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Nuevo Curso

EL ESTADO Y LOS TRABAJADORES ARGENTINOS

NUEVO CURSO

  El Estado es un punto neurálgico en la materialización constante de las estrategias de la burguesía, centrada sobre la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Sobre este extremo parece no abrirse un escenario de polémica.

             Sin embargo, además de ser un instrumento político por excelencia, en las manos de la clase dominante, el Estado es el espacio en  que se materializa el nivel real de las relaciones entre las clases, incluyendo en esa realidad la propia esfera productiva.  Tal es el grado de constatación objetiva de esta premisa, que son las propias fuerzas de los trabajadores, (sobre todo en los sectores que han podido organizarse) las que exigen convocatorias a paritarias y otras intervenciones puntuales del Estado , como la asignación de planes sociales.
            Desde esta perspectiva, se deja ver la contradicción implícita en esa acción política de explotados y oprimidos, en tanto busca del Estado la posibilidad de que su intervención sea favorable a los intereses de ambos sectores sociales.

               Esta “idealización” hacia los órganos funcionales de la estructura político jurídica  que ha sido montada desde su emergencia constitucional por la burguesía  en el siglo XIX,  que se concentra en demandas  puntuales y la acción por vía de  fustigar a los operadores políticos de turno, sean estos ministros, presidentes, secretarios de estado, o como quiera que se llamen, no hace otra cosa que mantener y sostener la falsa conciencia que el peronismo introdujo desde sus más variados relatos, en la clase trabajadora y en el conjunto de los sectores oprimidos de nuestra sociedad.

                Por esa vía se llega a consignas del tipo “la patria en peligro”, ocultando que esa patria peronista que algunos buscan preservar no tiene otra forma jurídica que al Estado como el soporte institucional de la especulación y los negocios del capital dominante.

                 Sin embargo, la intervención directa del Estado se vuelve hoy en el contexto de la crisis mundial del capitalismo, absolutamente inviable para la reproducción social del capital por nuestras tierras y explica asimismo los distintos enfrentamientos operados al interior de la propia burguesía , además de ser insostenible para los propios burgueses “nacionales” que otrora le dieron prevalencia al peronismo en el poder.

                      El quiebre esta dado por la actual incapacidad del formato político peronista  para ejecutar la acción del Estado que le dio sentido y lo constituyo en la fuerza necesaria para conformar la hegemonía cultural burguesa. Lo que no tiene más espacio y posibilidad es aquello que decía el ex secretario de comercio Moreno: la única forma que los empresarios “argentinos” puedan hacer dinero es con el peronismo.

             Dicho en otros términos, lo novedoso de la escena política es que el peronismo , aún con figuras de recambio en el gobierno, ha dejado de ser  un SOS al empresariado “argentino”,

  Por esta razón, es una tarea primordial e ineludible hacia los tribunos del pueblo y de los intereses objetivos de la clase trabajadora ( para no ser esclavos del hipotético atajo de los futuros resultados electorales) enseñar que el Estado juega un papel central tanto en la producción y reproducción de medidas represivas –visibles u ocultas– como en la interpretación ideológica de esos fenómenos de violencia que se ejercen sobre las personas, y también, en la formulación de discursos, estrategias y técnicas de poder, al modo en que las constatamos actualmente en las practicas comunicacionales de los medios, y en la intervención concreta del poder judicial .

                La acción militante, por  vía de reiteración de  manifestaciones callejeras, encorsetadas en este discurso centrado en la demanda mínima al Estado sin pretensión de constitución de poder obrero superador de aquel,   sufre una falsa visión en manos de la manipulación mediática organizada desde el Estado. Solo permite a quienes se movilizan conformar un micromundo autoreferencial, pero oculta la falta de asistencia de aquellos que continúan con su vida cotidiana, y emergen en la instancia electoral con un voto diverso del esperado al que luego hay que pasar a explicar.

               Esto no significa descartar la presencia de  grupos movilizados en las calles por su propio efecto multiplicador, pero si la demanda social tiene por referente a un actor político ya constituido, y cooptado en manos de los operadores del enemigo de clase, la protesta se vuelve domesticada.

       Así lo reflejan las distorsiones en transformaciones graduales de luchas que son «interiorizadas» y asimiladas por el Estado, cuyo desenlace obligado termina en el reformismo. La condensación material del actual nivel de la lucha de clases, no puede ser llevada desde el polo de los intereses de los trabajadores hacia una idealización del rol del Estado. Al contrario, única y exclusivamente debe orientarse hacia la concientización de su destrucción.


  Si el Estado es un sujeto sobre el que se puede influir y necesitar para la implementación de ”políticas” en beneficio de los sectores explotados y oprimidos, se infiere que su exhibición con esos perfiles es solo para presionar, y no para luchar por su abolición.


         Pero además, estamos hablando de un Estado de clase atravesado por los intereses tácticos y estratégicos de la burguesía. El camino de la movilización, con sus idas y venidas, necesita orientar la relación de fuerzas en la lucha de clases a favor de la clase trabajadora, en tanto vanguardia de los demás sectores oprimidos, y crear las condiciones para una hegemonía con base en esos intereses, y estar preparada para enfrentarse contra las estrategias inscriptas materialmente en el Estado: los dispositivos de sus agencias represivas que ejecutan la violencia, y forman parte de su propia  estructura institucional.