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Nuevo Curso

Lucha de clases. Autonomía política del proletariado.

Afrontamos situaciones sociales significativamente gravosas que no pueden circunscribirse al espacio de un mero “intercambio de ideas” circunscripto a cómo hacer el aguante “.

El conjunto de quienes desde el FiTU y sus satélites se limitan a observar y comentar lo dado, con los espacios de miseria cultural que implican, olvidan que la crítica es un arma de lucha, un medio para el fin revolucionario, llevar a los seres humanos a pensar, obrar y organizar una sociedad sin explotados ni explotadores. Nada de esto ocurre en la realidad, y nada de esto les exime de responsabilidad con lo que sucede. Por eso el famoso “háganse cargo “que a los gritos al viento intentó poner en escena una diputada nacional de esas fuerzas políticas, luce en el ámbito del descaro y los ubica en la decadencia generalizada que urge la necesidad de superar esas instancias y avanzar en un nuevo curso, que parta de un frente único obrero por fuera de esa cooperativa electoral.

     La crítica sobre el derrotero capitulante del FITU necesita sin embargo y al mismo tiempo que se la pronuncia un acompañamiento necesario de acciones de lucha callejera que signifiquen la afectación clara de los intereses de la clase dominante.

El problema objetivo más crítico, de la clase trabajadora y los sectores sin empleo con desempeño en la economía informal como titulares de planes sociales, productores auto explotados ,población económicamente sobrante o como se les quiera llamar , es su miseria creciente y aquello que la genera no se reduce al pago de la deuda contraída con el organismo internacional y la usura financiera , sino que tiene que ver básicamente con la inviabilidad de la relación capital -trabajo en sí , en tanto la acumulación de capital que se produce por la propia productividad de la fuerza de trabajo resulta insuficiente.
   Todas las demandas públicas agitadas desde la burocracia piquetera se destacan planteos donde tienen centralidad las palabras país”, patria o “pueblo”  que se utilizan  de modo consciente en búsqueda de ampliar el frente con otros sectores sociales extraños a la clase trabajadora con abstracción  del programa socialista y sus objetivos. Por eso el mensaje que se exhibe es que “todos” a excepción del gran capital concentrado en la gran burguesía son explotados por medio de la deuda sin mencionar, la conexión entre la deuda externa y la fuga de capitales operada por la propia clase dominante argentina que implica el hecho de que gran parte de los tenedores de los títulos de la deuda pertenecen a la misma burguesía.

 Es decir, la caracterización burocrática  es un planteo insuficiente en tanto no da cuenta propagandística y evitativa del directo involucramiento del conjunto del capitalismo argentino con el capital dinerario internacional, y por ende, también con la deuda, por acordar que ese es el modo en que opera la reproducción del capital en nuestra sociedad de capitalismo tardío y altamente dependiente.
Lo cierto es que todo esto impone la errónea idea según la cual se puede elevar el valor de la fuerza de trabajo afectando solo los intereses de los “especuladores financieros” y el gran capital concentrado en  grupos económicos –
Este concepto lleva a no cuestionar la explotación de la clase capitalista, nacional o extranjera, sobre la clase obrera. Expresarse de esta forma es desplazar la centralidad de la explotación basada en el régimen del trabajo asalariado hacia un modelo de cambio que no se compadece con la estructura económica de nuestra sociedad.

Una cosa es que, evidentemente, las transformaciones objetivas del capitalismo mundial en el último cuarto de siglo, han supuesto modificaciones significativas de las clases sociales, del trabajo, de la clase obrera, de los Estados, etc. Pero otra bien distinta, es que en aras de la novedad se enmascare el capitalismo, cambiándole de nombre por una parte y por otra se diga que las contradicciones básicas de la “nueva” sociedad – está atravesada por contradicciones- ya no tienen nada que ver con la lógica del capital. De esa forma, entonces, se entrarían a privilegiar las “contradicciones” simbólicas, los imaginarios, los medios de comunicación, las identidades parciales, los consensos, el pluralismo etc., presentando todo eso como la expresión de las nuevas relaciones sociales -que de nuevas no tienen nada- y sin ningún tipo de nexo con el “viejo orden” capitalista. Eso, por supuesto, no quiere decir que todas esas cuestiones no sean importantes y no deban ser estudiadas, lo que resulta muy discutible es que se intenten separar del capitalismo, más aún cuando la relación social capitalista abraza a todo el mundo. En otros términos, asistimos a la plena mundialización del capital, lo que ha significado la planetarización de las contradicciones propias de la realización social capitalista.

Es particularmente importante e imperioso recuperar la visión clasista del fenómeno crítico que nos obliga a vivir en condiciones de pobreza y miseria. Sobre esa perspectiva delimitante del pensamiento autónomo de la cultura de la clase dominante, avanzar sobre la propaganda del programa socialista y agitar la vinculación necesaria de ese objetivo estratégico con la acción política centrada en la destrucción del poder burgués y su República, por los organismos democráticos del poder obrero y la instauración de su dictadura.

El desarrollo de la sociedad convierte en inevitable el salto revolucionario. La nueva sociedad y la revolución social que la gesta, son impuestas como el resultado necesario del propio desarrollo de la vieja sociedad en la que habitamos.

En el capitalismo envejecido, convertido en reaccionario y que se encuentra en agonía por su extendida crisis de reproducción, qué podemos palpar todos los días, está la propia tendencia objetiva al cambio revolucionario. Con su desarrollo en el tiempo la propia clase dominante, la burguesía de conjunto ha preparado el camino de su destrucción, que incluye muy a pesar de lo que se diga al sujeto social de esa tarea que es la clase trabajadora constituido en clase para sí.

    Clase trabajadora “para sí” quiere decir trabajadores organizados en partido político desde esa vanguardia, con programa socialista táctica y estratégicamente conformados hacia el poder obrero.

   La revolución social no se da por sí sola, sino a través de las clases revolucionaria, que en el curso de la lucha se organiza y educa para tal objetivo.

El proletariado consciente que sabe cuál es su misión histórica y cómo cumplirla, condiciona su lucha a las leyes de la transformación de la sociedad y contribuye a materializarlas

 Por tal razón cuando se oculta esa situación por las fuerzas políticas que se auto referencian como representantes de ese sector social, impide que se opere el desarrollo de esa tendencia, y en sentido inverso, prolongan con su reformismo parlamentarista la inconsciencia de la clase llamada objetivamente a consumar la transformación de la sociedad, encorsetándola en las fórmulas del reformismo, que hoy exhibe su agonía.