No, permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir ni honrar la vida
Hay tantas maneras de no ser
Tanta conciencia sin saber adormecida
Merecer la vida no es callar y consentir
Tantas injusticias repetidas
Es una virtud, es dignidad
Y es la actitud de identidad más definida
Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir
Porque no es lo mismo que vivir
Honrar la vida
(Eladia Blázquez)
La pregunta por la vida contiene por sus propias implicancias, la necesaria significación de la muerte, porque es esta última la que decide finalmente si tuvo sentido la primera. Es el lugar donde te encuentre el deceso, el que indicará el sentido de tus actos y nunca un a priori que en el devenir de tu existencia pretenda marcarte un único camino.
Creo que este significante es el que concurre presuroso a explicar dos muertes sucesivas , de dos seres vivos que contemporáneos en un tramo de nuestro propio devenir como sujetos individuales o como parte de una clase social en lucha , tuvieron la ocasión de darnos luz para elaborar cuanto decimos conocer de eso otro que esta fuera de nosotros y a la vez nos constituye. Hebe Bonafini, Pablo Milanés, distantes geográficamente pero tan cerca de nuestras vidas , dieron noticia de que ya no están físicamente ahí . Nos queda a quienes nos impregnamos de sus mejores existires e hicimos silencios en sus declives, tomar el mismo desafío sabedores que su derrotero existencial abarca también ese punto final que implica la muerte. Punto final, la lucha por un nuevo orden social, justo y posibilitador de lo humano sigue igual
El fallecimiento de Pablo Milanés
Dolor profundo: es la madrugada y me dan la noticia de que Pablo Milanés ha muerto. Murió en Madrid, de madrugada, lejos de Cuba, como miles de cubanas y cubanos que han decidido irse.
Pablo nunca traicionó a Cuba, ni a la Revolución: criticó el proceso degenerativo de la burocracia cubana. Se adelantó a ver lo que iba a suceder. Entonces muchos no lo comprendimos.
Al menos hasta 2008, siempre en los primeros días de enero Pablo daba un concierto en el Teatro Karl Marx dedicado al aniversario del triunfo de la Revolución cubana -1 de enero, 1959-. Recuerdo una canción con la cual siempre cerraba esos conciertos: “creo en ti/como creo en Dios/ ¡Revolución!”. A fines de agosto de 2008 dio un concierto gratis en la Tribuna Antimperialista con canciones recordando a los cubanos emigrados y cantando a una Revolución que ya se iba. Después se demoró mucho en volver ¡Pero hay tantos que se van de Cuba estando en la isla!
Desde mi primer concierto de Pablo ya lo ayudaban a entrar al escenario. Yo tenía entonces 13 años: era el lejano 1995. También desde entonces se oía que Pablo hacía “declaraciones” criticando al gobierno de las cuales en realidad no sabíamos nada: en Cuba solo circulaba la prensa estatal y el internet no existía. Solo a inicios de la segunda década del siglo XXI comenzó a aparecer el internet en algunas instituciones. Para 2015 llegó la wifi -cara- a unas aisladas plazas. La wifi en la casa era en zonas muy reducidas y a precios imposibles de pagar por un trabajador. Solo en diciembre de 2018 se habilitó el internet en los celulares y por diferentes motivos, principalmente económicos, no fue hasta el último semestre de 2019 cuando se masificó. Es decir: de Pablo solo se sabían rumores y sus conciertos cada vez más esporádicos.
Por su parte, el gobierno cubano nunca atacó a Pablo Milanés, ni siquiera indirectamente. Todo se le perdonaba. Sin embargo, sobre él pesaba que a finales de los sesenta había sido recluido en las execrables Unidades Militares de Apoyo a la Producción y el rumor de que era gay en una sociedad marcada entonces por la homofobia y el machismo. Sumado a esto, en los noventa la Fundación Pablo Milanés fue cerrada por el gobierno y el trovador cubano comenzó a radicarse en España.
En julio de 2002, Silvio Rodríguez organizó un curso de verano sobre la trova cubana que tuvo lugar en la Universidad de La Habana. Por el anfiteatro Sanguily desfilaron los más importantes trovadores cubanos, menos Pablo. Cuando fui a pedirle a Silvio un autógrafo en el diploma acreditativo del evento, hice que su firma cayera sobre la imagen de Pablo. Silvio me miró fijo, pero firmó. Le pregunté por qué no había venido Pablo al evento: ‘yo invité a todos. Quien no vino fue porque no quiso o no pudo”.
Pero cada enero, las colas para comprar las entradas de los conciertos de Pablo seguían siendo inmensas. Nadie recriminaba nada a Pablo. Por su parte, Silvio estuvo años sin dar un concierto en Cuba. Sin embargo, cuando no tuvimos a Pablo presencialmente, de a poco regresó Silvio. Desde el 2011 hasta que apareció el Covid-19, Silvio cantaba cada mes en los barrios más humildes de La Habana y en ocasiones también en otras provincias. Llegaba con Víctor Casaus introduciendo el concierto y siempre traía invitados de alto reconocimiento cultural.
Ninguno de los dos eran -ni son- mejor que otro: los estúpidos que comparaban a Pablo y Silvio en esos niveles nunca comprendieron nada. Muchas veces ni siquiera los oían. Pablo y Silvio son raíces inseparables de la cultura cubana. Sin ellos, Cuba no existe. O al menos esa es la Cuba que intenta construirse el fundamentalismo de ultraderecha; fundamentalismo similar a quienes desde la mediocridad y el oportunismo han atacado a Pablo Milanés, incluso pocos días antes de su muerte. Por suerte no lo hizo ningún cubano. Por desgracia las instituciones cubanas de la cultura no condenaron esas ofensas a Pablo provenientes de alguien que defiende a la burocracia cubana, supuestamente porque defiende al socialismo. Son tristes y repugnantes quienes desde el extranjero y en la comodidad exigen a la clase trabajadora cubana que resista, atacando a quienes critican y llegando a ofender a la misma Cuba.
Con Pablo se va una edad y una época que no volverá más: un viaje del cual jamás regresaremos.
Quienes recientemente ofendieron a Pablo Milanés morirán en el olvido de la mediocridad. Imputarle a Pablo que había dejado de ser quien fue cuando él tenía 22 años es absurdo. Nadie conserva la cuestionable pureza de la adolescencia.
Sin morir, Pablo Milanés ya había sido absuelto por la historia. Esa burda mentira que es el oportunismo político se hunde bajo el peso de la música de Pablo Milanés. Cuba está en Pablo, en la diáspora cubana que lo recuerda, en quienes lo cantamos en sus conciertos, no importa lo que había dicho porque en realidad nunca dijo nada contra Cuba. A Pablo no hay nada que perdonarle y sí mucho que agradecerle. Gracias Pablo por hacer la Revolución.
por Frank García Hernández Comunistas de Cuba
No vivo en una sociedad perfecta
Yo pido que no se le dé ese nombre
Si alguna cosa me hace sentir esta
Es porque la hacen mujeres y hombres
No vivo en una sociedad perfecta
Yo pido que no se le dé ese nombre
Si alguna cosa me hace sentir esta
Es porque la hacen mujeres y hombres
Quien la vio nacer, quien la idealizó
Quien vio que cambió a su parecer
Le duele que hoy no sea la rosa
Que conquistó el jardín de su vida
No vivo en una sociedad perfecta
Yo pido que no se le dé ese nombre
Si alguna cosa me hace sentir esta
Es porque la hacen mujeres y hombres
Quien la hizo nacer, quien participó
Quien la hizo cambiar y no perecer
No le complacen todas las cosas
Pero por esto da ya la vida
No vivo en una sociedad perfecta
Yo pido que no se le dé ese nombre
Si alguna cosa me hace sentir esta
Es porque la hacen mujeres y hombres
El extremista y el cobarde
Van convergiendo en su dolor
Mientras el resto, con amor
Trabaja porque se le hace tarde
Así sucede en los parajes
Donde subir te hace mejor
El falso no tiene valor
El verdadero sigue su viaje
Creo en ti
Como creo cuando crece
Cuanto se siente y padece
Al mirar alrededor
Creo en ti
Y me alegro que el mañana
A través de mi ventana
Nunca sea igual que hoy
Creo en ti
Porque dándome disgustos
O queriéndome mucho
Siempre vuelvo a ti
Creo en ti
Lleno de contradicciones
Presto a soluciones
Siempre creo en ti
Creo en ti
Porque nada hay más humano
Que prenderse de tu mano
Y caminar creyendo en ti
Creo en ti
Como creo en dios
Que eres tú, que soy yo
En ti, revolución