidad capitalista desde el momento en que triunfaron las grandes revoluciones burguesas, que encolumnaron al pueblo tras ese objetivo y para el cual construyeron su soberanía.

            En el presente ese desarrollo continúa , bien con perfiles más marcados en una suerte de profundización del respeto por lo diverso que parece formalmente contradictoria con la versión inicial o tradicional. De hecho en el núcleo primario de la sociedad civil ,esto es, la familia, la igualdad es un principio constitucional que informa el régimen  jurídico matrimonial y su ruptura . Es decir, el principio de igualdad es el eje rector de todas las normas y de las interpretaciones judiciales que surgen de las mismas básicamente configuradas a partir de la prohibición de toda discriminación en razón de la orientación sexual de los componentes de la pareja, como se sigue expresamente de la ley 26618 y del género como lo dispone en general la Convención para la eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer.

        Sin embargo, aunque el capitalismo  es el espacio donde tomó expresión el ideal de igualdad entre los hombres, esa aspiración solamente puede realizarse con la superación dialéctica de sus estructuras productivas y sus efectos en la cultura .

            En ese sentido, desde el avance neoliberal como ideología dominante en el último cuarto del siglo pasado , la igualdad fue exhibida como la condición formal en la que los individuos  se encuentran entre si en las relaciones sociales donde se desenvuelven, esto es, como un a priori que juega como una suerte de condición abstracta anterior al vínculo en sí. Dicho de otro modo, la igualdad se presume entre las personas como condición fundante de sus vínculos y solo debe ser leída como tal. Los individuos se presumen en todos los casos semejantes, iguales y libres y en tal condición arriban a la sociedad que los alberga en cuanto tales dando por descontado ese paradigma en los vínculos concretos y los derechos subjetivos emergentes de ellos.

          Así vista la cuestión, se advierte que la exaltación de la igualdad, en tanto igualdad abstracta ante la ley, se vincula de modo necesario con la existencia , desenvolvimiento  y vigencia del mercado amparado por la forma jurídica que asume el poder burgués en tanto Estado Constitucional de derecho.

           Sin embargo, el problema consiste en que el capitalismo es expresión histórica de una determinada sociedad de clases (burgueses y trabajadores) en la que ese mercado al que le resulta funcional la noción abstracta de igualdad ante la ley , constituye fácticamente la apropiación privada del valor generado por el trabajo en la producción generalizada de mercancías  o en la apropiación de la renta derivada del dominio de la tierra  o los beneficios emergentes de la especulación financiera de una clase en detrimento de otra que resulta objetivamente explotada. De esta manera, los actos humanos contenidos en la reproducción del capital , socavan  constantemente en la realidad , la igualdad formal y abstracta que pregona el orden jurídico constitucional al punto de negarla en su existencia misma. Es decir, lo que se presume  en abstracto por vía de la forma jurídica, no es tal en la concreta objetividad de la realidad, que se verifica a partir precisamente de su negación.

   Hay que agregar que por fuera de la sociedad civil, en el marco de la conformación y desenvolvimiento  del Estado con más , la intervención de éste en la primera por vía de las políticas  de declaración de derechos subjetivos que desenvuelve , la desaparición concreta del paradigma igualitario adquiere visibilidad más notoria en el período crítico que atravesamos , manifestándose por la reducción de toda participación democrática del pueblo en las tomas de decisiones y el desarrollo de esas prácticas, haciendo del derecho al voto , otrora  instrumento de esa participación igualitaria una herramienta vacía de contenido , en razón de la manipulación mediática que contamina en manera desigual los elementos de decisión del individuo a la hora de establecer su preferencia en la selección de operadores políticos encargados de la gestión estatal.

     Frente a todo esto, la burguesía expone como reflejo de ese marco de situación , el aliento ideológico de las políticas de la divergencia con las que  busca invertir el paradigma fundacional clásico de la igualdad ante la ley. Es así que el igualitarismo abstracto de nuestro siglo se presenta como autorización y legitimación para el trato social que desmerece el estándar de igualdad para todo y lo sustituye por “igualdad” que nace del respeto a las diferencias.

       Posicionado frente a la posibilidad esta reformulación  de la idea de igualdad hoy vehiculizada en el plano concreto, y analizándola simplemente desde el plano tendencial  Marx argumentaba que los principios y concepciones normativas sobre los cuales parece flotar de modo subyacente la idea de igualdad,  solo expresan en realidad los intereses históricos de clase , por lo que el reclamo de su universalidad o extensión generalizada es falso  y en realidad  engañoso desde el momento en que tales principios contribuyen a ocular el antagonismo de clase bajo la fachada del bienestar general por lo que el movimiento socialista debe evitar hablar de derechos, en la medida en que esas formas jurídicas lo conducen a un callejón sin salida signado por la inauténtica posibilidad de mejoramiento progresivo de la existencia cada vez más inhumana  dentro del orden social capitalista  .

El Estado hegemónico, el de la burguesía capitalista, tambalea El análisis de las instituciones de la sociedad civil y sus mediaciones hacia las formas políticas perfilan un momento  de la lucha de clases  en el que se dibuja una fuerte tendencia hacia  una nueva relación de fuerzas, en la que el orden burgués exhibe la decadencia de su eficacia económica con un giro autoritario más o menos acentuado o maquillado por el discurso «liberal” que agoniza ante la creciente desigualdad social y la frustración de su paradigma constitutivo.

            La Constitución de un Estado, las leyes y los códigos que en su consecuencia se dictan se exhiben por la burguesía ante los ojos de los trabajadores y el conjunto de los sectores sociales oprimidos como los reguladores formales del funcionamiento de una sociedad. Este dogma, crea la ficción de la imparcialidad, inviolabilidad, e inmutabilidad del orden jurídico, ocultando que el fenómeno jurídico, en última instancia, es la manifestación superestructural de las relaciones de clase y de producción  capital-trabajo.

 La ley es la expresión formal del poder burgués y de su Estado, no sólo porque regla su funcionamiento y pena las violaciones a la ley, sino porque arma todo el entretejido de argumentos que moldea la conciencia y la moral de toda  la cultura. Desde esta premisa es valido concluir en que,  no hay sociedad que esté más alejada de  las relaciones humanas en plano de igualdad , que la emergente de la revolución burguesa  que la  puso a la consideración de la humanidad. Por el desenvolvimiento del orden capitalista , estamos ahora , en un mundo donde reinan la esclavitud asalariada, la división en clases y la lucha por sobrevivir dentro de condiciones indignas de existencia que exige su superación

  Si por definición el Estado capitalista supone objetivamente   una forma jurídica que implica la  condensación material de una relación de fuerzas entre las clases en forma tal de traduce la hegemonía estratégica de la burguesía ,por vía de consenso de la restante o por el empleo liso y llano de la violencia represiva, el avance de los sectores explotados y oprimidos hacia la igualdad impone la abolición de ese orden estatal específico y su superación por el poder obrero implementando las premisas vitales del programa socialista.

Es necesario, tener presente que con la miseria  que adquiere expresión significativa en nuestra cultura por vía de relaciones sociales asimétricas,  no se puede hacer exclusivamente lucha sindical por reivindicaciones parciales y sectoriales , porque eso supone ser parte de lo mismo que se dice criticar y admitir la realidad de una posible reforma . Peleando por una donación pública o un subsidio o un bono , lo único que se alimenta es la falsa noción de que estamos ante un problema de distribución de la riqueza, que se puede abordar adoptando políticas para que la misma sea más equitativa y genere condiciones de vida igualitaria.

        Los apremios objetivos en que se encuentra la clase trabajadora no admiten otra intervención que la lucha política, orientada explícitamente a la desaparición de los factores que generan ese resultado calamitoso e inhumano emergente de paupérrimas condiciones de vida. No hay otro camino que la superación de las relaciones sociales capitalista que nos enmarcan.

               La propia revolución francesa, generadora del régimen político en el que nos desenvolvemos, partió de reclamos inmediatos de los sectores desplazados en el régimen feudal., como lo fue el reparto de pan en Paris, y las crecientes hambrunas, pero los gestores ideológicos y dirigentes de las revueltas, nunca partieron de la idea de que todo terminaba con una mejor distribución de la riqueza, sino con la destrucción de las relaciones sociales del feudalismo que generaban esas hambrunas.

         Por eso, la orientación central y básica frente a los fenómenos de desplazamiento social negativo en los que nos encontramos nos convoca, es dar primacía a la totalidad, ya que la fragmentación impide ver la coherencia del conjunto. Llega el momento de pensar en que el problema no esta en aquellas personas que ocupan una plaza pidiendo comida, vestimenta y un techo, sino en las relaciones que estructuran esta sociedad en la que sobrevivimos.

          La suerte de todos y cada uno de los asalariados y demás sectores sociales oprimidos, está ligada a la totalidad de las situaciones sociales que impone el capitalismo en su etapa monopólica, y la posibilidad de superación de las mismas, y no en la mayor o menor habilidad que pueda tener cada persona para manejar su economía doméstica.-

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