Eduardo Sacheri en, “Nosotros dos en la tormenta«, se vale de dos personajes – dos amigos que pertenecen a distintas organizaciones armadas (ERP y Montoneros)- para transitar el espacio histórico específico contenido en el año 1975, exhibiendo en la narración las tendencias y contratendencias que exhibía socialmente ese espacio temporal que no se agota en el año calendario sino que lleva hasta su agotamiento y superación por vía del genocidio ampliado, que implica la concentración del Poder Estatal Burgués en la unanimidad de prácticas genocidas desde la forma jurídica de una dictadura cívico militar descargada sobre quienes eran abarcados por la difusa categoría política-jurídica de “subversivos” .
Sacheri dice, -según se sigue de una aclaración previa al desarrollo de la novela histórica en sí- que trabajo el período en un amplio espacio temporal de estudio de varios años, pero se ocupa de indicar inmediatamente que el relato en que traduce esa labor, es puramente ficcional. Sin embargo, a poco que se avance en la lectura se advertirá que lo que se presenta en plano de las apariencias comouna mirada compleja y respetuosa de ese tiempo, no es sino un yerro histórico objetivo y un uso ideológico de la narración literaria para sostener un relato impostadamente imparcial, cuando en definitiva solo suma a la oscuridad que permite un relato de “verdad” y no la verdad en sí.
A partir de este yerro, que es relevante en tanto pareciera que uno de los protagonistas del relato vive, actúa y reflexiona a partir de un posicionamiento ideológico específico radicado en lo que se da en llamar trotskismo identificando a Ernesto como “un trosko”, no está haciendo otra cosa que introducir una falsedad que lleva al lector al ejercicio mecánico de identificar a un trotskista como lo que dice , hace y reflexiona ese militante del PRT, siendo que, precisamente tanto Trotsky como uno de sus más conspicuos seguidores en Latinoamérica Guillermo Lora , se han ocupado de criticar y combatir esa versión que desde el sentido común y el anacronismo interpretativo, construye Sacheri, de manera que ese antejuicio distante de la verdad histórica le permita finalizar el relato con una suerte de moraleja para la tribuna que complace al lector en su conciencia respecto en primer lugar sobre lo que pudo haber hecho él mismo en aquel entonces y el relato que por sentido puramente utilitarista le resulta respetable a la pequeño burguesía del siglo XXI y sus derivados políticos reformistas, que no es otro que la certeza de que «la acción discursiva de un sector ideológico minoritario no puede obligar al resto de los argentinos a no poder hablar sobre el período anterior al Golpe”.
El yerro es objetivo. No requiere de la abundante investigación a la que dice haber apelado Sacheri. Basta con repasar los documentos no impugnados históricamente del PRT, que adquirieron por diversas vías de difusión, carácter público., que precisamente se titula “Porqué nos separamos de la IV Internacional” que fue publicado en “EL COMBATIENTE NRO. 86 FECHADO el viernes 17 de agosto de 1973, es decir dos años antes de la data temporal donde se desarrollan los hechos relatados por Sacheri.
Si se toma esa fecha, se advertirá que incluso por la disciplina miento que Sacheri resalta como resultante de una verticalidad que censura en reiteradas ocasiones, Ernesto-el personaje militante del PRT- no podía ser en ningún caso un “trosco”, esto más allá de la apreciable duda de que por entonces se utilizará ese identificatorio, como resulta en nuestra actualidad.
Por lo demás y no obstante el apartamiento explícito y público del PRT -ERP de las estructuras del Secretariado Unificado de la IV Internacional, el restante y anacrónico desvío ideológico del que se nutre Sacheri, también a partir de una verdad construida desde el relato de los que ganan y escriben la historia, es confundir al PRT como una organización foquista, apartada de todo trabajo de masas y sin representación alguna en la clase trabajadora, cuando las evidencias del tiempo y el trabajo intelectual de diversos científicos sociales ha dejado demostrado que esa estructura política no desarrollo como idea central la concepción del foco guerrillero según la dejara plasmada Regí Debray en su obra ¿Revolución en la Revolución? Que hace del «foco», epicentro y motor de una inevitable multiplicación rebelde, que nada tiene que ver con el incansable y extendido trabajo de masas, de propaganda y agitación desarrollado por el PRT.
Sacheri también de manera ideologizada y extrema, compra y vende una mercancía literaria de su producción, que paga tributo a la mitología que la burguesía dominante ha desplegado sobre la figura de Ernesto Guevara, concentrándose en el lugar común de las fotos en las remeras y la imagen del tipo voluntarioso, si se quiere heroico, pero notoriamente equivocado.
En ese sentido, si por algo persiste hoy este tipo de luchas encubiertas contra el PRT y su guevarismo, es precisamente por la actualidad de su propuesta y mensaje en épocas de crisis del orden social capitalista y justamente esa vigencia no emerge de la teoría del foco, sino de la implantación intelectual de sus premisas en particular en cuanto refiere a los trabajos intelectuales y la praxis que el “che” deja en relación a la feticichización de la mercancía, la alienación social y la necesidad objetiva de la construcción de una nueva sociedad desde donde se consolide la emergencia del Hombre Nuevo, ajeno a las taras y las armas melladas del capitalismo.
En ese contexto, la novela exhibe a los personajes principales, captados y dominados por una representación ideológica de la realidad pergeñada desde una organización con estructura piramidal que le hace existir en un simbólico tubo y en un pozo vivencial ajeno al hombre “común” , al que por contraste se le representa en palabras y pensamientos del padre de uno de los militantes , al que por su edad y rol simbólico se le adjudica críticamente el “saber” de la experiencia y la línea directa con el pueblo real, negación directa del presuntamente ficcional que anida en el pensamiento de ……..
Sin embargo, la historia demuestra lo inverso, es decir, que el “padre comprensivo que calla para no perturbar la relación con su hijo equivocado y enajenado en una organización que está fuera de la realidad “ no solo es un sujeto que no comprende su lugar en el mundo capitalista , en tanto pequeño comerciante que luego fuera arrasado en su emprendimiento por las políticas de Martínez de Hoz y el nuevo ciclo capitalista abierto a partir del genocidio y las actividades de los grupos de tareas ,sino que además se le habilita el lugar de la cátedra haciendo ver que es precisamente ese padre amoroso , el que tiene el saber y arroja luz sobre lo que sucede.
En algún momento habrá que reparar en cual era la sociedad en la que pensaban y se esperanzaban los padres de entonces y meditar en que medida la misma tuvo realización luego de la derrota armada en la lucha de clases sufrida por la vanguardia obrera. Si los militantes vivían en un frasco, cual era el frasco en donde habitaba su padre para pensar que lo mejor para su hijo era que continuara al frente del negocio que aquel había montado. El olvido por señalar que fue del negocio luego de la derrota y si la derrota fue la causa de lo que fue del negocio, es significativo.
Dicho, en otros términos, la novela no deja ver el derrotero de toda esa generación de adultos que apostó al desarrollismo de una sociedad que no podía desarrollarse dentro de ese modelo de producción que ellos, “los de los consejos”, los que no “vivían en termo “defendían, reproducían y actualizaban hasta que fueron arrasados por el neoliberalismo capitalista. Por qué confiar y hacer una apología de esos tantos padres que decían saber que pasaba, cuando lo que pasaba eran desapariciones de personas, tortura, vejaciones, apremios ilegales, explotación y opresión. Por qué no explicar que fue de ellos, y en que medida ese modelo de nostalgia al que apela el autor, tiene hoy realidad y no es en definitiva una visión de frasco como la que pone en cabeza de la militancia artificialmente construida desde sus propios prejuicios ideológicos.
Lo cierto es que Sacheri ignora, oculta y manipula la lucha de clase desenvuelta durante ese año 1975. Deja invisible a los trabajadores en la calle, su victoria transitoria frente al ministro Rodrigo y sus medidas anticipatorias de lo que mas tarde se impuso a sangre y fuego con la dictadura en clave de acciones y tácticas genocidas.
Lo cierto es que el relato vuelve sobre los pasos del pretendido juego de los dos demonios, sin poder avanzar en la adjudicación de esa condición en los militantes revolucionarios que protagonizan su relato, y advertido de ello, matiza el discurso con el desarrollo de aspectos humanitarios para en definitiva crear conciencia sobre “los buenos chicos que eran estos pibes equivocados” De ahí a los chiquilines imberbes, de Perón en el balcón, un solo paso.
En definitiva, mucha manipulación ideológica para terminar haciendo un depósito literario más a la cuenta corriente del negacionismo abierta por la teoría de los dos demonios.
Finalmente, la maniobra tantas veces reiteradas, tiene un aditamento que permite adjudicarle una agravante. Ella se centra en el desliz que la novela deja sobre las condiciones subjetivas de los militantes a la hora de la selección de sus actividades y la influencia de apetencias personales en esas determinaciones, negando a las mismas su carácter político.
En particular se desplaza la idea del encono personal con un profesor universitario como motivo de la determinación en su contra y en segundo orden, a través de que lo que se actuaba no tenía determinación o criterio político sino una incidencia superlativa de la posibilidad de eficiencia en la realización sin miramientos específicos de la entidad de la misma y la condición del sujeto pasivo de esas acciones. Hay que denunciar este empleo del discurso, en tanto se afirma como certero lo que no se ha probado y los hechos desmienten. Máxime si para ello se debe recurrir a un papá con dos hijas “de las que no viven en un frasco”, que solo es profesor, pero no piensa en política, pero a la vez acepta una designación política en una estructura de estudios superiores. La apelación a factores subjetivos como la necesidad de reconocimiento y la intrínseca vanidad, no puede hacer sombra sobre la búsqueda infructuosa del autor, por exhibir a ese sector social que mira lo que pasa y a la vez es ajeno de lo que sucede. Habrá que recordar, que nada de eso ocurre con cualquier sujeto que vive en el “yo argentino”. Ese es un posicionamiento al poder real vigente y nunca un simple error actitudinal como lo presenta el autor.
El carácter de guionista que Sacheri deja traducir junto a su tarea como escritor nos advierte de la amenaza latente que deja todo este uso ideológico de la estructura literaria en un texto ficcional, respecto a que este producto se traduzca en una película o serie que eslabone con “Argentina 1985” en el entrañable relato burgués de montar un relato como verdad, desafiando las evidencias de la verdad histórica.
NUEVO CURSO¡.